Las conversaciones en la Iglesia pueden contribuir a establecer vínculos entre los hermanos —o dañarlos. ¿Cómo puede saber usted si su convivencia cristiana está bien o mal? ¿Qué dice la Biblia al respecto?
La Biblia habla muy bien de la convivencia cristiana —las conversaciones entre los miembros que son constructivas para la Iglesia. Pero también hay bastantes advertencias acerca del uso equivocado de la lengua que llaman nuestra atención. ¿Qué pasa si estoy planteando erróneamente mi convivencia cristiana?
Veamos lo que dice la Biblia acerca de esto.
Estamos haciendo las cosas mal si…
De acuerdo con la Biblia, no estamos poniendo en práctica correctamente nuestra convivencia cristiana si:
- No compartimos con nuestros hermanos. Las conversaciones superficiales pueden ser un buen punto de partida, pero con el tiempo debemos profundizar en las conversaciones.
Tenga en cuenta el papel de la convivencia cristiana tomando como base sus inicios: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42).
La Biblia de estudio NKJV dice en su comentario acerca de Hechos 2:42: “La palabra griega traducida como compañerismo significa compartir con los otros creyentes”.
Analicemos la relación que tiene la convivencia cristiana con compartir la comida y las oraciones.
- Tenemos que poner fin a una historia, si la persona de la cual estamos hablando se acerca. Santiago 4:11 nos advierte: “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez”. (También veamos Proverbios 6:19.)
- Con frecuencia, las personas no se sienten motivadas “al amor y las buenas obras” cuando hablan con nosotros. Hebreos 10:24 dice: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras”.
- Usualmente las personas no se sienten inspiradas ni animadas cuando hablan con nosotros. Hebreos 10:25 continua: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.
La Biblia de estudio NKJV dice: “Exhortar significa caminar juntos e inspirar a otra persona con la verdad”
- No nos concentramos en la verdad ni las cosas loables. Filipenses 4:8 nos anima, “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. Pensar en estas cosas positivas nos lleva a compartirlas, como dijo Jesús: “Por qué de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34).
- Siempre hablamos más de lo que escuchamos. Santiago 1:19 nos advierte: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”.
- Las personas se alejan pensando que nosotros hablamos mucho acerca de nosotros mismos.
- O las personas se alejan porque piensan que no hablamos nada acerca de nosotros. Nosotros no podemos construir relaciones con otras personas si no estamos dispuestos a compartir con los demás nuestras alegrías y luchas y permitirles a ellos compartir también las suyas.
- Con frecuencia nos quedamos sin asuntos o motivos para cuales orar. Pablo escribió: “De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan” (1 Corintios 12:26; puede ver también Romanos 12:15).
- Nuestra convivencia cristiana nunca nos lleva a dar. (Ver 2 Corintios 8:4; 1 Juan 3:17.)
- Nuestra convivencia cristiana no nos unifica. Pablo escribió: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Corintios 1:10). En el versículo 11, él resaltó el problema que estaba corrigiendo: “que hay entre vosotros contiendas”.
- No sentimos la necesidad de tener paciencia, perdonar o reconciliarnos con un hermano o hermana. Dios llama personas de diferentes procedencias, con características que pueden ser molestas para los demás. Pero Dios utiliza la Iglesia y la convivencia cristiana para ayudarnos a tener una sana convivencia. La Iglesia se compara con un edificio que, “bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor” (Efesios 2:21).
“Entonces los que temían al Eterno hablaron cada uno a su compañero; y el Eterno escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre”
Efesios 4:11-16 describe el proceso de que todos juntos entremos a formar parte de un mismo cuerpo. La enseñanza de los ministros nos ayuda a crecer, a estar unidos y no dejarnos engañar por los vientos de doctrina. Durante el proceso reconocemos nuestro papel en el cuerpo de Cristo, estar “bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”.
- Sólo mostramos nuestra convivencia cristiana con personas que son nuevas y están bien vestidas (o simplemente no nos gusta conocer a las personas que están asistiendo por primera vez). Santiago nos advierte acerca de la parcialidad: “Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?” (Santiago 2:2-4).
- Nuestra convivencia cristiana no incluye a Dios ni es de su agrado. Malaquías 3:16 nos muestra que Dios nos escucha en nuestra convivencia cristiana: “Entonces los que temían al Eterno hablaron cada uno a su compañero; y el Eterno escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre”. Analicemos también 1 Juan 1:3 que nos muestra que nuestra convivencia cristiana debe ser con el Padre y con Jesucristo.
- No caminamos con Dios a lo largo de la semana. Juan también dijo: “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 6-7).
- Nuestra convivencia cristiana no incluye el evangelio —estar involucrados en compartir las buenas noticias del Reino de Dios. En Filipenses 1:5 Pablo habla acerca de “vuestra comunión en el evangelio”. (Lo invitamos a leer nuestros artículos “¿Cuál es la misión de la Iglesia?” y “La Iglesia: una obra a nivel mundial”.)
- Nuestra convivencia cristiana no está inspirado por el Espíritu ni nos está ayudando a pensar como Cristo. Pablo escribió: “Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:1-5).
Una tarea difícil
Aprender a tener una convivencia cristiana como el que Dios quiere es un proyecto para toda la vida. ¡Pero los beneficios valen la pena! Fortalecer nuestras relaciones personales hacen que nuestra vida sea más significativa y placentera, también ayuda a edificar la Iglesia y provee la fortaleza para poder llevar a cabo la obra que Dios nos ha dado.
La vida de un cristiano está basada en las relaciones y nuestra convivencia cristiana en la Iglesia debe ser una parte fundamental de esto.
Si usted desea aprender más acerca del tema, lo invitamos a leer nuestro artículo “Convivencia cristiana”.