Cristo no se avergüenza de llamarnos hermanos
Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré. Y otra vez: Yo confiaré en él. Y de nuevo: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio. Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.
Como cubrimos previamente (Hebreos 2:10, “Llevando muchos hijos a la gloria”), el plan maravilloso de Dios es agregar hijos a su familia.
Ya que los seguidores de Cristo que están siendo santificados, son también hijos de su Padre, Jesús no se avergüenza de llamarlos hermanos y hermanas. Él estuvo dispuesto a venir como un ser humano de carne y sangre para morir en nuestro lugar y liberarnos de la esclavitud del diablo y el pecado.
Lea usted más acerca de nuestro increíble potencial en los artículos “Hijos de Dios” y “Coherederos con Cristo”.