1 Timoteo: una carta especial de Pablo a su “hijo en la fe”

Pablo dio consejos específicos, y animó cariñosamente a un joven ministro llamado Timoteo. Esta epístola pastoral también puede ayudar a toda la Iglesia.

Después de que Dios convirtiera a Saulo (quien perseguía a la Iglesia) en el apóstol Pablo, su historia domina el libro de los Hechos desde el capítulo 13 en adelante. Las cartas de Pablo también constituyen la mayor parte del Nuevo Testamento. Sus tres cartas pastorales, incluyendo 1 Timoteo, fueron probablemente las últimas cartas que él escribió. ¿Cómo llegó a convertirse Pablo en el mentor de Timoteo?

Después de que el concilio de la Iglesia se realizara en Jerusalén alrededor del año 49 d.C. (Hechos 15), Pablo y Silas partieron para visitar a los hermanos en las regiones de Derbe y Listra (Hechos 16:1). Allí fue donde él encontró a Timoteo, quien llegaría a ser una persona especial en la vida de Pablo.

Aunque el padre de Timoteo era griego, su madre Eunice y su abuela Loida eran judías (Hechos 16:1; 2 Timoteo 1:5), y ambas le dieron un fundamento sólido en las Sagradas Escrituras (2 Timoteo 3:15).

Timoteo tenía una buena reputación en la Iglesia: “y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio” (Hechos 16:2), y Pablo vio que este joven tenía gran potencial para el servicio de la Iglesia. Pablo le pidió a Timoteo que viniera con ellos en su viaje. Desde ese momento, Timoteo se convertirtió en el compañero constante en los viajes de Pablo, y lo acompañó en su segundo y tercer viajes. Él estuvo con Pablo en Roma, y Pablo lo enviaba frecuentemente como un emisario especial a varias congregaciones.

Con el transcurso de los años en que Pablo viajaba y enseñaba, Timoteo se convirtió en un “verdadero hijo en la fe” para Pablo (1 Timoteo 1:2).

Pablo probablemente escribió 1 Timoteo alrededor de los años 63-65 d.C. para continuar enseñando y animando a este joven ministro. Pablo explica el propósito de la carta en 1 Timoteo 3:14-15: “Esto te escribo… para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad”.

Resumen de 1 Timoteo

La primera carta de Pablo a Timoteo se puede resumir de la siguiente manera:

Capítulo 1: Introducción y advertencias.

Capítulo 2. Instrucciones acerca de la oración y enseñanzas.

Capítulo 3: Requisitos para los ministros y diáconos.

Capítulo 4: Una advertencia acerca de la apostasía.

Capítulo 5: Instrucciones acerca de cómo trabajar con diferentes grupos dentro de la Iglesia, como las viudas y los ancianos.

Capítulo 6: Más consejos, instrucciones acerca de la responsabilidad personal, el uso de bienes materiales, y encargos finales.

La ley y el pecado

La primera carta de Pablo a Timoteo empieza con un encargo muy importante en referencia a como otros estaban enseñando a los hermanos doctrinas diferentes. Estas falsas doctrinas estaban entrando en la Iglesia, y ciertas fábulas estaban provocando discusiones interminables. Pablo mostró que el uso correcto y apropiado de la ley de Dios debería ser la fundación para una buena doctrina, con énfasis en la enseñanza (1 Timoteo 1:5-8).

Pablo explicó que las enseñanzas en la Iglesia deberían hacerse de una manera apropiada, y con una actitud correcta. El ministro debe tener un corazón puro y una consciencia limpia, y no ser hipócrita, ni estar motivado por el deseo de gobernar a otras personas. (Para más instrucciones acerca de la importante responsabilidad que tiene un ministro en la Iglesia ver también 2 Pedro 2:1-3, y todo el libro de Judas.)

Algunos de los falsos ministros estaban tergiversando la ley, pero Pablo enseñó que la ley era buena. “Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente” (1 Timoteo 1:8).

Nosotros tenemos la Palabra de Dios que guía nuestra vida espiritual, de la misma manera que un faro en la noche nos advierte de rocas y obstáculos que pueden destruirnos. Estas primeras declaraciones, muestran claramente que Pablo insistía en un enfoque y uso correcto de la buena y valiosa ley de Dios. Esto es fundamental para todos los ministros que enseñan la Palabra de Dios. Nada de lo que enseñemos debería oponerse a las doctrinas fundamentales de la Biblia. La ley está para corregir y guiarnos a ser siervos (mayordomos) fieles.

El capítulo 1 termina con una sobria advertencia acerca de aquellos cuya fe había naufragado (vv. 19-20).

Un naufragio es una analogía poderosa, y representa el desastre que ocurre cuando alguien abandona la verdad. Considere por ejemplo el horrible naufragio del crucero Costa Concordia en el año 2012, en el cual murieron 32 personas, y hubo millones de dólares en pérdidas. Como pasa con la mayoría de los accidentes, pudo haberse prevenido.

Nosotros tenemos la Palabra de Dios que guía nuestra vida espiritual, de la misma manera que un faro en la noche nos advierte de rocas y obstáculos que pueden destruirnos. Salmos 19:7-14 nos enseña acerca de los beneficios y la protección que provee la perfecta ley de Dios.

