El dinero no compra la felicidad, ¡pero a todos nos gustaría encontrar un tesoro oculto! Sin embargo, ¿estamos buscando en el lugar correcto? ¿Cómo podemos descubrir lo que tiene verdadero valor en la vida?
En el Sermón del Monte, Jesús dijo: “Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón” (Mateo 6:21). Para comprender cómo esto se aplica a nuestras vidas, puede ser útil pensar en todo el concepto de tesoro: lo que más valoramos en la vida.
Es fascinante leer acerca de tesoros, perdidos y encontrados. Analice estos relatos.
Historia del tesoro escondido
En noviembre de 1992, cerca de Suffolk, Inglaterra, un granjero perdió un martillo. Él pensó que lo había extraviado en algún lugar de su tierra. Después de buscarlo infructuosamente, le pidió ayuda a un amigo que tenía un detector de metales.
La búsqueda con el detector de metales descubrió algunos cubiertos de plata —y algunas monedas antiguas. El granjero y su amigo dieron aviso a las autoridades y vino un equipo arqueológico para excavar el sitio.
Cuando se completó la excavación, se recobraron cerca de 15 mil monedas romanas de los siglos IV y V, además de los cubiertos de plata. El valor estimado en 1993 fue de ¡cerca de 1,75 millones de libras (aproximadamente 3.5 millones de dólares)! El valor en moneda actual sería mucho más.
Tesoro perdido
La historia de Jesse Lauriston Livermore tuvo un resultado diferente. Jesse Livermore era un negociante financiero y alguien que invertía durante el siglo XX. Él hizo gran parte de su fortuna utilizando una técnica de comercio llamada “venta corta”. Esencialmente, cuando un negociante espera que el mercado baje, él puede pedir prestadas algunas acciones y venderlas cuando el precio todavía está alto. Él espera que en el momento en que tenga que regresar las acciones pueda comprarlas a un precio menor y así obtener una ganancia.
En 1907, Livermore ganó cerca de tres millones de dólares utilizando este método durante un momento de pánico en el mercado. Esta cantidad, sin embargo, no es nada comparada con la fortuna que él hizo durante el gran colapso del mercado en 1929.
En los meses que antecedieron al gran colapso de octubre de 1929, Livermore vio que había condiciones en el mercado que parecían similares a las de 1907. Entonces, empezó a vender acciones a venta corta y continuó haciéndolo así, desarrollando las posiciones en el mercado. Después de que el colapso del mercado llegara a su clímax, la fortuna de Livermore estaba alrededor de 100 millones de dólares. Al hacer los ajustes de la inflación, ¡esa fortuna equivaldría a más de mil millones de dólares en la actualidad!
Pero en 1934, Jesse Livermore estaba en bancarrota. No sabemos exactamente cómo fue que perdió su fortuna, pero sabemos que continuó en el mercado hasta después de 1929, y en 1932 se divorció por segunda vez.
A finales de 1930, Livermore cayó en una gran depresión de la que nunca se recuperó. El 28 de noviembre de 1940, a la edad de 63 años, él se suicidó en un cuarto de hotel en la ciudad de Nueva York.
¿Qué sucede con el resto de nosotros?
Aunque las historias de tesoros encontrados y fortunas perdidas, no son tan escasas, la mayoría de nosotros jamás experimentaremos estos extremos en el curso de nuestra vida. Pero todos tenemos que enfrentar decisiones acerca de lo que consideraremos valioso. Tal vez estemos sentados en un tesoro escondido —o en peligro de perder uno.
Aunque lográramos heredar o amasar una fortuna en nuestra vida, no la “podemos llevar con nosotros”, como dice el refrán. Cualquier fortuna, sin importar la cantidad, se convierte en algo sin valor para su dueño en el día de su muerte.
"Para determinar lo que es verdaderamente valioso en la vida, tenemos en cuenta la relación entre el tiempo y el valor. Si algo no dura mucho, ¿cuán valioso puede ser? Aunque lográramos heredar o amasar una fortuna en nuestra vida, no la “podemos llevar con nosotros”, como dice el refrán. Cualquier fortuna, sin importar la cantidad, se convierte en algo sin valor para su dueño en el día de su muerte.
