El hombre que yacía en el camino estaba apenas vivo.
Los contrabandistas que lo habían robado, lo habían dejado desnudo, herido y tirado en el camino como una pieza de basura que se había botado.
A menos que la ayuda llegara pronto, él sería un hombre muerto.
Afortunadamente, no pasó mucho tiempo antes de que un viajero pasara cerca del hombre herido. Inmediatamente hizo algo… se fue para el otro lado del camino y continuó su viaje. Más tarde, otro viajero que pasó por allí hizo lo mismo.
Es difícil entender cómo estos dos viajeros fueron capaces de dejar al hombre herido abandonado a su suerte. Dada la situación, parece cruelmente imposible. ¿Qué podría hacer que alguien se alejara caminando mientras un ser humano estaba muriendo lentamente? Seguramente una persona así no tendría corazón, sería un monstruo insensible, carente de compasión y humanidad.
Sin embargo, la verdad es un poco más complicada —y un poco más perturbadora.
El buen samaritano
Usted tal vez haya podido reconocer la historia anterior como la parábola del buen samaritano —una historia que Jesús narró con el fin de ilustrar que, cuando se trata de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, todos son nuestro prójimo (Lucas 10:25-37).
En la historia de Cristo, el tercer viajero que llegó al pie del hombre herido era un samaritano —una persona que a los ojos del judío promedio del primer siglo era un ser humano inferior y abominable. El samaritano vio al hombre herido (que muy posiblemente era un judío, porque venía de Jerusalén; vea el versículo 30), fue movido a compasión, y procedió a limpiar al hombre, cuidar sus heridas y personalmente llevarlo a un sitio en el cual pudiera descansar y recuperarse —todo pagado por el samaritano.
El samaritano, según nos dicen, es el vecino que todos debemos ser.
Recreando la parábola
En 1973, John Darley y Daniel Batson condujeron un experimento inspirado en la parábola del buen samaritano. Ellos comenzaron a investigar a un grupo de estudiantes del seminario en cuanto a sus puntos de vista acerca de la religión —¿era un medio de realización espiritual? ¿Una herramienta para encontrar el significado de la vida?
Después, asignaron a cada estudiante un tema improvisado para un discurso que deberían dar en el edificio contiguo. (De hecho, uno de esos temas era la parábola del buen samaritano.)
Finalmente cada persona fue enviada ante otras para dar el discurso. A algunos estudiantes les dijeron que estaba haciéndose tarde y necesitaban apurarse, en tanto que a otros les dijeron que estaban adelantados en el programa y podían tomarse su tiempo.
En el camino para ir a dar sus discursos, los estudiantes se encontraron con un hombre desplomado en un callejón, tosiendo, gimiendo y con una evidente necesidad de ayuda.
Una cuestión de contexto
A medida que analizaban los hallazgos, Darley y Batson descubrieron el factor que determinaba si los estudiantes se detenían para ayudar al hombre en necesidad. No era su tema asignado —los investigadores se dieron cuenta de que “en varias ocasiones, un estudiante del seminario que iba a dar su discurso acerca de la parábola del buen samaritano, literalmente se paraba encima de la víctima a medida que iba de prisa por su camino”. No era su perspectiva del propósito de la religión.
Sencillamente era si estaba o no estaba de prisa.
Eso era.
Cuando los estudiantes no tenían prisa, 63 por ciento de ellos se detuvo para ayudar al hombre en el callejón. Cuando tenían prisa, ese número se reducía a 10 por ciento.
Diez por ciento. Nueve de cada 10 estudiantes vieron a un hombre que potencialmente estaba agonizando y siguieron caminando porque ellos tenían un lugar al que debían ir.
El poder del contexto
Las implicaciones de esto son impresionantes. En su libro The Tipping Point [El punto de inflexión], Malcolm Gladwell explora este estudio, además de otros hallazgos innovadores, que enlodan las aguas cuando se trata de la forma en que tradicionalmente vemos el carácter.
