Desde el comienzo, la Iglesia de Dios y la verdad bíblica han enfrentado oposición. Y, hace 1.700 años, un concilio estableció una forma de cristianismo que afecta al mundo hasta hoy.

Imagen: commons.wikimedia.org/Concilio de Nicea 325. Fresco en el Salone Sistino, Vaticano
Este año es el aniversario número 1.700 del Concilio de Nicea.
¿Podría una reunión tan antigua afectar su vida en la actualidad? Tal vez le sorprenda la respuesta.
El legado del Concilio de Nicea, realizado en el año 325, aún influye al mundo cristiano. Las decisiones que se tomaron y los precedentes que se establecieron en este concilio siguen afectando las creencias y prácticas de millones hasta hoy.
Es importante entender que el cristianismo de Jesús y los apóstoles tuvieron que soportar muchas presiones, incluso mientras se escribía el Nuevo Testamento durante el primer siglo. De hecho, los mismos apóstoles advirtieron acerca de los engaños y las falsas doctrinas que se estaban infiltrando en la Iglesia (vea “¿Fue diseñado el cristianismo para evolucionar?”).
Para el cuarto siglo, el escenario de las creencias cristianas era muy diverso. Se volvió difícil encontrar un cristianismo auténtico y bíblico, y las cosas seguían cambiando.
Veamos lo que sucedió 1.700 años atrás.
El emperador llama a una reunión
El Concilio de Nicea fue organizado por el emperador romano Constantino. Según la mayoría de los relatos, Constantino no era un cristiano practicante. Su presunta adopción y aprobación del cristianismo sigue siendo una fuente de debate entre los historiadores y académicos. (Vea nuestro artículo en línea “Historia de la Iglesia: Constantino, un emperador que desafió a Dios”.)
A pesar de su supuesta conversión en el año 312, Constantino continuó su devoción a Sol Invictus, el dios romano del sol. La historiadora Alice Bennett dice: “Para el año 324 d.C., aún se acuñaban monedas con la imagen del dios sol, ¡doce años después de su supuesta conversión [de Constantino]” (“Constantine the Great: Pious Christian or Clever Pragmatist?” [Constantino el grande: ¿cristiano devoto o pragmático astuto?]).
Como emperador, Constantino sacó provecho del creciente interés en la fe cristiana. Las prácticas del cristianismo a menudo producían súbditos responsables, productivos y sumisos —cualidades valoradas por un imperio déspota en expansión. Sin embargo, los conflictos y las controversias doctrinales amenazaban la idea de Constantino de un sistema religioso manejado por el estado.
El resultado final fue una versión del cristianismo que buscaba libertad y dirección en líderes políticos en lugar de en Dios y las Escrituras.
En su discurso de apertura del Concilio, el emperador se lamentó por los conflictos internos: “Una sedición interna en la Iglesia es, según mi entender, más peligrosa y formidable que cualquier guerra” (Eusebius’ Ecclesiastical History [Historia eclesiástica de Eusebio], p. 395).
Sin embargo, las preocupaciones de Constantino se basaban en la autopreservación y la gloria imperial, no en la precisión doctrinal. “Para Constantino”, escribe Cameron Hughes, “era crucial que la Iglesia estuviera unida. De esa manera, su propagación de la fe cristiana le concedería la bendición divina del único y verdadero Dios” (“How Did the First Ecumenical Council of Nicaea Change Christianity?” [¿Cómo cambió el cristianismo el primer concilio ecuménico de Nicea?]).
Tal prestigio podía ayudar al emperador a consolidar y expandir el poder imperial.
Entonces, para acabar con la controversia, Constantino reunió a todos los clérigos del imperio en Nicea, una ciudad ubicada en Turquía actual, con el propósito de eliminar las diferencias y establecer un dogma cristiano universal que él estaba dispuesto a apoyar.
