¿Creen los evolucionistas en la evolución únicamente por la ciencia? ¿O tiene sus raíces en la creencia de una filosofía materialista? Analicemos los problemas de la evolución.
En los últimos doscientos años, la visión bíblica del mundo se vio sustituida por la visión evolutiva en la educación y la ciencia occidentales.
La Biblia tiene enunciados muy contrarios a muchas de las “verdades” aceptadas por el mundo moderno.
¿Creación o evolución?
Con frecuencia una persona debe tomar una decisión fundamental, y no hay lugar para puntos intermedios: ¿creo que la Biblia es la Palabra de Dios inspirada e infalible, y por lo tanto creo en todo lo que se afirma en ella?
O, por el contrario, ¿creo en lo que enseñan y creen confiadamente los seres humanos falibles —incluida la mayoría de la élite mundial, los líderes intelectuales, los profesores, los poderosos y los que marcan tendencias en el mundo que me rodea?
La Biblia afirma que Dios creó absolutamente todo, y esto tiene implicaciones significativas que marcarán una diferencia real para cada persona.
Un ejemplo fundamental de la decisión que debe tomar cada persona acerca de cuáles son sus creencias lo encontramos en el libro del profeta Jeremías.
“Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Eterno; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice el Eterno; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado. Así ha dicho el Eterno, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que parte el mar, y braman sus ondas; el Eterno de los ejércitos es su nombre” (Jeremías 31:34-35, énfasis añadido).
Ésta es una descripción en la Biblia que habla acerca de una época en el que todas las personas del mundo van a tener la oportunidad de conocer personalmente (no sólo tener información acerca de, sino conocer realmente) al “Eterno”. Él es el Eterno Dios Creador de la Biblia, que ya existía antes de todas las cosas. Él creó el sol, la luna y las estrellas —el juez moral de la humanidad (con la autoridad y el poder para perdonar los pecados de las personas). ¿Es esto creíble?
El mundo no cree en Dios
En el mundo actual, una persona que crea literalmente en la verdad de todos los aspectos de la afirmación de Jeremías, evidentemente hace parte de la minoría. Lo que enseña la Biblia es totalmente contrario a lo que la mayoría de las personas considera como factible.
La descripción de Jeremías contrasta fuertemente con las creencias actuales del mundo —donde muchas personas realmente no conocen a Dios en absoluto— ¡principalmente porque tienen dudas de que siquiera Él exista! Claramente, es muy difícil conocer a alguien si uno ni siquiera cree, con seguridad, que ese ser es real.
Pero, ¿por qué? El impacto de la evolución en la sociedad
Entonces uno se pregunta, ¿qué es lo que ha contribuido a que existan tantas dudas en la mente de la mayoría de las personas con respecto a la existencia del Dios de la Biblia —y que, en algún momento, todo el mundo va a tener la oportunidad de conocerlo personalmente?
¿Qué es lo que pasa actualmente en el mundo —en las bases de la cultura popular, de la política, el entretenimiento y especialmente en la educación— que genera tantas dudas en la mente de las personas acerca de la existencia del Dios Creador de la Biblia?
La respuesta: la teoría de la evolución.
La idea se enseña prácticamente a nivel global en los colegios modernos, en todos los niveles. La creencia es que todo lo que hay en el universo (incluyendo el sol, la luna, las estrellas y toda la vida) surgieron —por pura casualidad. La idea es que todo aquello que percibimos surgió debido a fuerzas sin dirección, sin ninguna planeación inteligente o propósito —su origen no fue un Creador inteligente, poderoso y justo. Por consiguiente, no sería necesario ningún Dios, y ningún Dios juzgaría a la humanidad por sus pecados o los perdonaría.
La teoría de la evolución permea el mundo moderno. Y aun así, la idea de la evolución es completamente inconsistente con lo que la Biblia revela. Para aceptar la teoría de la evolución no se puede creer en la Biblia —o al menos, se debe realizar el tortuoso ejercicio mental de reinterpretar las claras afirmaciones de la Biblia para tratar de encajar la evolución en ella.
¿Evolución teísta?
Un número significativo de denominaciones cristianas han adoptado la creencia en la evolución teísta, la cual plantea que el método de creación de Dios fue diseñar inteligentemente un universo en el que todas las cosas evolucionarían naturalmente. Otros se aferran a una creencia en la evolución directa, en la que Dios ayuda a guiar el proceso evolutivo.
