Este mundo está lleno de visionarios. Los visionarios son personas que miran el mundo como es y ven cómo podría llegar a ser. Son personas que inventaron la transmisión por televisión y el Internet sin cable, que enviaron astronautas de una manera segura al vacío frío del espacio y que soñaron con la máquina de combustión. Son personas que salvan la brecha entre el presente y lo posible.
Desafortunadamente, eso no siempre es algo bueno.
El camino que parece correcto
En realidad los visionarios son las fuerzas del cambio. En algunas ocasiones este cambio es bueno y en otras es terrible, pero la mayoría del tiempo, es algo intermedio entre estas dos. Veamos por ejemplo a Charles Babbage. Cuando él soñó con un “computador programable que funcionara a vapor”, dudo que se hubiera podido imaginar un futuro en el que los computadores cabrían en los bolsillos de las personas, conectando el mundo en una red sin límites capaz de un bien increíble y un mal perverso.
La Biblia nos advierte: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12). Si esto sonara como una hipérbole, entonces analicemos:
- Los visionarios hicieron de la esclavitud un negocio comercial.
- Los visionarios diseñaron la primera bomba atómica.
- Los visionarios fueron los artífices del holocausto.
Y lo que es aún más escalofriante —algo absolutamente aterrador— es que en cada uno de esos escenarios, había visionarios que creían honestamente que lo que estaban haciendo era algo correcto.
Había allí personas que pensaban que estaba bien comprar y traficar con seres humanos, su prójimo.
Había personas que estaban convencidas de que era algo bueno construir un arma que pudiera borrar ciudades enteras. Había personas que pensaron que estaban justificadas llevando grupos de judíos y a otras minorías a los campos de concentración y a las cámaras de gas.
“Hay camino que al hombre le parece derecho”.
Más que sólo visionarios
No sólo necesitamos más visionarios. Ya tenemos demasiados, cada uno tratando de llevar al mundo hacia uno de los miles de caminos exclusivos y mutuamente excluyentes. No, lo que necesitamos es la clase correcta de visionarios —y estos son difíciles de encontrar.
Ver al mundo como podría ser es fácil. Ver el camino para llegar allí es más difícil. Pero lo verdaderamente difícil y lo que realmente importa: es ver el mundo correcto e identificar el camino correcto.
Esto es difícil. Pero es posible y lo podemos hacer, aunque no sin primero mirar al visionario más grande de todos.
El final desde el principio
La Biblia está llena de profecías que no sólo describen al mundo como podría ser —ellas describen al mundo como va a ser. “Porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho…yo hablé y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré” (Isaías 46:9-11).
Y Él lo hace. Antes de que la nación de Judá fuera conquistada por los babilonios, Dios envió profeta tras profeta para advertir a su obstinado pueblo de lo que vendría y cómo podían evitarlo (Jeremías 44:4-6).
Antes de que Alejandro Magno hubiera nacido, Dios envió a Daniel una visión de un conquistador que destrozaría el Imperio Medo-Persa y luego moriría súbitamente, dejando su propio imperio a cuatro líderes inferiores (Daniel 8:1-22).
Antes de que el rey Ciro naciera, Dios le había hecho registrar a Isaías una profecía de un gobernante llamado Ciro, quien liberaría al pueblo judío de la cautividad para que fueran a reconstruir el templo de Dios en Jerusalén (Isaías 44:28-45:7).
Todas estas cosas finalmente ocurrieron, exactamente como Dios había prometido que lo harían. Pero la mayor parte de las profecías de la Biblia todavía no se ha cumplido —describen un tiempo futuro. Hay profecías acerca de una época en la cual: “Se alegrarán el desierto y la soledad” (Isaías 35:1), cuando “los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán” (v. 5), y “huirán la tristeza y el gemido” (v. 10).
Es un cuadro del mundo como podría ser. Y debería ser.
Y así va a ser.
Un llamado a los visionarios
El camino hacia ese mundo no es fácil, pero es claro. Muchas cosas tienen que cambiar, y las cosas tienen que empeorar antes de que puedan mejorar.
Pero hay una razón para todo esto —aun para los momentos que parecen arbitrarios o sin esperanza. Tal vez no entendamos la razón de cada acontecimiento que ocurre en el camino, pero sabemos que esos momentos son permitidos por Dios, quien nos recuerda: “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:9).
