¿Qué le sucede a nuestro mundo? ¿De dónde salió tanta violencia, odio y maldad? ¿Cuál es la causa de toda esta locura, y cómo mantener la sensatez?
Al ver y leer las terribles cosas que están sucediendo en el mundo, cualquiera se preguntaría si aún quedan personas sensatas. La mente humana puede distorsionarse mucho con las emociones y las premisas falsas.
¿Será aún posible mantener la cordura en un mundo como éste?
La Biblia nos dice que sí. Pero para tener una mente sensata, debemos reconocer algunas cosas primero.
La insensatez
Una causa de la insensatez que nos rodea es que los seres humanos, “habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido” (Romanos 1:21).
El resultado de negar a Dios deliberadamente es que Él “los entregó a una mente reprobada [una mente insensata]” (Romanos 1:28). Y como consecuencia, los problemas descritos en Romanos 1:28-31 han plagado al mundo entero, todo por rechazar a Dios y su Palabra. Como escribiera el rey David: “Dice el necio en su corazón: no hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; no hay quien haga el bien” (Salmos 14:1).
La historia demuestra que los seres humanos casi siempre han preferido su propio razonamiento a la verdad revelada por Dios. Y el resultado de ese razonamiento humano, separado de nuestro Creador, ha sido un caos incalculable.
Razonamiento humano
Hoy en día muchos confían en que sus ideas son correctas sin tener en cuenta lo que Dios piensa al respecto. El profeta Isaías nos advierte contra esto diciendo: “Vuestra perversidad ciertamente será reputada como el barro del alfarero. ¿Acaso la obra dirá de su hacedor: No me hizo? ¿Dirá la vasija de aquel que la ha formado: No entendió?” (Isaías 29:16). Sigmund Freud, por ejemplo, describió a Dios como una ilusión creada por el hombre para satisfacer la necesidad infantil de una figura paterna fuerte. Según este pensamiento, la religión puede haber sido útil para controlar la violencia en las civilizaciones en desarrollo, pero ahora es innecesaria ya que podemos acudir a la ciencia y la razón.
¿Cómo le ha funcionado esto al mundo? Pareciera que no muy bien, considerando los constantes conflictos entre individuos y naciones, y la creciente confusión acerca de cómo alcanzar la felicidad duradera y evitar la angustia devastadora. Al parecer, la humanidad todavía no encuentra el camino hacia un razonamiento sensato.
¿Cuál es la solución entonces? Dios la revela en Romanos 12:2: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”.
Y el profeta Isaías advierte: “¡Ay de los hijos que se apartan, dice el Eterno, para tomar consejo, y no de mí; para cobijarse con cubierta, y no de mi espíritu, añadiendo pecado a pecado!” (Isaías 30:1).
En otras palabras, el razonamiento humano apartado de Dios definitivamente no es el camino a la sensatez.
¿Cómo desarrollar una mente sensata?
La respuesta se encuentra en 2 Timoteo 1:7: “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de cordura” (Reina Valera 1977).
¿Qué quiso decir Pablo con esto? Que es el Espíritu de Dios, su poder y la esencia de su carácter, lo que nos permite tener una mente disciplinada, prudente y con dominio propio —una mente pacífica y llena de sabiduría.
Ahondando en este concepto, el apóstol Santiago traza la diferencia entre la sabiduría de Dios y el razonamiento del mundo: “donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía” (Santiago 3:16-17).
Hoy en día muchos intentan alcanzar la sensatez a través de las ciencias del comportamiento, esforzándose por obtener paz, sabiduría y buen juicio con el solo compromiso de hacerlo. Pero, aunque los seres humanos pueden desarrollar sentido común y un razonamiento claro al nivel físico, la sensatez a nivel espiritual sólo se obtiene con el Espíritu Santo de Dios (1 Corintios 2:12-14).
¿Cómo obtener el Espíritu Santo?
En Hechos 2:1-4, los discípulos de Jesús estaban reunidos celebrando el Día de Pentecostés cuando de pronto recibieron el Espíritu Santo. Ahí había gente de todas partes y, de un momento a otro, todos comenzaron a escuchar las prédicas de los galileos en sus propios idiomas (vv. 7-12). Nadie podía entender por qué y la gente estaba muy impresionada. Entonces Pedro les explicó que lo que estaban presenciando había sido anunciado antes por el profeta Joel: el Espíritu Santo se había derramado sobre ellos (vv. 16-18).
¿Cómo se obtiene el Espíritu Santo? El apóstol continúa en el versículo 38: “Arrepentíos” —lo que implica alejarse del pecado, o dejar de quebrantar la ley de Dios— “y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”.
Luego sigue diciendo que la promesa del Espíritu Santo es “para vosotros… y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (v. 39).
Para recibir el regalo del Espíritu que puede darnos una mente sensata —una mente con la perspectiva de Dios— debemos arrepentirnos de nuestros pecados y bautizarnos. Esto significa un gran cambio de comportamiento de nuestra parte; significa reconocer que Dios existe y que lo necesitamos —su poder, amor y sensatez— dentro de nosotros. (Para más detalles acerca de cómo recibir el Espíritu Santo, lea nuestro folleto gratuito ¡Cambie su vida!)
La sensatez conlleva responsabilidades
Cuando Dios nos da su Espíritu, nuestra responsabilidad es no apagarlo (1 Tesalonicenses 5:19). En otras palabras, nuestro razonamiento debe dejar de seguir las tendencias del mundo y seguir los principios de Dios. De hecho, la Biblia dice que debemos esforzarnos por tener la mente del mismo Jesucristo.
Veamos algunos ejemplos de lo que esto significa:
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“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:3-5).
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“Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros” (Gálatas 5:25-26).
¿Puede imaginarse cómo sería un mundo así? ¿Donde la gente siempre se preocupara por los demás? ¿Donde todos le dieran la preferencia al otro, y el egoísmo y la arrogancia no fueran parte de nuestra vida? ¿Donde las personas fueran tranquilas y pacíficas y siempre estuvieran dispuestas a ceder?
Ésa es la clase de mundo que Dios desea para nosotros, ¡y es el mundo que vendrá cuando Jesucristo regrese!
Perseverar hasta el fin
En el entretanto, en el período en que el Reino de Dios no ha llegado, la presión se deja sentir. El razonamiento del mundo es tan generalizado que debemos cuidarnos de no caer en la insensatez. Un ejemplo son los numerosos comentarios violentos y opiniones desobligantes que reciben los artículos y noticias publicados en la web. Todo el mundo cree que su opinión es la correcta, e incluso si tenemos el Espíritu Santo en nosotros, debemos tener cuidado de no dejarnos llevar por el orgullo o la provocación. Recuerde que “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12).
El apóstol Pedro también nos aconseja: “vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:17-18).
Si basamos nuestro razonamiento en los principios de Dios, esto nos ayudará a recordar que sus leyes son para nuestro bien (Deuteronomio 6:24); y, a medida que interiorizamos su manera de pensar, desarrollaremos la sensatez que nos traerá más bendiciones —la sensatez que es posible a través del Espíritu Santo.
¿Quién puede tener una mente sensata entonces? Quienes se arrepienten, se bautizan y reciben el Espíritu de Dios.
Y lo que es más importante, ¿hará usted lo necesario para obtener esa sensatez que Dios promete darnos? Si es así, ¡tenga por seguro que eso es lo que Dios quiere para usted!