Tras 50 años, cuatro parejas comparten sus reflexiones acerca del maravilloso regalo de Dios que es el matrimonio.
Han pasado unos 6.000 años desde que Dios unió al primer hombre y la primera mujer en matrimonio; desde ese día, hombres y mujeres de todas las épocas y culturas han intentado descifrar la clave.
¿Cómo tener un buen matrimonio, significativo y gratificante? ¿Qué pueden hacer los esposos y las esposas para construir una relación capaz de superar la prueba del tiempo —no sólo soportando con paciencia, sino como la evidencia de las décadas que han tenido para disfrutarse y valorarse el uno al otro?
Recientemente tuve el privilegio de sentarme con cuatro parejas que celebraron 50 años de matrimonio (¡una de ellas 54!), y todas son parejas que no han sólo sobrevivido a medio siglo de vivir juntos, sino que ven ese tiempo como una valiosa bendición que ha contribuido profundamente a moldear su forma de ser y su identidad.
¿Es posible resumir las lecciones y la sabiduría de 204 años colectivos (y 408 años de experiencia personal) en un solo artículo?
Probablemente no. Pero estos son algunos de los conceptos y temas que se repitieron en las cuatro entrevistas y horas de conversación. Mis sinceros agradecimientos a los señores Franks, Horchak, Kilough y Johnson por compartir su tiempo y sabiduría conmigo en nuestras conversaciones.
El primer paso requiere de un fundamento
Cuando pregunté qué los inspiró a comprometerse de por vida, la respuesta de todas las parejas fue unánime. Todos vieron en su futuro cónyuge a alguien con quien podían compartir sus vidas —no sólo vivir en el mismo espacio, sino tener un compañero o compañera a quien podían hablarle de sus pensamientos y emociones, además, con quien compartirían perspectivas valiosas.
Más aún, se consideraban el uno al otro como iguales, con un mismo destino espiritual. “Sentí que él se dirigía al Reino”, dijo Becky Johnson de su esposo David. El Reino era un objetivo común por el que ambos podían luchar juntos.
Jim y Sharron Franks enfatizaron la importancia de construir un matrimonio sobre un fundamento sólido. ¿Comparten ambos la misma perspectiva y pasión por la verdad de Dios? ¿Han desarrollado el hábito de la comunicación? ¿Tienen un relación de profunda comprensión y respeto mutuos?
El señor Johnson dijo: “Cuando uno se para ante Dios, los testigos y los ministros, mira a su prometida y ambos hacen un pacto mutuo, está haciendo un compromiso. No hay cláusulas de escape”.
La Biblia dice claramente que Dios permite la separación del matrimonio en casos muy extremos, pero de otra forma, no hay salida. "Si atravesamos un período difícil y tenemos problemas para llevarnos bien, ¿sabe qué? Aún hay un compromiso. Eso no va a cambiar. Así que vamos a tener que encontrar una manera de hacer que funcione. Y creo que eso es parte del desafío”.
No se puede entrar en el pacto del matrimonio sin reflexionar seriamente. El matrimonio es un voto solemne ante Dios y su cónyuge, que usted pretende cumplir hasta el final. No se sube al avión sin un paracaídas. Cualquiera que sea el problema que enfrenten, lo enfrentarán juntos.
El esfuerzo no termina con “acepto”
El día de la boda es sólo el primer paso hacia un camino mucho más largo, uno por el que estas parejas han andado más de medio siglo. En todo ese tiempo, han aprendido mucho acerca de lo que es un matrimonio sólido (y lo que es necesario hacer para lograrlo).
Una clave (aparentemente obvia pero fácil de olvidar) es que un buen matrimonio requiere de trabajo. ¿Cuánto trabajo? Probablemente más de lo que creemos.
El señor Johnson compara el matrimonio con un jardín. “Me encanta tener un jardín”, dijo. “Pero requiere de esfuerzo”. ¿Es el trabajo un aspecto negativo del matrimonio? No. Como con un jardín, el esfuerzo es lo que produce algo hermoso.
Tras decir “acepto”, es fácil que una pareja comience a poner menos esfuerzo en la relación. Durante el noviazgo, hay una gran motivación para dar lo mejor. Pero en el matrimonio, después de hacer el compromiso, es más fácil dejar de luchar con el mismo entusiasmo.
Pero eso no nos llevará a un buen lugar.
En cambio, las parejas se ven beneficiadas si se redobla su compromiso mutuo (Efesios 5:22-33). Los matrimonios que entrevisté mencionaron la importancia de mostrar amor. Puede prestar atención a la manera en como su pareja expresa su amor y luego esforzarse por mostrar ese mismo tipo de expresiones en su realción. (¿Le gusta conversar? ¿Pasar tiempo juntos? ¿Disfrutan haciendo cosas entretenidas y teniendo detalles el uno con el otro? Descubra qué valora su cónyuge y haga eso.)
