A medida que otra temporada de elecciones se acerca a su fin en Estados Unidos, la grandilocuencia abunda. Uno de los partidos principales asegura que necesita devolverle su grandeza a Estados Unidos, mientras otros sostienen que el país está bien como está.
Estas visiones contradictorias —que Estados Unidos está en serios problemas o que está bien y mejorando— parecieran ser la premisa detrás de casi cada elección. Los partidos simplemente cambian de postura dependiendo de quién esté al mando.
Si usted es un lector regular de esta revista, sabrá que nuestra intención en Discernir es mantenernos al margen de la política. Nos interesa mucho lo que sucede en nuestros países, pero no tomamos partido ni nos involucramos en temas políticos. Nuestro enfoque simplemente es predicar lo que Dios revela a través de su Palabra: un mensaje que ayudará a todo el mundo a comprender la Biblia, desarrollar una mejor relación con Dios y recibir los beneficios que Él desea darnos a todos.
En este artículo nos enfocaremos en los Estados Unidos porque la forma en que Dios ha bendecido a este país y lo reprenderá por sus faltas sirve de ejemplo para todos. Estados Unidos es la prueba de que todo pueblo o nación que obedezca a Dios está destinado a prosperar.
Evaluando al país
Según una encuesta realizada por Barna Group, este año “72 por ciento de los votantes registrados en los Estados Unidos piensa que su país va en la dirección equivocada”. El porcentaje aumenta entre aquellos que se consideran cristianos (“Voters Want a Different America” [“Los votantes quieren un Estados Unidos diferente”] 11 de mayo de 2016).
El informe también dice que los votantes “saben que se necesita un cambio sustancial, pero, o no saben cuál es ese cambio o no tienen el valor para buscarlo”. La impresión más generalizada es que “Estados Unidos ha perdido su toque, y saben que recuperarlo en este punto será mucho más difícil de lo que hubiera sido mantenerlo”.
No es difícil imaginarse por qué los ciudadanos están tan preocupados. La tensión racial ha explotado en muchas ciudades a lo largo del país por la muerte de jóvenes de color en manos de policías; y a esto se le suma la matanza de nueve afroamericanos en una iglesia en Charleston por un joven blanco con problemas mentales durante un estudio bíblico. A su vez, estos eventos incitaron matanzas de policías por venganza en Dallas y Baton Rouge.
Pero la tensión racial no es el único problema. Un informe de Gallup de este año señala que “la economía es el problema más preocupante para los estadounidenses” (“Economy, Government Top U.S. Problem List” [“La economía y el gobierno encabezan la lista de los problemas de Estados Unidos] 14 de abril de 2016). Actualmente, muchos en el país están desempleados o han dejado de buscar trabajo porque es demasiado difícil encontrar un empleo bien remunerado.
Además de esto, está la preocupación por la inmigración, el terrorismo, el déficit del presupuesto federal, la seguridad nacional y el descontento con el gobierno.
Pero aun cuando Estados Unidos enfrenta todos estos problemas, continúa siendo el país más poderoso del mundo. ¿Qué le deparará el futuro?
Una lección de la historia
El filósofo George Santayana dijo una vez: “Quienes no pueden recordar el pasado, están condenados a repetirlo”. ¿Qué nos dice la historia de Estados Unidos? Retrocedamos no sólo hasta 1776, cuando se firmó la independencia del país, eso sería muy corto de vista. No, vayamos mucho más atrás, a la historia de los antepasados de quienes formaron los Estados Unidos.
Como la evidencia histórica y bíblica lo demuestran, la historia antes de 1776 de Estados Unidos se remonta a la tribu israelita de Manasés. Manasés y su hermano Efraín recibieron las bendiciones de la descendencia de Abraham, que se habían pasado de generación en generación. Según esas profecías, los hermanos se convertirían en “un gran pueblo” y “una multitud de naciones” (Génesis 48:13-20). Pero esta promesa nunca se cumplió en el tiempo del antiguo Israel; se cumplió sólo en la historia reciente.
Por ser una de las tribus de los antiguos israelitas, la historia de Manasés está ligada a la del pueblo de Israel. Y la historia es bastante simple: Dios le dio a Israel muchas bendiciones porque se lo había prometido a Abraham y quería que este pueblo fuera un ejemplo para el resto de las naciones. Pero la ley de causa y efecto seguía en pie: cuando los israelitas obedecían las leyes de Dios, su nación prosperaba, y cuando desobedecían, la nación caía.
Lamentablemente, la desobediencia se convirtió en la norma; y como siguieron desobedeciendo, sus reinos divididos cayeron en manos de invasores enviados por Dios para castigarlos por sus pecados. Esto le sucedió tanto a las tribus al norte de Israel como al reino sur de Judá (2 Reyes 17; Jeremías 52).
