En Pentecostés fue dado el Espíritu Santo y la Iglesia comenzó. ¿Qué enseña esta fiesta de la cosecha acerca del plan de salvación de Dios?
La crucifixión de Jesús en la Pascua fue un evento fundamental de la historia. Y tan sólo siete semanas después, otro acontecimiento crucial ocurrió en la Fiesta de Pentecostés.
La promesa de Pentecostés
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:1-4).
Durante su ministerio, Jesucristo les había hablado a sus discípulos acerca del poder de su Espíritu Santo, que ellos lo necesitaban y lo iban a recibir. Al obedecer fielmente el mandamiento de Dios de guardar y congregarse en sus fiestas, estuvieron preparados para recibir este milagro.
Dios utilizó los milagros para hacer que una multitud grande se reuniera para escuchar a Pedro predicar un vehemente sermón:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. Al oír esto, se compungieron de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿Qué haremos?
“Pedro les dijo: arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo….
“Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hechos 2:36-38, 41).
El poder del Espíritu
Aun después de tomar la decisión y arrepentirnos y volvernos de nuestros pecados, nos daremos cuenta que aún necesitamos ayuda adicional. Y esta ayuda proviene del Espíritu Santo.
Es por medio del poder del Espíritu Santo que nuestras mentes pueden ser renovadas y nuestra vida transformada (Romanos 12:2). El Espíritu Santo permite que las perfectas leyes de Dios sean escritas en nuestros corazones y mentes (Hebreos 8:10).
“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5). Más tarde en esta epístola a los Romanos, Pablo muestra que este amor cumple todos los mandamientos, ya que los 10 mandamientos definen en realidad cómo amar a nuestro prójimo y cómo amar a Dios cómo Él quiere ser amado (Romanos 13:8-10).
Y más allá de todo esto, tener el Espíritu Santo nos hace hijos de Dios, con la capacidad de heredar todas las cosas (Romanos 8:16-17; Hebreos 2:8-10).
¿Quién está siendo llamado a la Iglesia ahora?
Aunque Dios llamó a 3000 personas a la Iglesia de Dios en su primer día, el crecimiento no ha sido siempre tan rápido. De hecho, Dios dice que la Iglesia es una manada pequeña y un grupo de primeros frutos de su cosecha (Lucas 12:32; Santiago 1:18).
Sólo aquellos que Dios el Padre llama pueden llegar a ser parte de su Iglesia ahora (Juan 6:44). Pero esto no significa que la vasta mayoría de la humanidad esté perdida para siempre. Como veremos, Dios tiene un plan para llamar a toda persona en el momento más apropiado para ella.
¿Cuál es el papel de la Iglesia en este plan de salvación?
Los miembros llamados ahora a la Iglesia de Dios no han sido llamados únicamente para recibir la salvación. La Iglesia de Dios tiene un papel que desempeñar: predicar el evangelio del Reino de Dios y ayudar a los miembros a prepararse para servir en ese Reino (Mateo 24:13; 28:19-20).
Así, los miembros de la Iglesia no sólo son las primicias de este Reino, sino trabajadores que se están preparando para la gran cosecha otoñal. El cuarto paso en el plan de Dios está representando por la Fiesta de Trompetas.