Las expectativas dispares y poco realistas conducen a muchos problemas en el matrimonio. ¿Qué debería esperar de su pareja y de usted mismo? ¿Qué espera Dios de nosotros?

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Todos necesitamos relaciones fuertes. Anhelamos amor y esperamos un romance duradero. Éstas son necesidades, deseos y anhelos naturales, que lógicamente conducen a expectativas.
Cuando las expectativas chocan
Todos desarrollamos expectativas acerca de las relaciones a medida que crecemos, observamos a nuestras propias familias, vemos películas e imaginamos un futuro ideal.
El problema es que otras personas desarrollan expectativas diferentes a las nuestras. Eddie y Shannon Foster describen esta tendencia como la “Disneyficación del matrimonio” en su interesante serie de blog “Problemas en el matrimonio”. Algunas de las personas a quienes ellos encuestaron hicieron este tipo de comentarios debido a que tenían expectativas poco realistas:
- “Me hubiera gustado saber que él cambiaría después de casarnos. Nunca lo hubiera hecho.”
- “Las manías que ve en la otra persona probablemente no desaparecerán e incluso empeorarán.”
- “El noviazgo es la parte fácil. El matrimonio no.”
Las expectativas importan
En el clásico libro Cartas para Karen, Charlie Shedd, un ministro que aconsejó a muchas parejas le dijo a su propia hija antes de su boda:
“Cuando te casas, te vuelves más vulnerable a la desilusión y el dolor que nunca. Pero has decidido que vale la pena” (1965, p. 22).
Sin embargo, es importante evaluar ese riesgo desde un punto de vista realista.
Expectativas realistas
Esperar perfección no es realista. Las investigaciones acerca de satisfacción en las relaciones confirman que “la satisfacción de quienes creen que su pareja debe ser ideal en todos los sentidos disminuye con el tiempo” (“Development of Relationship Satisfaction Across the Life Span” [Desarrollo de la satisfacción en las relaciones a lo largo de la vida], Psychological Bulletin, octubre, 2021).
Una clave bíblica para la buena comunicación es escuchar con cuidado.
John Gottman, Ph.D., conocido por su trabajo en estabilidad matrimonial y predicción del divorcio, anima a las parejas a tener expectativas altas pero realistas.
“En una relación lo suficientemente buena, las personas tienen expectativas altas de cómo quieren ser tratadas. Esperan ser tratadas con amabilidad, amor, afecto y respeto. No toleran el abuso emocional o físico. Esperan que su pareja sea fiel. Esto no significa que esperan que su relación sea libre de conflicto” (Gottman.com).
Aprender a resolver conflictos es una habilidad necesaria que se enseña en la Biblia (lo invitamos a consultar “Cinco pasos para sanar las relaciones deterioradas”). Requiere de mucho esfuerzo y sacrificio personal, pero vale la pena.
Scott Stanley, un reconocido investigador para Institute for Family Studies, aconseja a las parejas: “No pasen demasiado tiempo deseando que su pareja sea diferente en cosas como personalidad, educación o perspectivas políticas. En cambio, enfóquense en lo que pueden hacer para que la dinámica entre ustedes funcione lo mejor posible. Eso significa buscar ajustes que pueden realizar para hacer una diferencia (como escuchar más a su pareja o prestarle más apoyo emocional) —no sentarse a esperar que su pareja haga los cambios” (ifstudies.org).
Descubrir expectativas
Un manual de preparación para el matrimonio explica:
“Cada persona que se casa entra en el matrimonio con ciertas expectativas… Es importante tomarse el tiempo para descubrir cuáles son esas expectativas, cuáles pueden lograrse, cuáles son realistas y cómo manejarlas cuando las cosas no salen como planeamos” (Wes Roberts y H. Norman Wright, Before You Say “I Do” [Antes de decir “Acepto”], 1997, p. 25).
Los autores sugieren que los matrimonios atraviesan tres etapas: encanto, desencanto y madurez. Hablar acerca de nuestras expectativas de una forma realista y anticipándose a la situación, puede ayudar a minimizar la etapa del desencanto.
La comunicación es clave
Todos tenemos expectativas, incluso si no las enumeramos conscientemente. Sin embargo, por defecto la mayoría de nosotros parece esperar que la persona que nos ama sea capaz de leer nuestra mente. Esto es injusto y poco realista.
Rachel Needle, PsyD., escribió en el blog de Psychology Today acerca de algunas expectativas que las parejas necesitan expresar, conversando y escuchándose el uno al otro, idealmente antes de entrar en un conflicto.
“¿Qué es pedir demasiado? ¿Qué es pedir muy poco? ¿Cuáles son mis límites? ¿Cuáles son los límites de mi pareja? Puede ser difícil responder estas preguntas, especialmente en medio de una discusión o en la tundra helada del resentimiento”.
La Dra. Needle concluye: “Manejar las expectativas en una relación es un proceso continuo que requiere de esfuerzo, comprensión y flexibilidad. Las parejas pueden fomentar relaciones más sanas y satisfactorias comunicándose abiertamente, cultivando perspectivas realistas, practicando la empatía y siendo adaptables”.
Una clave bíblica para la buena comunicación es escuchar con cuidado: “mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse” (Santiago 1:19).
¿Qué deberíamos esperar de nosotros mismos?
De la misma forma, deberíamos ser prontos para esperar de nosotros mismos y tardos para esperar de nuestra pareja. En realidad, la única persona a la que puedo cambiar es a mí mismo, y para eso necesito una gran dosis de la ayuda de Dios.
Deberíamos esperar de nosotros mismos que siempre cumplamos nuestros compromisos y siempre amemos a nuestra pareja, incluso en los tiempos difíciles.
Aunque tener expectativas realistas de nuestra pareja y expectativas altas de nosotros mismos puede no sonar muy romántico, sí suena muy parecido al amor —la clase de amor que nunca deja de ser (1 Corintios 13:8; vea “El capítulo del amor”).
Lo que Dios espera
Dios espera que los matrimonios cumplan sus compromisos. Las ceremonias de boda religiosas generalmente incluyen promesas como éstas:
“¿Hace usted pacto con Dios y promete fielmente, en presencia de estos testigos, tomar a [nombre] como su legítima esposa y, en enfermedad y en salud, en buenos tiempos y en adversidad, amarla, quererla, honrarla, respetarla y sustentarla hasta que la muerte los separe? [El novio responde].
“Y ¿hace pacto con Dios y promete fielmente, en presencia de estos testigos, tomar a [nombre] como su legítimo esposo y, en enfermedad y en salud, en buenos tiempos y en adversidad, amarlo, quererlo, honrarlo, animarlo y, según lo ha ordenado Dios, someterse a él hasta que la muerte los separe? [la novia responde]”.
Cumplir estas promesas no será fácil, pero las parejas que lo hacen agradarán a Dios y recibirán sus bendiciones. Estarán construyendo un hermoso fundamento y legado, y estarán ilustrando la profunda relación de Cristo con la Iglesia (Efesios 5:22-33).
¿Qué más podríamos esperar?
Si desea ahondar en el tema, lo invitamos a leer nuestro folleto gratuito El matrimonio que Dios diseñó.