En el Sermón del Monte, Jesucristo dijo a sus seguidores: “vosotros sois la luz del mundo”. ¿Qué quiso decir exactamente? ¿Cómo debemos ser luces?
No es de extrañar que Jesucristo, el Verbo de Dios (Juan 1:1), fuera un orador dinámico. Los Evangelios registran mensajes contundentes, conmovedores y a veces condenatorios que llegan directo al corazón.
De todos sus mensajes registrados, el Sermón del Monte, donde Jesús enseñó el verdadero estándar para el cristianismo, es el más largo y famoso. (Para un resumen de este sermón, lea el artículo “El Sermón del Monte”.)
A lo largo del sermón, Jesús usó varios métodos para hacer que su mensaje fuera más claro para su audiencia, una audiencia que nos incluye a usted y a mí. Estos métodos incluían: listas como las Bienaventuranzas, expresiones comunes como “ojo por ojo” e imágenes mentales muy impactantes.
El pasaje “Vosotros sois la luz del mundo”
Una de las imágenes que Jesús describió para nosotros aparece en Mateo 5:14-16: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
¿Qué significan para nosotros hoy estas declaraciones acerca de la visibilidad de la luz?
El contexto del pasaje “la luz del mundo”
Después de enumerar la lista conocida como las bienaventuranzas, Jesús menciona tanto la sal como la luz. Ambas declaraciones: “Vosotros sois la sal de la tierra” y “Vosotros sois la luz del mundo” son mencionadas inmediatamente después de la última bienaventuranza, la cual promete un galardón para cuando (es una situación específica) suframos persecución.
Aún en tiempos de persecución, los seguidores de Cristo deben ser como la luz y la sal.
Las características únicas de la sal se describen en nuestro artículo “La sal de la tierra”. Pero, ¿qué distingue la luz? ¿Qué cualidades tiene la luz que los cristianos deben emular?
El significado de la expresión: “Vosotros sois la luz del mundo”
La expresión “la luz del mundo” habla de una responsabilidad que Cristo pone sobre sus seguidores. Los cristianos deben poseer las cualidades mencionadas en las bienaventuranzas, y también ser ejemplos visibles del camino de vida de Jesús para aquellas personas a su alrededor. Sus ejemplos deben ser tan poderosos y dinámicos que cumplan el papel de una luz espiritual.
En un mundo lleno de maldad y oscuridad espiritual, esto se convierte en una responsabilidad cada vez más importante para su pueblo (Filipenses 2:15).
Ser llamados “la luz del mundo” no es sólo un título bonito o una frase que suene bien. Más bien, debe ser una descripción que impacte todos los aspectos de cómo vivimos nuestra vida Los cristianos son llamados a salir de este mundo oscuro, y debemos caminar “como hijos de luz” (Efesios 5: 8).
No debemos involucrarnos con nada que sea parte de la oscuridad del mundo que nos rodea (1 Tesalonicenses 5: 5). Nuestra luz tiene que brillar intensamente, independientemente de la situación en que nos encontremos.
“Así como el sol ilumina el firmamento del cielo para difundir libremente su luz y calor a cada habitante de la Tierra; y como la lámpara no se pone debajo de un almud, sino que se coloca sobre el candelero para que pueda dar luz a todos en la casa, todo seguidor de Cristo, y especialmente todo predicador del evangelio, tiene que irradiar la luz del conocimiento celestial y la calidez del amor divino a todo su círculo de conocidos” (Adam Clarke’s Commentary [Comentario de Adam Clarke], comentario acerca de Mateo 5:16).
Una ciudad en un monte no se puede esconder
Después de afirmar que sus seguidores son la luz del mundo, Jesús continuó diciendo: “Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder” (Mateo 5:14).
Esta expresión ha sido utilizada metafóricamente por varios líderes religiosos y políticos, desde John Winthrop en 1630 hasta el presidente estadounidense Ronald Reagan en 1989. Aquellos que vivían en la época de Cristo, estaban familiarizados con la analogía acerca de una ciudad en un monte y era una realidad que hubieran entendido fácilmente.
Como medio de defensa, las ciudades antiguas eran construidas en las cimas de las colinas. Si bien esto se hacía para ayudar a disuadir a los atacantes, al estar a una altitud más elevada, también significaba que una ciudad se podía ver desde la distancia.
Como seguidores de Jesucristo, nuestra luz también debe ser visible desde la distancia. Espiritualmente, debemos ser la nación modelo que Dios esperaba que fuera la antigua nación de Israel.