Debido a que ignoraron las advertencias de Dios dadas por sus profetas, la antigua tribu de Manasés, junto con el resto de las tribus del norte de Israel, cayó ante el Imperio Asirio en 722-721 a.C. Con los años, los descendientes de Manasés y su hermano Efraín emigrarían al norte, hacia las Islas Británicas.
Nuevas naciones, la misma instrucción de Dios
Como cumplimiento de las promesas que su abuelo Jacob les hizo para los tiempos del fin, los descendientes de Efraín y Manasés se convirtieron en Gran Bretaña y Estados Unidos de América (Génesis 48:13-20; 49:1, 22-26).
Como receptores de las promesas de Abraham, estos pueblos deberían obedecer las leyes de Dios. Sus instrucciones incluyen adorarle en el día sábado, guardar las fiestas bíblicas, ayudar a los pobres, ser respetuosos con todos, vivir decentemente, defender la familia tradicional, practicar la honestidad y guardar los Diez Mandamientos. Lamentablemente, la mayoría de los estadounidenses (y británicos) ignoran estas enseñanzas bíblicas y han dejado atrás los valores morales tradicionales. Ahora los consideran anticuados e irrelevantes para la vida moderna; y como resultado, el Dios que no cambia y es el mismo “ayer, y hoy, y por los siglos” (Malaquías 3:6; Hebreos 13:8) los castigará una vez más por quebrantar sus leyes benéficas y eternas. (Si desea más detalles acerca de esto, lea los artículos en la sección “Estados Unidos en la profecía” de VidaEsperanzayVerdad.org).
El castigo
Este futuro castigo —llamado el “tiempo de angustia para Jacob” (Jeremías 30:7)— será para todos los descendientes de Jacob, incluyendo a Estados Unidos y Gran Bretaña. En Jeremías 30:11, 14 Dios les dice a estos pueblos: “te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo… a causa de la magnitud de tu maldad y de la multitud de tus pecados”.
¿Cuál será el castigo exactamente? La respuesta la encontramos en Levítico 26 y Deuteronomio 28, donde se describen tanto las bendiciones de la obediencia como las maldiciones de la desobediencia a la ley de Dios.
Los castigos de la desobediencia incluyen el desastre económico (Deuteronomio 28:16-18), enfermedades mentales (v. 28), “plagas grandes… y enfermedades malignas y duraderas” (v. 59), sequía y hambruna (vv. 24, 53-57), derrotas militares, y la cautividad (vv. 25-26, 41). Lea el resto de Levítico 26 y Deuteronomio 28 para conocer todos los problemas que vendrán. El resultado de estos males será la época más terrible que el mundo jamás haya visto (Daniel 12:1; Mateo 24:21).
La buena noticia es que Jeremías también profetiza que los descendientes de Jacob eventualmente serán librados del castigo (Jeremías 30:7).
La restauración
La Biblia profetiza que cuando se hayan arrepentido de sus pecados y se hayan vuelto a Dios, Estados Unidos y Gran Bretaña serán restaurados a su grandeza como parte de la restauración de las doce tribus de Israel. Esto ocurrirá tras el regreso de Cristo para establecer el Reino de Dios en la Tierra.
Hablando de las bendiciones que los descendientes de Jacob tendrán cuando se alejen del pecado en el reino milenario de Cristo, Isaías escribe: “se [habrá] vuelto a ti la multitud del mar, y las riquezas de las naciones [habrán] venido a ti… Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio” (Isaías 60:5, 18).
Los problemas económicos y la violencia de hoy en las ciudades de Estados Unidos, darán paso a la paz y prosperidad porque, como explica Dios, el “pueblo, todos ellos serán justos” (v. 21).
Lecciones para todos
Aunque son muchas las lecciones que podemos sacar de las profecías para los descendientes modernos de Manasés, a continuación les diremos dos que son muy importantes.
Primero, si Estados Unidos y el resto del mundo se arrepintieran de sus pecados y se volvieran a Dios, no tendrían que sufrir el castigo que está profetizado para ellos. Como dice Dios, “si esos pueblos se convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo me arrepentiré del mal que había pensado hacerles” (Jeremías 18:8).
Debemos recordar que Dios ama al mundo entero y quiere bendecirnos a todos. No en vano el proverbio dice que “la justicia engrandece a la nación; mas el pecado es afrenta de las naciones” (Proverbios 14:34).
En segundo lugar, aunque por nosotros mismos no podemos cambiar a los demás o controlar lo que harán nuestros países, sí podemos cambiar nuestra vida y mejorarla. Como explicara Pedro, “en toda nación [Dios] se agrada del que le teme y hace justicia” (Hechos 10:35).
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