Las frases populares pueden ser superficiales y trilladas. Pero el concepto de “devolver el favor” es realmente una historia sorprendente y tiene gran potencial para ser algo bueno.
Es una idea muy antigua e intrigante. Benjamín Franklin la creía y la practicaba. Ralph Waldo Emerson escribió acerca de ella. Los maestros de la ciencia ficción Robert Heinlein y Ray Bradbury la ilustraron en su obra.
Algunos creen que en realidad data del dramaturgo griego Menandro, del año 300 a.C. En realidad el concepto es mucho más antiguo que eso; existía desde el comienzo del tiempo.
Recientemente, fue popularizado aún más por la novela de Catherine Ryan Hyde, escrita en 1999 y una película muy popular que salió el año pasado. Ambos llevaban el título que resume el concepto: Devuelva el favor. Esta frase nos anima a hacer buenas obras por las personas en necesidad, y cuando lo agradecen, se les pide que hagan algo bueno por alguien más.
Hacer “un trato de bien”
La costumbre de Benjamín Franklin se encuentra en una carta a Benjamín Webb de 1784:
“Por lo tanto le envío un billete por 10 luises de oro [monedas de oro francesas]. No pretendo dar semejante suma; solamente se la estoy prestando. Cuando usted regrese a su país con su buen carácter, usted no fallará y hará algunos negocios, que a su vez, con el tiempo, le permitirán pagar sus deudas. En este caso, cuando usted conozca a un hombre honesto en una dificultad similar, usted debe pagarme a mí, prestándole esta suma a él; haciendo que él tome parte en la deuda como si fuera una operación, cuando él pueda pagarla, y entonces encontrará otra ocasión. Espero que esto pueda pasar por muchas manos antes de encontrarse con un bribón que detenga el progreso. Ésta es una treta mía para hacer un gran trato de bien con poco dinero”.
Animar a aquellos que ayudamos a devolver el favor, puede de hecho multiplicar el bien que practicamos.
Varias fundaciones orientadas a “devolver el favor”, animan a hacer esto de varias maneras. Una vende pulseras plásticas con el lema inscrito como un recordatorio que se puede usar para buscar oportunidades de hacer el bien a otros. Se pretende que las pulseras pasen de un beneficiario a otro como un recordatorio para mantener sin que se rompa, la cadena de buenas obras.
El origen de las buenas obras
La idea, ya sea con sus adaptaciones modernas o sus antiguas aplicaciones, realmente tiene una fuente más antigua e importante que cualquier historia humana: Dios la creó y la ha practicado desde “el principio”.
Veamos lo que dice en Santiago 1:16-17: “Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”.
Todo lo bueno que experimentamos en la vida es un don de Dios, en quien comienza todo lo bueno. Él no le debe a nadie, no tiene deudas que pagar. Él no practica “actos al azar” de bondad. Sus bendiciones son importantes y sirven para el propósito trascendental de la vida humana.
Cualquier bien que seamos capaces de hacer sólo es posible porque Dios nos dio los medios, comenzando con el aliento de vida: “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28).
La Regla de Oro
La Biblia habla de la necesidad que tienen los cristianos de pasar a otros el bien que Dios ha hecho por ellos. La declaración sencilla de Jesús, con frecuencia se conoce como la Regla de Oro: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:12).
Hacer el bien de esta manera resume los principios de las relaciones según Dios en la Biblia.
Debemos esforzarnos por hacer el bien cada vez que podamos. Nadie queda excluido, aunque los compañeros cristianos merecen una atención especial. “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:9-10).
Luego, la Biblia nos anima a reflejar el bien que Dios ha hecho en nuestra vida y pasarlo a otros.
¿En qué debemos devolver el favor según la Biblia?
1. Amor
“Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4:19-21).
