Pentecostés a menudo se asocia con el inicio de la Iglesia. ¿Podemos aprender más acerca de su significado en el libro de Joel?
Algunos de los viajeros se maravillaron de lo que oían, y otros se confundieron. Muchos habían venido de lejanos rincones del mundo romano e incluso de más allá de las fronteras de Roma. Pero todos ellos escucharon a los discípulos de Cristo hablar en su propio idioma (Hechos 2:7-8).
Algunos preguntaron qué significaba ese extraordinario momento; otros especularon que los discípulos estaban ebrios (vv. 12-13).
Luego, Pedro alzó la voz y dio su conocido sermón acerca de la importancia de Pentecostés y estos eventos, como el cumplimiento de una profecía.
Pentecostés y el libro de Joel
El sermón de Pedro ocupa gran parte de Hechos 2. En su mensaje, el apóstol citó tres pasajes de las Escrituras, el primero de ellos del libro profético de Joel. Este pasaje apunta hacia un significado de Pentecostés que no siempre se reconoce.
El contexto de la profecía de Joel que Pedro citó es “el día grande y espantoso del Eterno” (Joel 2:31). Otras traducciones lo describen como un día “grande y terrible”.
Esto se debe a que “el día del Eterno” es un día de juicio y liberación: juicio para quienes se oponen a Cristo y su regreso, y liberación para quienes esperan “la venida del día de Dios” (2 Pedro 3:12).
El día del Eterno será precedido por una serie de eventos terribles y dramáticos, incluyendo señales en el cielo (Joel 2:30; Apocalipsis 8:12). Este importante momento ocurrirá cuando Jesucristo regrese para poner fin al desgobierno humano en la tierra. (Para descubrir más, lo invitamos a consultar nuestro artículo “¿Qué es el día del Señor?”.)
Pero ¿cómo es que los eventos de Pentecostés, unas pocas semanas después de la crucifixión de Cristo, cumplieron las profecías de Joel? ¿Por qué Pedro citó esta profecía? ¿Se equivocó?
Llenos del Espíritu Santo
No, Pedro no se equivocó. Su mensaje fue inspirado por los eventos de esa mañana. Los discípulos se habían reunido “todos unánimes juntos” (Hechos 2:1); habían permanecido en Jerusalén, obedeciendo la orden de Jesús de “[quedarse]… en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49; Hechos 1:4-5).
Y eso fue precisamente lo que ocurrió: luego de oír el sonido de un viento recio y de ver “lenguas repartidas, como de fuego” sobre cada uno de ellos, fueron llenos del Espíritu Santo (Hechos 2:2-3).
Este poder de Dios permitió que los discípulos fueran escuchados en diferentes idiomas. Así, quienes visitaban Jerusalén para Pentecostés pudieron entender las palabras de los apóstoles, cada uno en su propio lenguaje.
Dios inspiró a Pedro para hacer la conexión con el maravilloso pasaje del libro de Joel que describe el momento en que Dios “[derramaría]” su Espíritu (Hechos 2:17; Joel 2:28).
Es posible que Pedro, como muchos cristianos del primer siglo, pensara que el tiempo del fin estaba muy cerca, pero no se equivocó al citar esta profecía de Joel. Lo que ocurrió esa mañana del día de Pentecostés fue claramente un complimiento de la profecía.
Sin embargo, en la cita original, Joel estaba escribiendo acerca del día del Eterno. ¿Cómo reconciliamos esta aparente discrepancia entre sus palabras y la interpretación de Pedro?
Cumplimiento dual
Debemos considerar el hecho de que muchas profecías bíblicas tienen cumplimiento dual, y algunas incluso más cumplimientos. Esto es particularmente cierto acerca de las profecías en torno a Jesucristo.
Lo que ocurrió ese Pentecostés en el que 3.000 discípulos se añadieron a la Iglesia —y lo que ha ocurrido desde entonces— apunta a una cosecha aún mayor por venir.
El Verbo se hizo carne (Juan 1:14) hace 2.000 años, pero Cristo también regresará al final de esta era (Mateo 24:3). Las profecías acerca de Jesús a menudo mezclan elementos de ambos eventos.
Un ejemplo de esto es la profecía que Cristo citó al principio de su ministerio. Leyó Isaías 61:1 y la primera línea del siguiente versículo, pero luego se detuvo.
La última línea que leyó fue: “A predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:19). La siguiente línea de la profecía de Isaías, que Cristo no leyó, dice: “y el día de venganza del Dios nuestro” (Isaías 61:2). Esta línea claramente se refiere a su regreso en el tiempo del fin. Entonces, Jesús claramente indicó que esta profecía tenía dos cumplimientos.
La profecía de Joel
El primer pasaje que Pedro citó esa mañana de Pentecostés usa dos veces la expresión “Derramaré de mi Espíritu” (Hechos 2:17-18; Joel 2:28-29).
En la primera instancia, esta frase se refiere a “toda carne” o todas las personas. Éste es un cambio importante.
