Existe un popular movimiento religioso llamado “pentecostal”. Pero, ¿refleja realmente este movimiento lo que ocurrió en el día de Pentecostés de Hechos 2?
El segundo capítulo de Hechos registra los importantes eventos que ocurrieron durante la fiesta de Pentecostés cuando Dios les dio su Espíritu Santo a los discípulos.
Ese día de Pentecostés fue extremadamente importante, no sólo porque Dios les dio su Espíritu, sino también porque marcó el inicio de la Iglesia que Jesús prometió edificar (Mateo 16:18).
Pero hoy en día, la palabra Pentecostés tiene un significado diferente para millones de personas debido a un movimiento religioso que se identifica como pentecostal. Este movimiento, uno de los que creció más rápido en el mundo durante la segunda mitad del siglo XX, asegura ser una continuación moderna del día de Pentecostés de Hechos 2.
¿Refleja el pentecostalismo moderno el espíritu del día de Pentecostés de la Biblia?
¿Qué es el pentecostalismo?
El pentecostalismo se basa en la creencia de que los milagros de Hechos 2 son señales que deben experimentar quienes poseen el Espíritu Santo. Los pentecostales creen que “el bautismo del Espíritu” se evidencia a través de dones específicos. Este movimiento también se conoce como cristianismo carismático.
El don principal que buscan los pentecostales es hablar en lenguas, o la glosolalia. Para ellos, hablar en lenguas significa ser movidos por Espíritu Santo a vocalizar palabras o sonidos pertenecientes a supuestos lenguajes humanos desconocidos, o lenguas angelicales, y por lo tanto ininteligibles.
Otros “dones” del Espíritu que buscan los pentecostales son:
- Profetizar (hablar espontáneamente palabras emocionales, supuestamente inspiradas por Dios).
- Sanidad por fe (sanidades físicas espontáneas).
- Revelación continua (recibir pensamientos o mensajes de Dios individualmente).
- Demostraciones de emoción espontáneas supuestamente inspiradas por el Espíritu Santo (risas, llantos, gritos y explosiones descontroladas de energía).
- Ser “llenos del Espíritu” (una experiencia en la que el creyente es “tomado” por el Espíritu Santo y se desmaya en un estado de trance).
La palabra clave en estas experiencias es espontáneo.
Estas ideas han hecho que muchas iglesias pentecostales rechacen los servicios religiosos estructurados y organizados. En cambio, ofrecen servicios sin estructura y guiados por la emoción, donde literalmente cualquier cosa puede ocurrir. Eso incluye gritos de la audiencia, pararse en las sillas con los brazos extendidos hacia arriba, bailes o giros descontrolados y explosiones emocionales de euforia y frenesí. Las reuniones pentecostales varían de iglesia a iglesia e incluso de servicio a servicio.
Una tendencia significativa en el cristianismo moderno es lo que un comentarista llama “la pentecostalización del cristianismo protestante”. Denominaciones que antes eran más estructuradas y tradicionales se están transformando para integrar aspectos de la adoración carismática con el fin de atraer a más personas que buscan este tipo de experiencias.
¿Logra el pentecostalismo replicar el día de Pentecostés de Hechos 2?
Pero ¿es el pentecostalismo un reflejo certero de lo que ocurrió en Hechos 2? Veamos cuáles fueron los milagros de ese día:
Viento y fuego divinos. La venida del Espíritu Santo fue anunciada por el sonido “como de un viento recio que soplaba” y lo que Lucas (el autor) describió como “lenguas repartidas, como de fuego” (vv. 2-3).
Dios usó estos milagros para realzar de una forma dramática la magnitud de su Espíritu. Tanto el viento como el fuego son fuerzas que representan el poder del Espíritu Santo.
Hablar en lenguas. Este milagro permitió que hombres cuyo idioma nativo era el arameo se comunicaran con personas que hablaban muchos idiomas diferentes, sin haber aprendido esos idiomas —idiomas como el persa, acadio, griego, latín, egipcio y árabe (vv. 5-11).
Los apóstoles no hablaron en lenguas ininteligibles; se les dio la capacidad de hablar idiomas entendibles para que “cada uno les [oyera] hablar en su propia lengua” (v. 6). El milagro fue tanto de hablar como de escuchar.
El propósito de las lenguas era simple: llamar milagrosamente la atención de la heterogénea audiencia y permitirles a todos entender las palabras de los apóstoles.
Para descubrir más acerca del milagro de hablar en lenguas, lea nuestros artículos “¿Qué es hablar en lenguas?” y “¿Qué pasa si no puedo hablar en lenguas?”.
El milagro de profetizar. Los apóstoles, especialmente Pedro, hicieron el milagro de profetizar, es decir, de hablar por inspiración de Dios.
