A veces las nuevas responsabilidades nos hacen pensar en la importancia de hacer las cosas bien, en el orden correcto.
Para mi esposa y para mí, la reciente llegada de nuestro primer hijo nos hizo ver la necesidad de hacer algunas mejoras en nuestro patio. La abrupta bajada de dos metros que se encuentra a sólo metros de nuestra casa, y en la que antes ni siquiera pensábamos, de repente se convirtió en una amenaza para la seguridad de nuestro pequeño. Y pronto descubrimos que los constructores originales de nuestra terraza habían hecho un muy mal trabajo.
Les faltó poner un muro de contención para evitar que la tierra se deslizara y los pilares que sostenían la terraza estaban muy por fuera del terreno. Nuestra pequeña terraza se estaba inclinando cerro abajo.
Los errores del constructor original se convirtieron en nuestro problema, y lo que hubiera sido un trabajo fácil mientras la casa se construía, era un trabajo mucho más complejo ahora. Necesitábamos una excavadora que nivelara el terreno y le volviera a dar forma, y además construir dos grandes muros de contención.
Sólo podíamos pensar en lo fácil que esto hubiera sido si el trabajo se hubiera hecho bien, en el orden correcto, desde el principio.
El orden correcto
Construir cualquier cosa —sea una terraza o una vida— puede ser difícil. Pero con la planificación correcta, cualquier tarea puede simplificarse, aun si no sabemos cómo terminará todo.
Tomemos por ejemplo la construcción de una casa. Hay pasos específicos que deben realizarse en un orden especial. En general esos pasos son:
- Definir una ubicación.
- Inspeccionar el terreno para ver si se puede construir ahí.
- Comprar la propiedad.
- Desarrollar un diseño y un presupuesto.
- Obtener los permisos necesarios.
- Contratar a un constructor.
- Poner los cimientos.
- Construir las paredes.
- Instalar el techo.
- Trabajar en el interior.
¿Se imagina qué pasaría si no realizáramos estos pasos en el orden correcto? ¡Sería imposible comenzar el paso nueve —el techo— sin haber seguido las etapas anteriores!
¿Por qué entonces tanta gente vive su vida haciendo las cosas en el orden equivocado?
La secuencia del éxito
Dios hace todo de forma ordenada y nos enseña a hacer lo mismo (1 Corintios 14:33, 40). Desde hace mucho tiempo, la Palabra de Dios trazó los principios que conducen a una vida exitosa y feliz, y hoy en día las investigaciones respaldan la secuencia del éxito que encontramos en la Biblia.
The Millennial Success Sequence [La secuencia del éxito de los mileniales], publicada en el 2017 por Wendy Wang y W. Bradford Wilcox para el Institute for Family Studies, describe la secuencia de hitos que resulta en una transición exitosa hacia la adultez. En resumen, es un estudio con evidencia estadística actualizada respaldando las verdades que nuestra sociedad una vez aceptó como sentido común.
The Millennial Success Sequence informa que 97 % de los mileniales (jóvenes nacidos alrededor de los años noventa) que han seguido la llamada “secuencia del éxito” —educarse, conseguir un trabajo, casarse y tener hijos, en ese orden— no se encuentran en la pobreza para cuando se convierten en jóvenes adultos (entre 28 y 34 años).
En cambio, quienes no siguen esta secuencia en el orden correcto tienen más dificultades en la vida y más probabilidad de caer en la pobreza.
(Si usted ya ha cometido errores de este tipo, consulte nuestro artículo en línea “Del fracaso al éxito” para recibir consejos sobre cómo mejorar las cosas.)
Educarse
“Una inversión en conocimiento es la que da el mejor interés” —Benjamin Franklin.
Una persona sabia tendrá un plan y los medios para recibir un ingreso estable antes de formar un hogar y una familia (Proverbios 24:27). Y en nuestro mundo moderno, recibir educación es parte fundamental de ese plan. Ya sea un título en una institución de educación superior o un oficio, tener educación conduce a mejores trabajos y sueldos, mejor salud, menos estrés y mejores habilidades sociales y psicológicas.
Dejar la secundaria antes de terminar, en cambio, cierra las puertas a muchas oportunidades y puede resultar en un trabajo mal remunerado. Además, probablemente se añada el estrés de necesitar más de un empleo para pagar las cuentas. No tener educación implica una alta probabilidad de terminar en la pobreza.
La falta de educación no sólo cierra puertas en el ámbito del trabajo, sino también en el del matrimonio. Los cuentos de hadas están llenos de parejas con grandes diferencias socioeconómicas —como Aladín y la princesa Jasmín, y Cenicienta con el príncipe Encantador— pero en la realidad, estas uniones son pocas y raras.
Una persona sabia busca conocimiento y la manera de aplicarlo según la Palabra de Dios (Proverbios 18:15; Juan 17:17). La educación es clave para tener una vida más feliz y exitosa, y los jóvenes deberían esforzarse por tener la mejor educación posible dentro de sus circunstancias.
Trabajar, y trabajar duro
“Los sueños no se hacen realidad por arte de magia; se requiere sudor, determinación y trabajo duro” —Colin Powell.