Cristo y la salvación

Los capítulos 1 y 2 también resaltan el rol central de Jesucristo y porqué Él vino a la Tierra —a pagar el precio por todos los pecados, y ofrecer salvación para todos (1 Timoteo 1:15). Este llamamiento para salvación no ha llegado a todos al mismo tiempo, pero eventualmente toda la humanidad conocerá la verdad que guía a salvación. Dios desea que todos seamos salvos (2:4). Pablo ya les había escrito a los miembros de la Iglesia en Roma, diciéndoles que toda la humanidad (sin excepciones) ha pecado, y por lo tanto, todos hemos recibido la pena de muerte (Romanos 3:23; 6:23).

Jesucristo se sacrificó voluntariamente, y fue el mediador entre el hombre y Dios el Padre (1 Timoteo 2:5-6). Como apóstol, Pablo fue elegido para predicar la verdad acerca de la salvación de Dios, incluyendo a los gentiles también, y no solamente a los judíos. Todos los seres humanos son pecadores, y han sido destituidos de la gracia de Dios.

Como pastorear el rebaño de Dios

Pablo enfatizó que la misma Iglesia en la cual Timoteo había sido ordenado para servir, era el pilar y fundamento de la verdad (3:15) —y no las fábulas. De esta manera, Pablo dio a Timoteo muchas instrucciones para prepararlo como un ministro que pastorea el rebaño de Dios.

En el capítulo 3 encontramos requisitos específicos para aquellos que son ordenados como ancianos que tienen la responsabilidad de enseñar la verdad, y para los que sirven como diáconos. Tiene que haber un estándar irreprensible cuando se representa a la Iglesia de Dios. El versículo 15 explica como la Iglesia es de Dios.

Pablo continúa en el siguiente versículo dando instrucciones acerca de cómo lidiar con calumnias y doctrinas engañosas de demonios —espíritus engañadores.

El capítulo 4 dice claramente que con el transcurso del tiempo (especialmente en el tiempo del fin), estas falsas enseñanzas causarían grandes estragos a los miembros fieles, así que Pablo le dijo a Timoteo que instruyera cuidadosamente a los hermanos con palabras de fe, enseñando la buena doctrina (4:6). Al hacer esto, él demostraría ser un buen siervo de Jesucristo.

Doctrinas y enseñanzas

En la carta, Pablo insistía en la importancia de lo que Timoteo enseñaba, y lo importante que era enfrentar estas falsas enseñanzas, que sutilmente estaban alejando a las personas de la fe verdadera. Él exhortó a Timoteo a que se mantuviera firme en contra de la maldad, y que se asegurara de cuidar de las viudas, y de respetar a todos los ancianos.

Él le dijo a Timoteo que aunque él era joven, Dios le había dado una responsabilidad muy seria, así que debía ser un buen ejemplo para que “ninguno tenga en poco tu juventud” (4:12). El capítulo 5 da principios específicos para tratar a los miembros de la Iglesia, y la necesidad de mostrar honor y respeto a los que se lo merecen.

Al recalcar el tema de la doctrina en 1 Timoteo 6:3-5, Pablo advirtió acerca de lo rápido que los humanos se desvían al usar únicamente el razonamiento humano, lo que inevitablemente los lleva a extraviarse del camino de Dios. El discutir y rebatir puntos inconsecuentes con aquellos que no entienden la ley de Dios puede desviarnos del camino correcto, y podemos perder de vista el ejemplo que nos dejó Jesucristo, quien siempre dio buen testimonio aún en los últimos momentos de su vida (v. 13). Pablo explicó que la codicia y avaricia son emociones humanas y físicas que hay que resistir (vv. 6-10).

Comenzando con el versículo 11, el apóstol Pablo habla acerca de la buena batalla de la fe. La importancia de dar un buen ejemplo no es solamente para los ministros ordenados, sino que se aplica a todos nosotros. Todos deberíamos vivir una vida buena y justa, y querer ser ejemplos como siervos verdaderos de Dios, mientras nos preparamos para el regreso de Jesucristo como Rey de Reyes y Señor de Señores (vv. 14-15).

La conclusión de Pablo

En el capítulo 6 versículos 17-20 Pablo exhortó a Timoteo a enseñar a los miembros de la Iglesia que la manera apropiada de hacer “buenas obras” es teniendo una actitud correcta.

Finalmente, con términos enérgicos, Pablo le pidió a Timoteo, guardar —cuidar, preservar, apreciar y mantener— la verdad que le había sido entregada a él como un siervo de Dios. Esta verdad había sido encomendada a Timoteo, y así Pablo le dijo a su “hijo” Timoteo: “guarda lo que se te ha encomendado”.

La importancia de la verdad de la Biblia —la verdadera doctrina— se enseña a través de toda la Biblia. Dios quiere que nos concentremos en su verdad, y por esto alentamos al lector a estudiar con más profundidad las enseñanzas bíblicas presentadas en el artículo “¿Qué es la doctrina?”.

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