¿Habló Jesucristo acerca de las finanzas? ¿Cuáles fueron sus enseñanzas acerca del dinero y las posesiones? ¿Fueron algunos de sus dichos controversiales?
Se ha dicho que la parte más sensible de la anatomía humana es... su billetera.
El dinero puede ser un tema delicado. Al menos ha sido muy importante desde que se utiliza para el intercambio económico. Podrá haber grandes diferencias entre personas de distintas épocas y culturas, pero existen tres verdades casi universales: todos queremos dinero, todos queremos gastarlo como nos place y a todos nos disgusta pagar impuestos.
No debería sorprendernos que Jesucristo tuviera algo que decir sobre el tema. Y algunas de sus enseñanzas con respecto a las finanzas fueron controversiales en su tiempo, como lo siguen siendo ahora.
Veamos tres de sus instrucciones más importantes.
1. Cristo enseñó que el dinero no debe ser nuestra motivación principal en la vida.
En el mundo del cristianismo existe un mensaje conocido como el “evangelio de la prosperidad”. A veces se le llama el “evangelio de la salud y la riqueza” y es popular entre los telepredicadores.
La idea básica es que, si tenemos fe en Jesucristo y hacemos cosas para agradarle, Él nos bendecirá con éxito y riquezas (de las que, por supuesto, los telepredicadores quieren una porción considerable). En esencia, es una versión cristiana del concepto oriental del karma.
Pero ¿eran las bendiciones físicas una motivación primordial en el mensaje de Jesucristo? ¿Atraía Cristo a la gente prometiendo éxito físico y financiero abundante? En realidad, todo lo contrario.
Jesús enseñó que seguirlo requiere sacrificio. Dijo, por ejemplo, que quien quiera ser su discípulo debe “[negarse] a sí mismo, y [tomar] su cruz, y [seguirlo]” (Mateo 16:24). Tomar la “cruz” en este versículo significa hacer sacrificios. A veces, esos sacrificios implican perder familia y amigos (Lucas 14:26). A veces, tienen que ver con dinero.
En cierta ocasión, un joven le preguntó a Jesús qué necesitaba para obtener la vida eterna (Lucas 18:18). Él respondió enumerando varios de los Diez Mandamientos. Pero el joven le dijo que los había obedecido desde su niñez. Entonces Cristo le dijo: “Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme” (v. 22).
Jesús percibió que la motivación principal en la vida del joven era su riqueza. No podía entregarse por completo a seguirlo sin antes ocuparse de su excesivo amor por el dinero y las posesiones. Lamentablemente, en ese punto de la vida del joven, fue demasiado para él (v. 23). Y, cuando se alejó, Cristo hizo la siguiente afirmación: “¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!” (v. 24).
Ahora, note que Jesús usó la palabra difícil, ¡no imposible! Algunos de los siervos más fieles de Dios, como el patriarca Abraham, fueron personas muy ricas —pero también personas con carácter que siempre pusieron a Dios primero.
Entonces, en lugar de predicar un evangelio de salud, riqueza y prosperidad, Cristo enseñó que el dinero puede ser un gran obstáculo para dedicarnos por completo a Dios. En la parábola del sembrador, identificó “el engaño de las riquezas” como una de las mayores amenazas para los llamados de Dios (Mateo 13:22), y también dijo que no podemos servir a las riquezas y a Dios al mismo tiempo (Mateo 6:24).
El evangelio de la prosperidad es un concepto falso. Cristo no enseñó que ser fieles automáticamente nos genera riqueza y éxito. De hecho, dijo que el dinero puede ser un gran peligro para los cristianos, si hacen de él la principal motivación en sus vidas.
Nuestro tesoro, lo más importante en nuestra vida, puede ser el Reino de Dios o el dinero, no ambos.
Nuestro tesoro, lo más importante en nuestra vida, puede ser el Reino de Dios o el dinero, no ambos (Lucas 12:34).
La mayoría de los cristianos a través de la historia no han sido bendecidos con grandes riquezas y prosperidad. Por lo tanto, usar la promesa de las bendiciones físicas para atraer a la gente al cristianismo es engañoso y contrario a las enseñanzas de Jesús.
Si desea saber más sobre esta falsa enseñanza, lea ¿Qué hay de malo con el “evangelio de la prosperidad”?
2. Cristo dijo que debemos pagar impuestos.
La mayoría de las personas no quiere pagar impuestos. Muchos hacen todo lo posible para reducirlos y, en algunos casos, evadirlos por completo. Parece que constantemente escuchamos acerca de celebridades (a veces incluso líderes religiosos) que van a prisión o son multados por evadir impuestos.
