“Una manzana podrida pudre toda la canasta”. Los seguidores de Cristo deben producir buen fruto. También deben reconocer a los falsos maestros “por sus frutos” —discernir los malos frutos.
A principios de 1600, cuando los colonos europeos empezaron a llegar a América a la Colonia de la bahía de Massachusetts, encontraron una tierra salvaje que pretendían convertirla en su hogar.
Entre los primeros colonos se encontraba un puritano inglés de nombre John Endicott, quién se convertiría en el gobernador de la colonia en 1629. En 1630 John Endicott sembró el retoño de un árbol de peras que había transportado a lo largo del Atlántico. Dicen que pronunció las siguientes palabras cuando plantó el árbol: “Espero que al árbol le guste la tierra… y no tengo duda que cuando hayamos partido el árbol seguirá con vida”.
El deseo de John Endicott se cumplió. Ese árbol continúa con vida y dando frutos en Denvers, Massachusetts. Ha sobrevivido a inviernos muy fríos, a huracanes e incluso a actos vandálicos. Lo apodaron “el árbol de Endicott”, y encontró tierra fértil en una nueva tierra y floreció mucho más de lo que cualquier colono hubiera imaginado. La habilidad de un buen árbol para dar buenos frutos es una habilidad increíble.
Versículo bíblico acerca de dar frutos
Jesús instruyó a sus discípulos acerca de la importancia de dar buenos frutos en el Sermón del Monte. También habló acerca de la necesidad que tenían de reconocer el tipo de personas con las que estaban tratando, evaluando los frutos que esas personas daban.
Él simplificó el concepto diciendo: “Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos” (Mateo 7:17-18).
En un huerto, puede que haya árboles que no sean totalmente malos o buenos, pero en la analogía de Jesús, sólo existen dos tipos de árboles espirituales. Él no dice que los árboles espirituales malos no tengan apariencia de buenos en sus hojas o en sus brotes, pero el resultado final siempre es malo.
Él continúa explicando que no dar frutos no es una opción: “Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego” (Mateo 7:19).
¿A qué se refería exactamente Jesús cuando habló del buen fruto y el mal fruto? ¿Y cómo se produce esto en la vida del ser humano?
Buenos frutos y malos frutos
Poco antes de su crucifixión, Jesús les dijo a sus discípulos la forma en que ellos podían continuar dando buenos frutos.
Veamos en Juan 15:1-5: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.
Un poco más tarde esa misma noche, Jesús explicó cómo haría posible que permanecieran en Él y dieran el mismo fruto. Él les iba a enviar el Espíritu Santo después de su muerte —la mente y el poder de Dios— para que permanecieran en Él y los guiara.
“Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas? Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré” (Juan 16:5-7).
Si desea obtener más información acerca del Espíritu Santo y cómo trabaja en nuestra vida, lo invitamos a leer nuestro artículo “¿Cómo saber si usted tiene el Espíritu Santo?”.
El fruto del Espíritu
El Espíritu Santo en nuestra mente produce el fruto de justicia en términos del carácter que tenemos y la manera en que vivimos nuestra vida.
El apóstol Pablo hizo un listado de algunas de estas características en su carta a los Gálatas: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23).
El Espíritu Santo en nuestra mente produce el fruto de justicia en términos del carácter que tenemos y la manera en que vivimos nuestra vida.
De hecho, para permanecer en la viña de Jesucristo, el Espíritu Santo nos debe ayudar para alinear nuestra mente con la suya “derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5).
A diferencia del fruto del Espíritu, las personas también pueden dar unos frutos opuestos, y el apóstol Pablo hizo una lista de ellos; esas acciones y actitudes son “las obras de la carne”. Esas obras incluyen: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gálatas 5:19-21). ¡Ésa es una lista bastante ilustrativa de los defectos del carácter!
La Biblia nos anima a examinarnos a nosotros mismos y estar atentos al autoengaño (2 Corintios 13:5; Gálatas 6:4, 7). Debemos estar seguros de que estamos produciendo buen fruto. Los 10 artículos en nuestra sección de “El fruto del Espíritu” pueden ayudarle.
