El mundo cambia constantemente. En unas pocas décadas incluso puede parecer un lugar completamente distinto. ¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a navegarlo?
El primer paso para ayudar a sus hijos a enfrentar las influencias negativas de su mundo es aceptar que usted no conoce su mundo.
No puede conocerlo.
Es imposible.
Claro, usted comprende algunas partes aisladas de ese mundo y tal vez tenga una idea de cómo se relacionan entre sí, pero eso no significa que entienda cómo es ser un joven en ese mundo.
La única forma de entender el mundo de sus hijos sería crecer en él, pero no puede hacer eso. Usted creció en un mundo diferente que ya no existe.
La música es diferente. Los libros son diferentes. Las tecnologías son diferentes. El lenguaje es diferente. Los medios de comunicación son diferentes. Los eventos mundiales son diferentes. Los valores culturales y sociales son diferentes. Las modas son diferentes.
Aunque tal vez reconozca algunos elementos de su propia niñez en ese mundo nuevo, la realidad es que sus hijos están creciendo en una época única en la historia humana —una mezcla cultural y sociopolítica que nunca ha existido antes y nunca volvera a repetirse de la misma forma.
En el mundo de sus hijos, usted siempre será forastero y visitante; y no hay nada que pueda hacer para cambiar eso.
(Lo mismo es cierto para sus hijos: ellos pueden leer los libros que usted leyó, escuchar la música que escuchó y usar la ropa que usó, pero aun así no comprenderán cómo fue crecer en su mundo.)
Entonces, ¿cómo se supone que les ayude a navegar por ese mundo?
El mundo no ha cambiado tanto como parece
Como escribió el desalentado Salomón: “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: he aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido” (Eclesiastés 1:9-10).
Quizá haya escuchado un refrán más moderno que resume esos pensamientos: “Mientras más cambian las cosas, más iguales se mantienen”. El mundo ha cambiado de muchas maneras, pero los principios básicos de la naturaleza humana no han cambiado para nada.
Ésa es la clave del rompecabezas: sus hijos podrán vivir en un mundo que usted no comprende por completo, pero ese “nuevo mundo” en realidad lo único que tiene de nuevo es una nueva capa de pintura. La estructura debajo de la pintura ha permanecido igual durante 6.000 años. Así que, no importa cuántas veces se pinte, la Palabra de Dios siempre tendrá las respuestas que necesitamos para guiar a nuestros hijos.
Estos son cuatro pasos que como padre puede seguir para ayudar a sus hijos a navegar un mundo que usted no comprende por completo:
1. Establezca estándares
Proverbios dice: “La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre” (Proverbios 29:15).
Dios espera que los padres establezcamos estándares claros para nuestros hijos —y que los hagamos responsables de su cumplimiento. Una regla que puede ignorarse o quebrantarse repetidamente y sin consecuencias, no es una regla realmente.
Pero no necesitamos inventar estándares para nuestra familia. Dios los establece claramente en su ley, especialmente los Diez Mandamientos. Poco después de repetir esos mandamientos para el pueblo de Israel, Moisés dijo: “estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas” (Deuteronomio 6:6-9).
Las reglas siguen siendo las mismas. Ésas aún son las palabras que Dios espera que les enseñemos a nuestros hijos con diligencia, compartiéndolas y comentándolas en cada oportunidad.
(Obviamente, esto requiere que conozcamos la Palabra de Dios. Si desea ayuda en esta área, vea “Cómo estudiar la Biblia”.)
2. Dé el ejemplo
Pero tener las reglas correctas es sólo parte de la ecuación. Salomón también escribió: “Camina en su integridad el justo; sus hijos son dichosos después de él” (Proverbios 20:7).
El énfasis está en caminar. El proverbio no habla de “el justo que tiene las reglas correctas, pero no hace nada con ellas”. Cuando ejemplificamos la manera correcta de vivir, nuestros hijos son bendecidos porque ven el estándar en acción. Ven que nuestras creencias no son sólo palabras, son lo que hacemos.
