La buena salud no se trata sólo de dieta y ejercicio. Las emociones malsanas pueden ser dañinas para nuestro bienestar tanto físico como espiritual. ¿Cómo podemos superarlas?
Ricardo hace ejercicio tres veces a la semana, se alimenta sanamente y se cuida de no consumir demasiada azúcar. Pero todos sus esfuerzos podrían ser en vano si no deja de descuidar un aspecto esencial de su salud: sus emociones.
Ricardo es un hombre airado. Odia su empleo, odia el camino al trabajo, odia que hayan promovido a tres de sus compañeros antes que a él y muchas otras cosas. Pero nadie diría que se siente así. Ricardo hace lo que tiene que hacer y nunca se queja con sus colegas. Su esposa, en cambio, con frecuencia por la tarde, encuentra en él a alguien muy negativo, y sus hijos han aprendido a evitarlo.
Luego está María, que no tiene idea de por qué últimamente ha estado teniendo palpitaciones y tics faciales. Cree que puede tratarse de un problema físico, pero su doctor dice que no: es sólo estrés. “Es cierto”, piensa ella, “tiendo a preocuparme mucho. ¿Quién no?”.
Ricardo y María no son personas reales, pero sus casos sin duda ilustran las circunstancias normales de muchos que silenciosamente han ido acumulando emociones malsanas.
El poder de las emociones
Las emociones juegan un papel esencial en nuestro bienestar. De hecho, nos fueron dadas por Dios. Pero Él no nos dio emociones buenas y malas, sino un gran rango de sentimientos, cada uno con un propósito específico.
¿Cuándo se vuelven malsanas las emociones?
Muchos de nosotros vivimos de una forma pasiva. Nos dejamos llevar por las corrientes de la vida con todos sus altos y bajos: las olas del miedo, la incertidumbre y la desesperación, así como los brotes de entusiasmo que intensifican los tiempos de gozo y alegría.
Estamos resueltos a mantenernos a flote pase lo que pase, pero en el camino vamos acumulando estrés. Pronto nos acostumbramos a los dolores de cabeza constantes, los nudos en el estómago y la tensión en los hombros. Nos conformamos con tomar antiácidos y antidepresivos, y aceptamos que la decepción, el dolor, el miedo, la preocupación, el resentimiento y la depresión son sólo parte de la vida.
Pero, además de la inestabilidad interior y exterior que nos crea, esta vida de montaña rusa puede destruir nuestra salud física y mental. Los estudios han comprobado que:
- La mente y el cuerpo están conectados; la forma en que usted se siente lo afecta físicamente.
- Las emociones estimulan la liberación de hormonas que pueden a su vez llegar a generar muchas enfermedades.
- Hay una relación directa entre ciertas emociones y muchos males, como el cáncer y las enfermedades cardiacas (Don Colbert, M.D., Deadly Emotions [Emociones mortales], 2006, pp. xi-xii).
En su libro, el Dr. Colbert explica cómo y por qué ciertos pacientes, al ser diagnosticados con una enfermedad incurable, cambian el enfoque de su vida, reordenan sus prioridades y, en algunos casos, incluso mejoran (p. x).
Estos pacientes toman la decisión consciente de dejar de pensar en lo negativo y lo doloroso para enfocarse en lo que realmente importa: Dios, la familia, el perdón y las cosas que les dan verdadera paz y felicidad.
El poder de decidir
Tomemos el caso de Viktor Frankl, un siquiatra judío que sobrevivió a uno de los campos de concentración nazis en la Segunda Guerra Mundial. En parte, Frankl sobrevivió gracias a que descubrió que había un espacio entre las cosas que le sucedían (los estímulos) y su reacción a esos estímulos ―ese espacio constituye el poder de decisión. Entendió que no eran los horribles eventos a su alrededor lo que lo definían, sino su poder de decidir cuál sería su reacción ante ellos.
Lo mismo sucede en nuestro caso. Uno de los regalos más grandes que Dios nos ha dado es la increíble capacidad de decidir cómo vamos a reaccionar ante los eventos que nos rodean, en nuestros pensamientos, emociones y conducta. Y, aunque parezca increíble, cuando decidimos pensar positivamente podemos mejorar nuestro bienestar emocional y físico.
¿Cómo reaccionar mejor ante las situaciones? Éstas son cuatro claves bíblicas:
- Pida ayuda a Dios en oración. Siéntase libre de echar “toda vuestra ansiedad sobre [Dios], porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7). Los hombros de nuestro Creador son mucho más grandes que los suyos y Él quiere ayudarle a llevar sus cargas.
- Sea agradecido. Enfóquese en las bendiciones que ha recibido, no en lo negativo (1 Tesalonicenses 5:16-18).
- Esfuércese por animar a los demás. Enfocarnos en los demás hace que olvidemos nuestros problemas y es beneficioso para otros (1 Tesalonicenses 5:11; Proverbios 16:24).
- ¡Aléjese del ruido! Si queremos tener buena salud emocional y espiritual, debemos enfocarnos en las cosas importantes de la vida y minimizar las distracciones (Mateo 6:25-34).
Es tiempo de tomar el control y dejar de reaccionar pasivamente a las dificultades de la vida. Dios quiere que vivamos con gozo, no que suframos los efectos de las emociones malsanas.