Años atrás, alguien me sorprendió con un reloj Rolex de regalo. Era usado, pero aun así valía miles de dólares. No había costado tanto, me explicó la persona que me lo dio, lo había encontrado a muy buen precio en un viaje fuera del país. Eso debió haberme hecho sospechar de inmediato, pero yo estaba tan fascinado con la idea de ser dueño de un reloj Rolex que descarté cualquier duda.
Lo usaba sólo en ocasiones especiales, y el resto del tiempo lo guardaba cuidadosamente en su estuche de terciopelo. Apreciaba mucho ese reloj, hasta que un día… se lo mostré a mi cuñado, quien trabajaba en el negocio de las joyas.
Mi cuñado intentó ser amable —no se rio de mí en mi cara como podría haberlo hecho—, pero sonrió y me dijo, “tu Rolex, pues, es falso”. “¡No te sientas mal!”, continuó, “Le pasa a mucha gente”. Pero yo me sentí fatal. Me sentí avergonzado. ¿Cómo iba a decirles a todos (incluyendo la persona que me lo dio) que había sido engañado? El reloj se fue directo a la basura.
Mi cuñado tenía razón, a mucha gente le pasa. De hecho, si se hace una búsqueda de la palabra “imitación” en Google, verá que prácticamente todo puede falsificarse, y el negocio cuesta anualmente miles de millones de dólares, además de miles de trabajos.
Incluso cuesta vidas. Los bolsos falsos son una cosa, pero las medicinas falsas son otra. Muchas personas alrededor del mundo mueren cada día porque los medicamentos que están tomando son imitaciones. Es algo realmente criminal.
¿Una fe falsa?
¿Qué haría usted y cómo se sentiría si descubriera que incluso su religión es falsa? La mayoría de nosotros “recibió” una fe de sus padres o “consiguió” una que le gustaba. Pero ¿es posible que, a pesar de nuestras buenas intenciones, estemos siguiendo creencias incorrectas?
Según Jesucristo, ¡sí, es posible!
Cuando le preguntaron a Jesús cuáles serían las señales de su segunda venida y “del fin del siglo”, lo primero que dijo fue: “Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” (Mateo 24:3-5).
¡Tengan cuidado! Jesús les advirtió en otras palabras que ¡hay muchos falsificadores religiosos allá afuera! De hecho, la situación ya se estaba manifestando en su tiempo, y varias veces Jesús reprendió a los líderes religiosos por confundir a la gente. ¿Cómo lo hacían? Lo hacían sustituyendo la verdad de Dios por tradiciones humanas fraudulentas.
En Mateo 15:6-9, Jesús les dijo a los fariseos: “habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres”.
Lamentablemente, las tácticas de los fariseos aún se practican en la actualidad, porque sí que funcionan.
Advertencias de Pablo
Así como las películas y la música se falsifican rápidamente, no tomó mucho tiempo para que doctrinas falsas aparecieran en el cristianismo.
El mismo apóstol Pablo se sorprendió de lo rápido que esto estaba ocurriendo, y escribió: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (Gálatas 1:6-7).
¿Qué tan grave era esta falta? Pablo explica, y lo repite dos veces: “si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (vv.8-9).
El apóstol también advierte que “vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4:3-4).
Luego, con palabras aún más duras, Pablo continúa: “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Corintios 11:13-15).
¡Pablo estaba hablando de cristianos, no de religiones paganas extrañas! Si el apóstol aún estuviera con vida, seguramente lo tildarían de “intolerante”, “cerrado de mente” y “exclusivista”. Pero ¿tuvo razón en lo que decía? Y ¿existen hoy líderes fraudulentos que enseñen doctrinas falsas?
¿Será posible que, sin saberlo, muchos cristianos (tal vez millones) estén perpetuando un antiguo fraude?
¿Pueden todas las iglesias estar en lo correcto?