Pero estos puntos de vista asumen que la descripción bíblica de la creación es alegórica y no literal. Si usted desea profundizar más en este tema, lo invitamos a leer nuestros artículos, “Evolución teísta“, “¿Pueden los cristianos creer en la evolución?“, “¿Cuánto duraron los ‘días’ en Génesis 1?“ y “La teoría de la brecha“.
El resumen de la creación
La Biblia afirma que Dios creó el mundo y todo lo que hay en él. Habló y así llegó el reino a su existencia, y la majestuosidad de todo lo que Él hizo debería hacer que todos aquellos que lo observen lo alaben y lo glorifiquen.
Veamos algunos versículos de la Biblia acerca de la creación:
- “Porque en seis días hizo el Eterno los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, el Eterno bendijo el día de reposo y lo santificó” (Éxodo 20:11).
- “Por la palabra del Eterno fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca. Él junta como montón las aguas del mar; Él pone en depósitos los abismos. Tema al Eterno toda la tierra; teman delante de él todos los habitantes del mundo. Porque él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió” (Salmos 33:6-9, énfasis añadido).
- “Alabadle, sol y luna; alabadle, vosotras todas, lucientes estrellas. Alabadle, cielos de los cielos, y las aguas que están sobre los cielos. Alaben el nombre del Eterno; porque él mandó, y fueron creados” (Salmos 148:3-5, énfasis añadido).
- “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmos 19:1).
Resumen de la evolución
La enseñanza basada en la evolución plantea una historia totalmente diferente. Es la historia de que la nada se convirtió en el todo hace mucho tiempo, comenzando con una fluctuación cuántica —un Big Bang— toda la materia, la energía, el tiempo y el espacio surgió de una compactación infinitesimal. (No hay ninguna explicación real acerca de cómo esto pudo llegar a existir sin un Creador.)
De esta manera, se plantean todo tipo de conjeturas con sucesos que nunca se habían observado antes y que violan todas las leyes conocidas de la física. Después de esto surgieron estrellas y galaxias que se reunieron. Y mucho tiempo después las sustancias químicas no vivas se convirtieron de alguna manera (nadie sabe cómo) en seres vivos. A continuación, las células individuales mutaron y finalmente se desarrollaron, durante eones de tiempo, a través de varias formas de vida intermedias, hasta llegar a los seres humanos modernos.
No hay ningún científico que haya observado algo de este proceso. Pero esa es la historia. Y el Dios de la Biblia no hace parte de ella. Todo sucedió espontáneamente, sin una dirección, sin inteligencia, sin propósito, simplemente sucedió.
La evolución como religión
La ideología y cosmovisión evolucionista es mucho más que una teoría científica. De hecho, es una religión —una religión que compite con la religión de la Biblia— con nada más que materia y energía y su propio conjunto de milagros.
Tiene sus propias suposiciones, que invalidan y suprimen de forma evidente las conclusiones que deberían ser obvias al examinar las maravillas del mundo físico. Contradice rotundamente el relato bíblico acerca del origen del mundo.
La teoría de la evolución, en los términos inexorables de la Biblia, es “fatua” y una “mentira” (ver Romanos 1:25 y versículos cercanos).
¿Qué mentira más grande puede haber que aquella que afirma que la causa absoluta de todo lo que podemos ver ni siquiera existe? Y aun así, domina nuestro mundo moderno. El currículo de la ciencia exige la enseñanza de la evolución a todos los estudiantes en gran parte del sistema educativo formal del mundo.
Pero, ¿está basado en ciencia real?
En cuanto al desarrollo de los seres vivos, la “Síntesis evolutiva moderna” pretende actualizar la teoría que Charles Darwin planteó en 1859 (publicado en su libro El origen de las especies) con los descubrimientos modernos en el campo de la genética. El libro de Darwin pretendía explicar la variedad de formas de vida, desde las más simples hasta las más complejas, por medio de procesos completamente naturales.
Según Darwin, no hubo necesidad de un Dios Creador inteligente, sabio y poderoso. Él postuló la teoría de que las fuerzas de la naturaleza, sin dirección ni inteligencia, por sí mismas (“selección natural”) se encargarían de “seleccionar” las pequeñas diferencias entre las formas de vida si esas diferencias suponían algún tipo de ventaja reproductiva. De este modo, las criaturas que de alguna manera habían sido dotadas con estas diferencias favorables sobrevivirían y las que no las tuvieran se extinguirían.
