La maldición del divorcio: calculando su devastador resultado

Tal vez usted llegó a este artículo porque está considerando el divorcio, pero tiene algunas dudas. Hay muchas buenas razones para buscar más consejos.

Si usted hace una búsqueda en Internet acerca de la palabra divorcio, encontrará que la mayoría de los enlaces más importantes se centran en darle ayuda para divorciarse de su pareja, obtener todo lo que pueda de él o ella, y acceder a formularios de divorcio en línea gratuitos.

Lamentablemente, poco del material principal disponible parece destinado a disuadir a las parejas de divorciarse y alentarlas a reconstruir relaciones saludables. La impresión general que usted tiene es que, si su matrimonio tiene problemas, ¡la mejor manera de ser feliz es dejar ese matrimonio y encontrar a otra persona!

En realidad, el divorcio puede ser solitario, lleno de consecuencias y de situaciones inesperadas. A menudo enciende la amargura, el resentimiento y la venganza, provocando a maridos y esposas que antes eran cariñosos y bondadosos a decir mentiras y a cometer atrocidades unos contra otros que sorprenden a todos los que los conocen.

Y a menudo parece que a los que se divorcian no les pudiera importar menos —la venganza, al menos en ese momento, parece muy dulce.

¿Quiere experimentar la venganza de un ser querido? ¿Quiere la guerra? Hay un viejo dicho: “No hay furia como la de una mujer despreciada”. ¿Le parece demasiado dramático? Lamentablemente, no parece serlo. Basta con mirar las vidas de aquellos que han experimentado el divorcio. Los detalles feos del divorcio y sus consecuencias son fáciles de encontrar.

Esta guerra es un asunto familiar.

La maldición de un niño

Elizabeth Marquardt, que es hija de divorciados, escribió en su libro Between Two Worlds (Entre dos mundos) sobre la experiencia en común de muchos niños cuyos padres se divorciaron:

“El divorcio de nuestros padres está relacionado con nuestros mayores índices de depresión, intentos y pensamientos suicidas, problemas de salud, abuso sexual infantil, deserción escolar, no asistir a la universidad, arrestos, adicción, embarazo adolescente y más.... Algunos de nosotros seguimos luchando con las cicatrices dejadas por el divorcio de nuestros padres: nos cuesta más terminar la escuela, conseguir y mantener trabajos, mantener relaciones y tener matrimonios duraderos” (p. 189).

La experiencia y la investigación de Elizabeth Marquardt nos recuerdan un principio que se encuentra en el Segundo Mandamiento: “porque yo soy el Eterno tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (Éxodo 20:5; para más información acerca de esto, vea nuestro artículo “¿Se pasan los castigos por los pecados a las generaciones futuras?).

El pecado engendra pecado, que con demasiada frecuencia conduce a la depresión, suicidio, enfermedad, abuso sexual, problemas con la ley y adicción, por nombrar sólo algunas maldiciones.

¿Está considerando seriamente el divorcio? ¿Está teniendo en cuenta las consecuencias no sólo para usted, sino también para sus hijos? ¿Hay alguna posibilidad de que podamos ayudarlos a usted y a su pareja a conocer principios que puedan ayudarlos a restaurar su matrimonio a un entorno saludable?

¿Un matrimonio mejor?

La mayoría de las personas que se divorcian y se vuelven a casar creen firmemente que su próximo matrimonio será mejor, que será el que traerá satisfacción y felicidad. Es posible, pero las estadísticas no están a favor de que eso ocurra.

Los segundos matrimonios tienen una tasa de divorcio mucho más alta que los primeros. Aunque entendemos que hay casos de abuso o violencia doméstica u otros problemas de los que podemos y debemos librarnos, en muchos otros casos el divorcio ocurre debido a supuestas “diferencias irreconciliables” —diferencias que con un asesoramiento adecuado podrían haberse resuelto.

Ese término algo confuso, “irreconciliable”, puede incluir una variedad de problemas grandes y pequeños que resultan en desprecio, crítica, autojustificación y evasivas. Siempre implica falta de amor, confianza y comprensión.

En el proceso, nuestras diferencias naturales pueden exagerarse y los conflictos pueden escalar.

Por ejemplo, por el designio de Dios, hay diferencias entre los sexos que necesitan ser entendidos dentro del matrimonio. El autor John Gray plasma esa verdad en el título de su libro Men Are From Mars, Women Are From Venus (Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus). Las diferencias pueden incluir estilos de comunicación y necesidades emocionales. ¡Las mujeres nunca serán hombres, y los hombres nunca serán mujeres! Ninguno de los cónyuges debe esperar que el otro actúe y se sienta como él o ella actúa y se siente. (Para empezar a entender algunas de estas diferencias, lea nuestros artículos acerca de “El papel del hombre” y “El papel de la mujer”.)