“Quiero valorarlo y que él me valore por quien soy”, dijo Tanya Horchak de su esposo Doug. “Si él me valora por lo que soy, a pesar de mis errores . . . eso fortalece el matrimonio enormemente”.
Clyde Kilough mencionó que, en cierta forma, los matrimonios son como cuentas bancarias emocionales. Los retiros pueden causar daños graves, pero tomarse el tiempo para hacer depósitos con expresiones regulares de amor puede hacer que los momentos difíciles sean más fáciles de sobrellevar. “Mantiene a la otra persona muy consciente de que, sí, a veces hacemos retiros sin intención, pero también estamos trabajando en la otra parte”.
Mantener abierta la línea de comunicación
Estas parejas también hablaron de la importancia de la comunicación. Hay un viejo chiste de un esposo que dejó de decirle a su esposa que la amaba: “Te dije que te amaba cuando nos casamos y te avisaré si eso cambia”.
Es fácil comunicarnos menos de lo necesario y mucho más difícil excedernos en la comunicación. Hacer el esfuerzo de compartir el uno con el otro (cómo estuvo su día, cómo se sienten el uno con el otro, sus esperanzas y sueños, las bromas que han escuchado) es muy valioso. Su cónyuge no sabe lo que hay en su mente a menos que se tome el tiempo para compartirlo.
Pero escuchar también tiene que ser una prioridad. Como dijo Stephen Covey: “Busque primero comprender, después ser comprendido”. Como dice la Palabra inspirada de Dios: “todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar” (Santiago 1:19).
“Nos comunicamos mucho, acerca de cosas increíblemente tontas, cosas triviales, cosas graciosas y también cosas serias”, dijo el señor Horchak. Tener el hábito de comunicarse regularmente ha hecho que para él y su esposa sea más fácil abordar discusiones serias que de otra manera habrían sido difíciles.
Al hablar de comunicación, Dee Kilough mencionó el valor de usar el fruto del Espíritu (enumerado en Gálatas 5:22) como una especie de filtro mental para evaluar las interacciones: “Esto que acaba de ocurrir: ¿creó amor, gozo, paz, paciencia? Ya sabe, todas esas cosas. Y, si hubo un problema en algún lugar, debería detenerme y evaluarlo . . . Esto nos ayuda a enfocarnos cuando algo no salió de la manera que quisiéramos”.
El matrimonio es un cordón de tres dobleces
El matrimonio es un pacto sagrado entre una mujer, un hombre y Dios.
Poner a Dios en el centro de la relación permite reenfocar positivamente muchos problemas potenciales.
Dejar a Dios fuera de la ecuación es una receta para el desastre, mientras que buscarlo juntos trae muchas bendiciones. Orar y estudiar la Biblia individualmente es importante, pero ¿qué tan a menudo escucha de parejas que estudian y oran juntos?
Acercarse a Dios como una unidad, compartir sus pensamientos con Él, pedirle su ayuda y guía, y luego tomarse el tiempo para leer y comentar su Palabra, permite que los matrimonios participen en una comunicación de tres vías con el Creador del universo, en la que aprenden y crecen juntos.
Poner a Dios en el centro de la relación permite reenfocar positivamente muchos problemas potenciales. Cuando hay un conflicto (y habrá conflictos) ya no se trata de que uno gane y el otro pierda la discusión; se trata de ir juntos ante Dios y buscar su voluntad.
El matrimonio no es una batalla si ambos están buscando respuestas juntos. La pregunta ya no es: “¿Estoy yo en lo correcto o eres tú?”, sino, “¿qué quiere o espera Dios de nosotros?”.
Ésa es una respuesta que esposo y esposa pueden buscar juntos en lugar de competir.
La sumisión no tiene que ser un tema controversial
En el mundo moderno, la instrucción del apóstol Pablo de que las esposas deben someterse a sus maridos (Efesios 5:22), puede parecer anticuada e incluso ofensiva. Pero las cuatro esposas que entrevisté sienten que la forma en que Dios diseñó el matrimonio les da paz e incluso las fortalece.
La señora Horchak resumió el asunto diciendo: “Si el esposo está haciendo lo que Cristo le dice en la Biblia, no tengo problema en someterme”.
En el mismo pasaje donde Pablo menciona la sumisión, también les dice a los esposos: “amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (v. 25).