Darwin planteó que en este proceso, durante extensos periodos de tiempo, algún tipo de criatura se iba a desarrollar gradualmente, iba a adquirir ventajas y se convertiría en otro tipo de criatura.
La fuente de todos esos pequeños, acumulativos y favorables cambios era desconocida para Darwin. En nuestros tiempos modernos, los que proponen la evolución ven en las mutaciones aleatorias una posible fuente. La información necesaria para construir y mantener los seres vivos se encuentra en el ADN de las células. Cuando las células se dividen y los organismos se reproducen, este código del ADN se debe transcribir. Los errores aleatorios que tienen lugar ocasionalmente en este proceso de transcripción se conocen como mutaciones.
Por lo tanto, la teoría moderna de la evolución biológica asume que la vida comenzó de alguna manera (nadie sabe cómo) y así la vida simple cambió a formas de vida cada vez más y más complejas por medio de la mutación y la selección natural. La teoría era que todo esto sucedería gradualmente, a lo largo de extensos periodos de tiempo.
Ningún Dios estuvo involucrado en el proceso. Ni inteligencia, ni propósito. Por ende, en la teoría, no hay normas divinas que guíen moralmente a los seres humanos o a las que deban rendir cuentas.
Fe en la evolución
Los defensores de la evolución reconocen que es una religión —y defienden con celo su fe en ella.
Michael Ruse, un profesor de filosofía y zoología, ateo y creyente en la evolución que enseñó en la Universidad de Guelph en Canadá durante 35 años antes de aceptar una oferta laboral en la Universidad del Estado de Florida, escribió lo siguiente en el National Post de Canadá:
“La evolución es promovida por sus practicantes como algo más que una simple ciencia. La evolución es promulgada como una ideología, una religión secular —una alternativa para el cristianismo completamente desarrollada, con significado y moralidad. Yo soy un ex cristiano y un ferviente evolucionista…
“Los partidarios del literalismo tienen toda la razón. La evolución es una religión. Esto era cierto en la evolución al principio y sigue siendo cierto en la evolución actualmente… Por lo tanto, la evolución suscitó un tipo de ideología secular, un substituto explícito del cristianismo” (“How Evolution Became a Religion: Creationists Correct?” [Cómo la evolución se convirtió en una religión: ¿tienen razón los creacionistas?], 13 de mayo de 2000).
Las creencias humanistas se oponen al cristianismo
Si no hay un Dios Creador, entonces el hombre se ve a sí mismo como un dios —de ahí la filosofía moderna del humanismo.
En el 2003, la Asociación Humanista Estadounidense hizo un listado de las seis “creencias fundamentales” en su Manifiesto humanista III. La segunda creencia es: “Los seres humanos son una parte integral de la naturaleza, el resultado del cambio evolutivo, un proceso no guiado” (“El humanismo y sus aspiraciones”, Asociación Humanista Estadounidense, 2003).
Los humanistas laicos tienen el afán de difundir su creencia en la evolución, especialmente por medio de las escuelas públicas. En medio de su afán, consideran que su misión es ganar finalmente la batalla de las creencias y erigirse triunfantes sobre el “cadáver putrefacto del cristianismo”. No ocultan su agenda, como se ve en la siguiente declaración.
“Estoy convencido de que la batalla por el futuro de la humanidad debe ser llevada a cabo y ganada en los salones de clases de las escuelas públicas por los profesores que se apersonen correctamente de su papel como proselitistas de una nueva fe: una religión de la humanidad que reconoce y respeta el destello de lo que los teólogos llaman divinidad en cada ser humano. Estos profesores deben encarnar la misma dedicación desinteresada que los predicadores fundamentalistas más acérrimos, ya que serán ministros de otro tipo, utilizando un aula en lugar de un púlpito para transmitir valores humanistas [incluida la creencia en la evolución] en cualquier asignatura que impartan, independientemente del nivel educativo —guardería infantil o una gran universidad estatal.