No lo hará todo perfecto —lo cual es importante, porque sus hijos tampoco lo son. Pero ¿qué ven sus hijos cuando se equivoca? ¿Ven que se arrepiente, enmienda e intenta de nuevo? ¿O ven que se frustra, se rinde, se excusa o le resta importancia al error?
Así como la vida de Cristo nos da un ejemplo a seguir (1 Pedro 2:21), su vida como padre le servirá de ejemplo a sus hijos. Ya sea que experimente caídas o éxitos, asegúrese de seguir los valores que quiere que sus hijos sigan.
3. Procure comprender
Es verdad que sus hijos están creciendo en un mundo donde usted es un visitante. Pero no tiene por qué ser un visitante inconsciente. Usted puede (¡y debería!) hacer el esfuerzo de entender los elementos de ese mundo y cómo se relacionan entre sí.
Recuerde: sus hijos no necesitan buscar la maldad del mundo para encontrarla. Muy a menudo la maldad los encontrará a ellos. Y para poder proteger a nuestra familia de esa maldad, debemos ser “astutos como serpientes y sencillos como palomas” (Mateo 10:16, Nueva Versión Internacional), permaneciendo vigilantes a los potenciales ataques de Satanás (2 Corintios 2:11).
¿Qué aplicaciones usan sus hijos? ¿De qué son capaces esas aplicaciones, para bien o para mal? ¿Qué libros, programas y juegos están leyendo, viendo y jugando —y qué mensajes están recibiendo en el proceso?
Aún más, ¿qué es importante para ellos? ¿Qué disfrutan hacer? ¿Qué clase de cosas les gustan? ¿Qué clase de cosas no les gustan?
4. Tómese el tiempo para conversar
El objetivo no es convertirnos en espías que vigilan cada palabra y pensamiento de nuestros hijos. El objetivo es estar al tanto de las influencias a las que están expuestos y de sus preferencias, y hablar al respecto con ellos.
Pablo les advierte a los padres: “no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4).
Si sus hijos se sienten escuchados y comprendidos, es más probable que escuchen y comprendan.
Es un equilibro difícil de lograr. Ellos necesitan sentir que pueden compartir cosas con usted sin ser “provocados a ira”; pero al mismo tiempo, usted necesita guiarlos hacia la “disciplina y amonestación del Señor”. Mantener ambos canales de diálogo abiertos y fluidos requerirá un esfuerzo constante de su parte, pero el resultado será una valiosa comunicación con sus hijos.
Su trabajo es dar las herramientas
Nunca podrá entender por completo el mundo de sus hijos, y no podrá estar con ellos para ayudarles a tomar cada decisión en ese mundo. A medida que crecen, sus hijos serán cada vez más independientes y tomarán sus propias decisiones.
Ésa es la hora de la verdad. Como escribió Salomón, “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6).
Si está estableciendo las reglas correctas y dando el ejemplo correcto, y si está dedicando tiempo para comprender su mundo y comentarlo con ellos, entonces les está dando a sus hijos todo lo que necesitan para un día navegar el mundo sin usted.
Sus hijos conocen su mundo mucho mejor de lo que usted podrá conocerlo y no puede obligarlos a permanecer en un camino que no quieren seguir. Eventualmente, la decisión será de ellos e irán a donde quieran ir.
Nuestro enfoque debe ser el corazón. Arrastrarlos por un camino, incluso cuando es el camino correcto, no tendrá muchos frutos. Pero si los instruimos acerca del camino por el que deben ir, es decir, si entrenamos sus corazones, los estaremos preparando para el éxito.
Con la ayuda de Dios, ellos comenzarán a entender no sólo cómo andar por este camino de vida, sino también por qué es importante hacerlo. La sabiduría y los principios que usted comparta con ellos son las herramientas que necesitan para navegar su mundo, sin importar cuál sea el color de la última capa de pintura.