Por designio divino, todos los seres humanos envejecemos y afrontamos los problemas propios de esta edad. ¿Cómo ve usted a las personas mayores? ¿Y cuál es su responsabilidad al envejecer?
Imagine por un momento que está en su automóvil, conduciendo por una autopista concurrida. Conduce con soltura, cambia de carril con suavidad, mantiene una velocidad segura; confía en sus habilidades.
Sin embargo, un día se da cuenta de que ya no puede seguir el ritmo de los demás vehículos. Por mucho que lo intente, no se siente seguro al acelerar. El tráfico circula a su lado a gran velocidad, esquivándole, a veces bruscamente. Pero usted sabe que debe seguir por la autopista. Intenta no estorbar a nadie, pero a los demás vehículos parece no importarles lo cerca que pasan. A veces parece que intentan sacarle de la carretera.
¡Un viaje agradable se ha convertido en una experiencia aterradora!
A veces, envejecer puede parecer como estar en ese automóvil. La vida se vuelve muy desconcertante cuando el cuerpo empieza a debilitarse y ya no podemos seguir el ritmo de los demás. Nos sentimos obsoletos mientras la tecnología nos adelanta a toda velocidad (a veces incluso para quienes no son tan mayores). Las normas culturales que empeoran, nos dejan atrás bruscamente.
Cuando, como dice Eclesiastés 12:3, las partes del cuerpo envejecen y se debilitan, es fácil desanimarse y sentir que ya no hay lugar para nosotros en la vida.
Algunas culturas suelen honrar a los ancianos. Pero, lamentablemente, muchas no lo hacen y tienden a marginarlos.
¿Qué lugar les corresponde a los ancianos? ¿Cómo deben ser tratados y cómo deben responder ellos mismos? Las respuestas a estas preguntas nos ayudarán en nuestro trabajo con los ancianos, y también cuando nosotros mismos lleguemos a la vejez.
El mandamiento de honrar
Este tema es tan importante para Dios que conlleva el peso de uno de sus Diez Mandamientos: “Honra a tu padre y a tu madre” (Éxodo 20:12). ¡Este mandamiento no tiene fecha de expiración! Se debe honrar a los padres hasta su muerte e, incluso, en cierto modo, aun después.
Por definición, “honrar” significa mostrar respeto, reconocer la posición que Dios les ha dado a nuestros padres. La palabra hebrea original (kabad) tenía el significado de ser importante. En otras palabras, tenemos la gran responsabilidad de honrar y respetar a nuestros padres (y abuelos).
¿Cómo podemos mostrar honor?
Para los adultos que tienen una buena relación con sus padres, el respeto y la honra pueden manifestarse en mantener una comunicación abierta, estar atentos a sus necesidades en cada etapa de la vida y ayudarlos a satisfacerlas. Esto incluye pasar tiempo con ellos para conversar, consolar, animar y ayudar. Las familias sanas se muestran deferencia y se cuidan mutuamente, especialmente a los mayores.
Sin embargo, algunas relaciones familiares entre padres e hijos no son sanas. Si es posible reparar o mejorar nuestra relación con nuestros padres, es importante esforzarnos por hacerlo con el espíritu de honrarlos. Reparar las rupturas familiares es un objetivo justo y muy gratificante.
Trágicamente, algunos hijos y padres están completamente distanciados, y en algunos casos no sería sano (debido a abusos o problemas de seguridad) intentar establecer una relación. En otros casos, una persona puede incluso desconocer la identidad de uno o ambos padres. Éstas son tristes realidades de nuestra sociedad, pero es útil que alguien más pueda llenar ese vacío como figura paterna o materna.
No obstante, las circunstancias difíciles no anulan el mandamiento. No dice que honremos a nuestros padres sólo si son buenos padres. Al menos, podemos honrar a nuestros padres con nuestra forma de vivir: eligiendo ser nosotros personas honorables. Nuestra forma de vivir refleja la imagen que tenemos de nuestros padres, y podemos mostrarles honor incluso si nunca lo reconocen o si ni siquiera son conscientes de ello.
Por el contrario, decidir ignorar el mandamiento y “maldecir” o “insultar” a nuestros padres conlleva graves castigos divinos. Tales acciones, en efecto, nos acarrean una maldición (véase Éxodo 21:17; Mateo 15:4; Proverbios 20:20; 30:17).
¿Existe alguna forma de eludir el mandamiento?
En Marcos 7:9-13, Jesucristo abordó una práctica de su época que permitía, en esencia, evadir la responsabilidad de cuidar a los padres. Alguien podía dedicar sus bienes al templo y luego llamarlos “Corban” o “una ofrenda”.
The International Standard Bible Encyclopedia [La enciclopedia bíblica estándar internacional] explica que, si una persona declaraba algo como “Corban”, técnicamente pertenecía al templo, pero podía conservarlo (dinero, tierras, etcétera) y usarlo mientras viviera.
Al parecer, algunos creían que, al dedicar sus recursos personales al templo, podían justificar no mantener a sus padres y eludir el mandamiento. Pero Jesús eliminó esta excusa, dejando claro que, con esa intención y práctica, estaban rechazando el mandamiento de Dios.
¿Es ésta una práctica arcaica sin aplicación moderna? Hoy en día, algunas personas aún parecen tentadas a evadir sus responsabilidades financieras hacia sus padres. ¿Y qué hay de otras áreas de la vida, como la forma en que empleamos nuestro tiempo? ¿Estamos alguna vez demasiado ocupados para pasar tiempo con nuestros padres (o con nuestros hijos)? ¿Podemos dedicarnos a otras cosas (aficiones, entretenimiento, etcétera) que nos roban tiempo con nuestros padres o hijos? El “principio de Corban” sigue siendo algo que debemos considerar cuidadosamente.