Tiempo y tesoro
En su época, Jesucristo aconsejó acerca de lo que verdaderamente era valioso: “no os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:19-21).
Jesucristo estaba describiendo la forma en que las riquezas eran adquiridas y consideradas en su época, así como la forma en que comúnmente se perdían las riquezas.
Los vestidos podían ser muy valiosos en aquella época, especialmente si eran adquiridos al comerciar y traerlos en embarcaciones de tierras lejanas. Sin embargo, los vestidos podían ser destruidos por las polillas. Las monedas y los metales preciosos también eran cosas de valor. Pero estas monedas y metales también podían corroerse o devaluarse. Era común que un tesoro o los metales se enterraran en los campos o se escondieran en las casas. En ambos casos, los ladrones podrían descubrirlos y llevárselos.
Entonces, ¿qué quiso decir Jesucristo cuando dijo: “haceos tesoros en el cielo”? Aprenda más acerca de esto en los artículos del sitio VidaEsperanzayVerdad, llamados: ¿Qué es el cielo? y ¿Vamos al cielo cuando morimos?).
Actualmente tenemos muchas otras formas de adquirir y medir la riqueza y también tenemos nuevas formas de perderla. Pero los principios básicos siguen siendo los mismos.
El libro de Hebreos nos da un consejo similar acerca de la naturaleza permanente del tesoro verdadero. El autor trató de animar a estos primeros cristianos del Nuevo Testamento que habían tenido tantas pruebas. Él escribió: “Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos; por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante. Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos” (Hebreos 10:32-34).
Ambos pasajes bíblicos nos dicen que hay algo realmente valioso que perdura más allá de la vida humana. Ambas afirmaciones nos dicen que el tesoro verdadero merece más de nuestro tiempo y esfuerzo que las riquezas temporales.
Parábola del tesoro escondido
Más adelante, Jesús dijo más acerca de lo que merece ese tesoro verdadero —tesoro que permanece más allá de la vida física. Veamos en Mateo 13:44: “Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo”.
Nuevamente, la imagen es una costumbre de aquella época: enterrar el tesoro en un campo. El tesoro que está descrito aquí, sin embargo, es digno de todo lo que posee la persona.
Parábola de la perla de gran precio
La parábola que sigue después contiene el mismo mensaje: “También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía y la compró” (Mateo 13:45-46).
El “reino de los cielos” es descrito como un verdadero tesoro —un tesoro que es digno de más de lo que podamos poseer en esta vida física. La analogía en las parábolas es la de intercambiar las posesiones personales por un tesoro que perdura. La lección es que “buscar primero el Reino de Dios” debe ser la prioridad número uno en nuestra vida (Mateo 6:33).
¿Qué hacemos ahora?
Todo tesoro terrenal fluctúa por naturaleza. Si no hubiera otra razón, las limitaciones del tiempo de vida humana lo hacen así. Los antiguos faraones de Egipto eran enterrados con su gran riqueza, pero esos tesoros fueron o robados o enviados a los museos. El hombre no tiene forma de extender indefinidamente la vida, y lo que ocurra con su riqueza después de la muerte es similar. Todas las posesiones terrenales dejarán de ser nuestras en el momento en que muramos. Al final de su lección acerca de los tesoros terrenales, Jesús nos dijo cómo debíamos vivir nuestra vida, con esto en mente: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21). Otra vez, en el contexto de esta analogía acerca del tesoro y la riqueza, Él nos dice cómo debemos vivir nuestra vida de acuerdo con lo que deben ser nuestras prioridades.
Las palabras de Jesucristo merecen una cuidadosa introspección de parte nuestra.
¿Dónde está su tesoro? ¿Dónde está su corazón?
Nuestro folleto El Misterio del Reino puede ayudarlo a encontrar, valorar y recibir el tesoro eterno.