¿Cuál fue la historia de la iglesia en Éfeso? ¿Cuál es la importancia del mensaje de Cristo a la primera de las siete Iglesias de Apocalipsis, para nosotros en la actualidad?
Cuando el apóstol Juan tuvo la visión del Día del Señor, que está registrada en el libro de Apocalipsis, el escuchó a Jesús decir: “Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último”, y: “Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea” (Apocalipsis 1:11).
Como lo dijimos en el artículo “Las siete Iglesias de Apocalipsis”, el orden de estas ciudades corresponden a “La ruta de correo que llevaría el rollo desde Patmos [donde Juan recibió la visión]” (Biblia de Estudio ESV, Apocalipsis 2:11). En este artículo hablaremos de la ciudad de Éfeso durante el primer siglo, el mensaje que recibió la congregación y la importancia de las instrucciones de Cristo para la congregación de cristianos en la actualidad.
El Éfeso del primer siglo
Localizada cerca de la desembocadura del rio Caistro en la Isla de Samos, Éfeso era llamada “la primera y más grande metrópolis de Asia” por los romanos. “Con un puerto artificial de fácil acceso para las embarcaciones más grandes, y rivalizando con el puerto de Mileto, erigiéndose a la entrada del valle que se extiende hasta el interior de Asia Menor y conectada por autopistas con las principales ciudades de la provincia, Éfeso era la ciudad de más fácil acceso en Asia, tanto por tierra como por mar.
“Su ubicación, por lo tanto, favorecía el desarrollo religioso, político y comercial, y ofrecía un campo muy favorable para las labores misioneras de Pablo. La ciudad se alzaba sobre el lugar donde confluían dos laderas y en la base de dos colinas, Prion y Coreso, con una vista magnífica; su clima era excepcionalmente bueno y el suelo del valle era inusualmente fértil” (Enciclopedia de la Biblia Estándar Internacional, 1939, “Éfeso”).
Entre las ruinas del antiguo Éfeso, el gran teatro (Foto por David Treybig). La ciudad era muy conocida por su templo de Diana y por su teatro —el más grande del mundo, con capacidad para acomodar 50.000 personas. Dada su importancia, no debe sorprendernos que varios judíos residieran en la ciudad. Ya que era un centro importante de viajes, el apóstol Pablo fue a la ciudad; y de acuerdo con su costumbre, “entrando en la sinagoga, discutía con los judíos” (Hechos 18:19).
Pablo luego dejó a Priscilla y Aquila en Éfeso mientras él iba a Jerusalén para celebrar uno de los días santos de Dios. Un talentoso orador llamado Apolos pronto llegó a la ciudad y empezó a hablar de una forma elocuente y franca acerca de “lo concerniente al Señor” (vv. 24-26). Con la ayuda del equipo conformado por el matrimonio de Aquila y Priscilla, que le dieron mayor entendimiento del camino de Dios, Apolo “con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo” (v. 28).
La Iglesia de Éfeso
La visita inicial de Pablo a Éfeso y la poderosa predicación de Apolos, marcó el comienzo de la Iglesia de Dios en Éfeso (llamada sencillamente la “iglesia de Éfeso” en Apocalipsis 2:1). En su siguiente visita a la ciudad, Pablo encontró a varias personas, en total “unos 12 hombres”, que se habían convertido en discípulos (Hechos 19:1, 7).
Pablo luego estuvo tres años en Éfeso (Hechos 20:31) —un tiempo relativamente largo si lo comparamos con la duración de otras estadías en otras áreas— predicando el evangelio. Él comenzó primero a predicar en la sinagoga y luego a enseñar diariamente en la escuela de Tiranno, “de manera que todos lo que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús” (Hechos 19:10).
Varios acontecimientos especiales ocurrieron en Éfeso. “Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aún se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían” (vv. 11-12).
Como lo explica la Biblia, “Y esto fue notorio a todos los que habitaban en Éfeso, así judíos como griegos; y tuvieron temor todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús. Y muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos. Asimismo muchos de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta de su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata. Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor” (vv. 17-20).