El señor Horchak destacó: “Puede seleccionar palabras de Efesios 5 —y a veces las personas lo interpretan en su mente de la forma que desean— pero amar a nuestra esposa como [Cristo] amó a la Iglesia es la clave . . . Su ejemplo de estar dispuesto a dar la vida… es una vara alta, pero no creo que Dios lo hubiera puesto como un objetivo si no fuera posible”.
Cuando un esposo no lidera con la clase de amor abnegado que Cristo ejemplificó, seguirlo se vuelve difícil —o, en algunos casos, imposible. Pero cuando el esposo sí lidera con esa clase de amor, seguirlo se vuelve una tarea positiva.
La señora Kilough explicó: “Dios le dio al hombre el liderazgo de la familia, pero dejó el cuidado y la educación a la mujer”. Estos papeles diferentes están diseñados para complementarse, no para competir. Ambos son muy importantes para el éxito de un matrimonio y, si se cumplen bien, cada uno debería facilitar el papel del otro.
Apartar tiempo para descansar y poder conectarse
No obstante, sin importar cuánto se esfuerza una pareja por su matrimonio, no se puede hacer mucho para evitar el impacto de factores externos —tragedias, crisis, emergencias y simplemente el desgaste normal de lo que Jesús llamó “el afán de este siglo” (Mateo 13:22).
Lo que sí pueden hacer juntos, sin embargo, es preparar su matrimonio para esas tormentas externas.
El señor Kilough enfatizó que el matrimonio debe ser un santuario, un lugar seguro donde tanto el esposo como la esposa se sienten amados, valorados y respetados. Puede ser muy fácil comportarnos o hablar de maneras que transforman ese atesorado santuario en una jaula desagradable. Si sus palabras y acciones no están edificando a su cónyuge, es tiempo de preguntarse por qué y qué debería cambiar.
Los Johnson se dieron cuenta poco después de casarse de que incluso compartir historias graciosas acerca del otro podía convertirse en una forma de lastimarse sin intención. Entonces, por respeto mutuo, decidieron tener más cuidado acerca de las historias que contaban y cómo lo hacían.
Algo que todas las parejas entrevistadas consideran importante es la necesidad de descansar. Cuando la vida se vuelve estresante o demandante, han llegado a apreciar el valor de apartar un tiempo para desconectarse del caos y reconectarse el uno con el otro.
“Recuerdo haber escuchado o leído hace años que cuando un matrimonio tiene más experiencias negativas que positivas, ese matrimonio está en peligro”, dijo el señor Johnson. “Y a veces la vida simplemente trae malas experiencias. No tenemos la capacidad de controlar eso . . . La solución, o por lo menos algo que puede ayudar, es crear experiencias positivas en la relación matrimonial de una forma consciente”.
La forma en que llevamos eso a la práctica depende de muchas variables. Tal vez puedan costear unas vacaciones internacionales de dos semanas con todo incluido o quizá lo único que logran es sentarse a jugar unas rondas de cartas luego de que los niños se fueron a dormir. De cualquier forma, encontrar tiempo para respirar y disfrutar de la compañía del otro facilita que superemos los problemas pasados y enfrentemos los problemas futuros juntos.
“Debemos entender cuándo [esos descansos] son necesarios”, dice el señor Franks, “porque es fácil posponerlo y posponerlo: decir ‘todo está bien, todo está bien’. Y no nos enfocamos en nosotros mismos ni en pasar tiempo juntos . . . A veces sólo tenemos que decir, ‘No, es importante que tengamos ese tiempo ahora’”.
Solucionar problemas juntos
En tiempos de desacuerdo y conflicto, puede ser tentador, como dijo el señor Johnson, “salir a buscar a otra persona con quién hablar que esté de acuerdo con nosotros, que nos ayude a enderezar a nuestro cónyuge. Y esa persona le dará sus ideas de cómo enderezarlo”.
Es muy beneficioso buscar consejo sabio, por supuesto. Pero sólo buscar a alguien que simpatice con nosotros no ayuda. En cambio, cuando nos enfocamos en resolver el problema con nuestro cónyuge y no a pesar de nuestro cónyuge, tenemos la oportunidad de crecer juntos.
“Cuando pienso en nuestro matrimonio siempre concluyo: sí, hemos tenido altibajos, pero somos un equipo”, dijo la señora Franks. “Todo lo que hemos atravesado nos ha unido más”.
Ajustarse a las etapas de la vida
Estas parejas mencionaron que un matrimonio no se ve exactamente igual durante 50 años. Usted crece, su cónyuge crece y, mientras tanto, su alrededor está cambiando. Tal vez se cambien de trabajo. Tal vez se muden al otro lado del país, ¡o a un país diferente! Tal vez tengan hijos.
No siempre habrá un plan de juego claro durante cada transición.
