El celo religioso: lo bueno y lo malo

Hoy en día se culpa al celo religioso de terribles atrocidades. La Biblia nos advierte los peligros de un celo inadecuado, pero también exalta el celo justo y ferviente como algo necesario para agradar a Dios.

Los fanáticos del autoproclamado Estado Islámico se divierten compartiendo videos horripilantes de sus últimas decapitaciones a trabajadores de la salud, cristianos y a otras personas que ellos consideran enemigos de esa rama del islamismo. Como si eso fuera poco, han masacrado a cientos de seres humanos en ataques terroristas, han crucificado personas, las han quemado mientras están vivas y han esclavizado a mujeres y niños —todo en nombre de la religión.

A pesar de ser algo que no nos agrada ver, el Estado Islamico y otros terroristas islámicos no son los únicos fanáticos religiosos violentos. En la historia abundan las inquisiciones, las cruzadas y las guerras santas. Atrocidades infames se han cometido en nombre de muchos dioses.

Este tipo de celo mal orientado ha hecho que muchas personas lleguen a la conclusión de que la religión en sí es el problema. Muchas personas hoy en día estarían de acuerdo con la observación de Blaise Pascal: “Los hombres nunca hacen el mal tan completa y alegremente como cuando lo hacen por convicción religiosa”.

Por supuesto los humanistas y los ateos no son inmunes a las pasiones oscuras de la naturaleza humana, como quedó evidenciado con el Reino del Terror y los pogromos de Stalin. Aun así, ¿por qué razón el celo le ha traído tan mala fama a la religión? ¿qué conduce a un celo inadecuado? y ¿existe un celo correcto?

Peligros y causas de un celo inadecuado

Las falsas religiones y doctrinas son motivos importantes para un celo inapropiado. Ideas erradas acerca de Dios y de como agradarle han plagado a la humanidad desde el principio, lo que ha provocado un celo por hacer el mal que es abominable para el Dios verdadero.

Pero incluso los que creen en la Biblia pueden ser engañados. El apóstol Pablo vivió en carne propia las consecuencias de un celo mal orientado, y lo lamentó profundamente.

La primera vez que sabemos algo de Pablo (en ese entonces llamado Saulo) es en el juicio contra Esteban. Los líderes religiosos judíos se enfurecieron por el testimonio de Esteban acerca de sus fracasos religiosos, que culminó con esta declaración: “y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios” (Hechos 7:56). ¡Para ellos esto era una blasfemia descarada! Se abalanzaron contra Él, lo sacaron de la ciudad y lo apedrearon hasta la muerte.

“Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió… Y Saulo consentía en su muerte.” (Hechos 7:58-60; 8:1).

Para Saulo, esto solo era el comienzo, ya que con gran celo “asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel” (v. 3).

Su celo estaba basado en una información errada, motivada por un deseo envidioso de proteger su herencia religiosa. Él y los demás fanáticos estaban completamente seguros de que tenían la razón. No permitían que en ningún momento les insinuaran que iban por el mal camino—que quizás Dios no estuviera de acuerdo con su persecución a la Iglesia.

El celo de Saulo era sincero, pero se dio cuenta de que estaba equivocado.

Al igual que Saulo, el celo inapropiado se basa en un conocimiento erróneo, motivos equivocados (odio) y una imagen equivocada de sí mismo (orgullo).

Con todos los problemas que puede causar el celo, ¿deberíamos simplemente renunciar a tenerlo?

Los peligros de la tibieza

A Dios tampoco le agrada el otro extremo. La falta de celo puede reflejar una actitud tibia y perezosa hacía el cristianismo. Si leemos a lo largo del libro de Proverbios, vemos claramente la perspectiva que Dios tiene de la pereza—y no es una imagen muy alentadora. Jesús mismo dio una parábola advirtiéndonos que no debíamos ser un “siervo malo y negligente” (Mateo 25:26).

Es aún más diciente ver como Jesucristo describe la complacencia y autosuficiencia de la iglesia de Laodicea. Después de compararlos con agua tibia, lo cual va a provocar que los vomite de su boca, les advirtió:

“Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete” (Apocalipsis 3:17-19; lo invitamos a ver más acerca de este tema en nuestro artículo “Laodicea”).

La pereza, la complacencia, la autosuficiencia y la falta de urgencia—todos estos son obstáculos que nos pueden sacar del Reino de Dios. La pereza, la complacencia, la autosuficiencia y la falta de urgencia—todos estos son obstáculos que nos pueden sacar del Reino de Dios.

Incluso las personas que comienzan con celo pueden caer en esta trampa. Cristo le dice a otra de las siete iglesias en Apocalipsis: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” (Apocalipsis 2:4). Él los alentó diciéndoles “arrepiéntete, y haz las primeras obras” (versículo 5; lo invitamos a ver más acerca de este tema en nuestro artículo “Éfeso”). Sin ese primer amor, empezamos a alejarnos de Dios, a perder la motivación para cambiar y parecernos cada vez más a Dios. Perder ese celo puede llevarnos a una hipotermia espiritual—lo que conlleva a la muerte eterna.