La biblioteca entre las ruinas del antiguo Éfeso (foto por David Treybig). La iglesia de Éfeso se convirtió en una congregación numerosa y servía como uno de los principales centros de la predicación del evangelio al Asia (en lo que ahora es la moderna Turquía occidental). Pablo escribió esta carta a los efesios, que contiene información adicional acerca de su ministerio en esta ciudad. Y cuando el volvió al área, de camino a Jerusalén, el llamó a los ancianos para que se reunieran con él.
Según la comunicación que Pablo tuvo con estos hombres y su forma de departir, pareciera que ellos eran muy cercanos. Después de que Pablo terminó de hablar y habiendo orado, “…hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban, doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, de que no verían más su rostro. Y le acompañaron al barco” (Hechos 20:37-38).
La Biblia revela que Timoteo sirvió después como el pastor de la congregación en Éfeso (1 Timoteo 1:1-3). La tradición afirma que el apóstol Juan estuvo varios años en Éfeso hacia el final del primer siglo y allí es donde el murió y fue enterrado.
El mensaje a la Iglesia de Éfeso
La advertencia a esta congregación dice lo siguiente: “Al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido. Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios” (Apocalipsis 2:1-7).
Al analizar esta instrucción de Cristo, nos damos cuenta que Jesús les dijo a los miembros en Éfeso que Él conocía sus obras, paciencia y actitud frente a aquellos que practicaban el mal —una aparente característica de los nicolaítas. Cristo sabía que en la ciudad habían hecho una gran labor y que habían sido un ejemplo para todos en Asia. También reconoció que los miembros de esta congregación habían podido identificar las palabras de los falsos maestros que afirmaban ser apóstoles y habían permanecido fieles a Dios.
Después de alabar a la iglesia en Éfeso por las buenas obras que había hecho, Jesús después les dice que tenía algo contra ellos. Ellos habían perdido “el primer amor” (v. 4).
El primer amor
El significado del “primer amor” en este pasaje (Apocalipsis 2:4) es el celo y el compromiso con Dios que estos cristianos habían tenido cuando aprendieron inicialmente del camino de vida de Dios. A medida que comenzaba la congregación en Éfeso, debió haber sido muy emocionante para estos miembros ver los milagros que Dios realizó por medio de Pablo y ser testigos del poderoso impacto que la predicación del evangelio tuvo en la ciudad y en la región. Como lo explica el registro de las Escrituras: “todos los que habitaban en Éfeso, así judíos como griegos” escucharon de estos milagros y muchos quemaron sus libros de brujería y se volvieron a Dios (Hechos 19:17-20).
La calle principal entre las ruinas del antiguo Éfeso (Foto por David Treybig). Cuando uno aprende por primera vez acerca del camino de vida de Dios, es bastante natural sentir entusiasmo y celo por aprender y vivir de acuerdo con las instrucciones de Dios. Con el tiempo, sin embargo, esto puede desaparecer y el entusiasmo por Dios puede comenzar a disiparse o a apagarse gradualmente. Cristo les dijo a ellos que necesitaban arrepentirse y hacer “las primeras obras” si ellos querían seguir siendo parte de la Iglesia de Dios (Apocalipsis 2.5).
La importancia actual
Al concluir su mensaje a la Iglesia en Éfeso, Jesús dijo: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios” (Apocalipsis 2:7). En esta frase, Jesús nos advierte que prestemos atención a los mensajes para todas las Iglesias para que podamos estar en el Reino de Dios.
La advertencia a Éfeso continua vigente para nosotros en la actualidad. Necesitamos mantener nuestro amor por Dios y por los demás. En palabras de Juan: “En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia y que no ama a su hermano, no es de Dios” (1 Juan 3:10).
¿Cómo se aplica este mensaje a usted? ¿Tiene un sincero “amor por la verdad”, para que pueda ser salvo (2 Tesalonicenses 2:10)? ¿Está usted manteniendo su amor o lo está perdiendo? ¿Ama usted a los demás como se ama a usted mismo?
Para mantener su “primer amor” por el camino de vida de Dios, usted necesita tener compañerismo con otros del mismo sentir en tanto le sea posible y usted necesita practicar la disciplina espiritual de los cristianos: oración regular, estudio, meditación y ayuno ocasional.
Vea el artículo: “La Iglesia: ¿qué es?"