Imagínese que usted sea tan bien conocido por consolar y animar a las personas a su alrededor que las personas dejan de llamarlo por su nombre y deciden llamarlo por su apodo. ¡Suponga que ese apodo se vuelve tan común que algunas personas que escuchan acerca de usted ni siquiera saben su nombre verdadero!
Esto es exactamente lo que le pasó a José, un líder influyente de la Iglesia primitiva.
Lucas, el autor del libro de Hechos, nos habla de un levita de Chipre al final de capítulo 4, explicando que José también era conocido como “Bernabé (que traducido es, hijo de consolación)” (v. 36-37).
Lucas nunca volvió a referirse a esta persona como José, sino que lo llama Bernabé 23 veces más. El apóstol Pablo se refirió a Bernabé cinco veces en sus epístolas, pero nunca por su nombre verdadero.
Llamado al lado de uno
Bernabé no se granjeó este apodo con unas pocas palmaditas en la espalda o unas frases de ánimo. Lo que él hizo fue mucho más significativo, según lo que sugiere la palabra griega traducida “consolación”. Según el Vine´s Expository Dictionary [Diccionario expositivo de Vine], paraklesis significa “llamamiento a lado de uno”. Esta palabra está muy relacionada con parakletos, que se utiliza en el Nuevo Testamento sólo para describir el Espíritu Santo como el “Consolador”. En un escenario legal, según Vine, ese parakletos era “un asistente legal, un defensor, un abogado”.
En esencia, Bernabé era bien conocido no tan sólo por ofrecer unas pocas palabras de ánimo o consuelo, sino por estar al lado de las personas en sus pruebas. No estaba distante a nivel emocional, sino que se les unía en sus problemas. Es entonces lógico que cuando lo oímos mencionar la primera vez, estaba vendiendo una propiedad para que el dinero pudiera ser distribuido entre las personas necesitadas.
Varios incidentes en el libro de Hechos demuestran que Bernabé era un abogado, defendiendo a alguien en quien no confiaban o a alguien que había perdido el favor ante los demás.
Se puso a favor de Juan Marcos
Sorprendentemente, esta característica de Bernabé provocó una separación de Pablo al comienzo de lo que ahora conocemos como el segundo viaje misionero de Pablo. Bernabé quería llevar a “Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos”, pero Pablo no estaba de acuerdo en llevar a alguien que los había abandonado en el primer viaje (Hechos 15:36-41).
No sabemos realmente cuál fue la razón por la que Juan Marcos “se había apartado de ellos y no había ido con ellos a la obra” (v. 38) en ese primer viaje. Fuera que tuviera o no una buena razón para partir, Pablo no quería llevar al joven en su segundo viaje. Bernabé sí. Su respaldo de Juan Marcos era tan apasionado que Bernabé no quiso someterse a Pablo y Pablo tampoco quiso ceder ante Bernabé. Su contienda fue tal que “se separaron el uno del otro” (v. 39).
Finalmente, lo que ocurrió fue que Bernabé reconoció el potencial de este joven, que muchos eruditos creen que fue el autor del Evangelio de Marcos. No sólo eso, sino que eventualmente Juan Marcos le probó su valor a Pablo, quien lo menciona como su compañero y colaborador en tres ocasiones en sus epístolas (Colosenses 4:10; 2 Timoteo 4:11; Filemón 1:24).
Cuando Pablo era temido y no se confiaba en él
Anteriormente, Pablo mismo había sido beneficiario del respaldo de Bernabé. La Iglesia primitiva no confiaba en Pablo (también conocido como Saulo), quien había perseguido ferozmente a los primeros cristianos. El primer incidente mencionado fue cuando apedrearon a Esteban. Cuando esto ocurrió, “los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo” (Hechos 7:58).
El siguiente capítulo nos dice que Saulo “asolaba la iglesia” (Hechos 8:3), lo que provocó su dispersión en toda la región. En su celo, Saulo se ofreció como voluntario para viajar a Damasco para que “si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén” (Hechos 9:2). Irónicamente, fue en este viaje que Saulo se convirtió en cristiano.
No nos asombra entonces, que cuando Saulo regresó a Jerusalén, los discípulos “le tenían miedo” (Hechos 9:26). No confiaban en él. Ellos creían que cuando hablaba de su conversión era tan sólo una treta con la que buscaba capturar más creyentes.
Entonces Bernabé dio el paso. Llevó a Saulo ante los apóstoles y les presentó evidencia de su conversión. Bernabé actuó como un abogado. Él sacó la cara por Pablo cuando ningún otro creyente creía o confiaba en él. Él vio el potencial de Saulo, así como más adelante vio el potencial en Juan Marcos.
Bernabé actuó a favor de Pablo en una segunda ocasión. Cuando la Iglesia en Jerusalén oyó acerca de un gran número de gentiles en Antioquía que habían creído “y se convirtió al Señor”, la Iglesia envió a Bernabé para enseñar. Después de su visita inicial, Bernabé viajó a Tarso en busca de Pablo y lo reclutó para que lo ayudara en esta labor. Juntos regresaron a Antioquía, en donde estuvieron todo un año enseñando (Hechos 11:25-26).
Veía más allá de las evidencias
En todos estos ejemplos, Bernabé hizo mucho más que ofrecer unas cuantas palabras de ánimo mientras mantenía una distancia cómoda de los problemas de otros cristianos. ¿Cómo se convirtió en tan efectivo consolador?
Él veía más allá de la situación inmediata, evaluando no sólo el problema, sino las necesidades de las personas que enfrentaban esas pruebas. En el caso de Juan Marcos, Bernabé veía más allá de los errores de un hombre joven. En vez de ello, consideró los potenciales beneficios de darle a Juan Marcos otra oportunidad de servir. Juan Marcos se benefició, ganó una invaluable experiencia mientras viajaban en el segundo viaje misionero con Bernabé, pero la Iglesia también se benefició.
En el caso de Pablo, Bernabé dejó de lado cualquier temor o disgusto, enfocándose mejor en la predicación que Pablo había hecho en las sinagogas de Damasco antes de llegar a Jerusalén. Bernabé no ignoraba la historia de Pablo, pero él escogió pensar que Pablo había cambiado.
Si queremos ser más como Bernabé, también tendremos que enfrentar decisiones acerca de cómo vemos a nuestros hermanos y hermanas. Si queremos ser abogados, de pie al lado de ellos, primero debemos creer en ellos. Debemos creer en su valor delante de Dios y debemos escoger considerar su futuro en lugar de quedarnos en los pecados y errores del pasado.
Al escribirle a la Iglesia en Corinto, Pablo describió este rasgo. El amor, él escribió: “Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Corintios 13:7).
Para estar al lado de alguien, debemos estar preparados para compartir la carga y resistir en la prueba con esa persona. Debemos creer en la persona, y debemos esperar lo mejor, siempre entendiendo que el amor entraña riesgo.
Cuando hagamos todo esto, seremos la clase de consolador que fue Bernabé.