En los años recientes, algunas personas (incluyendo supuestos cristianos) han percibido los impuestos como algo que no debemos pagar. Pero ¿fue Jesucristo un fanático anti-impuestos que protestaba contra el gobierno y los tributos? Recordemos que Jesús vivió bajo un gobierno más controlador, represivo y excesivo en impuestos que la mayoría de los gobiernos occidentales actuales.
Cristo se refirió directamente al tema cuando se le preguntó: “¿Es lícito dar tributo a César, o no?” (Mateo 22:17). Su respuesta fue muy creativa: pidió que le trajeran una moneda y alguien le llevó un denario. Luego preguntó de quién era la imagen en la moneda y ellos respondieron: “De César” (v. 21). Entonces Cristo respondió: “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (v. 21).
Su enseñanza es muy clara: sus seguidores deben pagar impuestos al gobierno bajo el cual viven. Ésta es una responsabilidad cristiana básica que el apóstol Pablo reiteró varios años después (Romanos 13:6-7).
Si bien no es incorrecto tomar medidas legales para reducir nuestros impuestos, evadirlos ilegalmente o resistirnos a pagarlos contradice la clara instrucción de Jesucristo. Por otro lado, hacer lo que Jesús enseñó nos libra de las consecuencias de evadir impuestos.
Jesús no era un fanático antigobierno, ni participaba activamente en él. Simplemente enseñó que, mientras vivan en este mundo, sus seguidores deben obedecer las leyes civiles y pagar sus impuestos. Pero en el sentido espiritual, sus seguidores debían representar y ser ejemplo de un gobierno diferente: el futuro Reino de Dios (Mateo 6:33; Lucas 16:16).
Para descubrir más acerca de este tema, lea “La política de Jesús”.
3. Jesús les enseñó a sus seguidores a diezmar.
¿Notó la segunda parte de la respuesta de Cristo acerca de los impuestos? Luego de decir: “Dad, pues, a César lo que es de César”, también dijo que debemos dar “a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21). ¿De qué estaba hablando? ¿Qué le debemos a Dios?
La referencia de Cristo seguramente fue obvia para su audiencia. El grupo de judíos con el que hablaba probablemente entendió de inmediato que estaba hablando acerca de la ley del diezmo (Levítico 27:30) y las ofrendas (Deuteronomio 16:16-17).
Diezmar es entregarle la décima parte de nuestros ingresos a Dios. Las ofrendas son regalos que el pueblo de Dios le ofrece según sus bendiciones.
Los judíos del tiempo de Jesús practicaban el diezmo y los fariseos se conocían por ser muy meticulosos y precisos al hacerlo (Lucas 18:12). De hecho, Cristo mismo mencionó y usó esta característica para enseñarles una lección: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello” (Mateo 23:23).
Jesús corrigió a estas personas por ser escrupulosas al diezmar exactamente diez por ciento aun de las pequeñas semillas, pero ser descuidados y negligentes cuando se trataba de su carácter. La justicia, la misericordia y la fe eran “lo más importante”, les dijo. Pero para que no lo malentendieran, aclaró: “Esto era necesario hacer [las cualidades del carácter], sin dejar de hacer aquello [diezmar]”. Su punto era: diezmen, ¡pero no se olviden de lo más importante!
Entonces, Jesucristo claramente les enseñó a sus discípulos que debían diezmar.
De hecho, es a través del sistema del diezmo que podemos publicar esta revista gratuita. Discernir y todos los esfuerzos de la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial, son costeados con los diezmos y las ofrendas de personas que se toman en serio el mandamiento de Jesús de darle a Dios “lo que es de Dios” y no dejar de diezmar.
Dios promete bendiciones para quienes diezman (Malaquías 3:8-10), y muchas personas pueden corroborar su fidelidad a esta promesa. Estas bendiciones no son necesariamente financieras, sin embargo, no deberíamos diezmar sólo para obtener una bendición.
Para conocer más acerca del diezmo, lea nuestro artículo “Diezmar: ¿qué es?”.
Haga de Dios su asesor financiero
La Biblia tiene mucho más que decir acerca del dinero y las finanzas. Y dado que la Biblia es la Palabra de Dios, si leemos y aplicamos sus enseñanzas estaremos de alguna manera haciendo del Creador del universo nuestro asesor financiero personal.
Para conocer más acerca de las enseñanzas de la Biblia con respecto a este tema, lea “Seis principios bíblicos acerca de las finanzas personales”.