Derrotando a los enemigos: Superar las debilidades
Todos tenemos debilidades espirituales que pueden hacernos especialmente susceptibles al pecado y a la tentación. ¿Cómo podemos luchar y superar estas debilidades?

En la publicación anterior de esta serie, examinamos la influencia de Balaam y cómo astutamente hizo que Israel pecara mediante el atractivo de la tentación sexual y la adoración falsa. En esa publicación nos concentramos en la lección de que Dios quiere que seamos celosos y eliminemos el pecado de nuestras vidas.
En esta publicación veremos otro enemigo al que se enfrentó Israel: los amalecitas. Esta gente cruel reveló una debilidad flagrante de los israelitas.
¿Cuál fue esa debilidad y qué nos enseña sobre cómo conquistar nuestras otras debilidades?
La crueldad de los amalecitas
Los amalecitas eran quizás los enemigos más despiadados y crueles de Israel. Eran los descendientes de Amalec, quien era nieto de Esaú, hijo de Elifaz, el primogénito de Esaú (Génesis 36:10-12).
Cuando Israel salió de Egipto, Amalec atacó cruelmente las “filas de la retaguardia”, compuesta por la gente más débil. Las filas de la retaguardia eran los rezagados, probablemente mujeres, familias con niños pequeños, los ancianos, los heridos y los “cansados y fatigados” (Deuteronomio 25:18). Amalec atacó a los más debilitados, fáciles de atacar.
Los métodos de ataque de los amalecitas reflejan cómo suele actuar Satanás. Se dirige a los débiles. Y, cuando ataca a los fuertes, centra sus ataques en sus puntos débiles.
Dios no quería que Israel peleara contra Edom porque ambos eran hermanos (Números 20:21; Deuteronomio 23:7), por lo que no quiso hacerles ningún daño. Sin embargo, Amalec atacó a Israel sin provocación alguna.
Curiosamente, los métodos de ataque de los amalecitas reflejan cómo suele actuar Satanás. Se dirige a los débiles. Y, cuando ataca a los fuertes, centra sus ataques en sus puntos débiles.
Pedro describió a Satanás como un “león rugiente, [quien] anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). Un león caza a los débiles, a los rezagados de la manada, a los heridos y a los vulnerables. (Para aprender más sobre los métodos de Satanás, lea “Cómo resistir a Satanás, el león rugiente”.)
Además, los amalecitas fueron el primer enemigo que atacó a Israel al salir de Egipto (Éxodo 17:8).
Entonces, ¿qué nos enseña la experiencia de los israelitas contra los amalecitas, acerca de nuestra batalla contra el pecado?
Un pecado oculto emerge en la adversidad
Incluso cuando los cristianos se esfuerzan por seguir a Dios y superar los caminos de este mundo, aun así les puede resultar difícil liberarse de ciertos pecados y tentaciones. Esos pecados en particular son los más difíciles de vencer y, si sucumbimos a ellos, pueden desviarnos del camino de Dios.
Los cristianos deben tener mucho cuidado con sus “amalecitas”, es decir, los pecados que los atacan en su punto más débil: cuando están cansados, fatigados, agotados y no en su mejor momento.
Pensemos en Job.
Los cristianos deben tener mucho cuidado con sus “amalecitas”, es decir, los pecados que los atacan en su punto más débil.
Satanás le quitó sus hijos y sus posesiones, pero Job no pecó (Job 1:6-22). Luego, Satanás le quitó la salud, dejándolo con dolorosas llagas, pero tampoco pecó Job, ni siquiera con sus labios (Job 2:1-10).
Pero cuando sus amigos lo atormentaron mentalmente, acusándolo de merecer lo que le sucedió, debido a un misterioso y supuesto pecado oculto, Job tropezó al declararse más justo que Dios (Job 34:5; 35:2; comparar Job 19:6; 23: 4).
Cuando Job estaba en su punto más débil, cuando estaba cansado y fatigado, apareció su amalecita.
Afortunadamente, Job reconoció su problema y se arrepintió. Cuando perdemos una batalla espiritual, el arrepentimiento y el perdón de Dios nos permiten levantarnos y comenzar de nuevo.
Dios dijo que estaría en guerra con los amalecitas “de generación en generación” (Éxodo 17:16).
De manera similar, con algunas debilidades lucharemos hasta el día de nuestra muerte.
Pero, ¿qué debemos hacer cuando estamos en nuestro punto más débil? ¿Cómo podemos vencer a un enemigo difícil?
Confiando en Dios
Para derrotar a los amalecitas, en una batalla Moisés tuvo que mantener sus manos en alto: “Y sucedía que cuando alzaba Moisés sus manos, Israel prevalecía; más cuando él bajaba sus manos prevalecía Amalec” (Éxodo 17:8-10).
¿Qué tiene que ver el levantar las manos con ganar una batalla?
Israel prevaleció contra los amalecitas mientras las manos de Moisés estaban levantadas.
