Jesucristo usó imágenes impactantes para destacar un principio vital: nuestra condición espiritual es mucho más importante que la física.
En su conocido Sermón del Monte, Jesús enseñó muchos principios que contradecían las ideas populares de su época y de la nuestra. Algunos de estos principios los hemos escuchado tantas veces que tal vez ya no notamos lo impactantes que son, pero pensemos en cómo las siguientes ideas debieron haber impresionado a su audiencia original:
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Amar a nuestros enemigos (Mateo 5:44).
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Poner la otra mejilla (Mateo 5:39).
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No juzgar (Mateo 7:1).
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“…os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:28).
Con estas enseñanzas, Cristo magnificó la letra de la ley para revelar la profundidad espiritual y el objetivo de los mandamientos de Dios. El último punto profundiza el Séptimo Mandamiento acerca del adulterio, y en seguida Cristo dijo algo impresionante que aparentemente fomenta la autoflagelación:
“Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mateo 5:29-30).
¡Su audiencia debió haber quedado horrorizada!
Lo que Cristo no quiso decir
¿Quiere Jesucristo que literalmente nos saquemos los ojos? No. ¿Cómo lo sabemos? Notemos primero que Jesús usó la palabra “si”. ¿Es realmente nuestro ojo o mano lo que nos hace pecar? No. El pecado comienza en la mente y el corazón. Sacarnos los ojos o cortarnos las manos no evitaría que tengamos malos pensamientos.
“Uno podría sacarse los ojos sin disminuir en lo más mínimo el mal deseo al que éstos servían”, explica el Jamieson, Fausset and Brown Commentary [Comentario de Jamieson, Fausset y Brown].
Además, no hay ningún ejemplo en la Biblia de que alguien se haya cortado una mano o sacado un ojo. Comprobémoslo con dos instancias de pecado sexual en las Escrituras:
David se dejó llevar por deseos pecaminosos que finalmente culminaron en su adulterio con Betsabé. Pero él nunca culpó a sus ojos. En cambio, se arrepintió y le pidió a Dios que limpiara su corazón (Salmos 51:7-10).
Y, cuando el apóstol Pablo reprimió al adúltero (y a la iglesia) en Corinto, no dijo que el hombre debía sacarse un ojo. Más bien le dijo a la congregación que lo sacaran de la iglesia hasta que su corazón cambiara (1 Corintios 5:1-5; 2 Corintios 2:6-11).
Lo que realmente debemos sacar
Dios quiere arrepentimiento —un verdadero cambio en nuestros pensamientos y acciones— no autoflagelación.
Él quiere que sintamos la clase de tristeza que describe 2 Corintios 7:10-11: “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto”. (Lea más en nuestro artículo de VidaEsperanzayVerdad.org “La tristeza según Dios”)
“Nuestro Señor estaba diciendo que debemos atacar la raíz de nuestras tendencias pecaminosas y también eliminar las situaciones que las estimulan” (Jamieson, Fausset and Brown Commentary).
Otra analogía que se utiliza en la Biblia es la de matar al “viejo hombre”, remplazando nuestra vida carnal por una vida nueva —por el “nuevo hombre”.
“Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:20-24).
Esta nueva vida libre de la esclavitud del pecado es posible cuando nos arrepentimos, nos bautizamos y recibimos el regalo del Espíritu Santo de Dios (Hechos 2:38).
“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias” (Romanos 6:11-12).
Descubra más en nuestro artículo “Despojaos del viejo hombre: ¿qué significa esto?”.
Evitar el pecado radicalmente
El propósito de Cristo al usar estas fuertes palabras era llamar nuestra atención. ¡Quería mostrarnos lo terrible que es el pecado! El pecado nos lleva a la muerte —la muerte eterna— y Él mismo dio su vida para que nosotros pudiéramos vivir. Con tal intensidad odia el pecado, y con esa intensidad nos ama a nosotros.
La imagen de sacarnos el ojo o cortarnos la mano ilustra lo grande que es la necesidad de “evitar el pecado radicalmente” (Zondervan NIV Bible Commentary [Comentario de la Biblia NVI Zondervan]).
Debemos pedirle a Dios que nos ayude a hacer morir el viejo hombre —controlar nuestras manos y ojos para no pecar— y además debemos eliminar cualquier hábito, forma de entretenimiento, relación y adicción que contribuya con el pecado.
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