Echemos un vistazo a las miles de denominaciones que hoy en día predican diferentes interpretaciones de lo que Cristo dijo e hizo. ¿No le parece que esto ya es un problema en sí? ¿No debería esto hacernos sospechar y cuestionar la autenticidad de tan diversas creencias? Después de todo, fue Cristo mismo quien dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27, énfasis añadido).
Algunos creen que debemos “seguir a nuestro corazón” o nuestra conciencia. Pero ¿es esta una filosofía bíblica o una fraudulenta? Otros dicen que no importa lo que creamos, siempre y cuando seamos sinceros. ¿En serio? ¿Dice eso la Biblia, o es sólo otra creencia humana que suena bien pero no tiene fundamento?
Algunos más piensan que todos los caminos llevan al cielo y, a fin de cuentas, todos iremos al mismo lugar… ¿Verdadero o falso? ¿No fue Jesús quien dijo: “edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18)?
Este último versículo nos plantea varias preguntas:
Si Cristo dijo que su Iglesia nunca moriría, ¿no debería esa Iglesia existir en la actualidad? ¿Significa esto que existe una Iglesia verdadera?
Cristo no dijo “edificaré mis iglesias” (plural). Por lo tanto, ¿diría Él que todas las denominaciones cristianas son suyas, teniendo en cuenta que “Dios no es Dios de confusión” (1 Corintios 14:33)?
Muchos dicen que “¡tantas iglesias no pueden estar equivocadas!” Pero ¿pueden estar todas en lo correcto?
Si existen iglesias, enseñanzas y ministros falsos, ¿cómo saber cuáles son genuinos?
Sólo un experto pudo notar las señales de la imitación en mi Rolex falso. Pero una vez que me las mostró, fueron obvias para mí también. ¿Podemos aprender a discernir las señales de las falsas doctrinas?
La Biblia revela señales clave que nos ayudan a separar la verdad de las enseñanzas religiosas fraudulentas.
La verdad, una prueba de fuego
La noche antes de morir, Jesús oró por sus discípulos pidiéndole a Dios: “Santifícalos en tu verdad”. “Santificar” significa apartar o consagrar algo para Dios. En otras palabras, la verdad sería la prueba de fuego para identificar a la Iglesia verdadera. Y para evitar cualquier malentendido, Cristo además explicó: “tu palabra es verdad” (Juan 17:17).
Entonces, según las palabras de Jesús, las opiniones y teorías de la gente sencillamente no cuentan. Las decisiones de cambiar doctrinas —que se tomaron cientos de años después, porque la sociedad cambió— no cuentan. Las enseñanzas nuevas que pretenden facilitar la conversión de los creyentes, no cuentan. Si algo no está en la Biblia, la palabra inspirada de Dios, entonces es falso, sin importar cuán bueno parezca o cuál sea su etiqueta.
Si se trata de una filosofía humana, es una creencia falsa. ¿Qué hay de la idea de que no importa lo que creamos, siempre y cuando adoremos sinceramente y “de corazón” a Dios? Pues Cristo tenía un problema con esto. En Juan 4:23-24, Él dice: “la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”.
Más adelante, también Jesús le dijo a Pilato: “para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz” (Juan 18:37). Estas son sólo dos de las 407 veces que la palabra “verdad” se menciona en la versión Reina Valera 1960 de la Biblia. En un mundo de mentiras, la verdad existe, y es importante para Dios.
En su encuentro con Jesús, Pilato hizo una pregunta que representa una filosofía predominante en la actualidad: “¿Qué es la verdad?”. Pero no es que quisiera saberlo realmente. Lo que Pilato estaba haciendo era negar que los seres humanos podemos llegar a conocer la verdad. Esta es sólo una salida fácil ante la responsabilidad que Dios pone sobre nosotros cuando dice: “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21).
¿Cómo anduvo Cristo?
Buscar la verdad nos lleva directamente a otra pista clave para identificar doctrinas falsas.
Hacia fines del primer siglo, el apóstol Juan estaba librando una batalla por la verdad contra fuerzas que querían cambiar las doctrinas y prácticas de la Iglesia verdadera. Los enemigos no querían crear una nueva religión, sino modificar la Iglesia que Cristo había edificado, introduciendo creencias falsas.
