Jesucristo les dijo a sus discípulos que ellos eran “la sal de la tierra”. Ésta es una afirmación que transmite lecciones muy claras con respecto a la vida que debe llevar el pueblo de Dios en estos días.
Muchos de nosotros utilizamos sal sin ni siquiera pensar —la esparcimos sobre las papas a la francesa, para sazonar la carne y los huevos, realzar el sabor de algunas sopas y demás. Utilizamos la sal con tanta frecuencia que es fácil olvidar lo valiosa que ha sido a lo largo de la historia. En algún momento, la palabra en latín para “sal”, sal, se asoció con los sueldos, salarium, de donde proviene la palabra “salario”.
No obstante, en el primer siglo, todo el mundo estaba consciente de la importancia vital de la sal. En ese entonces, la sal se utilizaba para preservar las carnes, con propósitos medicinales, para sazonar los alimentos e incluso como señal de amistad. La sal era vista como un producto muy valioso debido a sus múltiples usos, y Jesús estaba muy consciente de todo esto.
Vosotros sois la sal de la tierra
Jesús comenzó su famoso Sermón del Monte con las Bienaventuranzas, ocho características que son esenciales en la vida de un hijo de Dios y que traen consigo bendiciones y felicidad, pero también persecución (si usted desea aprender más acerca de las Bienaventuranzas, lo invitamos a leer “Bienaventuranzas: las claves para la verdadera felicidad”).
La última Bienaventuranza dice que vamos a ser perseguidos por causa de Cristo, pero debemos soportar esa persecución con gozo.
El versículo de la Biblia que menciona “la sal de la tierra”
Después de decir esto, Jesús declaró: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” (Mateo 5:13).
La sal tiene unas características muy importantes, características que Jesús dice que son esenciales para un hijo de Dios en todo momento y especialmente cuando se trata de soportar la persecución.
¿Qué significa “la sal de la tierra”?
Físicamente, la sal tiene muchos usos y beneficios para la humanidad. Espiritualmente, ser “la sal de la tierra” también tiene un gran significado para nuestra vida. Analicemos las siguientes características tanto físicas como espirituales de la sal:
- La sal es un conservante natural. La sal se utiliza para conservar carnes, por lo tanto, representa la calidad de la resistencia perdurable. La sal es un conservante tan poderoso, que Dios lo emplea como término para describir su pacto permanente con David y su pueblo (Números 18:19; 2 Crónicas 13:5). Es la misma perseverancia que el pueblo de Dios debe demostrar (Mateo 24:13).
- Pureza. Con base en su color y capacidad para conservar alimentos, la sal se convirtió “en un símbolo de pureza” (bibletools.org). La sal representa la pureza que los hijos de Dios deben esforzarse por alcanzar. Esta pureza se manifiesta cuando la persona se desvincula del mundo (Santiago 1:27), cuando reconoce que los mandamientos de Dios son “puros” (Salmos 19:8) y al llevar una vida consecuente con esos mandamientos (Apocalipsis 22:14).
- La sal acompañaba las ofrendas de granos. En el Antiguo Testamento, la sal era parte de las ofrendas de granos que Dios le ordenó a Israel que le diera (Levítico 2:13). Como todas las ofrendas, señalan el sacrificio de Jesucristo y su vida pura que fue ofrecida para que nuestros pecados fueran perdonados y que pudiéramos ser purificados (Romanos 6:10, 13-14). Si usted desea aprender más acerca del sacrificio de Jesucristo, lo invitamos a leer “El más grande sacrificio de todos”.
- La sal nos da sed. Así como la sal física nos da sed, asimismo debemos reconocer nuestra hambre y sed espiritual de justicia (Mateo 5:6).
- La sal realza el sabor de los alimentos. Uno de los usos más comunes de la sal en el mundo antiguo y actualmente, es realzar los sabores de los alimentos —mejorar la experiencia alrededor de la comida (Job 6:6). Jesucristo desea que nuestras vidas realcen las experiencias de las personas que nos rodean, de la misma manera que la sal realza el sabor de una comida. Una de la manera más acertada de hacerlo es con palabras de “gracia” —llenas de verdad y amabilidad (Colosenses 4:6).
“La sal de la tierra” vs. la corrupción
“En las escrituras, la humanidad, bajo la acción desenfrenada de su propia naturaleza maligna, es representada como totalmente corrupta”, explica el Comentario de Jamieson, Fausset y Brown.