Antes de ese momento, el Espíritu de Dios no estaba disponible para la mayoría —ni siquiera la mayoría del pueblo de Israel, aunque había algunas excepciones. Dios les dio su Espíritu a algunos reyes, algunos líderes prominentes y a los verdaderos profetas de Dios (1 Samuel 16:12-13; Números 11:24-25; Jeremías 1:9).
Al parecer, muy poca gente fuera de ellos, incluso entre la nación escogida de Israel, recibió el Espíritu Santo. Este entendimiento hace de las palabras “toda carne” en Joel algo muy impresionante.
Como explica The Expositor’s Bible Commentary [Comentario bíblico del expositor], “Joel explicó que la intención del Señor era que el Espíritu Santo fuera derramado, no sólo sobre individuos elegidos para una tarea especial, sino sobre todos los creyentes” (Vol. 7, p. 255).
En segundo lugar, “derramaré de mi Espíritu” se aplica a los “siervos” y “siervas” de Dios. Esto enfatiza la idea de que Dios les daría su Espíritu no sólo a reyes, profetas y líderes importantes, sino a todos los que Él llamaría (Juan 6:44; Hechos 2:39).
El significado de Pentecostés para la Iglesia primitiva
Las otras dos profecías que Pedro citó en su sermón de Pentecostés aludían a Cristo: su resurrección (Hechos 2:25-28; Salmos 16:8-11) y su coronación (Hechos 2:34-35; Salmos 110:1).
Es gracias a la muerte y resurrección de Jesucristo que los creyentes pueden recibir el Espíritu Santo. La noche antes de ser crucificado, Cristo les dijo a sus discípulos que no podrían recibir el Espíritu hasta que Él se hubiera ido. Tenía que morir y resucitar primero.
Entonces, el mensaje de Pedro pasó de la explicación de los eventos de la mañana de Pentecostés, cuando los discípulos recibieron el Espíritu Santo, a la muerte y resurrección de Jesucristo. Recibir el Espíritu fue posible sólo porque Él murió y volvió a vivir.
El momento clímax al final del sermón de Pedro resumió la elección que los discípulos tenían frente a ellos. Tenían que arrepentirse y “[bautizarse] cada uno. . . en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” (Hechos 2:38) antes de que pudieran recibir el Espíritu de Dios. Lo mismo es verdad en la actualidad.
Como resultado de su sermón, muchos de los que estaban en Jerusalén para la fiesta se arrepintieron y recibieron el Espíritu Santo. En un día “se añadieron… como tres mil personas” (v. 41). Fue un comienzo impresionante para la incipiente Iglesia.
Pero, aunque fue un día muy significativo, ese Pentecostés no cumplió la profecía de Joel acerca del tiempo del fin. Lo que hizo fue inaugurar la siguiente etapa del plan de Dios.
Las primicias y Pentecostés
Pentecostés es el nombre griego de la fiesta santa también conocida como fiesta de las Semanas. (La palabra griega pentekoste significa “quincuagésimo”.) Las primicias son un elemento central del significado de esta fiesta un concepto que nos ayuda a entender el cumplimiento dual del pasaje en Joel.
Las primicias de la cosecha de cebada se ofrecían 50 días, o siete semanas, antes de Pentecostés (Levítico 23:9-11, 15-16). Y Pentecostés era un día en que se ofrecía la cosecha de trigo (The Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible [Enciclopedia ilustrada de la Biblia de Zondervan], Vol. 4, p. 692).
Pablo identificó a Cristo como “primicias de los que durmieron” (1 Corintios 15:20), correspondiente a la ofrenda que se realizaba 50 días antes de Pentecostés. En otros pasajes, Pablo identifica a un cristiano llamado Epeneto como “el primer fruto de Acaya para Cristo” (Romanos 16:5). Y los cristianos también son una clase de primicias (Santiago 1:18).
Pablo también describe a los cristianos como aquellos “que tenemos las primicias del Espíritu” (Romanos 8:23). Este pasaje establece la conexión entre las primicias y el Espíritu Santo.
La implicación del término “primicias” es que la cosecha aún no está completa. El hecho de que son “primero” significa que vendrán más después.
Lo que ocurrió ese Pentecostés en el que 3.000 discípulos se añadieron a la Iglesia —y lo que ha ocurrido desde entonces— apunta a una cosecha aún mayor por venir.
El significado futuro de Pentecostés
Ese Pentecostés de Hechos 2 fue un cumplimiento parcial de la profecía de Joel. Dios derramó su Espíritu de una manera que no lo había hecho antes, pero el día en que “toda carne” tendrá la oportunidad de recibir su Espíritu aún no ha llegado. Esa cosecha mucho mayor se representa en las fiestas que ocurren más tarde en el año. (Para descubrir más, lo invitamos a leer acerca de la “Fiesta de Tabernáculos” y “El Último Gran Día”).
Hasta entonces, los cristianos pueden encontrar esperanza en el hecho de que el mismo Dios que cumplió la profecía de Joel en los primeros días de la Iglesia cumplirá esa profecía de una manera aún más grandiosa en el futuro.
¡Qué llegue pronto ese día!