Dios le dijo al antiguo Israel que les había dado sus leyes para que fueran: “vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es ésta. Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está el Eterno nuestro Dios en todo cuanto le pedimos?” (Deuteronomio 4:6-7).
Pero Israel físico falló en esta responsabilidad (1 Corintios 10:1-11). Como Israel espiritual, los seguidores de Jesucristo no debemos fallar. Por el contrario, nuestra luz tiene que brillar intensamente y mostrar a las personas los caminos de nuestro Dios.
Nuestra luz debe afectar positivamente a los que están a nuestro alrededor, y no sólo a las personas que conocemos personalmente. A veces, nuestro ejemplo puede tener un gran impacto sobre las aquellos que pasan de manera fugaz por nuestras vidas: el camarero del restaurante, la recepcionista del hotel, un visitante casual en el lugar de trabajo.
Pedro dijo que nuestro ejemplo debe ser tal que las personas con las que entramos en contacto “glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras” (1 Pedro 2:12).
La lámpara en un candelero
Jesús continuó: “Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa” (Mateo 5:15).
A diferencia de una ciudad en una colina, una lámpara normalmente no se puede ver desde la distancia. Una lámpara no siempre irradia una luz de gran alcance. Sin embargo, todos los que están cerca de esa lámpara pueden disfrutar de sus beneficios.
La luz de Dios necesita ser algo evidente en nuestra vida para aquellos que nos rodean. Si bien nuestra luz no debe ser enceguecedora ni deslumbrante, el pueblo de Dios no debe cubrir su luz ni ocultarla sin que otros la puedan ver.
Hay momentos en que escondemos nuestra luz, particularmente cuando vacilamos en tiempos de prueba. Por ejemplo, el apóstol Pedro era uno de los amigos más cercanos de Cristo que estaba presente cuando dio este sermón, pero posteriormente lo negó frente a varias personas por temor a la muerte (Marcos 14: 66-72). A veces es fácil ocultar nuestra luz, y en ocasiones pareciera hacer nuestra vida más fácil.
Cristo no nos ha dado su luz para que nos ocultemos. Por el contrario, Dios nos llama a ser lumbreras, a usar nuestros dones para servir a los demás, servirle a Él, y promover su obra (Mateo 25: 14-30).
El mismo Pedro aprendió a ser una luz, como vemos en su contundente ejemplo en su predicación del evangelio en el libro de Hechos. También nos exhortó a prepararnos para ser una luz: “sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15).
Nuestra luz personal puede ser pequeña y no de gran alcance, pero puede alumbrar en gran manera. Las personas a nuestro alrededor deben ser influenciadas positivamente y poder ver una parte del carácter de Dios en nuestra forma de vivir.
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres
Jesús continuó: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). Este último versículo acerca de la luz revela el propósito de nuestra luz y por qué es tan importante.
Nuestra luz no viene de nosotros, en realidad es un reflejo de la luz de Dios. La Biblia describe la ley de Dios como una luz. La ley sirve como una luz que nos muestra cómo vivir su camino de vida y nos ayuda a no tropezar en la oscuridad (Salmos 119:105; Proverbios 6:23-24).
Jesús es la luz del mundo
La Biblia también explica que la verdadera fuente de luz es Jesucristo, quien afirmó: “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12). Sin importar la clase de luz que tengamos ahora, esta proviene únicamente de la luz que Jesucristo nos da.
“Jesús es la fuente de luz, y los cristianos son el reflejo de su luz. La función de los cristianos es hacer brillar esa luz como representantes de Jesucristo, así como la luna refleja la gloria del sol” (Believer's Bible Commentary [Comentario bíblico del creyente], comentario acerca de Mateo 5:14).
Como cristianos que reflejan la luz de Cristo, es importante reconocer que no se trata de recibir elogios para nosotros mismos por el brillo de nuestra luz. El Padre y Jesucristo deben recibir toda la gloria por nuestras buenas obras.
Nuestras luces no van a convertir a las personas al camino de vida de Cristo, eso requiere el llamamiento de Dios (Juan 6:44). Pero nuestros ejemplos deben brillar intensamente, individual y colectivamente, para así guiar a otros a glorificar a Dios cuando sean llamados.
A los que Dios está llamando ahora, deben ser ejemplos brillantes en un mundo cada vez más oscuro. Debemos ser la luz del mundo.