Teniendo en cuenta estas advertencias, ¿cómo podemos obtener o recuperar ese primer amor—ese celo correcto—y mantenerlo?

Cómo convertir ese primer amor en un celo para toda la vida

¿Qué nos dice la Biblia que debemos hacer para tener o mantener un celo de acuerdo con Dios en nuestra vida?

1. Buscar el conocimiento.

Esforzarnos por entender la voluntad de Dios. Desarrollar sabiduría para discernir cómo y cuándo ser celosos de una manera que le agrade a Dios.

Para crecer en el conocimiento de Dios hay que estudiar la Biblia todos los días. Por ejemplo, lea historias que hablen acerca de un celo apropiado, especialmente en la vida de Jesucristo.

El rey David, en Salmos 66:9 predijo qué tipo de celo tendría Jesucristo: “Porque me consumió el celo de tu casa”. Siglos más tarde, los discípulos de Jesús recordaron este salmo cuando Jesús expulsó a los cambistas y mercaderes del templo (Juan 2:17). Ellos comprendieron que la reacción de Jesús al proteger con celo el templo de Dios era un cumplimiento de esta profecía mesiánica. Al llamarla “la casa de mi Padre” Jesús también estaba haciendo una “clara afirmación de mesianismo” (Biblia de Estudio VNKJ de Nelson).

Claramente, nosotros no tenemos el mismo rol o autoridad que Jesucristo tenía, pero podemos aprender de su celo y esfuerzo ferviente para poner en práctica lo que aprendemos de la Biblia. Saulo (más adelante llamado Pablo) aprendió que Dios no quería que él persiguiera a los cristianos, sino que aprendiera personalmente y obedeciera a los mandamientos de Dios y que difundiera ampliamente el evangelio del Reino de Dios.

Para tener un celo según Dios “no conforme a la ciencia” (Romanos 10:2), debemos hacer una inmersión en la Biblia—en el conocimiento de Dios. El conocimiento bíblico nos ayuda reconocer la perspectiva correcta y una imagen de nosotros mismos adecuada. Esto nos muestra que en lugar de orgullo, necesitamos:

2. Aprender la humildad

Nuestra respuesta al conocimiento de Dios deber ser el arrepentimiento y la humildad, no arrogancia ni orgullo. Cuando reconocemos nuestras faltas y buscamos el cambio, nuestro celo puede ser dirigido a los objetivos correctos. Podremos, al igual que los corintios, permitir que la tristeza según Dios nos guie a un celo para que cambiemos (2 Corintios 7:11). Debemos dominar el arte de sacar primero la viga de nuestro ojo antes de tratar de ayudar a los demás a quitarse la paja de sus ojos (Mateo 7:3-5).

Nuestro estudio del celo también nos lleva a reconocer las motivaciones adecuadas:

3. Que el amor de Dios sea su motivación

Dios es amor y todo lo que Él hace está motivado por el amor (1 Juan 4:7-11). El amor también debe ser nuestra principal motivación, la fuente de nuestro celo. Sin amor, todas nuestras acciones y mayores sacrificios no van a significar nada (1 Corintios 13:1-3).

Con el amor como fundamento, podemos buscar celosamente otros dones espirituales por la razón correcta. Como Pablo les escribió a los de la iglesia en Corinto: “Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia” (1 Corintios 14:12). Nuestro celo y nuestros dones deben ayudar en el crecimiento de la Iglesia. Deben estar bajo control, no deben causar confusiones sino paz (v. 33).

Así como Jesús le dijo a la Iglesia en Éfeso, necesitamos recuperar o mantener un “primer amor” con fervor y hacer “las primeras obras” (Apocalipsis 2:4-5). Este amor proviene del don del Espíritu Santo (Romanos 5:5; Gálatas 5:22).

4. Siga buscando y utilizando el espíritu de Dios y su celo.

Jesús le dijo a los laodicenos: “Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete” (Apocalipsis 3:19). Debemos vencer la tibieza y la complacencia por medio del arrepentimiento—alejándonos del pecado y volviéndonos a Dios.

Jesús también les dijo que compraran de Él oro refinado (un carácter espiritual refinado por medio de las pruebas; 1 Pedro 1:6-7) y vestiduras blancas (acciones justas; Apocalipsis 19:8). Les dijo que ungieran sus ojos con colirio para que pudieran ver (las visiones espirituales vienen por el Espíritu Santo; 1 Corintios 2:9-10).

Debemos utilizar el Espíritu Santo—permitir que fluya a través de nosotros—para que continúe ardiendo en nuestra vida. Debemos permanecer cerca de Dios, orar para que el Espíritu Santo renueve nuestra mente día tras día (2 Corintios 4:16). Debemos avivar el Espíritu, no apagarlo (2 Timoteo 1:6; 1 Tesalonicenses 5:19).

Hay muchas más cosas que podemos hacer para recuperar y mantener el celo de Dios. A continuación, hay algunos recursos que le pueden ayudar para estudiar este tema más a fondo:

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