El primer sermón de Pedro ayudó a alterar el curso de la historia y su significado puede cambiar nuestra vida en la actualidad.
Era la mañana de la Fiesta de Pentecostés y Jerusalén estaba llena de consternación y curiosidad. Habían transcurrido siete semanas desde la conmovedora crucifixión de Jesús de Nazaret, que algunos habían creído era el Mesías que liberaría a Judea del yugo romano. Pero su muerte hizo trizas estas esperanzas.
Las historias que circulaban hablaban acerca de su resurrección de entre los muertos. Las autoridades religiosas se burlaban de la idea y la negaban, pero los discípulos de Jesús no tenían ninguna duda de ésta verdad. Ellos habían estudiado a sus pies durante más de tres años y ellos —así como otros 500 más (1 Corintios 15:6)— lo habían visto y habían hablado con Él después de su resurrección.
Él les dijo a los apóstoles y a otros discípulos que esperaran en Jerusalén hasta que recibieran poder desde lo alto (Lucas 24:49; Hechos 1:4-8), y ahora ellos estaban en la ciudad, esperando.
Sucesos milagrosos
Los discípulos se habían reunido para celebrar la Fiesta anual de Pentecostés. Súbitamente, el sonido impresionante de un viento fuerte llenó el cuarto. Lo que parecían ser pequeñas llamas se posaron sobre sus cabezas. Las personas estupefactas, atraídas por los eventos milagrosos que estaban ocurriendo, escuchaban a los apóstoles hablar en sus idiomas nativos.
Más tarde entenderían que éste era el don del poder, el Espíritu Santo que Jesús había prometido: “…edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades (el sepulcro) no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18).
Por inspiración divina, Pedro se levantó y habló con el poder del Espíritu de Dios. En su sermón, él explicó el profundo significado de lo que estaba ocurriendo. ¡Fue el sermón que dio comienzo a la Iglesia de Dios! ¿Qué fue lo que Pedro explicó, y qué podemos aprender de su sermón?
1. Dios había derramado su Espíritu Santo en la Iglesia (Hechos 2:14-21).
El sonido del viento, las lenguas de fuego y los idiomas extranjeros eran manifestaciones del don que Dios les estaba dando a sus siervos. Jesús había dicho anteriormente que el Espíritu Santo estaba con sus discípulos pero que más tarde estaría dentro de ellos para inspirarlos y guiarlos por completo (Juan 14:17). ¡Ahora había llegado ese momento!
Jesús les había dicho con anticipación que el Espíritu Santo les revelaría y les recordaría las verdades espirituales, los consolaría y los fortalecería (Juan 14:26-27). De hecho, sólo cuando una persona recibe y es guiada por el Espíritu de Dios puede convertirse en un verdadero cristiano (Romanos 8:9, 14).
2. La salvación ahora está disponible para la Iglesia por medio de la muerte de Cristo y su resurrección (Hechos 2:22-26).
Pedro citó a David, quien en un salmo profético, explicó el efecto de la muerte y resurrección de Cristo: “Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí…Porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida” (vv. 25-28, énfasis añadido).
La resurrección de Jesús abrió el camino para la resurrección de los muertos para aquellos que son de Cristo. Pablo explicó: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22). La maravillosa promesa de la resurrección a la vida, junto con la fundación de la Iglesia, había sido abierta para todos aquellos que el Padre llamara (Juan 6:44).
3. Para recibir perdón y el Espíritu de Dios, que abre el camino a la vida eterna, debemos arrepentirnos, ser bautizados y vivir una nueva forma de vida (Hechos 2:37-38).
Dios quiere que todos sean salvos (1 Timoteo 2:4). La vida eterna es un don gratuito (Romanos 6:23), pero Dios requiere que cumplamos ciertos requisitos para poder recibir ese don gratuito. Las condiciones de Dios incluyen el arrepentimiento del pecado y cambiar una vida que quebranta las leyes de Dios (1 Juan 3:4) a una vida de búsqueda de justicia.
Jesús dijo: “Si quieres entrar a la vida, guarda los mandamientos” (Mateo 19:17). Ningún ser humano hace esto de una manera perfecta. Todos caemos y pecamos, y necesitamos arrepentirnos y ser perdonados cuando esto pasa, pero debemos siempre luchar y esforzarnos para obedecer el camino de vida de Dios.
Cando nos arrepentimos y cambiamos nuestros caminos, podemos ser bautizados; otra condición para la salvación. Luego, recibiremos el don del Espíritu de Dios, que nos da el poder para perseverar en el camino de Dios.
4. Las promesas de Dios se extienden a los hijos de aquellos que Él llama a través de los tiempos (Hechos 2:39).
Dios se revela a sí mismo en términos de familia. Dios es nuestro Padre (Romanos 1:7). Jesús es su hijo y un Hermano para los creyentes (Hebreos 2:11-12). El propósito de Dios en la Tierra ahora es desarrollar una familia divina, “llevar muchos hijos a la gloria” (v. 10).
Ya que Dios está desarrollando una familia espiritual, no debería sorprendernos que Él también trabaje con las familias físicas. Cuando Dios llama a una persona para que venga a su Hijo y se convierta en cristiano, Dios también tiene en una categoría diferente a los hijos de aquel que ha sido llamado, con acceso especial a Él (1 Corintios 7:14).
