Vivimos en un mundo escéptico en el que muchos no creen en Dios ni en su Palabra. Pero profecías como las de Daniel comprueban que Dios sí existe y que la Biblia es veraz.
La Biblia podrá ser el libro más influyente del mundo y vender millones de copias al año, pero hoy en día muchos cuestionan su precisión y veracidad. ¿Hay alguna prueba de que las Escrituras sean ciertas? La respuesta es que sí, hay pruebas indiscutibles tanto de su autenticidad como de la existencia de Dios.
Las profecías comprueban la existencia de Dios
Isaías ―uno de los profetas de Dios más conocidos― escribió una profecía acerca del conflicto que Dios tendría con Israel debido a su idolatría de “dioses” hechos por ellos mismos (Isaías 44:9-20).
En uno de estos pasajes Dios explica que sus profecías (advertencias de cosas que ocurrirán en el futuro) son prueba de que sólo Él es el verdadero Dios y no otros dioses paganos:
“Alegad por vuestra causa, dice el Eterno; presentad vuestras pruebas, dice el Rey de Jacob. Traigan, anúnciennos lo que ha de venir; dígannos lo que ha pasado desde el principio, y pondremos nuestro corazón en ello; sepamos también su postrimería, y hacednos entender lo que ha de venir. Dadnos nuevas de lo que ha de ser después, para que sepamos que vosotros sois dioses; o a lo menos haced bien, o mal, para que tengamos qué contar, y juntamente nos maravillemos. He aquí que vosotros sois nada, y vuestras obras vanidad; abominación es el que os escogió” (Isaías 41:21-24).
La Biblia contiene muchas y variadas profecías, pero probablemente las más detalladas e impresionantes por la precisión de su cumplimiento y la manera en que evidencian la veracidad de la Biblia y la existencia de Dios son las profecías de Daniel.
Daniel es uno de los libros más interesantes y controversiales de la Biblia, especialmente porque contiene profecías tan precisas que quienes niegan el poder de Dios para predecir el futuro no pueden aceptar que haya sido escrito en el siglo VI a.C. ni que Daniel sea su autor y prefieren descartarlo como un fraude religioso producido alrededor del año 160 a.C.
Sin embargo, el libro mismo dice claramente que fue escrito por Daniel (que fue llevado cautivo desde Jerusalén y escribió por muchos años en el siglo VI a.C.), y expertos como Gleason L. Archer Jr. aseguran que hay suficiente evidencia lingüística e histórica para respaldar su autenticidad y destruir la teoría de que ha sido escrito más tarde (A Survey of Old Testament Introduction [Visión general de la introducción al Antiguo Testamento], 1974, pp. 379-403).
Otro punto importante es que el libro de Ezequiel (quien también fue llevado cautivo a Babilonia) describe a Daniel como un hombre justo a la par de Noé y Job, lo cual nunca hubiera sido aceptado como parte de la Escritura por los judíos si el libro de Daniel fuera un fraude (Ezequiel 14:14). De hecho, Jesucristo mismo avaló a Daniel refiriéndose él como “el profeta Daniel”, y esto sin duda es la aprobación cristiana máxima de la autenticidad de un libro (Mateo 24:15).
Como veremos en este artículo, tanto las profecías cumplidas de Daniel como su promesa del futuro establecimiento del Reino de Dios en la Tierra hacen de este un libro muy inspirador.
Primera profecía: Alejandro Magno
Una de las profecías más impresionantes de Daniel se encuentra en el capítulo 8 y consiste en la visión de un carnero que se abría paso hacia el poniente, el norte y el sur hasta que un macho cabrío dotado de un gran cuerno vino del poniente, corrió hacia él con “la furia de su fuerza… y lo pisoteó” (vv. 4-7). Luego su gran cuerno se rompe y en su lugar aparecen otros cuatro (v. 8).
Los versículos 20-22 explican la visión diciendo: “En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia. El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero. Y en cuanto al cuerno que fue quebrado, y sucedieron cuatro en su lugar, significa que cuatro reinos se levantarán de esa nación, aunque no con la fuerza de él”.
Como los estudiosos afirman, el gran cuerno de Grecia representa a Alejandro Magno, su emperador más poderoso. Alejandro conquistó el Imperio Medo-Persa y estableció el Imperio Greco-Macedonio sin muchas dificultades, pero dado que no tuvo herederos, su imperio se dividió entre sus cuatro generales después de su muerte. (Daniel 11:3-4 tiene una profecía similar sobre este gran emperador.)
John Gill describe la división del reino explicando que “Ptolomeo era rey de Egipto, al cual pertenecían Libia, Palestina, Arabia y Celesiria; Casandro era rey de Macedonia y Gracia; Lisímaco era rey de Asia, a la cual pertenecían Tracia y Bitinia, entre otros; y Seleuco era rey de Siria y los países del este” (comentario de Daniel 8:20-22).
Como vemos, Daniel dio una descripción precisa de algo que ocurriría más de 200 años después ―recordemos que mientras este libro probablemente se completó alrededor del año 530 a.C., la división del reino de Alejandro no ocurrió sino hasta el 323 a.C. ¡Es como si alguien hubiese profetizado la Segunda Guerra Mundial en 1730!
Dios tiene el control del futuro de este mundo y cuando quiera puede predecir lo que sucederá.
