San Pedro en las puertas de perlas. Los querubines tocando arpas. Nubes blancas que parecen algodón. Todas estas son imágenes que las personas tienen del cielo. Pero, ¿qué es el cielo en realidad?
Hay muchas ideas acerca del cielo, pero según la Biblia, ¿qué es el cielo en verdad ¿Es realmente la recompensa de aquellos que han sido salvos? ¿Es el lugar de nuestro futuro reposo cuando morimos?
¿Es el cielo la recompensa de los salvos?
No hay escrituras en la Biblia que nos digan que la recompensa de los salvos es el cielo. Salomón escribió acerca de la muerte y lo que ocurre con los seres humanos al momento de morir: “Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo” (Eclesiastés 3:19-20).
Vemos claramente que después de la muerte no vamos a un lugar celestial. De hecho, Salomón aclara más profundamente que en la muerte no hay ninguna conciencia: “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido” (Eclesiastés 9:5).
El profeta Daniel también confirma este hecho de que todos morirán e irán al sepulcro. “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel12:2). Se nos dice que la muerte es semejante a un sueño y que aquellos que mueren simplemente están durmiendo en sus tumbas.
¿Dónde comenzó la idea del cielo?
El concepto actual del cielo no comenzó durante el ministerio de Jesucristo. Comenzó realmente varios miles de años antes del nacimiento de Jesucristo. Los antiguos babilonios y egipcios creían en el cielo para aquellos que habían muerto. Ellos estaban convencidos claramente que el hombre tenía un alma inmortal. Si la persona vivía una vida buena y hacía más actos buenos que malos, entonces su alma inmortal iría al cielo.
Sin embargo, la Biblia no sólo no respalda esta idea acerca de lo que es el cielo sino que en ninguna parte dice que el hombre tiene un alma inmortal.
¿De dónde surgieron entonces estos conceptos? Muchos afirman que fue la filosofía griega y no la Escritura, la principal influencia para la idea de un alma inmortal en el cristianismo actual. Veamos lo que dijo Platón, el gran e influyente filósofo griego, en Fedón:
“¿Creemos que existe algo como la muerte? Para estar seguros… ¿Existe una separación entre el alma y el cuerpo? Y estar muerto es obtener la separación en dónde el alma existe en sí misma, y deja el cuerpo y el cuerpo parte del alma…el alma, cuya actitud inseparable es vida nunca admite lo opuesto, la muerte. Así el alma muestra que es inmortal y si es inmortal, es indestructible” (Platón el maestro: selecciones de la Apología, Eutidemo, Protágoras, Simposio, Fedro, la República y Fedón de Platón, 1897, pp. 425-426, 449).
Si bien para algunos esta filosofía de Platón pueda tener algún sentido, no hay respaldo escritural para respaldar esta creencia inventada por el hombre del alma inmortal. No existe tampoco respaldo para la creencia de que las almas van al cielo.
¿Qué enseñaron los apóstoles?
¿Qué enseñaron los apóstoles del Nuevo Testamento con respecto a aquellos que morían y cual era el concepto del cielo?
El apóstol Pablo habló de aquellos que estaban dormidos (muertos) que serían resucitados cuando Jesucristo regresara a la tierra: “Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen” (1 Corintios 11:30). Pablo estaba hablando de aquellos que habían muerto.
El apóstol Santiago también habló acerca de la vida física como algo temporal: “…cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:14).
Si bien Santiago utiliza una metáfora, su punto es muy preciso. Todos los seres humanos mueren.
Aun David, un hombre según el corazón de Dios, no está en los cielos. Veamos las palabras del apóstol Pedro en su inspirado sermón en Pentecostés, que está registrado en el libro de los Hechos:
“Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos…” (Hechos 2:29-34).
Si el cielo no es la recompensa de los salvos, ¿qué ocurre con los muertos?
En tanto que el apóstol Pablo habló de aquellos que estaban durmiendo, tal como Salomón y Daniel lo hicieron, Pablo también habla acerca de lo que ocurriría con los muertos. Él nos dice claramente que los muertos en Cristo serán levantados—resucitados de la muerte. ¿Cuándo?
“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor; que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:13-17).
Si los santos que están muertos son resucitados para ir al cielo, ¿por qué Pablo no lo afirma? Porque no es cierto. El destino de los verdaderos cristianos que mueren es ser resucitados a vida. ¿Para hacer qué? Para reinar y gobernar con Jesucristo en la tierra. “Y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (Apocalipsis 5:10).
Analicemos cuidadosamente y veremos que en ninguna de estas referencias de las escrituras se nos dice que la recompensa de los salvos es el cielo. Aun Jesucristo nos dice que nadie ha ascendido al cielo: “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del hombre que está en el cielo” (Juan 3:13). Este versículo nos dice que años después de que Jesucristo hubiera dejado esta tierra, Juan registra que ninguno, con excepción de Jesucristo, había ascendido al cielo.
Entonces, ¿qué es el cielo y quién está allí?
Ningún ser humano, excepto Jesucristo, ha ascendido alguna vez al cielo. Sin embargo, ¿en dónde están Dios el Padre y Jesucristo? En Apocalipsis 19:1, el apóstol Juan dice: “Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro” (Apocalipsis 19:1).
Si ningún ser humano ha ascendido al cielo, ¿qué voces estaba oyendo Juan?
Los capítulos 4 y 5 de Apocalipsis describen la visión de Juan del trono celestial de Dios. Apocalipsis 4:8-11 afirma: “Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos, y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por lo siglos de los siglos, echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra, y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”.
Juan agrega: “Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Apocalipsis 5:11-12).
Ambos pasajes nos dan una vislumbre del trono celestial de Dios. Estos nos dicen que si bien Dios y Jesucristo están reinando en las alturas en un trono celestial, no están rodeados por seres humanos. ¿De quienes son las voces que Juan escuchó? Los pasajes en Apocalipsis nos dicen que son las huestes celestiales las que están delante del trono de Dios.
¿Existe el cielo? Sí, pero no cómo la humanidad lo ha representado. Sí, el cielo existe, o mejor expresado, un “trono celestial”, en dónde Dios el Padre y Jesucristo habitan. No es un destino en las nubes, con arpas que suenan, para los seres humanos que mueren. La Biblia inspirada por Dios nos dice que nuestro destino es glorioso aquí en la tierra, siendo parte de la familia de Dios en su reino que pronto vendrá.