Cuando aceptamos el llamamiento de Dios y nos convertimos en cristianos, nuestros hijos son invitados para venir a Dios y participar en su plan también. Por eso, la Biblia exhorta a los cristianos a enseñar a sus hijos acerca de Dios (Efesios 6:4).
5. No todos son llamados por Dios ahora (Hechos 2:39).
Veamos que la promesa de salvación es ofrecida a “para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”. Jesús dijo que nadie podía venir a Él si el Padre que lo envió “no lo trajere” (Juan 6:44). La clara implicación es que no todos están siendo llamados ahora. Todo ser humano que haya vivido alguna vez tendrá la oportunidad de conocer a Dios y aceptar su don gratuito, pero no todos al mismo tiempo (1 Corintios 15:22-23).
Dios escoge trabajar con diferentes personas en diferentes momentos, por esto es por lo que los cristianos son llamados “primicias” (Santiago 1:18). Hay unas personas con las cuales Dios trabaja primero; ellos siempre han sido relativamente una “manada pequeña” (Lucas 12:32) en el contexto de la población del mundo.
Esta verdad acerca de diferentes momentos de cosecha espiritual es la razón por la cual Dios escogió comenzar la Iglesia en la Fiesta de Pentecostés, también llamada “el día de las primicias” en Números 28:26. Pentecostés nos recuerda que aquellos que están en la Iglesia son llamados por Dios mucho antes que la mayoría de los otros. La mayoría de personas será llamada por Dios y sus mentes serán abiertas a su verdad en el momento de la resurrección general, cuando “…todos los que están en los sepulcros oirán su voz” (Juan 5:28-29). Sólo entonces la mayoría llegará a conocer al Dios verdadero (Ezequiel 37:6-14).
Algunos que objetan esta verdad bíblica afirman que las personas tendrán “una segunda oportunidad”. Pero Jesús dijo que era imposible que alguien viniera a Él si el Padre no lo traía. No hay oportunidad de conocer a Dios antes de que ocurra este llamamiento y la Biblia muestra que esto ocurrirá en épocas diferentes.
Si quiere saber más acerca de las resurrecciones y el plan de salvación de Dios, lea: “Resurrecciones: ¿qué son?”.
6. Los cristianos deben tener cuidado de no ser asimilados por esta “perversa generación” (Hechos 2:40).
Aunque Dios es todopoderoso, la Biblia dice que la sociedad en la cual vivimos no es de Él. Cuando Adán y Eva decidieron creerle a la serpiente en lugar de a Dios en el jardín del Edén, el Creador se apartó de los asuntos inmediatos del hombre y dejó que la familia humana aprendiera los resultados de esta elección rebelde y trágica.
Dios todavía está trabajando en su gran plan, pero de una manera discreta, casi invisible, en el trasfondo de la historia humana. Por esto es que la Biblia llama a Satanás el “dios de este siglo” (2 Corintios 4:4), quien “engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9). Él es el “príncipe del poder del aire...el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efesios 2:2). Sin que lo sepan, esto incluye a la mayoría de personas en la Tierra. No es de extrañar que veamos tanta ignorancia, violencia y sufrimiento a nuestro alrededor —¡Satanás ha secuestrado temporalmente al planeta!
Por lo tanto, los cristianos deben vivir en este “presente siglo malo” (Gálatas 1:4), sin ser parte espiritualmente de él. Su “ciudadanía está en los cielos”, de donde a su regreso, Jesús va a traer el Reino de Dios a la Tierra (Filipenses 3:20). Es un desafío constante para los cristianos vivir en este mundo, pero de acuerdo con los parámetros de Dios y no de los hombres.
El séptimo punto no está en el sermón de Pedro, pero es el resultado de las verdades que él predicó:
7. Hay una maravillosa unidad espiritual y hermandad en la Iglesia de Dios (Hechos 2:41-47).
Los miembros de la Iglesia primitiva mostraron gran amor, un vínculo fraternal de paz y preocupación entre ellos. Jesús se refirió a sus discípulos como a una familia, y Él dijo que aquellos que fueran alejados por los miembros de su familia física por su compromiso con Dios encontrarían otros cientos en el Cuerpo de Cristo (Mateo 19:29). Bajo el liderazgo de Jesucristo y con el poder unificador del Espíritu de Dios, la Iglesia de Dios es un verdadero hogar espiritual que ofrece amor, respaldo y cuidado para cada miembro.
Lanzada con el primer sermón inspirado de Pedro por el Espíritu de Dios, la Iglesia primitiva tuvo un periodo de increíble crecimiento que echó las bases para que varias generaciones de cristianos las siguieran —una línea que nunca se ha roto y continuará hasta el regreso de Jesucristo.
Las verdades fundamentales ilustradas por la Fiesta de Pentecostés están vigentes hoy y son tan animadoras y motivacionales como entonces. De la misma forma que en el siglo primero, estas verdades fundamentales de Dios están transformando vidas en preparación para el venidero Reino de Dios. Si desea leer más al respecto, lea en el sitio de Vida, Esperanza y Verdad, los artículos: “Pentecostés: Dios da su Espíritu” y “La Iglesia: ¿qué es?”.