¿Por qué tantos cristianos están perdiendo su fe? ¿Es el cristianismo irrelevante en el siglo XXI? ¿Es el cristianismo moderno irrelevante para Dios?
La evidencia es clara e innegable —la religión occidental cristiana se está desmoronando, su autoridad e influencia están menguando y sus adherentes están perdiendo el compromiso. La erosión ha comenzado lentamente, pero ha tomado fuerza. El cristianismo, tal como lo conocemos se está volviendo irrelevante.
Por ejemplo, el MIT Technology Review [Revisión de tecnología del ITM] del 4 de abril de 2014, comenzó un artículo acerca de la relación entre el Internet y la religión diciendo esto: “En 1990, cerca de ocho por ciento de la población de Estados Unidos no tenía preferencia religiosa. Para 2010, este porcentaje se había más que doblado hasta 18 por ciento. Esto implica una diferencia de cerca de 25 millones de personas, todas las cuales de alguna forma han perdido su religión. Esto hace que surja inevitablemente una pregunta obvia: ¿por qué pasó? ¿Por qué están perdiendo los americanos su fe?”.
Docenas de estudios e informes similares dicen básicamente lo mismo —el cristianismo, en su base tradicional de poder en Europa y Norteamérica, está declinando. Cada vez son menos los que lo profesan y aun menos de los que dicen profesarlo están realmente comprometidos practicándolo.
Yo soy un cristiano y no podría ser más feliz.
O más triste.
El dilema de feliz-triste
¿Por qué el más feliz? Porque la voz silenciosa de las masas alejándose puede finalmente llamar la atención de aquellos que han estado ignorando las pocas voces que gritan: “¡Algo está mal!” Tal vez el mensaje de que “la iglesia es irrelevante” será entonces un llamado a despertar que diga: “Buenas, sí, algo no está funcionando”, que tan desesperadamente necesitamos escuchar.
En la base y meollo de las enseñanzas de Cristo está la necesidad de cambio —una transformación profunda, personal, relevante, en una mejor persona, y sociedad— y el camino para lograrlo.
El alejamiento del cristianismo está diciéndonos que lo que los proponentes están ofreciendo no está motivando a las personas, no está produciendo un cambio significativo, no está explicando satisfactoriamente las preguntas cruciales de la vida.
Estoy feliz de que no esté funcionando, porque sólo si vemos las razones de los problemas del cristianismo podremos ver las soluciones y la necesidad de que vuelva a surgir lo que Dios quiso que fuera originalmente el cristianismo.
Pero también es algo trágico, porque el síndrome de “tirar el bebé con el agua de la bañera” significa que al tirar el agua de la bañera de la religión, muchos suponen que la importancia de Dios también debe irse con ella.
¿Qué ocupa entonces el lugar de la religión? El mantra popular de “yo soy espiritual pero no religioso” está haciendo que muchos opten por crear sus propios sistemas de creencias. Están yendo a la cafetería de la ideología religiosa y dicen: “yo quiero algo de esto, un poco de aquello”. En otras palabras, se están convirtiendo en sus propios dioses, creando su propio universo religioso.
Por lo tanto, en tanto los estudios son muy consistentes al describir el escenario cambiante del cristianismo, lo que es inconsistente son los análisis del por qué.
Con el riesgo de “pisar algunos callos” religiosos, a continuación daremos tres repuestas sencillas, pero basadas en las Escrituras.
La irrelevancia se ha convertido al cristianismo
Uno: El cristianismo empezó a convertirse en algo irrelevante, en el mismo momento en que la irrelevancia comenzó a convertirse al cristianismo.
¿Qué significa esto? Primero, un poco de historia bíblica: los seres humanos siempre hemos tenido problemas aun haciendo lo más sencillo que Dios nos pide. La historia del Antiguo Testamento de Israel y Judá, revela ciclos repetitivos de seguir a Dios por un momento hasta perder el rumbo inevitablemente. Con frecuencia se veían tentados a adoptar las costumbres religiosas de los vecinos o a introducir sus propias ideas de justicia.
Desde entonces, hemos estado haciendo lo mismo. El cristianismo llegó a escena; pero desde sus comienzos, las personas rápidamente comenzaron a alterar casi todo lo concerniente a éste.
Para los seres humanos, el tratar de “mejorar” lo de Dios no es sólo arrogante sino presuntuoso; también hace que nuestras religiones sean irrelevantes. La legitimidad del cristianismo depende por completo de si Jesucristo está involucrado y actúa en él.
Si no lo está, es irrelevante.
¿No sería lógico que todo lo que Jesús y sus apóstoles hicieron lo hagamos nosotros también? ¿Y lo que ellos dijeron, no deberíamos decirlo nosotros? Cuando las iglesias tratan desesperadamente de reinventarse a sí mismas para apelar a lo que las personas quieren, tal como lo están haciendo actualmente, abandonan lo que es relevante para Dios. El verdadero cristianismo es acerca de cambiar para encontrar nuestra relevancia en Dios —y no que Dios encuentre su relevancia en nosotros.
Y si el cristianismo no está cambiando a las personas, entonces es irrelevante.
Las propias palabras de Jesús son una acusación devastadora acerca del cristianismo actual: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:21-23).
Él no estaba hablando acerca del Islam, el Budismo, Judaísmo o cualquier otra religión. Él estaba refiriéndose a aquellos que afirmaban representarlo a Él —el cristianismo moderno. Él fue muy claro: ponerse la etiqueta de cristiano no hace que usted necesariamente lo sea.
Si Dios dice que algo es irrelevante —sin sentido para Él— entonces todas las costumbres populares, las citas bíblicas y un lenguaje religioso no está por encima de esto. Y lo que es más grave, tarde o temprano, las invenciones religiosas van a fallar al tratar de explicar satisfactoriamente las preguntas espirituales a las que todos buscamos respuesta.