“El salón de clases debe ser y se convertirá el escenario del conflicto entre el antiguo y el nuevo —el cadáver putrefacto del cristianismo, junto con todos sus males y miseria adyacentes, y la nueva fe del humanismo…
“Sin duda será una lucha extensa, ardua, dolorosa llena de tristeza y muchas lágrimas, pero el humanismo [y su principio fundamental de la evolución] emergerán triunfantes. Así debe ser si la familia de la humanidad desea sobrevivir” (John Dunphy, “A Religion for a New Age” [Una religión para una nueva era], The Humanist, Enero-Febrero de 1983).
¿Realmente tiene algo de ciencia?
Entonces, ¿es esto ciencia? ¿O más bien una filosofía antibíblica e impía —una religión opuesta al cristianismo? ¿Es en verdad objetiva? ¿Llevan las observaciones y mediciones del mundo natural inevitablemente a los científicos a estas conclusiones —resumidas en la teoría del neodarwinismo?
¿O hubo una agenda que impulsó el desarrollo de la teoría de la evolución desde el principio —desde la época de Darwin, o incluso antes?
¿Qué dicen los principales defensores de la teoría acerca de todo esto? Analice las siguientes declaraciones de parte de los principales defensores de la teoría moderna de la evolución:
Richard Lewontin, un importante evolucionista, autor, genetista y profesor jubilado de biología de la Universidad de Harvard, escribió:
“Nos ponemos del lado de la ciencia a pesar del evidente absurdo de algunas de sus elaboraciones, a pesar de su fracaso en el cumplimiento de muchas de sus extravagantes promesas de salud y vida, a pesar de la tolerancia de la comunidad científica a las historias sin fundamento, porque tenemos un compromiso previo, un compromiso con el materialismo.
“No es que los métodos o las instituciones de la ciencia, de alguna manera nos obliguen a aceptar una explicación material del mundo fenomenal, por el contrario, estamos obligados por nuestra adhesión a priori a las causas materiales a crear un aparato de investigación y un conjunto de conceptos que produzcan explicaciones materiales, sin importar cuán contradictorias o desconcertantes resulten para los no iniciados. Además, este materialismo es absoluto, ya que no podemos permitir un pie divino en la puerta” (“Billions and Billions of Demons” [Miles y miles de millones de demonios], The New York Review, 9 de enero de 1997, p.31, énfasis en el original).
Thomas Nagel escribió:
“Quiero que el ateísmo sea cierto… No sólo es que no crea en Dios y, naturalmente, espero que mi creencia sea la correcta. ¡Es que realmente espero que Dios no exista! No quiero que haya un Dios; no quiero que el universo sea así. Mi opinión es que este problema de autoridad cósmica no es una condición extraña y que es responsable de gran parte del cientificismo y el reduccionismo de nuestro tiempo. Una de las tendencias que apoya es el absurdo uso excesivo de la biología evolucionista para explicar cada aspecto de la vida humana, incluyendo todo lo relacionado con la mente humana… Ésta es una situación un tanto ridícula” (The Last Word [La última palabra], pp. 130-131, énfasis añadido).
El profesor Nagel es un intelectual estadounidense y ateo declarado. Es profesor emérito de filosofía y derecho en la Universidad de Nueva York, donde enseñó desde 1980 hasta el año 2016. Más adelante, cuestionó de manera controversial el materialismo como respuesta de todas las cosas, incluyendo la conciencia humana, y al hacerlo, suscitó la ira de todos sus compañeros ateos creyentes en la evolución.
Stephen J. Gould escribió: “La extrema rareza de las formas transicionales en el registro fósil persiste como el secreto comercial de la paleontología".
Stephen J. Gould escribió:
“La extrema rareza de las formas transicionales en el registro fósil persiste como el secreto comercial de la paleontología… Para preservar nuestra explicación favorita de la evolución por selección natural, consideramos que nuestros datos son tan deficientes que nunca vemos el mismo proceso que profesamos estudiar” (“Evolution’s Erratic Pace”, [El ritmo errático de la evolución], Natural History, mayo de 1977, 86:14, énfasis añadido).
El Dr. Gould fue un paleontólogo estadounidense, biólogo evolucionista e historiador de ciencias. Reconoció que la evidencia para respaldar la historia evolucionista simplemente no existe —definitivamente no está en el registro fósil. Fue uno de los escritores acerca del tema de la evolución con mayor reconocimiento e influencia a nivel mundial. Gould enseñó en la Universidad de Harvard y trabajó en el Museo Americano de Historia Natural en la ciudad de Nueva York.