Está claro que la responsabilidad personal de cada cristiano es producir el fruto del Espíritu en lugar de las obras de la carne. Pero ¿qué pasa con nuestra responsabilidad de reconocer los frutos que producen los demás?
Ese reconocimiento va a afectar la manera en que permitimos que el ejemplo de los demás influya en nuestras decisiones y en la manera de vivir nuestra vida.
El significado de “por sus frutos los conoceréis”
Es muy útil repasar las instrucciones de Jesús a sus discípulos en Mateo 7. Sus palabras acerca de los buenos árboles que dan buen fruto y de los árboles malos que dan frutos malos están en medio de unas advertencias acerca de las personas que van a tratar de engañar a los demás. Él también les dijo a sus discípulos cómo evitar ese engaño.
Dios tiene la habilidad de discernir el corazón y la mente de una persona y saber cuales son sus intenciones. Como seres humanos, no tenemos ese poder en nosotros y con frecuencia nos podemos equivocar cuando pensamos que sí discernimos las intenciones de las otras personas.
Entonces, ¿cómo podemos evitar juzgar erróneamente a otra persona sin dejarnos llevar por alguien que pretende engañarnos? Jesucristo nos da la respuesta: podemos evaluar las acciones y resultados consistentes —el fruto del comportamiento de la persona.
Los malos frutos sirven como advertencia para que los seguidores de Jesús se alejen, ya que las manzanas podridas pudren a todas las demás y una persona que engaña puede confundir y corromper las personas que no estén atentas.
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” (Mateo 7:15-16).
Después de decirles que los árboles buenos dan buenos frutos y los árboles malos dan malos frutos, Jesús resumió la idea en el versículo 20: “Así que, por sus frutos los conoceréis”.
Fruto de pecado
Lo que sigue después del Sermón del Monte es un ejemplo de las personas que “hablan muy bonito”. Son personas que dicen las cosas correctas y parecen ser convincentes con sus actos, pero en verdad sólo producen malos frutos: el pecado y la maldad.
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:21-23).
¡Las palabras piadosas y acciones que al parecer son impresionantes no significan nada si la persona no vive una vida de acuerdo con Dios y sigue el ejemplo de Jesucristo!
Discernimiento espiritual
Al autor del libro de Hebreos amplía este concepto cuando habla acerca de nuestra necesidad de tener el hábito arraigado de tomar decisiones basados en la palabra de Dios y basadas en la habilidad diferenciar el buen fruto del fruto malo.
“Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:12-14).
La persona que se rige por la Palabra de Dios es capaz de diferenciar el bien del mal. Nosotros debemos tener la capacidad de discernir el buen fruto de las obras de la carne.
¿Qué debería hacer usted? Dar buen fruto
¿Cómo puede un cristiano dar buen fruto, y al mismo tiempo tratar de no ser engañado por personas que parecen ser de Dios, pero en realidad no lo son? El apóstol Pablo nos da las respuestas para las dos preguntas en su carta a los colosenses.
Tenga en cuenta que un buen árbol es el resultado de un árbol que fue sembrado en tierra fértil y recibió el cuidado adecuado.
Con esto en mente, analicemos lo que Pablo dice en Colosenses 2:6-10: “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias. Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad”.
Tenemos la opción de estar fundamentados en la Palabra de Dios y en el ejemplo de Jesucristo. Hacerlo no sólo nos va a permitir dar fruto agradable a Dios, también vamos a poder identificarlo cuando lo veamos. Al recibir el don del Espíritu Santo de Dios, tenemos la responsabilidad de reconocer y producir un buen fruto delante de Dios en nuestra vida.
Si desea aprender más acerca de los pasos del proceso de conversión y cómo recibir y utilizar el Espíritu Santo de Dios, lo invitamos a leer nuestro folleto gratuito “¡Cambie su vida!”.