Las explicaciones humanas no pueden satisfacer los vacíos espirituales, y las personas eventualmente van a comenzar a buscar en todas partes su relevancia.
El mal fruto en el puesto de frutas
Dos: La mayoría de las personas eventualmente dejará de comer las frutas malas. Ellas tal vez decidan comer otras frutas malas, pero lo harán como les plazca.
Jesús habló mucho acerca del fruto cuando vino a escena hace casi dos mil años atrás. Las principales instituciones religiosas y maestros de su época asumieron engañosamente que estaban guiando a las personas a Dios, pero para Jesús, hacía mucho rato que se habían vuelto irrelevantes.
Él dijo: “Por sus frutos los conoceréis”, y sus comentarios fueron certeros y categóricos. Las palabras más fuertes de Jesús no fueron contra los paganos romanos, sino contra los líderes religiosos que afirmaban seguir a Dios. Sus costumbres religiosas cuidadosamente diseñadas, los hacían parecer piadosos, pero Él podía ver a través de su fachada y los llamaba hipócritas: “sepulcros blanqueados”, que por fuera se veían muy bien pero por dentro estaban llenos de huesos de hombres muertos (Mateo 23:27).
Ellos habían comercializado bien su religión, pero su vida espiritual era reprensible.
¿Qué diría Jesús si hubiera observado el puesto de frutas del cristianismo actual? Una razón importante por la cual las personas se van es por el mal fruto de sus líderes —abuso de personas y de poder, escándalos e inmoralidad, encubrimientos, confusión y contención acerca de temas morales y sociales, hipocresía, avaricia y opulencia, desunidad doctrinal, extremismo radical.
El mal fruto no sólo trae vergüenza para las iglesias. Hace que el cristianismo parezca irrelevante como una entidad genuina, que cambia la vida.
Cristianismo falso
Tres: la moneda falsa atrae solamente si está engañando a las personas. Cuando todos saben que es falsa es irrelevante.
Lo mismo se aplica al cristianismo falso. Veamos las propias palabras de Jesús, una advertencia: “Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y a muchos engañarán” (Mateo 24:5).
Él estableció el cristianismo con dos aseveraciones categóricas: nunca morirá (Él lo prometió), pero sería contaminado. No pasó mucho tiempo sin que vinieran “muchos” engañadores.
En sólo pocos años, el “cristianismo” comenzó a transformarse en algo que tenía poco que ver con la iglesia original. En poco tiempo, los engañadores impusieron las falsas doctrinas.
Pero las palabras de Jesús siguen vigentes en la actualidad: “…Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15:6-9).
Sin embargo, la verdadera credibilidad del cristianismo está basada en la verdad de Dios, no en las ideas de los hombres. El testimonio de la Biblia es que las ideas de los hombres y sus caminos, nunca han dejado de fallar. Si el cristianismo está fallando en la actualidad, una razón primordial de ello es que mucho de lo que se anuncia como cristianismo está de acuerdo con los caminos del hombre, no con los de Dios.
El fundamento en el cual está establecido el cristianismo es la verdad enseñada por Cristo y los apóstoles, tal como está registrado fielmente en el Nuevo Testamento. Las falsas enseñanzas pueden crear un edificio atractivo que parece muy impresionante, pero se basa en un fundamento de arena que eventualmente no permanecerá ante la prueba del tiempo.
Es el momento de las preguntas difíciles
Si los cristianos están alarmados por la pérdida de la influencia de su fe, es momento de mirar en el espejo. Los líderes religiosos necesitan preguntarse: ¿por qué no hemos aprendido que no podemos tomar la Iglesia fundada por Cristo y hacer con ella lo que se nos ocurra? Si nuestros antepasados espirituales tomaron lo que Jesús enseñó e hicieron que lo que era relevante para Dios se volviera en algo relevante para las personas, ¿tenemos el coraje para admitirlo y dar un giro?
Es momento de preguntarse, si Jesús no respaldó las instituciones religiosas de su época, ¿qué nos hace suponer que Él va a respaldar a los seguidores de costumbres no bíblicas y doctrinas falsas que poco a poco han sido integradas al cristianismo tradicional?
¿Qué puede hacer?
El verdadero cristianismo sí es relevante —tiene sentido, cambia la vida y da respuestas profundas. Pero todo lo que se disfraza como cristianismo no lo es. La farsa ha engañado a millones de personas durante cientos de años. Jesús dijo que sólo la verdad nos puede hacer libres.
Como Jesús le dijo a la mujer samaritana: “La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:23-24).
¿Está dispuesto a nadar contra la corriente y avanzar en busca de la verdad? —¿tal como Pablo escribiera en 1 Tesalonicenses 5:21: “Examinadlo todo; retened lo bueno”?
Comience buscando lo que ésta dice en realidad, no lo que los eruditos religiosos le dicen. ¿Cómo desarrollaron la adoración a Dios las personas en la Iglesia que Jesús edificó? ¿Qué dice la Biblia acerca de lo que Él y sus seguidores creyeron y practicaron?
Cuando responda esto, pregúntese luego: ¿cómo estas enseñanzas de la Biblia fueron cambiadas? ¿Por qué las costumbres de su Iglesia fueron descartadas y substituidas, en gran parte con ideas y tradiciones tomadas de las antiguas religiones paganas?
Finalmente, averigüe con Dios —en su Biblia— si esto marca una diferencia para Él, o no. ¿Significan algo para Él todos estos cambios o no le importa que escojamos cualquier forma que queramos adorarlo y relacionarnos con Él?
Una búsqueda humilde y sincera de la verdad —y luego la disposición a vivirla— hará que el cristianismo sea algo relevante en su vida.