D.M.S Watson dijo: “La evolución como tal es aceptada por zoólogos no porque hayan observado que ocurra o… se puede corroborar como cierta por evidencia lógica coherente, pero la creación especial, como única alternativa, es claramente increíble” (citado en el libro de Herbert Schlossberg, Idols from destruction: Christian Faith and Its Confrontation With American Society [Ídolos de la destrucción: el conflicto entre la fe cristiana y la cultura secular], pp. 144-145, énfasis añadido).
El Dr. Watson fue profesor de zoología y anatomía comparativa en el University College en Londres.
Scott C. Todd escribió, “Más importante aún, debería quedar muy claro en el salón de clases que la ciencia, incluida la evolución, no ha refutado la existencia de Dios porque no puede permitirse considerarla (presumiblemente). A pesar de que toda la información apunta hacia un diseñador inteligente, tal hipótesis se excluye de la ciencia porque no es naturalista. Por supuesto, el científico, como individuo, es libre de aceptar una realidad que trascienda del naturalismo” (“A View From Kansas on That Evolution Debate” [“Una perspectiva desde Kansas acerca del debate de la evolución], Nature, Vol. 401, 30 de septiembre de 1999, p. 423, énfasis añadido).
Esta afirmación del profesor Todd pone de manifiesto una importante realidad moderna. El término ciencia ha sido incorporado por la élite académica e intelectual evolucionista para excluir a Dios y lo sobrenatural, ¡por definición!
En este orden de ideas, cualquier persona que no crea en la teoría de la evolución, pero sí crea en el relato bíblico de la creación, es una persona “no-científica”.
Los errores científicos en la evolución
A pesar de que los evolucionistas han dejado fuera del panorama a Dios el Creador, todavía tienen unas debilidades catastróficas en su teoría. Otros artículos en esta página web abordan esos problemas. En un breve resumen, estos son algunos de los problemas.
Los eslabones entre las especies de criaturas hacen falta.
La teoría de Darwin postula innumerables formas de vida intermedias a medida que la vida evolucionó desde las criaturas unicelulares hasta el hombre. Así se creía en los tiempos de Darwin y actualmente se sigue creyendo esto —el registro fósil está lleno de inconsistencias. ¡Los innumerables eslabones que hacen falta, siguen sin encontrarse!
El relato bíblico es verdad. Cada “especie” de criatura se reproduce según su especie —nunca cambia a una especie completamente diferente (Génesis 1:11-12, 21, 24-25). Existe una variedad dentro de las “especies” bíblicas —dentro de unos límites definidos de variabilidad— pero nunca se ha encontrado evidencia de que una especie de origen a otra. Las vacas paren vacas. Los peces producen peces. Los pájaros producen pájaros. Las rosas generan nuevas rosas.
Incluso dentro de los evolucionistas esto se sabe y es aceptado. El profesor Stephen J. Gould de Harvard escribió: “La ausencia de evidencia fósil de etapas intermedias entre las principales transiciones en el diseño orgánico, de hecho nuestra incapacidad, incluso en nuestra imaginación, para construir intermedios funcionales en muchos casos, ha sido un problema persistente y preocupante de los relatos gradualistas de la evolución” (“Is a New and General Theory of Evolution Emerging?” [¿Está surgiendo una nueva teoría general de la evolución?], Paleobiology, p. 127).
La vida —incluyendo la maquinaria molecular de la vida a nivel celular— es mucho más compleja y evidentemente diseñada para haberse desarrollado por el proceso no guiado de la selección natural que actúa sobre las mutaciones aleatorias.
Las máquinas moleculares “irreduciblemente complejas” de las células vivas —que están compuestas por muchas piezas acopladas con precisión, las cuales deben estar presentes para que estas máquinas biomecánicas funcionen— no pueden ser construidas y “seleccionadas” un pequeño paso a la vez. Todas las piezas tienen que estar presentes y correctamente ensambladas desde el principio para que estas máquinas puedan albergar vida.
Nadie tiene idea de cómo pudo originarse la primera vida, sin el Creador bíblico.
A pesar de que los evolucionistas pueden especular acerca de la sopa química en los océanos antiguos, en los cuales ciertos químicos se atacaron entre ellos aleatoriamente y así se produjo la primera célula viviente, ningún científico ha sido capaz de replicar esto en un laboratorio, o incluso describir con detalles los pasos por medio de los cuales pudo haber sucedido esto.
