De la edición Marzo/Abril 2015 de la revista Discernir

¿Qué es lo que el cristianismo tiene errado acerca del infierno?

Muchas iglesias enseñan que el destino de los malvados es un tormento eterno en el infierno. ¿Sabía usted que Jesús realmente contradijo esta creencia?

Con todas las variaciones en creencia que encontramos en las iglesias del cristianismo tradicional, una creencia en la que muchos están de acuerdo es que los malvados que rechacen a Dios serán enviados al infierno en donde serán atormentados para siempre.

Esta enseñanza se basa en dos afirmaciones básicas:

  • Todos los seres humanos tienen un alma inmortal que vive eternamente después de la muerte.
  • Todos los malvados que rechazan a Dios serán enviados a un lugar de tormento e infelicidad como castigo.

Estas creencias se han utilizado durante muchos siglos para motivar a las personas para que actúen bajo temor. De hecho, el temor del infierno ha sido una fuerza impulsadora detrás del desarrollo del cristianismo tradicional.

Por ejemplo, la Iglesia Católica derivó mucha de su autoridad en la vida de las personas, al afirmar que ella controlaba las puertas del cielo y del infierno. A lo largo de la Edad Media, muchas personas se sometieron a la iglesia y pagaron indulgencias porque creían que obedecer a la Iglesia Romana les ayudaría a escapar del infierno.

Después de la Reforma Protestante, la creencia en el infierno fue mantenida por varias iglesias protestantes y usada de la misma forma —para atemorizar a las personas para que aceptaran a Jesucristo.

Un ejemplo clásico es el abominable sermón de Jonathan Edwards: “Pecadores en las manos de un Dios furioso” en el que describe a Dios como aquel que: “lo sostiene a usted colgando sobre el pozo del infierno, así como uno sostiene a una araña o algún insecto repugnante sobre el fuego, cuando lo aborrece y lo provoca horrorosamente; su ira hacia usted quema como el fuego: él lo mira como si no mereciera nada distinto, sino ser arrojado al fuego”.

Aunque muchas iglesias cristianas no utilizan semejante lenguaje tan gráfico en la actualidad, la teología del infierno está todavía presente en la opinión de la mayoría, aunque la retórica ha bajado un poco de intensidad. Muchos describen ahora el infierno en términos más suaves, tales como “la separación del amor de Dios” o “la oscuridad del aislamiento”, en lugar de la descripción tradicional de la horrible tortura que encontramos en la Divina Comedia de Dante Alighieri o en el sermón de Jonathan Edward.

En un solo versículo es refutado el infierno

Pero, veamos por un momento una sola afirmación de Jesucristo que es fundamental en este tema. Cuando es entendido apropiadamente, esta sola afirmación destruye por completo toda la doctrina del tormento eterno en el infierno y establece un claro contraste con lo que es comúnmente enseñado en su nombre.

Mateo 10:28 registra esta fascinante afirmación de Jesús: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”.

Antes de analizar las palabras de Jesús, debemos tener en cuenta el contexto. Jesús había acabado de comisionar a sus discípulos para que fueran y proclamaran su mensaje. Él les advirtió que tendrían que afrontar persecución —y posible martirio.

Pero luego los animó a que enfrentaran esta posibilidad con valor, no con temor. Ellos no debían quedarse paralizados por el temor de ser muertos por predicar el evangelio, porque ellos debían entender esta verdad básica que Él mencionó en Mateo 10:28.

El mensaje de esta afirmación es muy sencillo: no tema a las personas que pueden dañarlo temporalmente. En vez de esto, tema a Dios porque Él tiene el poder para destruirlo o salvarlo a usted por toda la eternidad.

Increíblemente, hay varios que señalan que este versículo es la prueba de la doctrina del infierno (tormento eterno en el fuego del infierno) y el alma inmortal. Pero en realidad, ¡lo que enseña es lo opuesto!

Analicemos más detenidamente el versículo.

“Y no temáis”

Jesús comienza diciendo que sus seguidores no debían temer “a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar”.

Algunos afirman que estas palabras “prueban” que los seres humanos poseen un alma inmortal que es aparte del cuerpo. Pero esta idea está basada en un concepto llamado dualismo, que tiene sus raíces en la filosofía griega. Los filósofos griegos, como Platón, separaron la humanidad en dos componentes: el cuerpo (lo físico) y el alma (la parte inmaterial del ser humano que ellos creían que no podía morir).