Nuestro mundo es el mundo de lo instantáneo. Todo está al alcance de la mano; excepto el éxito. Eso sólo se obtiene con trabajo, y trabajo duro.
Tomemos por ejemplo a la estrella del básquetbol Michael Jordan. Jordan era tan bueno que hacía parecer el éxito algo fácil. Pero detrás de su gran gloria hubo mucho trabajo duro.
Cuando era joven, ser rechazado por el equipo de básquetbol de su secundaria le enseñó al jugador valiosas lecciones. Jordan dice: “Creo que no quedar en el equipo me animó a mejorar mi juego, y también me enseñó que si te pones metas y trabajas duro por ellas, el trabajo duro puede ser recompensado”.
Así que practicó, practicó y practicó, y practicó duro, tal como si estuviera jugando en el equipo. Como resultado, años más tarde se convirtió en uno de los mejores basquetbolistas de la historia.
La comparación que hizo Salomón de un trabajador flojo con uno diligente también muestra cómo nuestras acciones afectan nuestros resultados: la desidia conduce a la pobreza y el trabajo duro a la riqueza (Proverbios 10:4). Si hacemos un mal trabajo, no podemos esperar ser exitosos; pero el trabajo duro y la diligencia sí nos llevarán al éxito —especialmente cuando escogemos nuestra ocupación sabiamente, de acuerdo con los estándares de Dios.
Matrimonio
En el pasado, casarse era la norma entre los jóvenes, pero ahora hay más solteros que casados en este grupo etario.
Los mileniales tienden a postergar el matrimonio y la paternidad más que las generaciones anteriores, y tienden más a convivir con una pareja antes o en lugar de casarse.
¿Por qué esta postergación o evasión del matrimonio? Algunos buscan a la persona indicada. Otros se han divorciado o han enviudado; y otros simplemente sienten que las responsabilidades y los riesgos del matrimonio son muy grandes. En consecuencia, convivir y tener relaciones amorosas casuales son las alternativas consideradas aceptables.
Dios, sin embargo, piensa diferente. Aunque la Biblia no pone un límite de edad para casarse, sí nos dice que el matrimonio debe venir antes que el sexo y los hijos.
Las Escrituras enseñan que el matrimonio, si se conduce bien, puede ser una bendición maravillosa. Los matrimonios pueden fallar por muchas razones, incluyendo el mal manejo de las finanzas, el abuso, la interferencia de otras personas, la inmadurez, la violencia, la ira, la infidelidad, los celos y la irresponsabilidad. El camino de Dios, sin embargo, requiere de una actitud madura, y eso minimiza los riesgos.
Sólo entonces, tener hijos
“Tal vez no podamos preparar el futuro para nuestros hijos, pero al menos podemos preparar a nuestros hijos para el futuro” —Franklin D. Roosevelt.
El estudio demuestra que los mileniales que siguieron la secuencia teniendo hijos dentro del matrimonio son los más exitosos. Lamentablemente, la tendencia creciente es tener hijos antes o fuera de éste. Un tercio de los mileniales de edades entre 28 y 34 ha tenido al menos un hijo antes o fuera del matrimonio (un aumento comparado con el 20 % en la generación Baby Boomer). Y si acotamos los datos a sólo los mileniales con hijos, el porcentaje aumenta a 55 %.
Según el informe, quienes han tenido hijos antes de casarse tienen una mayor probabilidad de ser pobres. 28 % de los jóvenes que tuvieron hijos antes o fuera del matrimonio está en la pobreza, comparado con sólo 5 % de quienes se casaron primero.
Hoy en día, la norma es tener sexo, convivir, tener hijos y asociarse financieramente antes de casarse. Pero este error de hacer las cosas en el orden incorrecto sólo conduce a la infelicidad y la pobreza.
La pieza faltante es el compromiso de por vida que viene con el matrimonio. Dios diseñó el sexo para que fuera un lazo entre las parejas casadas, y Él quería que los niños se criaran en familias estables.
Un matrimonio comprometido y amoroso (Proverbios 5:18-19) con hijos que son un regalo de Dios (Salmos 127:3) es una fuente de muchísimo gozo.
Otro escalón hacia el éxito permanente
Esta secuencia del éxito puede llevarnos a un éxito temporal. Pero para alcanzar el éxito permanente se requiere de otro paso. El estudio no incluyó este paso porque es uno que se discierne espiritualmente (1 Corintios 2:10-11). Nos referimos a la principal decisión que se puede tomar en la adultez: incluir a Dios en nuestra vida.
Cuando la ley de Dios y su Camino determinan cada aspecto de nuestra vida, podemos alcanzar el éxito máximo y permanente. Aún si hemos cometido errores en nuestra vida pasada —si no hemos seguido la secuencia del éxito— el proceso de cambiar para seguir a Dios hace del verdadero éxito una opción posible.
Descubra más en nuestro sitio web VidaEsperanzayVerdad.org y nuestro artículo “La conversión: ¿qué dice la Biblia acerca de la conversión al cristianismo?”.