Desde tiempos primitivos nos sentimos fascinados con las demostraciones de poder.
Desde un cohete del que salen fuego y humo a medida que se aleja del punto de lanzamiento, a un carro de fórmula uno que excede los 300 kilómetros por hora, hasta un levantador de pesas olímpico que impone nuevas marcas mundiales. Todos nos sentimos fascinados con las demostraciones de poder.
Sin embargo, pocos entienden que hay una fuente de poder sobrenatural, dinámica, que supera todos los poderes producidos por el hombre. Necesitamos este poder transformador si queremos agradar a Dios y recibir la vida eterna.
¿Qué es ese poder?
¡Es el asombroso poder del Espíritu Santo de Dios!
Pentecostés y el poder
Siete semanas después de la crucifixión y resurrección de Jesús, sus discípulos esperaban con gran expectativa el poder que Él les había prometido. En el día de Pentecostés estaban todos juntos celebrando la fiesta santa de Dios, cuando Dios comenzó a demostrar ese poder.
Dios usó milagros físicos para llamar la atención de un milagro espiritual mucho más grande. Primero Dios envió un ruido “como de un viento recio que soplaba” (Hechos 2:2). Luego, “se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego” sobre los discípulos, y Dios les dio la capacidad de hablar en lenguas que nunca habían aprendido (v. 3-4). “Cada uno les oía hablar en su propia lengua” (v. 6). “Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿qué quiere decir esto?” (v. 12).
Dios utilizó a Pedro para que proclamara de una forma poderosa que éste era el comienzo del cumplimiento de la profecía de Joel: “Derramaré de mi Espíritu” (v. 17). Las palabras de Joel muestran claramente que el Espíritu de Dios es un espíritu de poder. Y cuando muchos del pueblo reconocieron sus pecados y les preguntaron a los apóstoles qué debían hacer, Pedro les dijo:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (v. 38).
¡Respondieron cerca de 3.000 personas! Al ser bautizados y recibir el Espíritu Santo de Dios, ellos recibieron el increíble poder espiritual que transformó su vida. Ese día la Iglesia del Nuevo Testamento comenzó con poder.
¿Qué es el Espíritu Santo?
El Espíritu Santo de Dios es el maravilloso poder creador del Padre y Jesucristo. Por medio de su Espíritu Santo, Dios creó los cielos y la tierra: “Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra” (Salmo 104:30).
Su absoluto control y poder sobre todo lo que existe en los cielos y la tierra es descrito en las Escrituras. No hay nada imposible para Dios (Lucas 1:37). Él diseñó y planeó el universo físico y por su orden se formaron los cielos y la tierra (Salmo 148:5). Por su inmenso poder, Él controla y sostiene todo.
El Espíritu creador de Dios estuvo presente al comienzo, incluyendo la creación de los primeros seres humanos —Adán y Eva (Génesis 1:1-2; 2:7).
Fue prometido a los seres humanos
Cuando creó a la humanidad, Dios quería ofrecerle el don del Espíritu Santo. Por medio del árbol de la vida, simbólicamente le fue ofrecido a Adán y Eva en el jardín del Edén. Pero en vez de aceptarlo, tomaron la terrible decisión de rechazarlo y desobedecer a Dios, seducidos por las mentiras de Satanás. Desde entonces, Satanás ha continuado engañando a la humanidad para que deje a un lado la bendecida forma de vida de Dios (2 Corintios 4:4).
¡Pero hay buenas noticias! Dios tiene un plan.
El plan de Dios para la humanidad incluye la remoción de Satanás y su habilidad para engañar a las naciones (Apocalipsis 20:1-3).
Al mismo tiempo, Dios está llamando a unas pocas personas a salir del mundo de Satanás (Juan 6:44, vea nuestro artículo en línea: “¡Dios llama!”). Él los coloca dentro de su Iglesia por el don de su Espíritu Santo, por el que es posible el desarrollo personal y espiritual. “Porque por medio de él [Cristo], los unos y los otros [judíos y gentiles] tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (Efesios 2:18, énfasis añadido).
Como miembros de la Iglesia, serán entrenados para desempeñar cargos futuros en su Reino.
Un poder que transforma
Alguien que ha recibido y está siendo guiado por el Espíritu Santo puede convertirse en una persona cambiada. Pasa por el proceso de renovación de la mente —un cambio total de actitud, dirección y propósito en la vida (Romanos 6:4).
Dios desea que desarrollemos un carácter santo y justo, y esto requiere de nuestra participación. Él no quiere que seamos robots, así que nos ha dado libre albedrío. Él quiere que escojamos seguir el ejemplo de su Hijo.
A medida que le permitimos al Espíritu Santo de Dios trabajar en nosotros, nos transforma y empezamos a pensar y actuar como Cristo
A medida que le permitimos al Espíritu Santo de Dios trabajar en nosotros, nos transforma y empezamos a pensar y actuar como Cristo: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5). Dios revela principios espirituales a través de su Espíritu. “Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1 Corintios 2:11, énfasis añadido).