Cuando comprendemos cuánto nos ama Dios, y cuántas cosas buenas ha hecho por nosotros ahora y hará en el futuro, lo amamos a Él para corresponderle. Y cuando esto ocurre, tenemos la responsabilidad de amar a nuestro prójimo. Este amor divino, altruista, no egoísta, que recibimos de nuestro Padre en los cielos debe ser devuelto a sus otros hijos.
Uno de los conceptos en la novela Devuelva el favor es que las buenas obras son más poderosas si son hechas a personas que no conocemos o que no nos nacería naturalmente ayudar. Esto también es un reflejo del carácter de Dios y su voluntad para nosotros. Cuando Dios comienza a trabajar con nosotros, haciéndonos bien, nosotros no somos buenos.
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación” (Romanos 5:8-11).
Dios nos muestra misericordia cuando siendo todavía “enemigos”, vivíamos quebrantando su voluntad. Jesús estuvo dispuesto a morir por personas que se le oponían.
Debemos devolver esta clase de amor. Jesús afirmó: “Pero yo os digo; Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:44-45).
2. Reconciliación
“Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros: os rogamos en nombre de Cristo: reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:18-20).
Por medio del sacrificio de Cristo, Dios nos reconcilió con Él. Esto significa que Él sanó y restauró nuestra relación con Él, que se había roto por nuestros pecados. Ahora nos dice que tenemos un ministerio (servicio) de reconciliación, de hacer todo lo que podamos para ayudar a las personas a reconciliarse con Dios y entre sí. Trabajar colectivamente para proclamar el camino de la reconciliación con Dios es parte de la misión de la Iglesia. Debemos también individualmente buscar formas para ayudar a restaurar amistades rotas y sanar las heridas en las relaciones familiares.
3. Esperanza
“Sino santificad a Dios el Señor en vuestras corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo aquel que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15).
El mundo está más lleno de oscuridad y de prohibiciones. El temor de la guerra y el terrorismo, crimen, enfermedades epidémicas, persecución religiosa, crisis económicas y otros males, están haciendo que muchas personas duden de si podrá haber un futuro brillante. Algunos viven en la desesperanza.
Los cristianos viven en la esperanza de las promesas de Dios, de que aunque el planeta atraviese un momento muy oscuro, el mundo finalmente verá un final feliz. Y aquellos que caminan con Dios pueden tener la certeza de su cuidado y protección, aún en medio de las circunstancias más difíciles (Hebreo 13:5-6).
Necesitamos estar preparados para compartir esta esperanza con otros que nos pregunten acerca de nuestra fe y nuestra confianza. Esto será cada vez más importante a medida que los días futuros se ensombrezcan más. Debemos prepararnos para devolver el favor de la esperanza que Dios nos ha dado.
4. El evangelio del Reino
Jesús escogió 12 discípulos y los envió en una misión. Él dijo: “Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:7-8).
Él les dijo a los discípulos que ellos habían sido enseñados en la verdad de Dios sin que les costara nada, y que ellos debían devolver el favor hacia otros sin costo. Por esta razón, Discernir no tiene precio de suscripción. Los que producimos esta revista aprendimos la verdad del evangelio del Reino de Dios de una forma gratuita, algo que fue hecho posible por las contribuciones de aquellos que respaldaron la obra de Dios en el pasado. Ahora le devolvemos el favor a usted, sin costo alguno.
Esperamos que si usted se siente satisfecho al aprender estas verdades bíblicas, se involucre para continuar esta labor y ayude a hacer posible devolver el favor a otros. Si bien se nos dice que debemos estar listos para compartir esta esperanza con aquellos que nos pregunten personalmente, compartir el evangelio es en su mayor parte un esfuerzo colectivo.
Haga su parte
Devolver las buenas obras puede parecernos una idea moderna, pero es tan antiguo como la obra que Dios está haciendo con la humanidad. Él nos ha dado vida y todo lo que necesitamos para alcanzar nuestro potencial —vida eterna en la familia de Dios. Tomemos las cosas buenas que Dios ha hecho por nosotros y hagamos nuestra parte devolviéndoles a ellos el favor.