Los problemas
El Concilio de Nicea se enfocó en resolver dos controversias importantes: la naturaleza de Jesucristo y la celebración de la Pascua bíblica vs. la Pascua Florida.
La enseñanza bíblica acerca de la naturaleza de Cristo había sido puesta en duda por Arrio, un líder religioso de Alejandría.
Arrio obtuvo reconocimiento promoviendo la idea de que Jesús era un ser creado. Según Eusebio, Arrio afirmaba que “si el Padre engendró al Hijo, entonces el Hijo debió tener un comienzo… [y] hubo un tiempo en que [Jesús] no existió” (Ecclesiastical History [Historia eclesiástica]).
En esencia, Arrio sostenía que Jesús no era eterno ni divino. Las implicaciones del arrianismo eran abrumadoras, sus enseñanzas estaban dividiendo a las comunidades cristianas.
Aunque muchos cristianos fieles siguieron observando la Pascua y la fiesta de Panes Sin Levadura, para el año 325 numerosas comunidades habían adoptado tradiciones paganas para reemplazar las fiestas bíblicas (por ejemplo, la Pascua Florida en lugar de la Pascua bíblica).
La otra controversia que se abordó fue la relacionada con la Pascua. ¿Cuál era a fin de cuentas la que debía celebrarse: la Pascua bíblica o la Pascua Florida? Esta disputa había generado muchos debates en el segundo siglo entre Polícrates (obispo de Éfeso, quien se aferraba firmemente a la enseñanza de los apóstoles) y Víctor (obispo de Roma).
¿Cómo surgió la celebración antibíblica de la Pascua Florida? A medida que el cristianismo se expandía en áreas donde el panteón griego y romano eran la norma, algunos candidatos a ser cristianos, combinaban las tradiciones paganas con prácticas de la fe cristiana. (Vea nuestro artículo “¿Qué es el sincretismo religioso? ¿Lo acepta Dios?” para más información.)
El desarrollo de nuevas fiestas como la Pascua Florida fomentó disputas en cuanto a qué fiestas debían guardar los cristianos, y Constantino esperaba que el Concilio de Nicea resolviera estos problemas.
Relevancia en el siglo XXI
Si bien estos debates pueden parecer antiguos y obsoletos, el impacto de Nicea aún se siente en gran parte del mundo cristiano
Sin duda, los problemas que el concilio abordó debían ser resueltos. Lamentablemente, las decisiones de los líderes religiosos tendrían consecuencias nefastas para las comunidades cristianas. El Concilio de Nicea estableció un patrón según el cual otros concilios y sínodos podían establecer dogmas independientemente de las Escrituras.
Consideremos algunas de las consecuencias que siguen afectando al mundo cristiano en la actualidad.
Las Escrituras pasan a segundo plano
En cuanto a la naturaleza de Jesucristo, el concilio se distanció de la autoridad de las Escrituras.
Poco después de la fundación de la Iglesia, ideas basadas en el gnosticismo y las tradiciones religiosas griegas y romanas desafiaron y se opusieron al verdadero evangelio (Gálatas 1:6).
Tanto Pablo como Juan escribieron cartas en las que advirtieron acerca de esas herejías. Vea nuestro artículo en línea acerca de la primera epístola de Juan como ejemplo. Muchos líderes de la Iglesia tuvieron que hacer frente a los creativos argumentos y el misticismo que los gnósticos diseminaban como conocimiento secreto.
Arrio atrajo a muchos seguidores rechazando la naturaleza eterna de Jesucristo. Proponía que el Hijo de Dios fue creado, en vez de afirmar que el hijo había existido siempre. Sus ideas se expandieron por todo el mundo romano, y algunos grupos religiosos actuales (como los testigos de Jehová, los mormones y los unitarios) aún aceptan elementos de sus ideas.
Las preguntas eran justas: ¿cuál es la naturaleza del Hijo de Dios? ¿Fue Jesús creado? Y las respuestas se encuentran en las Escrituras.
Juan afirma la existencia eterna de Jesús: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3).