La probabilidad de la evolución
Incluso las probabilidades más optimistas están en contra de la evolución.
Varios investigadores han llegado a la conclusión de que las probabilidades de que las sustancias químicas se unan para producir vida por casualidad son increíblemente reducidas. Incluso los evolucionistas reconocen esto. El astrónomo británico, Sir Fred Hoyle calculó en 1 entre 1040.000 las probabilidades de que, por azar, se diera un solo paso en el camino desde las sustancias químicas hasta una célula viva (Fred Hoyle y Chandra Wickramasinghe, Evolution From Space [La Evolución de la vida desde el Espacio Exterior], p. 148).
El evolucionista y teórico de la información Hubert Yockey, de la facultad de la Universidad de California en Berkeley, lo expresó así: “El origen de la vida por casualidad en una sopa primitiva es imposible en probabilidad de la misma manera que lo es una máquina [de movimiento] perpetuo. Las probabilidades extremadamente pequeñas calculadas en este capítulo no desaniman a los verdaderos creyentes [es decir, a los evolucionistas comprometidos, a los que deciden creerlo simplemente porque quieren que sea cierto]… [no obstante] una persona práctica debe concluir que la vida no se produjo por casualidad” (Information Theory and Molecular Biology [Teoría de la información y la biología molecular], p. 257, énfasis añadido).
Algunos evolucionistas, cuando consideran honestamente la imposibilidad del origen de la vida en la Tierra a partir de un proceso aleatorio, dan el siguiente paso y especulan que la vida entonces debió tener sus inicios en el espacio exterior. Luego, debió haber llegado de alguna manera a la Tierra por medio de cometas, quizás naves espaciales extraterrestres o por otros medios, ¡y después continuó su desarrollo por medio del proceso darwiniano!
Entre los evolucionistas de renombre qué, en algún momento de sus carreras, postularon ideas acerca del espacio exterior como fuente del origen de la vida en la Tierra se encuentran Hoyle, Francis Crick (co-descubridor de la estructura del ADN) y el físico Stephen Hawking.
Aparentemente, el pensamiento aquí, es que las probabilidades de que pueda haber comenzado en la Tierra son tan pequeñas que es ridículo siquiera considerarlo, así que tal vez comenzó en el espacio exterior y fue traído a la Tierra. Pero eso no resuelve el problema. Sólo especula que el improbable caso de un comienzo fortuito de la vida aquí en la Tierra podría tener mejores probabilidades en algún otro lugar del universo —una idea sin ninguna base científica.
Mutaciones y selección natural
Mutaciones —el supuesto origen de la nueva información genética que permite que la vida se desarrolle a partir de células individuales hasta los complejos organismos actuales— son casi siempre degradativas, destruyen información del genoma, no la añaden.
Las mutaciones perjudican y hacen retroceder la vida, en lugar de ser el motor que la hace avanzar. Ésta es la conclusión de muchos estudios. Un buen resumen de este material se encuentra en el libro recientemente publicado Darwin Devolves, del bioquímico y autor estadounidense Michael Behe (2019).
La selección natural elimina, pero no crea.
El mismo proceso de selección natural explica la eliminación y extinción de formas de vida que no son lo suficientemente “aptas” para la supervivencia, pero nunca se ha demostrado que conduzca a un desarrollo ascendente de las formas de vida, más allá de límites bastante estrictos.
La famosa evolucionista Lynn Margulis lo confirmó. “La selección natural elimina y quizás mantiene, pero no crea” (“Discover Interview: Lynn Margulis Says She’s Not Controversial, She’s Right,” discovermagazine.com, 16 de junio de 2011).
Esto reivindica una vez más el principio bíblico de que las criaturas pueden reproducirse dentro de los estrechos límites establecidos por Dios —“según su especie”.
Indiferencia ciega y despiadada
La evolución es una religión de la desesperación y no ofrece ninguna esperanza ni propósito ni alegría.
Todo es tan desalentador. Los sumos sacerdotes de la religión de la teoría evolutiva neo-darwiniana pueden afirmar que es verdadera y liberadora, y de hecho tienen un afán de proselitismo y de difusión de su religión, especialmente entre las mentes jóvenes e impresionables de la escuela. Sin embargo, parecen saber que se trata de una idea totalmente sombría.