"A veces simplemente tuvimos que salir del paso", dijo el señor Franks. "Simplemente decir, Pues, nos amamos y sabemos que todo saldrá bien, pero no sabemos cómo". No tener un plan de juego para cada desafío inesperado puede incluso convertirse en una oportunidad de crecimiento. Como dijo el señor Horchak, “A veces nos damos cuenta de que el hecho mismo de que ambos reconozcan que no tienen las respuestas puede ser algo bueno. Tal vez es así como Dios puede ayudarnos a aprender algunas cosas que necesitamos ver, si estamos dispuestos”.
El señor Kilough comparó las etapas de la vida a la crianza de los hijos. “Sus hijos siguen avanzando por nuevas etapas de la vida. Nunca han estado ahí, pero usted tampoco [como padre]. E intenta entender esa nueva etapa, pero cuando por fin la entiende, ya pasaron a otra”.
Lo mismo puede ocurrir con el matrimonio en sí, donde ambos cónyuges intentan entender en el momento de qué se trata y cómo funciona una nueva etapa de su relación.
¿Una solución? Busquen consejo de quienes ya han pasado por eso. “Pienso que muchas personas tienen problemas en su matrimonio porque no meditan lo suficiente acerca de lo que significa el estar casados, no hablan abiertamente acerca de su relación y tampoco se informan lo necesario acerca del matrimonio”. Continuó el señor Kilough, “Hay personas que han pasado por esto antes. Han escrito acerca de ello y tienen algunas ideas muy buenas”.
(Un recurso de este tipo es nuestro folleto El matrimonio que Dios diseñó.)
Cómo los hijos cambian el matrimonio
Uno de los mayores cambios que un matrimonio puede experimentar es al mismo tiempo el hito más hermoso y el más difícil en la vida:
Tener hijos.
La vida cambia después de que se cruza esa línea. Pero, mientras la sociedad parece ansiosa por pintar el matrimonio en general (y los hijos específicamente) como obstáculos para una vida feliz, estas parejas relatan una historia diferente.
“Pienso que podríamos haber tenido un matrimonio exitoso sin hijos”, dice el señor Franks, “pero simplemente es una bendición tan grande”. Él ve a sus hijos (¡y nietos!) como una gran parte de la “maravillosa, maravillosa vida” que Dios le ha dado.
“Creo que eso es lo que hace tan maravilloso nuestro matrimonio”, agregó la señora Franks. “Creo que nuestra familia lo ha completado”.
Los Horchak ven a sus hijos como parte de su identidad; no son dos personas que tienen una familia, sino dos personas que pertenecen a una familia.
Cuando planificaban un viaje para su aniversario número 50, la señora Kilough se dio cuenta de que: “Sólo quiero estar con mi familia… Aún disfrutamos de ir a lugares y hacer cosas, pero no es lo primero en nuestra lista como lo era antes. Ahora lo primero es estar con nuestros seres queridos”.
Dejar que su matrimonio lo defina
Cuando les pregunté a las parejas qué les haría falta si nunca hubieran conocido a su cónyuge, a todos les costó encontrar una respuesta. Durante los pasados 50 años, estos equipos de esposo y esposa se han unido tanto que fue como pedirle a un pájaro que imaginara su vida sin alas, o a un árbol que imaginara su vida sin ramas.
Me comunicaron que, en última instancia, su matrimonio es más grande que cualquiera de ellos. Es más grande que su cónyuge. Es más grande que el hogar donde viven.
Un matrimonio es, de muchas maneras, una entidad propia. El esposo es una parte de él. La esposa es otra parte. Y también Dios. El objetivo del matrimonio es que esos tres cordones se entrelacen para formar una unidad.
Pero si sólo nos vemos como individuos que están casados, nos perdemos de algo. Cada uno de nosotros no es sólo un elemento dentro de un matrimonio; el matrimonio mismo debe ser parte de lo que somos. Debe ser algo que nos define —y, más aún, debe ser algo que queremos que nos defina. Cuando nuestro cónyuge está ausente, deberíamos sentir que parte de nosotros está ausente.
Si esto suena familiar, es porque las lecciones de 204 años de matrimonios no son nada nuevo o revolucionario, pero son algo muy valioso.
Esta lección en particular ha pasado miles de años escondida en el segundo capítulo de la Biblia: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; esta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:23-24).
Durante 6.000 años, hombres y mujeres de todas las épocas y culturas han intentado descifrar la clave para tener un buen matrimonio, significativo y gratificante. Pero no había necesidad de hacerlo.
Si estas lecciones de 204 años de matrimonio nos enseñan algo, es que las respuestas nos han estado esperando en la Palabra de Dios todo el tiempo.