“La solución para esto, dice aquí nuestro Señor, es la presencia activa de sus discípulos entre sus semejantes. El carácter y los principios de los cristianos, puestos en estrecho contacto con ella, tienen por objeto detener la supurante corrupción de la humanidad y sazonar su insipidez” (comentario acerca de Mateo 5:13).
Los cristianos deben dar un ejemplo, difundir el mensaje de las buenas noticias de Dios y ser los elegidos por cuya causa se acortará la tribulación (Mateo 24:14, 22).
“Pero si la sal se desvaneciere”: cómo evitar ser esa sal insípida
En ocasiones, en el medio oriente, la sal se recolectaba permitiendo que el agua de mar (especialmente la del mar Muerto) se evaporara. Después de que el sol evaporaba el agua, quedaba la sal.
No obstante, éste no era el mejor proceso y con frecuencia, las impurezas se mezclaban con la sal. En ocasiones, estas impurezas estaban tan entremezcladas con la sal que era necesario botar todo el lote. Debido a que esta sal contaminada no servía, era descartada, y como dijo Jesús, “hollada por los hombres”.
El Comentario Bíblico del Expositor, plantea otras ideas acerca de cómo la sal podía perder su valor: “En sentido estricto, la sal no puede perder su salinidad; el cloruro sódico es un compuesto estable. Pero la mayor parte de la sal del mundo antiguo no se obtenía por evaporación del agua salada, sino de las marismas, por lo que contenía muchas impurezas. La sal propiamente dicha, al ser más soluble que las impurezas, podía filtrarse, dejando un residuo tan diluido que apenas tenía valor. ...
El pueblo de Dios no puede perder su pureza o detener su labor de añadir sabor a las vidas de sus semejantes; interrumpir esto sería volverse inútil.
“La pregunta ‘¿Cómo se puede volver a salar?’ no pretende tener respuesta... La cuestión es que, si los discípulos de Jesús han de actuar como conservantes en el mundo sometiéndose a las normas del reino, si están ‘llamados a ser un desinfectante moral en un mundo en el que las normas morales son escasas, cambian constantemente o no existen... sólo pueden desempeñar esta función si ellos mismos conservan su virtud’ (Tasker)”.
Jesucristo les estaba advirtiendo a sus seguidores que debíamos ser la sal de la Tierra, llevar una vida justa para que Dios pudiera preservarnos a nosotros y a la humanidad. En la profecía del Monte de los Olivos, Jesús afirmó que la Gran Tribulación terminaría antes de la extinción del ser humano “por causa de los escogidos” (Mateo 24:22).
El pueblo de Dios no puede perder su pureza o detener su labor de añadir sabor a las vidas de sus semejantes; interrumpir esto sería volverse inútil (Mateo 5:13; Marcos 9:49-50).
Ser “la sal de la tierra” en tiempos de persecución
La exhortación de Jesucristo de ser “la sal de la tierra” se menciona justo después de que Él promete una recompensa para aquellos que son perseguidos por causa de su nombre. Para los seguidores de Cristo en los tiempos del fin, no se trata de si la tribulación viene o no, sino de cuándo. (Si usted desea más detalles acerca de este tema, lo invitamos a leer “la profecía del Monte de los Olivos” en Mateo 24, Lucas 21 y Marcos 13.)
La persecución no debe cambiar nuestro trato hacia las demás personas. La afirmación de Cristo de que nosotros somos la sal de la Tierra nos recuerda que fuimos llamados a vivir con estándares más altos que los que acepta el mundo que nos rodea, y el estándar de Dios no cambia cuando viene la persecución (1 Pedro 2:19-20).
“Tened sal en vosotros mismos”
El apóstol Pablo, que estaba familiarizado con la persecución, dijo: “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno” (Colosenses 4:5-6, énfasis añadido). Jesús relacionó la sal con la paz: “Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros” (Marcos 9:50).
El llamado de Dios para que seamos la sal de la Tierra no es un juego. Si respondemos a este llamamiento, va a repercutir en nuestra forma de actuar, pensar y hablar, también en el trato que le damos a las demás personas. Ser la sal de la Tierra requiere un estándar muy alto de justicia y de pureza, que puede ser difícil en un mundo corrupto como en el que vivimos. En ocasiones, surge la persecución, y pone a prueba nuestro compromiso con su camino y el impacto que tendremos con las personas que nos rodean.
No obstante, sin importar los desafíos, esta gran responsabilidad tendrá una increíble recompensa. Dios el Padre y Jesucristo nos han llamado a ser nada más y nada menos que: ¡la sal de la Tierra!