Aquellos que no entienden y corrigen los problemas que llevaron a un primer divorcio a menudo terminan divorciándose por segunda vez. Y la tasa de divorcio es aún mayor para los terceros matrimonios. Según Jennifer Baker del Instituto Forestal de Psicología Profesional en Springfield, Missouri, el 50 por ciento de los primeros matrimonios, el 67 por ciento de los segundos matrimonios y el 74 por ciento de los terceros matrimonios terminan en divorcio.

¡Seguramente existe otra solución!

Maldiciones de dinero

Un hombre aparentemente muy seguro de sí mismo describió su inminente acuerdo de divorcio diciendo: “Este estado no requiere mucha pensión alimenticia o manutención de los hijos”. ¡Se llevó una gran sorpresa! Las dificultades financieras que enfrentó fueron fenomenales.

Y la obligación financiera no se reduce automáticamente con la pérdida de un empleo o una reducción de sueldo. En la mayoría de los casos se requiere un fallo judicial para cambiar lo que se debe. Para cuando el tribunal actúa, muchos ya han necesitado pedir dinero prestado.

Los divorcios no cuestan los US$299 que anuncian a menudo. Los costos de abogados, tribunales, evaluaciones, mediaciones, clases de educación, refinanciamiento, registro de escrituras y otros gastos a menudo elevan la factura a US$15,000 o más, sin importar el nivel de ingresos.

Después del divorcio, la pareja a menudo regresa a la corte, apelando los fallos sobre el dinero y los hijos. Sucede tan a menudo que hay un nombre oficial: “litigio posterior al juicio”.

A menudo los que están pasando por un divorcio tienen expectativas poco realistas similares a las que tenían cuando se casaron: “Él nos proveerá.” “Ella no exigirá demasiado”.

Pero el increíble número de personas emocionalmente destrozadas da fe de lo poco que se cumplen esas expectativas. No seamos ingenuos, se divorciaron porque ya no se llevaban bien. ¡Así que es probable que ninguno de los dos sea más amable y considerado después de que el matrimonio haya terminado!

Los datos sobre los niños

Si usted tiene la custodia, debe entender que los pagos de manutención infantil no durarán tanto como usted cree.

“En conjunto, el pago regular de manutención de los hijos en los Estados Unidos cubre mucho menos de la mitad de los gastos de crianza de un hijo. Los padres con custodia —por lo general, las madres— están asumiendo no sólo la mayor parte del trabajo relacionado con la crianza de los hijos y la mayoría de los costos de oportunidad, sino que también están asumiendo la mayor parte de los gastos en efectivo” (“Pagos normales de manutención de los hijos”).

Por lo general, los tribunales exigen que cuatro de cada cinco maridos y padres den apoyo mensual a su familia. Pero muchos sólo le darán apoyo parcial, y el 30 por ciento de los maridos no le enviarán ningún tipo de apoyo, ¡ni un centavo! Alrededor del tres por ciento de las madres divorciadas tendrán que dar apoyo al esposo que tiene la custodia y pagar la manutención, pero menos del dos por ciento realmente pagará.

El dinero no es el único problema. Llegar a un acuerdo en cualquier cosa es a menudo un juicio serio. Considere cómo un bufete de abogados de Oregón explica lo que se requiere para poder tener la custodia compartida:

“Ambos padres deben estar plenamente dispuestos y ser capaces de cooperar en la toma de decisiones con respecto a la residencia, religión, escolaridad, atención médica/dental, etcétera, de los niños. Sólo si ambos padres están de acuerdo, la corte puede ordenar la custodia compartida. Esto significa que si uno de los padres lo desea y el otro no, no habrá custodia compartida” (“Hijos, custodia y tiempo de custodia”).

¿Qué significa todo esto para los niños? Tenga en cuenta éstas estadísticas:

¿Podrá mirar atrás más tarde y honestamente decir: “Hice todo lo que estaba en mi poder para salvar nuestro matrimonio”? Es prudente hacerse la pregunta ahora, ¡antes de que sea demasiado tarde!¿Podrá mirar atrás más tarde y honestamente decir: “Hice todo lo que estaba en mi poder para salvar nuestro matrimonio”? Es prudente hacerse la pregunta ahora, antes de que sea demasiado tarde: “Cuarenta y tres por ciento de los niños que crecen en Estados Unidos hoy en día están siendo criados sin sus padres. El setenta y cinco por ciento de los niños con padres divorciados viven con su madre. El veinte y ocho por ciento de los niños que viven con un padre divorciado viven en un hogar con ingresos por debajo del umbral de pobreza. La mitad de todos los niños estadounidenses serán testigos de la ruptura del matrimonio de un padre. De estos niños, cerca de la mitad también verá la ruptura del segundo matrimonio de un padre” (“Impactantes estadísticas de divorcio”).

