Es casi imposible de comprender, ¡pero Dios nos ama tanto que quiere hacernos sus hijos! ¿Qué significa esto para nuestra vida ahora y en el futuro?
Antes de la llegada de nuestra primera hija, realmente no podía imaginar cuánto se puede amar a un pequeño bebé, tan lleno de alegría… y de tristeza, de sonrisas y de lágrimas, de besos apretados y de independencia. Ser padre es sin duda la tarea más desafiante y satisfactoria que he experimentado.
Y por eso las palabras del apóstol Juan me llegan al corazón:
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Juan 3:1).
Dios es un Padre con un amor infinitamente más grande que nuestro amor humano —un amor que les da a sus hijos, ¡nosotros! ¿Qué significa ser un hijo de Dios? ¿Cómo podemos ser la clase de hijos que Dios desea?
Familia: un tema subyacente en la Biblia
La familia es un tema presente a lo largo de la Biblia. Las genealogías que encontramos en las Escrituras nos unen a todos en una sola familia humana, y sus profecías nos permiten entrever un plan familiar eterno.
Pero desde que Satanás se interpuso en la relación entre Dios y sus hijos Adán y Eva, la familia ha estado bajo ataque. Aunque en la Biblia existen muy pocos ejemplos de padres e hijos ideales, a través de las Escrituras encontramos algunos indicios acerca de qué es lo ideal.
La parábola de Jesús acerca del hijo pródigo, por ejemplo, describe a un padre paciente, misericordioso y amoroso —un padre como nuestro Padre celestial (Lucas 15:11-32; puede ver: “El hijo pródigo: una parábola con un significado que se pasa por alto”). Y obviamente, Dios mismo es el único ejemplo perfecto de padre, así que no es de sorprenderse que se le llame Padre unas 250 veces en el Nuevo Testamento.
Pero ¿quiénes son sus hijos? La Biblia describe a los hijos y las hijas de Dios de varias maneras.
Hijos de Dios por creación
Las Escrituras llaman hijos de Dios a quienes fueron creados por Él. Esto incluye a los ángeles que se regocijaron cuando Dios creó la Tierra (Job 38:7), a los seres humanos pecaminosos que vivieron antes del Diluvio (Génesis 6:2) e incluso a Adán (Lucas 3:38).
Pero el relato Bíblico primero indica, y luego dice claramente, qué es lo que Dios tiene más en mente cuando habla acerca de sus hijos.
“Unigénito Hijo de Dios”
En el Nuevo Testamento leemos acerca de Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios. Cristo no fue creado, sino que estuvo con Dios y era Dios desde antes de la creación (Juan 1:1-3; vea “Jesús, el Hijo de Dios” y “¿Fue Jesucristo creado?”).
Dios desea hijos que se esfuercen por ser como Él y quieran agradarle.
En su profundo amor, el Padre y el Hijo diseñaron un plan para expandir su familia, porque querían compartirlo todo con nosotros en una relación familiar cercana (Juan 1:12). ¡El propósito del plan de Dios es hacer crecer su familia!
Pero este plan amoroso incluía un giro en la trama. Por la influencia de Satanás, todos los seres humanos hemos caído en el pecado y merecemos la pena de muerte eterna. La única solución para este dilema nos muestra con aún más claridad el amor que Dios tiene por nosotros, sus potenciales hijos. En las memorables palabras de Juan: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). (Para aprender más acerca de este importante, pero a menudo malinterpretado versículo, lo invitamos a leer “¿Qué significa Juan 3:16?”.)
La creación aguarda la manifestación de los hijos de Dios
Cristo murió para que toda la humanidad pudiera ser perdonada de sus pecados y tuviera la oportunidad de entrar en la familia de Dios (Juan 11:51-52). Y Dios quiere que nos convirtamos en sus hijos de una forma mucho más profunda que el hecho de haber sido creados por Él. Quiere darnos su ADN espiritual a través del Espíritu Santo para que podamos convertirnos en hijos espirituales con su mismo carácter.
Cuando nos arrepentimos, nos bautizamos y recibimos el Espíritu Santo, comenzamos una nueva vida (Hechos 2:38; lo invitamos a leer “¿Qué es conversión?”). Pablo dice que el Espíritu de Dios “da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:16-17). Jesús heredó todas las cosas, ¡y Él y el Padre quieren compartirlo todo con nosotros!
Pablo además explica que la creación “[aguarda] la manifestación de los hijos de Dios” (v. 19), cuando el mundo será librado de la corrupción “a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (v. 21). Es como si toda la creación gimiera con dolores de parto para que nazcamos en la familia divina (v. 22). Esta transformación se completará cuando seamos transformados o resucitados por Dios a la gloria, en un cuerpo espiritual (1 Corintios 15:42-54).
Características de un hijo de Dios
Como hijos de Dios, ¿qué deberíamos hacer en este tiempo? ¿Cómo se transformarán nuestras mentes? Veamos algunas de las características bíblicas de un hijo de Dios:
- “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9).
- “Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo” (Filipenses 2:14-15).
- “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos” (1 Juan 5:2).
Dios desea hijos que se esfuercen por ser como Él y quieran agradarle. Puede profundizar más acerca de esto en nuestro artículo “7 formas de agradar a Dios”.
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre”
Ahora volvamos atrás y leamos más de 1 Juan 3: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (vv. 1-3).
Esta increíble esperanza debería inspirarnos y motivarnos a purificarnos a nosotros mismos y a esforzarnos por ser como Dios.
“Seremos semejantes a él”
Uno de nuestros lectores hizo la pregunta: “¿Seremos hijos literales de Dios, o seudo hijos e hijas?”. La aseveración de Juan es que “seremos semejantes a él”, lo cual confirma que Dios tiene planes de hacernos sus hijos verdaderos.
Dios diseñó el plan, nos da la motivación y la esperanza, y nos da la ayuda que necesitamos mientras buscamos ser como Él —puros, pacíficos, sin mancha y llenos de amor.
¡Ésa es la magnitud de su amor! ¿Cómo responderemos?
Puede comenzar por estudiar nuestros artículos en línea “Hijos de Dios” y “¿Por qué nació usted?”.