Richard Dawkins, biólogo evolutivo, ateo y escritor de la Universidad de Cambridge, lo expresa de esta manera:
“La cantidad total de sufrimiento por año en el mundo natural está más allá de toda contemplación decente... Debe ser así… En un universo de fuerzas físicas ciegas y réplicas genéticas, algunas personas van a salir perjudicadas, otras van a tener suerte, y no encontrará ninguna rima o razón en ello, ni ninguna justicia. El universo que observamos tiene precisamente las propiedades que deberíamos esperar si no hay, en el fondo, ningún diseño, ningún propósito, ningún mal ni ningún bien, nada más que una indiferencia ciega y despiadada” (River Out of Eden: A Darwinian View of Life, pp. 131-133, énfasis añadido).
Para no quedarse atrás en la difusión de la teoría evolutiva, el profesor ateo de biología evolutiva William Provine dijo:
“No hay dioses, ni fuerzas intencionadas de ningún tipo, ni vida después de la muerte. Cuando muera, estoy absolutamente seguro de que voy a estar completamente muerto. Eso es todo, ése va a ser mi fin. No hay ningún fundamento definitivo para la ética, ningún sentido supremo de la vida, y tampoco hay libre albedrío para los seres humanos” (Darwinism: Science or Naturalistic Philosophy? [Darwinismo: ¿ciencia o filosofía naturalista?], video, 1994).
¿Prueba la ciencia la evolución?
Como hemos visto, los evolucionistas comprometidos y destacados han redefinido arbitraria y arrogantemente la “ciencia” de tal manera que:
- Excluye incluso la posibilidad de que el Dios de la Biblia sea el creador del mundo.
- Por lo tanto, su “ciencia” debe apoyar la evolución, porque es la única opción aceptada.
La evolución es su religión y su fe. Toman la decisión de creer en su teoría (y no creer en la Biblia) porque así lo desean.
No obstante, como han demostrado las numerosas citas de este artículo, nadie tiene que estar mentalmente sometido a la teoría de la evolución ni sentirse obligado a pensar que las pruebas de la evolución son abrumadoras. No lo son. Es precisamente lo contrario.
Una persona con una mente sana tiene la libertad de elegir creer en la verdad —que este maravilloso mundo, en toda su complejidad, es de hecho, el producto del diseño de un poderoso y brillante Creador— el Dios de Jeremías.
Podemos basar nuestra religión en la verdad, en lugar de la falsedad de la teoría evolutiva. Hacerlo no nos convierte en ignorantes ni significa que tengamos que rechazar las pruebas y los hechos de la ciencia.
La evolución y el cristianismo
Lo que una persona decide creer es importante. Hay mucho en juego.
Un evolucionista lo expresó con crudeza: “Lo más devastador que la biología le hizo al cristianismo fue el descubrimiento de la evolución biológica. Ahora que sabemos que Adán y Eva nunca fueron personas reales, el mito central del cristianismo queda destruido. Si nunca hubo un Adán y Eva, nunca hubo un pecado original. Si nunca hubo un pecado original no hay necesidad de salvación. Si no hay necesidad de salvación no hay necesidad de un salvador. Y sostengo que eso pone a Jesús, histórico o no, en las filas de los desempleados. Creo que la evolución es la sentencia de muerte absoluta del cristianismo” (Frank Zindler, ateo estadounidense, en un debate con William Craig, Atheism vs. Christianity Ateísmo vs. Cristianismo], video, 1993).
Otro evolucionista ateo, el famoso historiador y escritor de ciencia ficción, H.G. Wells, hizo la misma siniestra observación hace mucho tiempo.
Al hablar de las innegables ramificaciones de la teoría de la evolución, escribió: “Si todos los animales y el hombre hubieran evolucionado de esta manera ascendente, entonces no habrían existido los primeros padres, ni el Edén, ni la caída. Y si no hubo caída, entonces todo el entramado histórico del cristianismo, la historia del primer pecado y la razón de una expiación, sobre la que la enseñanza actual basaba la emoción y la moral cristianas, se derrumbaba como un castillo de naipes” (The Outline of History —Being a Plain History of Life and Mankind [Esquema de la historia: historia sencilla de la vida y de la humanidad], cuarta revisión, Vol. 2, p. 616, énfasis añadido).
Dios tiene la última palabra
Las palabras del apóstol Pablo, a las que nos referimos anteriormente, son apropiadas como resumen final:
“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles… ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén” (Romanos 1:18-23, 25, énfasis añadido).