Como padres cristianos, deseamos fervientemente que nuestros hijos desarrollen una relación cercana con Dios. ¿Podemos ayudarlos?
Estaba en la primera fila, con lágrimas en los ojos. Una de mis amigas estaba sentada a mi lado. Sólo pude hacer que mi hijo estuviera con su padre, de pie al frente del salón.
El ministro se levantó, todos quedaron en silencio y la ceremonia que habíamos esperado durante toda la vida de mi hijo, comenzó.
“¿Se ha arrepentido de sus pecados?... ¿Acepta a Jesucristo como su Salvador personal, su Maestro y Señor?... Ahora voy a bautizarlo…”.
Como joven adulto, nuestro hijo hizo el compromiso de tener y mantener una relación con Dios por el resto de su vida. ¡Qué ocasión trascendental y maravillosa!
Como cristianos, nuestra relación con Dios es la relación más importante que tendremos. Como padres cristianos, nuestra meta —nuestra esperanza— es que nuestros hijos aprendan cómo construir y mantener esa relación también. ¿Pero cómo podemos ayudar a nuestros hijos para que crezcan y se conviertan en jóvenes cristianos verdaderos? ¿Cómo podemos guiarlos en la dirección correcta?
Hablar acerca de Dios
Una de las primeras cosas que necesitamos hacer para ayudar a nuestros hijos a construir una relación con Dios es comenzar a hablarles de Dios cuando ellos empiezan a entender. Enseñarles cómo Dios creó los alimentos y las plantas del jardín o el atardecer y el amanecer.
A medida que ellos maduran, podemos explicarles las instrucciones que Dios nos da acerca de cómo debemos vivir. En Deuteronomio 6:6-7 (y nuevamente en Deuteronomio 11:18-19), encontramos instrucciones de hablar acerca de los caminos de Dios cuando nos sentemos en el hogar, cuando caminemos, cuando nos acostemos y cuando nos levantemos. Esto realmente cubre la mayor parte de nuestras actividades de la vida diaria.
El punto es que donde estemos y en cualquier actividad que estemos realizando, necesitamos aprovechar la oportunidad para hablarles a nuestros hijos acerca de Dios y sus benéficas leyes. Esto debería ser una parte natural de nuestra conversación, producto de una relación profunda y sólida que nosotros hemos construido y mantenido con Dios.
Hablar de las bendiciones
Si los padres son hipócritas, les falta ética, son inmorales o simplemente perezosos en su enfoque frente a la obediencia a Dios, ¡sus hijos serán los primeros en darse cuenta! Y no solamente lo sabrán ellos.
Hable acerca de las cosas que Dios le ha dado. Cada familia vive circunstancias diferentes y disfruta de una gran variedad de bendiciones. Explíqueles a sus hijos muchas de las bendiciones que Dios les ha dado a ellos y a usted, y las bendiciones específicas que ha derramado en la familia. No olvide mencionar estas bendiciones en las oraciones al pedir la bendición de los alimentos.
Una forma en que podemos mostrarles a nuestros hijos la intervención positiva de Dios es mostrarles las obras de su maravillosa creación. Ocasionalmente nos despertamos y vemos un maravilloso amanecer. No hay nada como un momento de silencio a medida que vemos cómo se llena de color el firmamento, por la acción del maestro que pinta un cuadro maravilloso.
Un amigo me describió algunas de las cosas asombrosas que vemos en la naturaleza como “una belleza gratuita”. Dios ha creado muchísima belleza para que la disfrutemos. ¿Por qué no tomar un tiempo para disfrutarla y hacérsela notar a nuestros hijos?
Cuénteles a sus hijos las maravillosas bendiciones que Él les ha concedido al darles una familia. Hágales saber lo agradecido que se siente por tenerlos, haciendo parte de su familia y cómo cree que ellos son un regalo que Dios le ha dado a usted personalmente. Hay muchas personas en este mundo que han perdido trágicamente a sus familias. Ayúdeles a sus hijos a ver la bendición que Dios les ha dado al permitirles ser parte de una familia.
Otra forma de hablarles a sus hijos acerca de las bendiciones de Dios es hacerles ver las situaciones en las cuales Dios ha intervenido en su vida y en la vida de otros. A Él le importamos muchísimo, e interviene en nuestra vida.
Una dama me relató un incidente que le había ocurrido en su niñez. Ella se había ido a acostar cuando un carbón encendido llegó a su cuarto a través de la ventana y se posó en su almohada —justo en el lugar en donde su cabeza había estado hacía un momento. Lo que ocurrió es que ella de súbito se acordó que tenía que decirle algo a su mamá y se levantó para ir a decírselo. ¡Ella no tenía ninguna duda de que Dios la había protegido!
En ciertos momentos le pedimos a Dios sanidad o algo específico y Él nos responde. Ayúdeles a sus hijos a reconocer las oraciones respondidas, cuando estas ocurren. Estas bendiciones de sanidad o protección serán parte de nuestra historia familiar.