Primero, contrólese a sí mismo

Entonces, ¿qué podemos hacer para evitar todo esto?

Evitar la maldición del divorcio requiere que comencemos por mirar nuestras propias acciones y no las de nuestro cónyuge. Usted y yo no podemos controlar a nadie más, pero podemos controlarnos a nosotros mismos. Se llama dominio propio.

Cuando hablamos de salvar nuestro matrimonio cambiando nuestras propias acciones, reconocemos que algunos matrimonios deben ser disueltos inmediatamente para la seguridad, paz y bienestar de nuestros hijos y de nosotros mismos. Nunca acepte la transferencia de la culpa de un compañero abusivo y violento o de un compañero que a propósito no está manteniendo a la familia. Dios nos ha llamado a la paz (1 Corintios 7:15).

Por otro lado, no descarte la posibilidad de que usted sea el causante, o al menos parcialmente culpable, de la guerra en su familia. ¿Podrá mirar atrás más tarde y honestamente decir: “Hice todo lo que estaba en mi poder para salvar nuestro matrimonio”? Es prudente hacerse la pregunta ahora, ¡antes de que sea demasiado tarde!

Buscar dónde podemos tener la culpa es un proceso difícil. Así que tenga en cuenta las siguientes preguntas:

¿Soy generalmente alegre o me quejo?

¿Estoy realmente tratando de ser siempre pacífico o critico rápidamente?

¿Estoy dispuesto a esperar pacientemente, aunque sea por mucho tiempo, para lidiar con las debilidades de mi pareja?

¿Soy a menudo amable y gentil, o soy cruel?

¿Soy bueno con los demás o soy evitado por los demás?

¿Soy fiel y cariñoso?

Recuerde, nunca habrá un divorcio si ambos compañeros fueran felices, pacientes, considerados, bondadosos, fieles, tiernos y sobrios pacificadores.

Por el contrario, si uno o ambos cónyuges eligen ser gruñones, envidiosos, críticos, impacientes, desagradables, duros y egoístas, ¿cómo puede sobrevivir un matrimonio tan egoísta?

Trate de salvarlo, una vez más

Ninguna pareja —ninguna relación— va a ser perfecta, pero todos los esposos pueden crecer y mejorar la calidad de su matrimonio.

Para muchos, parece que el compromiso contraído durante la ceremonia matrimonial ha sido olvidado demasiado pronto. Tal vez usted también necesite que se lo recuerden.

Mi matrimonio de hace casi 48 años fue grabado. Esos votos que hice no pueden ser olvidados: Prometí fielmente y pacté con Dios que tomaría a esa mujer maravillosa, mi primer amor, para ser mi legítima esposa en la salud y en la enfermedad, en los buenos tiempos y en los tiempos difíciles, por el tiempo que ambos vivamos. Prometí amarla, cuidarla, honrarla y mantenerla.

Ese compromiso fue un voto solemne ante Dios, y es tan importante y tan vigente hoy como lo fue hace tantos años.

¡Los buenos y positivos momentos han sido fantásticos! Los momentos negativos y difíciles han sido soportables porque mi pareja bien los vale la pena (algunos de ellos sin duda causados por mí de todos modos). No le prometí un jardín de rosas, pero ciertamente puedo tomarme el tiempo para cultivar, apreciar y proveer una rosa. Mi pareja vale la pena; apuesto a que si tiene en cuenta los buenos momentos que ha pasado con él, su cónyuge, su pareja, vale la pena incluso en los malos momentos.

Piense de nuevo antes de decidir terminar un matrimonio y experimentar el trauma emocional del divorcio. El fin de un matrimonio será probablemente la peor maldición que usted, su pareja y sus hijos sufrirán jamás.

Ponga un buen ejemplo usted mismo. Tal vez, sólo tal vez, ambos descubrirán una vez más la felicidad que experimentaron el día de su boda.

Si ha leído hasta aquí, no se detenga ahora. Tenga en cuenta algunos de los consejos sabios y sugerencias prácticas dadas en nuestros artículos “Cómo salvar su matrimonio” y “Problemas matrimoniales”. No todos estos principios de la Biblia son fáciles, pero realmente pueden ayudar.

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