Uno de sus principales blancos de ataque eran los mandamientos. Juan lo sabía muy bien cuando escribió: “en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Juan 2:3-4); y en el versículo 6 continúa: “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo”.
¿Cómo anduvo Cristo? En primer lugar, Jesús siempre guardó los Diez Mandamientos —que han estado vigentes desde el inicio de la creación. En realidad, la enseñanza de Juan es una reiteración de lo que Cristo mismo había enseñado antes: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor… Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Juan 15:10, 14).
Cualquiera puede decir que “permanece en Jesucristo”, pero ¿qué acerca de guardar sus mandamientos? Esa es la verdadera prueba de fuego. Si usted está buscando la Iglesia que Jesús edificó, busque a quienes se esfuerzan por andar como Él anduvo. Lamentablemente, el filtro de los mandamientos inmediatamente descarta a muchas iglesias de la lista.
¿Por qué? Porque a través del tiempo los teólogos han insistido en que Cristo eliminó la necesidad de guardar la ley de Dios. Pero ¿qué dijo Jesús al respecto?: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:17-18).
La jota es la letra más pequeña del abecedario hebreo, y una tilde es una pequeña marca sobre una letra. En otras palabras, Jesús quería dejar en claro que la Ley y los Profetas —las instrucciones y juicios de Dios acerca de lo que es correcto e incorrecto— no irían a ninguna parte.
De hecho, en uno de sus sermones más famosos Cristo explicó muy claramente que la Ley y los Profetas eran más importantes que nunca, porque su significado y profundidad se extendían más allá de lo que los fariseos podían entender (Mateo 5:21-22, 27-28, 31-32, 33-34, 38-39, 43-44). Esto sin duda es un problema para cualquier iglesia que diga que Cristo abolió la ley de Dios.
Si alguien le dice lo contrario, saque la prueba del cuarto mandamiento (el día de reposo) como otro examen de autenticidad doctrinal.
Cristo no iba a la iglesia en domingo. A lo largo de los Evangelios, vemos que Él guardaba el sábado (séptimo día de la semana) como día de reposo. Era su costumbre adorar en este día (Lucas 4:16). Era lo que siempre hacía y sus discípulos también. El libro de Hechos, por ejemplo, contiene varios relatos de Pablo guardando el sábado, “como acostumbraba” (Hechos 17:2; vea también 13:14; 16:13; 18:4), porque, otra vez, los verdaderos discípulos de Cristo anduvieron “como él anduvo”.
Cristo y sus discípulos también guardaron las fiestas santas de Dios. Guardaron la Pascua juntos (Lucas 22:15), y el día en que la Iglesia comenzó, los discípulos estaban reunidos celebrando Pentecostés (Hechos 2:1-4). Pablo también escribió acerca de la observancia de la fiesta de Panes sin Levadura (1 Corintios 5:8), y la lista continúa. Además, no hay ninguna indicación en la Biblia de que Cristo pretendiera que sus seguidores dejaran de observar estos días.
¿Genuino o imitación?
¿Qué es la verdad? Hoy en día existen muchas doctrinas y prácticas que no son bíblicas —creencias que fueron indiscutible y evidentemente introducidas al cristianismo mucho después de que Jesús lo estableciera. ¿Es esta una prueba del verdadero o del falso cristianismo?
Los mandamientos y las fiestas bíblicas son sólo dos ejemplos de las muchas prácticas que distinguen a la Iglesia de Jesucristo —la Iglesia verdadera, basada en la verdad.
Según Cristo y los apóstoles, y según los registros históricos, el mundo lamentablemente está repleto de un cristianismo falso. Pero si usted está dispuesto a “Examinarlo todo; retener lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21), puede aprender a discernir entre la verdad y la mentira.
Para descubrir más acerca de la Iglesia, consulte nuestros artículos de la sección “La Iglesia: el cuerpo de Cristo” en VidaEsperanzayVerdad.org.