Segunda profecía: la Abominación Desoladora
La siguiente profecía es una descripción detallada de cómo cientos de años más tarde Antíoco IV Epífanes profanaría el templo de Dios:
“Y volverá a su tierra con gran riqueza, y su corazón será contra el pacto santo; hará su voluntad, y volverá a su tierra. Al tiempo señalado volverá al sur; mas no será la postrera venida como la primera. Porque vendrán contra él naves de Quitim, y él se contristará, y volverá, y se enojará contra el pacto santo, y hará según su voluntad; volverá, pues, y se entenderá con los que abandonen el santo pacto. Y se levantarán de su parte tropas que profanarán el santuario y la fortaleza, y quitarán el continuo sacrificio, y pondrán la abominación desoladora” (Daniel 11:28-31).
Jesucristo describe este pasaje como la profecía de “la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel”, la cual históricamente se refiere a la invasión de Jerusalén del año 169 a.C. por parte de Antíoco IV, gobernador del Imperio Seleúcida y descendiente de uno de los generales de Alejandro Magno (Mateo 24:15).
Nelson’s New Illustrated Bible Dictionary [Nuevo diccionario bíblico ilustrado de Nelson] describe a Antíoco como “Antíoco IV (175-164 a.C.), de apellido Epífanes (Dios manifiesto) pero llamado Epimanes (el loco) por sus enemigos judíos. Antíoco IV fue uno de los gobernantes más crueles que hayan existido en la historia; era emprendedor y ambicioso como su padre, Antíoco III el Grande, pero también tenía una tendencia a la crueldad que rayaba en la locura. Su principal meta era unificar el imperio imponiendo la civilización y cultura griegas, lo cual originó un conflicto con los judíos que para el año 167 a.C. se convertiría en una flagrante rebelión. El libro apócrifo de 2 Macabeos habla acerca de esto. La revuelta comenzó cuando Antíoco intentó unificar el reino en una misma religión, ley y tradición por medio de un edicto al que solo los judíos se opusieron. El edicto prohibía cosas como la observación del sábado, practicar la circuncisión y respetar todas las leyes alimenticias, y luego de ordenar estas prohibiciones Antíoco dio inicio a la ‘Abominación Desoladora’ (Dan. 11:31) ―la profanación del altar del templo de Jerusalén. Se obligó a los judíos a participar en fiestas paganas y cualquiera que fuera sorprendido con el Libro de la Ley era asesinado” (“Antíoco”).
Nadie puede negar que el templo fue profanado por Antíoco tal como Daniel profetizó. Otra vez, las Escrituras comprueban la veracidad de la Biblia y el poder de Dios para controlar el destino de la humanidad. Conozca más acerca de esto en el artículo “La abominación desoladora: ¿qué es?”.
Tercera profecía: el Imperio Romano
En los capítulos 2 y 7 de Daniel, Dios le revela al profeta una profecía acerca de cuatro grandes reinos que tendrían cierto impacto sobre su pueblo antes de la llegada de su Reino. Una de las partes más impresionantes de la profecía tiene que ver con la aparición del Imperio Romano o el “cuarto reino”, que sería “fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo” (Daniel 2:40).
La mayoría de los expertos concuerda en que esta profecía del cuarto reino, descrito como más fuerte y poderoso que los anteriores, se refiere al Imperio Romano y cómo este “desmenuzó y quebrantó todo” en la conquista de Siria y Palestina.
Esto obviamente resulta bastante problemático para quienes niegan la autenticidad de Daniel asegurando que fue escrito en el siglo II a.C., pues el imperio romano no se apoderó de Siria y Palestina sino hasta aproximadamente el año 65 a.C., 100 años después de la fecha en que suponen que la profecía se escribió.
Nadie puede negar que el Imperio Romano fue más grande, fuerte y duradero que cualquiera de sus predecesores y ni aun los escépticos pueden explicarse la exactitud de esta profecía. Por lo tanto, la conclusión obvia es que el autor del libro de Daniel tuvo una revelación sobrenatural del futuro.
Para Dios no hay diferencia entre predecir un evento 100 o 500 años antes de que suceda, así que el cumplimiento de esta profecía vuelve a confirmar que, lejos de ser un fraude, el libro de Daniel fue escrito por un verdadero profeta de Dios en el siglo VI a.C. tal como el libro mismo afirma.
Cuarta profecía: el Reino de Dios
Daniel 2:44 continúa diciendo: “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre”.
Aunque esta profecía aún no se ha cumplido, sin duda es la profecía más importante de todas. Es un mensaje de esperanza que nos asegura que la humanidad no se auto-destruirá ni destruirá el planeta antes de que Cristo regrese para establecer su Reino eterno en la Tierra y derrocar a todos los gobiernos humanos perversos y egoístas que aún existan.
El Reino de Dios acabará con la guerra, cambiará la naturaleza de los animales, convertirá los desiertos en tierra fértil y traerá todo lo que la humanidad ha intentado alcanzar durante miles de años: un gobierno justo, un clima apropiado y sanidad para todos los enfermos y dolidos (Miqueas 4:3; Isaías 11:6-9; 41:18; 35:1-7).
Así como la profecía demuestra que Dios existe y la Biblia es veraz, podemos estar seguros de que el Reino de Dios pronto será establecido para dar comienzo a un mundo completamente nuevo.
Le invitamos a leer más acerca de la evidencia de la existencia de Dios y la autenticidad de la Biblia en las secciones “¿Existe Dios?” y “¿Es la Biblia veraz?”. Si desea saber más acerca del libro de Daniel, consulte la sección “Para entender el libro de Daniel”.