Por otra parte, también hay ocasiones en las que oramos por algo y no obtenemos la respuesta que queremos. En estos momentos muéstreles a sus hijos porqué tal vez Dios dijo: “no” o “espera”. Como padres, algunas veces tenemos que decirles “no” o “espera” a nuestros hijos cuando nos piden algo. No es porque no los amemos o porque queramos retenerles algo, sino porque tenemos todo el cuadro completo y nos damos cuenta que hay otra respuesta que es mejor. Dios hace lo mismo con nosotros (Romanos 8:28).
Hablarle a Dios
Involucre a sus hijos en la adoración a Dios. Enséñeles a sus hijos a orar y ore con ellos. Enséñeles a sus hijos cómo estudiar la Biblia y estúdiela con ellos. Lleve a sus hijos a la Iglesia y después comente con ellos el mensaje que escucharon.
Uno de los recuerdos que tengo* de mi niñez es estando sentada al lado de mi madre, cuando ella estaba estudiando la Biblia. Ella me hablaba acerca de lo que estaba estudiando y me explicaba con las escrituras lo que estaba aprendiendo. Mi padre me leía historias de la Biblia antes de ir a dormir. Era algo muy emocionante escuchar estas historias. A medida que crecimos, como familia, jugábamos juegos de la Biblia y teníamos estudios bíblicos familiares.
Ahora, cuando nuestro pequeño nieto viene a visitarnos, su rutina nocturna incluye oraciones con el abuelo y lectura de la Biblia con su abuela. Él siempre está pendiente en esos momentos para preguntarnos y aprender. Casi sin falta, él quiere que sigamos leyendo hasta que terminemos nuestra historia de esa noche.
La oración diaria es una parte fundamental de la vida cristiana, y nuestros hijos deben aprender su importancia y cómo llevarla a cabo. Haga de la oración una parte normal de la rutina diaria de la vida. Una oración de gracias antes de cada comida es un buen lugar para comenzar. El padre o la madre pueden empezar la oración, pero a medida que los hijos crezcan, permítales hacerlo. La oración se convertirá en una parte normal de la vida familiar.
Lo mismo se aplica al estudio de la Biblia. Es necesario ajustar su estudio al lapso de atención de sus hijos y tener en cuenta su nivel de entendimiento. Un niño puede relatar una historia —y hay muchos relatos emocionantes en la Biblia. Después de leerles una historia, ayúdeles a sus hijos a sacar las lecciones de ella para que puedan entenderla. A medida que crezcan, asegúrese de que cada uno tenga su propia Biblia.
Los padres necesitan mostrarles a sus hijos cómo dar los pasos necesarios para desarrollar su relación con Dios, y caminar con ellos durante ese proceso.
Vemos en Salmos 78:4-7 que como padres, debemos hacer que nuestros hijos conozcan la ley de Dios. Es una forma de herencia que debe pasarse de generación en generación. ¿Qué mejor herencia les podemos dar a nuestros hijos que un patrón saludable de adoración?
Demuestre las características de Dios
Hay un refrán que dice “No juzgue el libro por su portada”. Pero la verdad es que nosotros juzgamos un libro —una persona, una organización o una forma de vida— por lo que vemos. Nuestros hijos harán lo mismo.
Si los padres son hipócritas, les falta ética, son inmorales o simplemente perezosos en su enfoque frente a la obediencia a Dios, ¡sus hijos serán los primeros en darse cuenta! Y no solamente lo sabrán ellos, sino que eso influirá en su enfoque hacia Dios.
Por otro lado, si sus hijos ven que sus padres oran y estudian y practican los principios de Dios, estarán más inclinados a hacer lo mismo.
En 2 Corintios 5:20 Pablo nos habla acerca de cómo él y Timoteo eran embajadores de Cristo —sus representantes al urgir a las personas a reconciliarse con Dios. Los cristianos también deben ser embajadores de la forma de vida de Dios para los demás. En ninguna parte el papel de embajador es más importante que con nuestros hijos. Dios quiere que los padres sean un conducto que les enseñe a los hijos cómo vivir y qué hacer.
Sus hijos escuchan lo que dice cuando se pega con un martillo en una uña del dedo. Ellos saben si usted apaga una película por su lenguaje obsceno u otro contenido que no es apropiado. Ellos saben cuánto alcohol toma usted. Ellos saben si usted se pasa del límite de velocidad. Saben si aplica o no lo que le enseñan en la Iglesia. Se dan cuenta si su comportamiento con los demás es ético o no. Ven si es respetuoso con su cónyuge y sus padres. Las acciones en verdad hablan más fuerte que las palabras.
Un día feliz
El día del bautismo de nuestro hijo, él formalizó su viaje como cristiano. Fue un día gozoso para nosotros.
Enseñarles a nuestros hijos es una de las tareas más importantes y asombrosas de toda la creación. Ninguno de nosotros es perfecto, pero nadie puede darse el lujo de descuidar esta tarea. Por supuesto, es Dios el que llama a cada persona, y cada hijo tendrá la responsabilidad de decidir si acepta o no ese llamamiento. Pero eso no le quita importancia a la responsabilidad y privilegio que tenemos de ayudar a nuestros hijos a construir una relación con Dios que pueda durar por la eternidad.
Si desea profundizar más en el tema de la crianza de los hijos, vaya a nuestra sección Consejos prácticos para una positiva crianza de los hijos, en el sitio en la red de VidaEsperanzayVerdad.org.