La tentación, una clave para entender el pecado
La tentación lleva al pecado y acarrea consecuencias que pueden causar daño personal y afectar a otros. ¿Qué es la tentación y cómo podemos enfrentarla?
Uno de los aspectos que definen nuestra vida como cristianos es la importancia que le damos a nuestras debilidades y deseos. El autor británico C.S Lewis, en un folleto titulado “La tentación y sus técnicas”, escribió: “La tentación forma parte sustancial del entramado humano. Donde está el hombre está la tentación. Y el tentador tiene especial cuidado de trabajar en contra de quienes quieren ser mejores o intentan seguir el camino al que Dios invita al hombre”.
La tentación es una prueba de la capacidad de las personas de escoger el bien, en lugar del mal. Es algo codiciable, deseable. Es una incitación para pecar y seguir a Satanás en lugar de a Dios.
Algunos tipos de tentaciones
Las tentaciones pueden ocurrir en cualquier momento y pueden abarcar muchos aspectos de la vida, algunas de ellas pueden ser:
- La tentación de atender lo urgente y dejar lo importante para después (lo importante se posterga casi siempre).
- La tentación del relativismo (no hay ninguna verdad absoluta).
- La tentación contra las relaciones correctas con los demás (darles a otros un menor valor).
- La tentación contra un determinado punto de vista (no me agrada esa decisión).
- La tentación de la rebelión (no estoy de acuerdo, me opongo).
- La tentación contra la humildad (yo lo puedo hacer mejor que otro).
- La tentación contra el servicio (digo que serviré, pero no lo hago).
- La tentación a los ojos (lo veré un poquito).
- La tentación de la codicia (me gusta eso que tiene otra persona).
- La tentación de pensar en que “esto es lo mismo de siempre”. Por lo tanto, no me importa.
La tentación es una poderosa fuerza que nos puede impulsar a caer en el pecado, mucho más de lo que pensamos, porque en esencia es la puerta que podemos abrir para darnos permiso de llenar de concupiscencia nuestra vida. Existe un dicho popular que dice: “Pruébame, dijo el veneno”, haciendo alusión a la provocación que ejercen las tentaciones en nuestra vida.
¿De dónde vienen las tentaciones?
El hecho de que la tentación pueda pasar desapercibida, por ser algo mental, es uno de los elementos fundamentales de los que se sirve Satanás para camuflar esta malévola estrategia que ataca las debilidades del hombre y la hace difícil identificarla. La tentación busca escaparse de la rectitud y de la integridad de cada persona.
Satanás es el tentador. Al comenzar su ministerio, Jesucristo tuvo que soportar diversas tentaciones provocadas por el adversario. “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo” (Mateo 4:1).
Las consecuencias de ceder a la tentación
La relación de causa y efecto nos permite señalar que la tentación puede causar destrucción, muerte y caos, cuando no se vence. John Maxwell, conocido escritor de liderazgo cristiano sostiene que: “el pecado siempre cuesta más de lo que realmente queremos pagar”. Caer en la tentación implica pecado, el cual siempre acarrea consecuencias devastadoras que pueden causar mucho daño.
El alcance de las consecuencias de caer en la tentación es grande y afecta todas las esferas de nuestra vida.
Lamentablemente algunos cristianos han fracasado al haber caído en una tentación y sus vidas se vieron afectadas. Una tentación que termina en pecado causa destrucción y muerte.
Las consecuencias afectan a los demás
Familias y matrimonios sufren cuando alguno de los miembros cae en la tentación. Nuestras vidas no son necesariamente independientes. Casi siempre afectamos a alguien.
La Biblia relata que, en los tiempos de Josué, Acán codició un manto babilónico, doscientos siclos de plata y un lingote de oro, los cuales escondió bajo tierra, en su tienda, en medio del campamento. El relato señala lo que sucedió cuando Josué supo quién era el causante de la derrota de Israel en contra los de Hai: “Entonces Josué, y todo Israel con él, tomaron a Acán hijo de Zera, el dinero, el manto, el lingote de oro, sus hijos, sus hijas, sus bueyes, sus asnos, sus ovejas, su tienda y todo cuanto tenía, y lo llevaron todo al valle de Acor”. Allí murieron todos por culpa de uno que cedió ante la tentación de sus ojos.
El alcance de las consecuencias de caer en la tentación es grande y afecta todas las esferas de nuestra vida.
Está también el caso de Ananías y Zafira, quienes cayeron en la tentación de engañar a Dios y a los apóstoles con el monto del precio de su heredad, de la cual sustrajeron una parte (Hechos 5:1-2). Un matrimonio murió, al caer en la tentación de codiciar y mentir.
Los siervos de Dios están también en riesgo de caer en tentación. Samuel, inspirado por Dios, dijo a Saúl lo siguiente: “No volveré contigo; porque desechaste la palabra del Eterno, y el Eterno te ha desechado para que no seas rey sobre Israel” (1 Samuel 15:26).
Dios también se enojó contra Salomón porque se dejó atraer hacia las tentaciones varias veces, apartando su corazón de Dios, adorando a dioses falsos y debilitando su carácter con muchas mujeres (1 Reyes 11:9-11).
Dios no puede ser tentado
El apóstol Santiago, hablando de la integridad de Dios, de su carácter santo y perfecto dijo: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:13-15).
A diferencia de los seres humanos, Dios no puede ser tentado, porque todo lo relacionado con Él es exactamente lo opuesto al pecado.
Los seres humanos adquirimos pronto, después de nacer, una naturaleza pecaminosa y esa naturaleza es parte de lo que nos atrae y nos aleja de lo bueno. Dios no tiene esa naturaleza pecaminosa.
La naturaleza de Dios es santa y justa. Dios no puede pecar ni ser tentado. No hay absolutamente nada en su naturaleza que lo haga tender hacia el mal, y tampoco se le puede atraer ni seducir para obrar mal.
Es imprescindible que, ante la tentación, debemos huir hacia un “lugar” más seguro.
Debido a que Dios no puede pecar y debido a que Él nos da la fuerza para vencer la tentación, a través de Espíritu Santo, es absolutamente necesario acercarnos a Él en oración de manera constante. También es imprescindible que, ante la tentación, debemos huir hacia un “lugar” más seguro. Nuestro Señor Jesucristo demostró la efectividad de este método para vencer la tentación.
Conclusión
Nosotros debemos estar alerta frente a las tentaciones con las cuales nos ataca Satanás. Podemos apreciar que Dios es muy considerado con nosotros al mencionar: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).
Aunque sólo Dios es inmune a la tentación, los verdaderos cristianos debemos luchar contra ella, mostrando interés sincero hacia la rectitud y la integridad. Dios no puede ser tentado ni Él tienta a nadie. Pero al mismo tiempo, Dios no justifica el pecado ni lo excusa. Tenemos que luchar en contra de la tentación y el pecado.
Fecha de publicación: Enero 6, 2023