Nuestra guerra contra Satanás, su sociedad y nuestra debilidad humana sería imposible de ganar sin ayuda espiritual. Afortunadamente, Dios nos da una poderosa armadura para protegernos y vencer.
¿Qué es la armadura de Dios?
Efesios 6: 14-17 enumera seis piezas de la armadura de Dios:
- El cinturón de la verdad
- La coraza de justicia
- El calzado del evangelio de la paz
- El escudo de la fe
- El yelmo de la salvación
- La espada del espíritu
Dios proporciona estos seis aspectos de la vida cristiana, más la oración (versículo 18), para fortalecernos y protegernos y, en última instancia, ayudarnos a triunfar en nuestras batallas espirituales. Cada pieza es esencial, y la Biblia nos dice cómo ponerlos y usarlos de manera efectiva.
Cómo usar la armadura de Dios para defenderse de los ataques de Satanás
Sí, como dice la Biblia, estamos en guerra, y nuestro enemigo Satanás el diablo está empecinado en destruirnos. Es por esto que siempre debemos estar alerta a sus trampas y engaños (2 Corintios 2:11). Pero, ¿cómo defendernos de sus furtivos y letales ataques?
La respuesta está en Efesios 6:10-20: nuestra defensa es la armadura de Dios. Efesios fue una de las cartas que Pablo escribió desde la prisión, donde sin duda se familiarizó bastante con la armadura del ejército romano (sus captores). Siguiendo el ejemplo de Isaías (Isaías 59:17), el apóstol hizo un interesante paralelo entre la armadura de un soldado y la armadura espiritual de Dios.
Pablo comienza diciendo: “hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efesios 6:10).
No podemos desanimarnos ante la sagacidad y poder de Satanás. No estamos solos en esta batalla; tenemos acceso al poder más grande del universo.
El versículo 11 continúa: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo”.
La estrategia de defensa que Pablo describe es bastante detallada. Cada parte de la armadura es importante y sólo si las usamos todas podremos resistir los ataques de Satanás.
Batallas espirituales
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).
La Biblia revela que existen batallas espirituales invisibles. Un ejemplo es la que Juan presenció en una visión de los tiempos del fin: “hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12:7-9).
Aunque todo esto sucede tras bambalinas en el mundo espiritual, tiene serias repercusiones en el mundo físico. Satanás y sus demonios son invisibles y grandes maestros del camuflaje. Han convencido a muchos de que el diablo no existe mientras él los influye llenándolos de malos pensamientos sin que siquiera lo noten.
Es por esto que Pablo nos aconseja: “tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes” (Efesios 6:13).
¿Qué quiere decir con “estar firmes”? Que, con la ayuda de Dios, seremos capaces de resistir, no darnos por vencidos y no ceder ni un solo centímetro del territorio de Dios.
Analicemos cada parte de esta poderosa armadura espiritual.
Lo primero que un soldado hacía era ponerse el cinturón. Ésta es la parte de la armadura que asegura a todas las demás e indica que el soldado está listo para la acción, pues nunca puede prescindir de ella mientras esté en guardia.
La verdad de Dios debe rodearnos como un cinturón. Es el antídoto infalible de las mentiras y el engaño de Satanás, y, si realmente queremos estar preparados para la batalla, debemos ser un reflejo de honestidad y verdad como lo es nuestro Creador.
Pablo también dice que debemos estar “vestidos con la coraza de justicia”.
Sin justicia quedamos expuestos a los ataques de Satanás. Vestirnos de ella significa recibir el perdón de pecados por medio del arrepentimiento y hacer la voluntad de Dios. En Salmos 119:172, vemos que los mandamientos de Dios son justicia; por lo tanto, “ser justo” es obedecer las leyes de amor de Dios.
Isaías 59:17 también revela que Dios mismo usa la justicia como coraza —probablemente ésta haya sido una de las escrituras en las que Pablo se inspiró. Por otro lado, el capítulo comienza diciendo que “vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios” (v. 2). La iniquidad es lo opuesto a la justicia. Cuando pecamos y no nos arrepentimos, nos quitamos la coraza de justicia y quedamos expuestos a otros ataques de Satanás.