Responsabilidades familiares
La Biblia establece la responsabilidad principal del cuidado de los ancianos de la familia por parte de los hijos y nietos. Tampoco nos prohíbe buscar ayuda para brindar este cuidado —sin duda, en ocasiones se necesita atención profesional, médica o de otro tipo— pero buscar ayuda no significa delegar la responsabilidad en otros. ¡La afirmación del apóstol Pablo de que cualquiera que “no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa… ha negado la fe y es peor que un incrédulo” (1 Timoteo 5:8) es muy contundente!
Respeto a los ancianos en general
Aunque este artículo se centra en padres y abuelos, cabe mencionar que el principio de honor y respeto se extiende a todas las personas mayores. A través de Moisés, Dios ordenó al pueblo que se pusiera de pie ante los ancianos (Levítico 19:32). Las canas son símbolo de respeto.
La otra cara de la moneda
Por supuesto, envejecer tiene su lado positivo. Aprender a honrar a los ancianos desde jóvenes probablemente nos ayudará a ser honrados al envejecer. Esto es muy importante, ya que los ancianos, con sabiduría y paciencia, pueden desempeñar un papel valioso como mentores y ejemplos para los más jóvenes.
Una larga vida es una bendición, pero se espera que aprendamos con la edad. “Los días hablarán, y la muchedumbre de años declarará sabiduría”, leemos en Job 32:7. Sin embargo, en realidad, a veces envejecer enseña sabiduría, pero otras veces no.
Una larga vida es una bendición, pero se espera que aprendamos con la edad. “Los días hablarán, y la muchedumbre de años declarará sabiduría”, leemos en Job 32:7. Sin embargo, en realidad, a veces envejecer enseña sabiduría, pero otras veces no. El factor clave es: “El temor del Eterno es enseñanza de sabiduría; y a la honra precede la humildad” (Proverbios 15:33).
Encontramos una explicación más detallada del “temor” del Señor en Deuteronomio 10:12-13: “¿qué pide el Eterno tu Dios de ti, sino que temas al Eterno tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas al Eterno tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos del Eterno y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?”.
Al caminar humildemente por esta senda, con el paso de los años podremos ganarnos la honra que corresponde a la vejez.
El papel de los ancianos
¿Cuáles son algunos de los roles que las personas mayores pueden y deben desempeñar?
El principal rol es dar buen ejemplo. En Tito 2:3-5, Pablo instruye a las mujeres mayores a que exhorten (enseñen y animen) a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos e hijos. Tras décadas de vida, las personas mayores deberían tener la experiencia necesaria para enseñar a las nuevas generaciones cómo construir buenas relaciones, cómo sanar las relaciones dañadas y cómo evitar repetir los errores de quienes les precedieron.
Un aspecto de la enseñanza se denomina “mentoría”. Consideremos la vida laboral del sacerdocio levítico (Números 8:24-26). Desde los 25 hasta los 50 años, ellos desempeñaban el servicio completo del tabernáculo, incluyendo trabajos físicamente exigentes, como el sacrificio de animales grandes.
A los 50 años, los levitas se retiraban de la parte físicamente exigente del trabajo; sin embargo, no quedaban completamente exentos. Continuaban sirviendo en el tabernáculo, pero asumían un papel más de supervisión, enseñando y guiando a los levitas más jóvenes. ¡Qué magnífico ejemplo!
En la actualidad, muchas habilidades, lecciones y conocimientos se pierden de una generación a otra. ¿Cuánto sufrimiento y dolor se podrían evitar si una generación mayor y sabia pudiera ayudar a una generación más joven, por ejemplo, brindando consejos prácticos y orientación para evitar conflictos matrimoniales?
¿Y qué hay de la crianza de los hijos? Para cuando llegamos a ser abuelos, hemos aprendido muchas lecciones que pueden ayudar a nuestros hijos, si logramos transmitirlas con respeto y sin entrometernos, y si ellos están dispuestos a escuchar de forma constructiva. Pero se requiere sabiduría y humildad por parte de los involucrados, para que el conocimiento se transmita.
Muchos hoy en día no reconocen la necesidad de transitar de un rol a otro al envejecer. Muchos mayores se resisten a ceder el liderazgo en el servicio a las nuevas generaciones y tal vez no sepan cómo ser mentores. Muchos jóvenes carecen de la sabiduría para buscar y aprender de la generación mayor. Algunos están tan centrados en “estar al mando” y hacer las cosas a su manera que no aprenden del pasado.
La transmisión de conocimiento más importante reside en un ámbito en el que, lamentablemente, la cultura occidental suele tener dificultades: el espiritual.
En el Salmo 71:18, el salmista escribió: “Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, hasta que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir”.
¡Qué gran responsabilidad tienen los mayores de guiar a la siguiente generación hacia el desarrollo de una relación sana con Dios!
En conclusión
Sin importar en qué etapa de la vida nos encontremos, Dios tiene un propósito para nosotros y nos ha dado instrucciones acerca de cómo cumplirlo. En cada etapa de la vida, tenemos responsabilidades con los demás.
En conclusión, hay espacio para que todos podamos transitar con tranquilidad por esa autopista concurrida que mencionamos al comienzo del artículo, siempre y cuando cada uno cumpla con sus responsabilidades y brinde el debido honor y respeto a los demás.
Para saber más acerca de cómo honrar a los padres, le invitamos a leer el artículo “Quinto mandamiento: honra a tu padre y a tu madre”.
Para saber más acerca de cómo envejecer con gracia, puede leer el artículo “Envejecer con dignidad”.