Jesús, el Verbo, ha existido por la eternidad con el Padre. Vea nuestro artículo en línea “¿Fue Jesucristo creado?” si desea profundizar más en este pasaje.
Otras escrituras confirman la naturaleza eterna de Cristo (1 Corintios 10:1-4, 9; Colosenses 1:16-17; Hebreos 1:2); y Cristo mismo dijo: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Juan 17:5, énfasis añadido).
La Biblia habla claramente acerca de este tema, y su enseñanza debería haber sido suficiente para establecer la sana doctrina.
Lamentablemente, el Concilio de Nicea incorporó ideas y conceptos de influencias externas. Algunos “hombres de la Iglesia comenzaron a explorar e interpretar la Divinidad de nuevas maneras, intentando sacar conclusiones a través de la lógica cuando las Escrituras no podían explicarlo por sí mismas. Por lo tanto, como con los filósofos de la Grecia clásica, surgieron debates metafísicos entre los líderes del clérigo” (“How Did the First Ecumenical Council of Nicaea Change Christianity?” [¿Cómo cambió el cristianismo el Primer Concilio Ecuménico de Nicea?]).
Finalmente, el concilio adoptó una palabra griega para definir la naturaleza de Jesús: homoousios. Pero en lugar de proporcionar claridad, este término dio paso a “debates largos y complicados… en cuanto a su origen y significado” (“The Word ‘Homoousios’ From Hellenism to Christianity” [La palabra homoousios del helenismo al cristianismo]).
Esta palabra no se encuentra en la Biblia; sin embargo, según muchas organizaciones religiosas, se ha convertido en “una de las palabras más importantes en el vocabulario teológico del cristianismo” (ibídem). Este uso de ideas extrabíblicas para establecer doctrinas fundamentales sólo pavimentó el camino para futuros errores sobre la naturaleza de Dios y otras doctrinas.
La Biblia nos advierte acerca de los peligros de esta práctica: “Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida” (Apocalipsis 22:18-19).
El precedente debilitó la predominancia de las Escrituras y elevó las ideas culturales y filosóficas, lo cual dio paso a una tendencia peligrosa.
Este patrón se repite hasta hoy en varias tradiciones. Depender de la sabiduría y el razonamiento humanos, a menudo influidos por la cultura y la sociedad, comúnmente resulta en principios doctrinales y enseñanzas que se alejan de los principios bíblicos y las declaraciones directas de las Escrituras.
Jesús dijo que la Palabra de Dios es verdad (Juan 17:17). La doctrina correcta debe establecerse a partir de la Palabra inspirada de Dios (2 Timoteo 3:16). El cristianismo auténtico se basa en la verdad preservada a través de las Santas Escrituras.
Lamentablemente, el Concilio de Nicea bajó el estándar. Y la decisión de respaldar la doctrina con conceptos filosóficos y culturales autorizó siglos de error.
Más que un calendario
El Concilio de Nicea también tuvo que resolver algunas desavenencias acerca del calendario.
La idea de tener diferencias acerca del calendario probablemente es ajena para muchos en la actualidad. Hoy en día, el concepto de calendario de la persona promedio ya no está sujeto a ciclos celestiales; y la mayoría no ha tenido que usar varios calendarios diferentes.
Los primeros cristianos guardaron las fiestas establecidas por Dios —las que Jesús, los apóstoles y sus discípulos observaron (vea “Las festividades cristianas”). Esas fiestas anuales se basan en el calendario hebreo. Para más información, le invito a descargar nuestro folleto gratuito Las fiestas santas de Dios: Él tiene un plan para usted.
Pero con el tiempo, a medida que el cristianismo se expandió más allá de las comunidades judías a áreas impregnadas por las prácticas religiosas greco-romanas, la tendencia al sincretismo (la mezcla de tradiciones religiosas) comenzó a infiltrarse en las congregaciones.