Por inspiración del Espíritu, Pedro dio un mensaje tan efectivo que muchos “se compungieron de corazón” (reconocieron la culpa de sus pecados) y fueron movidos a la acción por su llamado al arrepentimiento (vv. 37-38).
Si desea ahondar en el tema, puede leer “El sermón que dio comienzo a la Iglesia”.
El milagro del llamamiento de Dios. Como resultado del sermón de Pedro, 3.000 personas creyeron y fueron bautizadas (vv. 38, 41). Dios los llamó específicamente (v. 39; Juan 6:44), pero note que ninguno de ellos manifestó las señales que los pentecostales buscan actualmente. No hablaron en lenguas ni tuvieron demostraciones explosivas de emoción.
¿Qué hicieron entonces? Leemos que aprendieron la doctrina, convivieron entre sí, compartieron comidas, oraron, estuvieron unidos, se cuidaron unos a otros y tuvieron gozo (Hechos 2:42-47).
Esto puede no parecer tan emocionante como una experiencia pentecostal, pero representa la genuina experiencia de los llamados por Dios.
El patrón especial de Dios
Nunca podríamos sobrestimar la importancia de ese día de Pentecostés y los milagros que ocurrieron. Pero ¿debe el cristianismo tratar de replicarlos?
Cuando estudiamos la Biblia, vemos que Dios sigue algunos patrones. Uno de ellos es que, cuando comienza a involucrarse directamente en algo importante, a menudo lo hace de forma dramática para que su presencia sea indudable.
Cuando comenzó a trabajar con la nación de Israel, por ejemplo, hizo varios milagros innegables para liberarlos de Egipto y llevarlos a la Tierra Prometida. Se le apareció a Moisés en un arbusto ardiente que no se quemaba; mandó diez plagas a Egipto; abrió el mar Rojo; les dio alimento en el desierto; y detuvo el río Jordán.
Pero Israel no siguió experimentando esta clase de milagros una y otra vez a lo largo de su historia. Fueron milagros con un propósito específico para un momento especial.
De la misma manera, Dios fundó su Iglesia con una serie de milagros: un sonido como de viento, lenguas de fuego flotantes, interpretación divina de lenguas y un sermón espontáneo inspirado.
El milagro de hablar en lenguas también ocurrió en otro importante “comienzo” en la historia de la Iglesia, cuando Dios les dio el Espíritu a gentiles por primera vez (Hechos 10:46). Siguiendo este patrón, Dios comenzó su trabajo con los gentiles dándole a un grupo la habilidad milagrosa de hablar otros idiomas para que los judíos no tuvieran duda de que Él estaba involucrado y era su voluntad.
Aunque el libro de Hechos registra muchos otros milagros, en ninguna parte se repite exactamente lo que ocurrió en Pentecostés. No se hablaba en lenguas cada vez que un apóstol daba un sermón. Si el orador y la audiencia hablaban el mismo idioma, ese milagro no era necesario.
El propósito de los milagros de Hechos 2 no es que los repliquemos constantemente; tampoco deberíamos tratar de intervenir para que Dios los replique o pensar que son una prueba de que tenemos el Espíritu de Dios.
Interpretaciones incorrectas de los milagros de Hechos 2
También debemos entender que muchas de las “señales” que buscan los pentecostales no aparecen en Hechos 2 ni en otras partes de la Biblia.
La verdadera evidencia del Espíritu Santo en la vida de una persona es el desarrollo del carácter espiritual de Dios.
Cuando ellos dicen que hablan en lenguas, casi siempre verbalizan sonidos sin sentido, supuestamente de manera involuntaria. Esto es muy diferente al uso bíblico de las lenguas, cuyo propósito fue derribar las barreras del lenguaje entre los apóstoles y su diversa audiencia.
La Biblia tampoco habla acerca de demostraciones desenfrenadas de emoción como bailar por los pasillos de la Iglesia, desmayarse en un estado de trance o entrar en un estado de frenesí emocional.
Seamos absolutamente claros: estas manifestaciones de emociones caóticas y descontroladas no provienen de Dios ni son dones del Espíritu Santo.
En realidad, estos comportamientos sólo ponen de manifiesto la habilidad de las personas para manipular las emociones. Lamentablemente, algunos confunden las sensaciones emocionales con experiencias religiosas. Las iglesias pentecostales y otras basadas en la emoción a menudo utilizan una combinación de música, luces e inflexiones vocales para influir las emociones de los creyentes. Es un método muy similar al que se usa en los conciertos de rock para estimular las emociones de la gente.