La lección de los brazos extendidos de Moisés significaba poner toda su confianza en Dios, a través de su siervo escogido, para obtener la victoria en la batalla. No pudieron derrotar a los amalecitas con sus propias fuerzas y haciendo las cosas a su manera. Tenían que confiar fielmente en las instrucciones de Dios y seguir a Moisés, su siervo escogido.
La lección para los cristianos de hoy es que, para derrotar los pecados que nos atacan, cuando y donde somos vulnerables, debemos confiar en nuestro Protector y permanecer conectados a su cuerpo, la Iglesia de Dios.
Cuando los cristianos se alejan de Dios y de su Iglesia se vuelven más vulnerables a las debilidades y a los ataques de Satanás. Contrariamente, se fortalecen cuando se acercan a Dios a través de la oración y el estudio.
Esta es la lección clave: Necesitamos permanecer cerca de Dios, en humildad y oración, para tener su protección contra el pecado.
Pero a veces necesitamos ayuda extra en nuestras debilidades.
Ayudándonos unos a otros
Volvamos al ejemplo de Moisés levantando las manos.
Cuando sus brazos comenzaron a pesarle, Aarón y Hur se posicionaron al lado de Moisés y lo sostuvieron (Éxodo 17:12).
Después de buscar la ayuda de Dios, es posible que también necesitemos que alguien nos levante las manos. Nuestro caminar cristiano no es sólo entre nosotros y Dios. También necesitamos el apoyo y el aliento de nuestros hermanos en la fe (Hebreos 10:24-25).
Levantar espiritualmente las manos de otra persona podría ser a través de ayuda directa, aliento y apoyo o podría ser levantar el nombre de la persona ante Dios en nuestras oraciones. Los cristianos deben estar constantemente atentos a las necesidades de los demás para ver si alguien necesita que le levanten las manos.
Para obtener más información, lea “¿Cuál es el significado de Juan 15:13: “Dar la vida por los amigos?”.
La lección para nosotros hoy es: debemos apoyarnos unos a otros en nuestros esfuerzos por superar las debilidades.
Luchas heredadas
Amalec continuó siendo un aguijón en la carne para Israel, atacándolo durante los tiempos de los jueces y los reyes (ver, por ejemplo, Jueces 3:13, 6:3, 10:12; 1 Samuel 30:1).
De la misma manera, nuestro amalecita también puede presentarse en forma de debilidad generacional, debilidades que han estado en nuestra familia durante generaciones.
Algunos pueden llamar incorrectamente a esto una maldición familiar, pero esta terminología implica que la maldición se nos impone y que no tenemos control de ello, lo cual no es cierto. (Para obtener más información, lea “¿Son transmitidos los castigos por los pecados a las generaciones futuras?”.)
El pecado es siempre una elección personal. Es una decisión que tomamos, aunque a veces pecamos por ignorancia o por un profundo defecto o debilidad de carácter.
Los pecados generacionales se describen con mayor precisión como conducta aprendida, pero que puede cambiarse.
En el mandamiento de Dios contra la idolatría, advirtió que este pecado afectaría “a la tercera y cuarta generación” (Éxodo 20:5). El ejemplo y patrón de la idolatría se convertiría en un ejemplo familiar de que las generaciones futuras aprenderían y practicarían.
Aunque ciertos rasgos de carácter pueden dominar nuestras líneas familiares, no tenemos que dejar que esos rasgos nos definan. Consideremos a Josías. Su padre Amón y su abuelo Manasés, fueron reyes malvados (2 Crónicas 33:1-2, 20). Sin embargo, Josías se negó a ser definido por los pecados de sus padres y eligió seguir a Dios de todo corazón (2 Crónicas 34:1-3).
Así como el pecado es una elección, hacer lo correcto también lo es.
Los verdaderos cristianos nunca deben sentirse cómodos con el pecado, ni racionalizarlo porque lo aprendieron en su educación pasada. Tenemos que mirar todo pecado de manera realista, como algo que puede separarnos de Dios y llevarnos a la muerte eterna.
La lección es clara: Algunas debilidades son generacionales, pero debemos decidir afrontarlas y superarlas.
Superar y fortalecer nuestras áreas de vulnerabilidad
El pecado es un enemigo insidioso que se esconde en las fortalezas de nuestra mente. Necesitamos identificarlo, conquistarlo y superarlo.
Estamos en guerra contra los pecados que surgen cuando estamos cansados y débiles. Este tipo de pecados son como los de los amalecitas, que atacaron al antiguo Israel donde eran más vulnerables. Para combatir con éxito estos pecados, debemos orar a Dios pidiendo ayuda y apoyarnos unos a otros.
Dios puede proporcionarnos la fuerza para superar nuestros pecados y ayudarnos en nuestras debilidades más profundas. Él ofrece una recompensa “al que venciere” (Apocalipsis 2:7, 17).
Publicaciones anteriores de esta serie en el blog:
- Derrotar a los enemigos: superar las fortalezas espirituales
- Derrotar a los enemigos: superar las influencias sociales
Fecha de publicación: Febrero 2, 2025