Aún más, el Espíritu, “que nos ha sido dado por Dios”, nos lleva al entendimiento de “cosas espirituales” que la mente natural (sin el Espíritu Santo) no puede comprender: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:12-14, énfasis añadido).
Es claro que los seres humanos necesitan el poder de Dios para respetar, honrar y agradarlo a Él.
Cómo asegurar nuestro increíble potencial
Cristo se refirió al Espíritu Santo como el Consolador, el Espíritu de verdad, disponible del Padre (Juan 15:26).
Años después de la muerte y resurrección de Jesucristo, el apóstol Pedro escribió acerca de cómo “por su divino poder… por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1:3-4, énfasis añadido).
Con el Espíritu de Dios en nosotros tenemos una herencia futura asombrosa —convertirnos en hijos de Dios (Romanos 8:16-17).
Pero primero veamos cuidadosamente lo que Pablo escribió en Romanos 8:11: “Y si el espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (énfasis añadido).
Los verdaderos seguidores de Dios están compuestos actualmente de carne y sangre y no pueden entrar al Reino de Dios y obtener la herencia (1 Corintios 15:50). Pero vendrá una época en la que ellos serán cambiados de carne corruptible a espíritu incorruptible (v. 51-54). Finalmente, heredaremos la vida eterna en el Reino de Dios y gobernaremos bajo Cristo (Apocalipsis 3:21).
Hemos sido llamados a “una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible” (1 Pedro 1:4). Cuando nos vemos tentados a poner algo por encima de estas promesas, ¡deberíamos preguntarnos si tiene valor y perdura!
El cumplimiento de nuestro asombroso potencial debería ser nuestro vehemente deseo y meta. Es el propósito final que Dios tiene para cada uno de nosotros. Debemos aprovechar la oportunidad a medida que luchamos por agradarle a Él, por medio del poder de su Espíritu Santo que mora en nosotros.
Aprenda más acerca de Pentecostés y el plan de Dios en nuestro folleto gratuito: Las fiestas santas de Dios: Él tiene un plan para usted. Y descubra más acerca de la Deidad en nuestro folleto: Conociendo al Dios de la Biblia.
Recuadro: ¿Por qué es tan importante el Espíritu Santo?
Aunque nos suene sorprendente, si no tenemos el Espíritu de Dios, no podemos afirmar que somos verdaderos cristianos. “Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia” (Romanos 8:8-10, énfasis añadido).
Si estamos llenos del Espíritu Santo de Dios:
Dios obrará en nosotros, ya “que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20).
Nuestra futura herencia en el Reino de Dios estará “sellada”, esto es, Dios pondrá una marca de pertenencia en nosotros “con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1:11-13).
A medida que mostremos disposición a obedecer y responderle a Dios, el Espíritu “Nos guiará a toda la verdad” (Juan 16:13). Los verdaderos cristianos no podrán tener éxito en vivir el camino de vida de Dios sin la guía y el respaldo provistos por su Espíritu.
Nos ayudará a sobreponernos a nuestra debilidad (Romanos 8:26) al darnos fortaleza espiritual adicional (Filipenses 4:13).
Más importante aún, produciremos “el fruto del Espíritu” (Gálatas 5:22-23).
La vida es una lucha constante en contra de nosotros mismos, el mundo y Satanás. Cada uno necesita acercarse más a Dios por medio de la oración regular y el estudio de la Biblia —creciendo continuamente en el carácter de nuestro Padre Celestial y Jesucristo. Sólo por medio de la ayuda del Espíritu de Dios podremos tener éxito y cumplir el verdadero propósito de nuestra existencia.
Recuadro: ¿cómo recibimos el espíritu santo?
El Espíritu Santo es un regalo de Dios (Lucas 11:13; Romanos 5:5). No hemos nacido con él, ni lo podemos ganar. La Biblia revela que la salvación es un proceso con ciertos requisitos necesarios:
El primero es un arrepentimiento genuino, de todo corazón. Esto incluye creer y aceptar la sangre del sacrificio de nuestro Salvador como pago de nuestras transgresiones pasadas. También involucra un arrepentimiento según Dios por los pecados que hemos cometido contra Él —admitir los malos pensamientos y acciones.
Lo que sigue es el bautismo por inmersión y la imposición de manos de los ministros de Dios.
Luego Dios cumple su parte y nos da su Espíritu Santo (Hechos 2:38).
Después, debemos vivir una vida conforme a la Palabra revelada de Dios —con la ayuda del poder que reside en nosotros por medio del Espíritu Santo. Debemos luchar por continuar obedeciendo ya que Dios da su Espíritu a aquellos que le obedecen (Hechos 5:32).
Estudie los pasos bíblicos para recibir el Espíritu Santo en nuestro folleto: ¡Cambie su vida!