Animamos a nuestros lectores a estar alerta y tener cuidado para no sentirse atraídos por las experiencias religiosas basadas en la emoción. Debemos entender que las emociones son una fuerza poderosa que puede ser manipulada.
La verdadera evidencia del Espíritu de Dios
Cuando estudiamos lo que ocurrió en Pentecostés de Hechos 2, nuestro enfoque debería ser la aplicación del mensaje de Hechos 2:38: arrepentimiento, bautismo y recibir el Espíritu Santo.
El verdadero arrepentimiento no es una simple experiencia emocional, sino un compromiso racional e inteligente de cambiar nuestra forma de pensar y vivir. El bautismo es una ceremonia que representa la muerte de nuestra vida antigua pecaminosa y el inicio de una vida completamente diferente, una vida de justicia. El Espíritu Santo es el poder que Dios nos da para vivir esa vida de conversión.
Dios les da su Espíritu a quienes genuinamente se esfuerzan por obedecerle (Hechos 5:32). Lamentablemente, la obediencia no es un tema en el que muchas religiones hagan énfasis en la actualidad.
La verdadera evidencia del Espíritu Santo en la vida de una persona es el desarrollo del carácter espiritual de Dios. Dios les da su Espíritu a quienes genuinamente se esfuerzan por obedecerle (Hechos 5:32). Lamentablemente, la obediencia no es un tema en el que muchas religiones hagan énfasis en la actualidad.
La verdadera evidencia del Espíritu de Dios es una vida diferente —una vida donde el pecado y el egoísmo están siendo reemplazados por justicia, verdad, amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, humildad y dominio propio (Efesios 5:9; Gálatas 5:22-23, Nueva Versión Internacional).
¿Notó la última cualidad? Dominio propio.
Perder el control de uno mismo en una experiencia emocional que conduce a acciones impredecibles; es lo opuesto a tener dominio propio. Siempre deberíamos mantener nuestros pensamientos, emociones, palabras y acciones bajo control.
Como escribió Pablo: “los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz” (1 Corintios 14:32-33). Los verdaderos siervos de Dios mantienen su espíritu humano bajo control y evitan los comportamientos descontrolados y caóticos.
Además del fruto del Espíritu, la Biblia también habla acerca de los dones del Espíritu Santo. Estos dones son habilidades que Dios les da a personas específicas para edificar su Iglesia (1 Corintios 14:12). Pero no se trata de dones emocionales o dramáticos, sino de aptitudes prácticas que son esenciales para que la Iglesia funcione (1 Corintios 12).
La verdadera lección de Pentecostés
La enseñanza clave de Pentecostés es que los cristianos necesitan del Espíritu Santo de Dios. No se puede ser un verdadero cristiano sin él (Romanos 8:14).
Debemos tener el entendimiento correcto de qué es el Espíritu Santo y cuál es su verdadero efecto en la vida de un cristiano. No es un espíritu que conduce al caos del pentecostalismo, sino uno “de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).
Lo que necesitamos es el verdadero espíritu de Pentecostés, no la falsificación del pentecostalismo.
Para descubrir más acerca del verdadero significado de Pentecostés, lea “¿Qué significa Pentecostés?”.
Recuadro: Crecimiento del movimiento pentecostal
El pentecostalismo es un movimiento religioso relativamente nuevo. Aunque varias formas de prácticas carismáticas son más antiguas, el pentecostalismo moderno se originó en el Reavivamiento de la Calle Azusa que se llevó a cabo en Los Ángeles a principios de los años 1900, liderado por un ministro metodista llamado William Seymour.
Hoy en día es uno de los movimientos religiosos que crece más rápido en el mundo. En el 2020, 26 por ciento del cristianismo moderno se identificaba como pentecostal de alguna forma. Si bien sus raíces históricas están en los Estados Unidos, ha crecido mayormente en América Latina, África y el sudeste de Asia.
Aunque existen algunos grupos que se identifican como pentecostales, el movimiento no se limita a una denominación o iglesia. De hecho, es posible encontrar varios elementos de prácticas carismáticas dentro, o en los márgenes, de casi cada iglesia y denominación del cristianismo moderno.
Es particularmente común encontrar prácticas carismáticas en el creciente número de iglesias sin denominación que están apareciendo a lo largo de los Estados Unidos. Dado que estas iglesias (algunas llamadas “mega iglesias” por su tamaño) están libres de limitaciones denominativas, muchas han desarrollado sus propias formas de adoración, las cuales incluyen elementos del movimiento carismático.
Algunas de las mayores influencias del movimiento carismático en estos grupos se manifiestan en elementos tales como: la integración de música de adoración contemporánea, levantar las manos al cielo y servicios más informales que ponen mucho énfasis en la emoción y la experiencia.