Esto no significa que tenemos que permanecer en tinieblas acerca del plan de Dios. Por el contrario, Dios nos ha dado un mapa en las páginas de la Biblia y nos invita a entender —porque Él quiere que veamos y busquemos su maravillosa visión del futuro.
Viendo al invisible
El libro de Hebreos contiene lo que es conocido popularmente como el capítulo de la fe —una especie de salón de la fe, lleno de historias de aquellos que hicieron de seguir a Dios su prioridad máxima. Estos hombres y mujeres también tienen algo más en común: en general, ellos eran visionarios —y no cualquier clase de visionarios, sino la clase correcta de visionarios. Ellos vieron el mundo no sólo como podría ser, sino el mundo como será.
Moisés, por ejemplo, dejó su posición real para irse a vagar por el desierto con los esclavos, “porque tenía puesta la mirada en el galardón… porque se sostuvo como viendo al invisible” (Hebreos 11:26-27).
Noé, “cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían… con temor preparó el arca en que su casa se salvase” (v. 7).
Abraham dejó su hogar sin saber adónde lo llevaba Dios, “porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (v. 10).
Cada uno de estos hombres y mujeres pudo asomarse al mundo que vendría: “Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra… por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, porque les ha preparado una ciudad” (vv. 13, 16).
Hebreos 11 es un capítulo lleno de visionarios, cada uno de los cuales vio el futuro y empezó a caminar hacia él.
Su turno
¿Qué pasa con usted? ¿Adónde va? ¿Qué es lo que ve?
¿Es el futuro que Dios ha prometido algo que está escrito en la vanguardia de su mente? ¿Puede usted visualizar la ciudad “cuyo arquitecto y constructor es Dios?” ¿Conoce usted el camino para llegar allí?
¿Le gustaría llegar?
Cómo encontrar el camino
Las respuestas no son secretas —todas están expuestas en las páginas de su Biblia. Es sólo que pocas personas toman el tiempo para ahondar en esas páginas y hacerse las preguntas correctas. Jesús nos advirtió: “Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:14).
Pero la puerta está ahí. Con la ayuda de Dios, usted puede encontrarla. Si usted desea encontrar ese camino, la Biblia le dice dónde debe comenzar exactamente.
Pedro escribe acerca de “preciosas y grandísimas promesas” que nos han sido dadas, añadiendo que “poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud conocimiento, al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor… porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 1:4-7, 11).
Todo comienza con la fe— “porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6). Pero no se detiene allí. A la fe tenemos que agregarle la virtud —el deseo de hacer lo correcto porque es lo correcto.
Luego viene el conocimiento —mientras más ejercitemos nuestra fe a través de la virtud, más entenderemos la Palabra de Dios a un nivel más profundo y personal.
Luego viene el dominio propio, luego la paciencia, la santidad, y así sucesivamente, con cada paso llevándonos más y más adentro del camino al futuro que Dios ha preparado para el mundo entero, y abriéndonos los ojos más y más ampliamente a medida que nos convertimos en la clase correcta de visionarios —la clase que el mundo necesita.
Esto es algo increíblemente bello. El camino no se detiene cuando nosotros vemos el futuro. Termina con nosotros siendo parte de ese futuro. El mundo está cada vez más sumido en la oscuridad y está destrozado, pero el fin de la historia revela que los visionarios de Dios van a reinar con Él por toda la eternidad, trayendo luz y sanidad a un mundo que lo necesita desesperadamente (Apocalipsis 20:4; 22:2-5).
Hasta entonces
Pero todo esto vendrá después. Éste es el futuro que necesitamos mantener presente —el futuro que los héroes de la fe tuvieron por delante en sus momentos más oscuros y durante las pruebas más difíciles. Y hasta que ese día venga, tenemos un camino que recorrer —comenzando con la fe y terminando con la entrada en el Reino de Dios.
Pedro escribe: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2 Pedro 1:19).
El futuro es cierto. El camino es estrecho, pero el destino es claro. Dios está llamando a visionarios que vean este futuro, viajen por ese camino y que un día ayuden a sanar al mundo.
¿Qué ve usted?
Para comenzar a descubrir la profundidad del plan de Dios, lea nuestro artículo “Las fiestas santas de Dios: esperanza para el futuro”.