Aunque muchos cristianos fieles siguieron observando la Pascua y la fiesta de Panes Sin Levadura, para el año 325 numerosas comunidades habían adoptado tradiciones paganas para reemplazar las fiestas bíblicas (por ejemplo, la Pascua Florida en lugar de la Pascua bíblica). Lo último que querían estas comunidades era que las asociaran con lo que se consideraban ideas judías. Quienes apoyaban la celebración de la Pascua Florida deseaban eliminar toda relación de esta fiesta con cualquiera de las fiestas celebradas por los judíos.
El calendario de las fiestas bíblicas fue establecido por Dios, seguido y respaldado por Cristo, usado para que los cristianos fieles tuvieran una guía que les ayudara para saber cuándo debían guardar las fiestas santas. Sin embargo, el Concilio de Nicea eligió rechazar la Pascua bíblica en favor de la Pascua Florida. Vea el artículo “Los días santos que los falsos creyentes cambiaron, pero no pudieron eliminar”, en esta edición, para más información.
La decisión de alejarse de los conceptos y las prácticas bíblicas hizo que gran parte del cristianismo quedara sumido en la ignorancia en cuanto a las fiestas de Dios y su significado.
Iglesia y Estado
El cristianismo, según las Escrituras, se centra en el mensaje del evangelio. El evangelio que Cristo enseñó son las buenas noticias del futuro Reino de Dios.
Jesucristo rechazó todo intento de proclamarlo Rey durante su ministerio en la Tierra. Dijo: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían” (Juan 18:36).
Las Escrituras enseñan que los cristianos tienen la responsabilidad de orar por sus líderes y someterse a los gobiernos civiles (Romanos 13:1-7). Se espera que se sometan mientras no les requieran desobedecer a Dios (Hechos 5:29).
Pero el Concilio de Nicea borró esta distinción. No fue organizado por líderes de la iglesia, sino por el emperador Constantino.
“El Concilio de Nicea fue convocado por el emperador Constantino y se llevó a cabo en el palacio imperial bajo su auspicio. Para Constantino, las enseñanzas de Arrio —que Jesús es un ser creado subordinado a Dios— eran un asunto teológico ‘insignificante’. Pero quería paz en el imperio que acababa de unir por la fuerza” (Christianity Today).
El legado del concilio de mezclar el gobierno humano con la religión tuvo consecuencias devastadoras. El resultado de esto fue que los líderes políticos pudieron manipular la autoridad de la iglesia para obtener poder, mientras que los oficiales corruptos de la iglesia explotaron al Estado para su beneficio.
El resultado final fue una versión del cristianismo que buscaba libertad y dirección en líderes políticos en lugar de en Dios y las Escrituras. Este cristianismo regulado por el estado no es el modelo que Jesús enseñó ni el que los apóstoles y la Iglesia del primer siglo siguieron.
Como era de esperarse, la versión del cristianismo que seguía a Roma dejó de enseñar el verdadero evangelio —la verdad de que Jesús regresaría para establecer su Reino en la Tierra y reemplazar a todos los gobiernos humanos. Este mensaje dejó de tener sentido en una iglesia tan conectada con un poderoso gobierno humano.
Andar en la verdad
El Concilio de Nicea sigue siendo un evento importante que contribuyó a darle forma al desarrollo del pensamiento y las prácticas religiosas durante siglos, pero no siempre de maneras que armonizan con las Escrituras.
Su legado plantea problemas para quienes desean permanecer fieles a las Escrituras y el ejemplo de la Iglesia del primer siglo. Los cristianos deberían “[andar] en la verdad” (3 Juan 1:4). Esto requiere revisar las doctrinas con cuidado, a la luz de las Escrituras, en lugar de las tradiciones humanas.
Para estudiar más acerca de las enseñanzas bíblicas acerca de la naturaleza de Dios y la historia de la Iglesia, lo invitamos a leer Conociendo al Dios de la Biblia y ¿Dónde está la Iglesia que Jesucristo edificó?