La Biblia ofrece un cuadro totalmente diferente. Las dos palabras utilizadas en el Antiguo y el Nuevo Testamento son nephesh y psuche. Ninguna de estas palabras significa alma en el griego clásico en el sentido que el cristianismo tradicional le da a esta palabra. Ambas sencillamente significan ser viviente.

Nephesh es la palabra hebrea utilizada para describir la vida que Dios había insuflado en el primer ser humano. Adán se convirtió en un “alma viviente”, o un “ser viviente”, cuando Dios “sopló en su nariz aliento de vida” (Génesis 2:7). El Antiguo Testamento enseña claramente que el alma humana puede morir, y de hecho, muere (Ezequiel 18:4).

Psuche es esencialmente el equivalente griego de nephesh. Significa “vida”, “ser viviente” o “la fuerza vital que anima el cuerpo y se muestra a sí misma en la respiración” (Lexicón griego de Thayer). El uso de la palabra en el Nuevo Testamento también muestra que no es inmortal (Mateo 10:39; Juan 10:11; 15:13; Apocalipsis 8:9).

El punto de Jesús es que los seres humanos pueden matar el cuerpo físico, pero no pueden tomar el potencial de la vida —la capacidad que tiene Dios de resucitar la identidad exclusiva de cada persona, su personalidad y su memoria. Sólo Dios puede controlar esto.

“Temed más bien”

La segunda mitad del versículo explica la primera parte. La frase de Jesús que sigue a continuación revoluciona por completo casi dos mil años de cristianismo. Refuta la doctrina del alma inmortal y el tormento eterno en el fuego del infierno. Las expone por lo que son: inventos filosóficos del hombre.

En lugar de temer a los seres humanos, Jesús dice que “temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”:

Si usted siempre ha creído las doctrinas tradicionales del cristianismo del infierno y del alma inmortal, lea este versículo otra vez.

Jesús deja dos puntos claros:

1. El alma es mortal

El cristianismo tradicional afirma que el alma es inmortal y vive eternamente después de la muerte.

Pero esta creencia no cuadra con lo que Cristo está enseñando en este versículo. Él dijo claramente que ambos, el alma y el cuerpo, pueden ser destruidos. La palabra griega traducida como destruir significa exactamente lo que dice —“destruir por completo… perecer” (Diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento de Vine).

2.El infierno destruye, no tortura

Cristo utiliza la palabra Gehena para describir el castigo final para los impíos. Gehena era en realidad un lugar al sur de Jerusalén que era utilizado como basurero. Había un fuego continuamente ardiendo que consumía la basura y los cuerpos de los criminales. La Gehena no era un sitio de tortura. Era un símbolo de muerte y aniquilación total.

La afirmación de Cristo era simple y directa: aquellos que fueran arrojados a Gehena (llamado el “lago de fuego” en Apocalipsis 20:14-15) serían completamente destruidos. Tanto su alma como su cuerpo serían totalmente quemados. La enseñanza de Jesús armoniza completamente con lo que está escrito tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, acerca del destino de los impíos.

Casi 450 años antes, Dios inspiró al profeta Malaquías a escribir que los impíos serían completamente quemados y se convertirían en “cenizas” (Malaquías 4:1-3). Después de la muerte y resurrección de Cristo, Pablo fue inspirado a escribir una de las frases más directas en toda la Biblia acerca del destino de los impíos: “La paga [consecuencias] del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Muchas otras escrituras afirman lo mismo.

Interiorice el punto de Cristo

Entonces, volvamos atrás y veamos lo que realmente necesitamos aprender de la afirmación de Cristo en Mateo 10:28. Se nos dice que debemos temer a Dios. Esto significa que deberíamos tener respeto y temor por el increíble poder de Dios y entender a cabalidad las consecuencias de negarnos a obedecerlo.

Estas consecuencias no son lo que la mayoría cree. La verdad es que Dios no va a arrojar las personas en el fuego del infierno para ser torturadas por toda la eternidad. Él va a destruir misericordiosamente a aquellos que se rehúsen a obedecerlo, quemándolos por completo —terminando con su existencia consciente por toda la eternidad. Esta verdad representa el carácter perfecto de un Dios misericordioso y justo.

Debemos usar las palabras de Jesús con su intención real, como algo que nos motiva al arrepentimiento, la obediencia y la fidelidad a Dios, porque Él puede “destruir el alma y el cuerpo en el infierno”.

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