Puede que los zapatos no sean la pieza más interesante de una armadura, pero sí son muy importantes. Según el Zondervan NIV Bible Commentary [Comentario bíblico de la NVI de Zondervan], “El éxito militar de Alejandro Magno y Julio César se debió en gran parte a que sus soldados tenían buenos zapatos y esto les permitía marchar grandes distancias a una velocidad increíble incluso en terreno difícil”.
La palabra “apresto” (preparación) además nos recuerda que debemos estar deseosos de predicar el evangelio de la paz. La Iglesia de Dios fue llamada a anunciar las buenas noticias del Reino de Dios, en donde su camino de paz se extenderá a todo el mundo. Si tenemos puesto nuestro calzado espiritual, podemos hacer nuestra parte para difundir las buenas noticias.
El Albert Barnes’ Notes on the Bible [Comentario bíblico de Albert Barnes] también explica que los zapatos de los soldados romanos “a menudo tenían clavos o puntas para adherirse mejor al suelo”. En nuestro caso, tenemos el firme cimiento del evangelio del Reino de Dios y nuestra misión de predicarlo —nuestras órdenes de batalla.
Mientras nuestra fe en el poder y el amor de Dios permanezca firme, Satanás no podrá atravesar nuestro escudo. Pero tener fe implica mucho más que creer en Dios; es tener la certeza absoluta de que Él siempre hará lo que sea mejor para nosotros y siempre cumplirá sus promesas (Romanos 4:18-21).
La fe nos protege en muchos sentidos. ¡Fue como un campo de fuerza para Daniel en el foso de los leones y protegió a Sadrac, Mesac y Abed-nego del fuego de la hoguera! La fe no sólo es un escudo contra los peligros y tentaciones espirituales, también nos resguarda de peligros físicos.
Tampoco es sólo para protección personal. Los soldados romanos tenían una estrategia en que unían todos sus escudos para protegerse en conjunto. Si nosotros hacemos lo mismo —fortalecernos unos a otros en fe, apoyo y servicio— sin duda seremos capaces de superar cualquier desafío.
Enfocarnos en el increíble sacrificio que Cristo hizo por nuestra salvación y en el Reino de Dios —el objetivo de la salvación— puede traernos gran esperanza y consuelo. Tener esta esperanza protege nuestra mente del desánimo y la angustia del mundo.
Así como la gladius romana, la espada del Espíritu puede ayudarnos a vencer a nuestros enemigos, incluyendo al más letal de todos: nuestra innata debilidad humana. Como dice Hebreos 4:12, “la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”.
¿Recuerda cómo Cristo venció a Satanás con la Palabra de Dios (Mateo 4:1-10)? Jesús citó la Biblia en tres ocasiones usando escrituras que se aplicaban a la situación, le decían qué hacer y fortalecían su determinación. Eso es exactamente lo que debemos hacer.
También es importante recordar que nuestra espada no se afilará sola. Debemos afilarla constantemente estudiando las Escrituras con dedicación.
Pablo concluye la analogía animándonos a orar fervientemente por nosotros mismos, por los demás y por la obra de Dios:
“…Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar” (Efesios 6:18-20).
La Iglesia de Dios —y cada uno de nosotros en lo individual— marcha sobre sus rodillas. Orar nos recuerda que estamos en guerra, de dónde proviene nuestra fuerza y protección, y le recuerda a Dios que estamos comprometidos a seguirlo como soldados fieles y obedientes. La oración y el estudio de la Biblia son nuestras armas más poderosas para combatir a Satanás.
Cuando nos pongamos toda la armadura de Dios, estaremos preparados para resistir los ataques de Satanás, con sus dardos de orgullo, envidia, deseos malsanos, rebeldía, desánimo, desagrado, duda, división, o cualquier otra de sus trampas.
¡Pero hay tanto más que podemos aprender de la armadura que Dios nos da! Esperamos que este artículo le haya despertado el interés por estudiar el tema con más detalle.
Recuerde, estamos en guerra. Debemos estar alerta a los ataques de Satanás y ponernos toda la armadura de Dios.