Cuando el científico social Philip Zimbardo creó una prisión fingida y la llenó con voluntarios sanos, sicológicamente hablando, para desempeñar los papeles de prisioneros y de guardias, él descubrió que aun los que se autoidentificaban como pacifistas rápidamente caían en el papel de brutales capataces o rebeldes criminales. El experimento se salió de control tan rápidamente que Zimbardo se vio obligado a terminarlo ocho días antes de lo que había planeado.
Cuando la ciudad de Nueva York tomó medidas enérgicas contra los grafitis y los que se escabullían en el tren subterráneo sin pagar la tarifa, la tasa del crimen cayó dramáticamente. Los criminales todavía seguían usando el tren subterráneo, pero al enfocarse en detalles aparentemente insignificantes —los grafitis y el no pago del pasaje— los oficiales de Nueva York crearon un ambiente en el que se sentía que el crimen estaba fuera de lugar en vez de ser algo normal.
En The Tipping Point [Punto de inflexión], Gladwell aporta pruebas acerca de que el comportamiento no es sólo el producto de quiénes somos. También tiene mucho que ver con dónde estamos. Los expertos concluyeron de esos ejemplos que con frecuencia la clave para cambiar el comportamiento es algo tan simple como cambiar el contexto. Si usted pone a las personas en un ambiente en el que el crimen parezca algo normal, la tasa del crimen se disparará. Lave los grafitis de las paredes, envíe a los que no pagan el pasaje a la cárcel por una noche, y súbitamente el crimen comenzará a desaparecer. Ponga a la misma gente en un contexto diferente y súbitamente ellos harán las cosas de una forma distinta.
Un paso más adelante
Esto es un poco profundo, pero como seguidores de Dios, creo que debemos ir más allá. Estos estudios y experimentos deben hacer que nos detengamos a pensar: si el ambiente puede influenciar nuestro comportamiento, entonces es completamente posible hacer lo correcto por la razón errada. Si el contexto es un factor que pesa tanto para determinar la acción, entonces, cuando se trata del carácter, lo que estamos haciendo es menos importante que por qué lo estamos haciendo. ¿Estamos haciendo lo correcto porque es correcto, o sólo porque es fácil?
Es fácil hacer el bien cuando estamos en un ambiente que anima el buen comportamiento. El carácter viene a jugar un papel cuando el contexto cambia. Cuando el ambiente deja de recompensarlo por hacer el bien —o peor aún, cuando empieza a castigarlo, ¿seguirá haciendo el bien? Cuando usted llega al pie del hombre herido que está tirado en el camino —cuando está de prisa y nadie se va a dar cuenta de que usted pasó de largo— ¿qué hará usted?
No se conforme
Nuestra naturaleza humana hace fácil que sigamos el camino de la menor resistencia. Tendemos a cometer el error de escoger lo que es más fácil, la que parece ser la ruta más corta o lo que nos garantiza ganancias más rápidas.
Dios nos llama a luchar contra este instinto. Él nos llama a hacer lo que es correcto, sin importar el contexto, sin importar lo que sea más fácil. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).
Estoy simplificando las cosas, por supuesto. Discernir lo que es bueno y aceptable para Dios requiere de un sano conocimiento de su Palabra, aunado a la sabiduría y la prudencia. Hay matices que debemos considerar en cada situación, y cada escenario que encontramos no es tan claro como la parábola de Cristo del buen samaritano.
Pero el punto permanece: hay una parte de nosotros que preferiría conformarse con el mundo —encajar en el modelo creado por el contexto y el ambiente. Pero el desarrollo de carácter requiere que nosotros rompamos ese molde —hacer lo que es correcto porque es correcto, probando lo que es la buena, aceptable y perfecta voluntad de Dios.
Cambiar el contexto
No es fácil. No se supone que sea fácil. Estamos hablando de una batalla cuesta arriba contra usted mismo y el mundo alrededor. Va a requerir perseverar en medio de las dificultades, hacer sacrificios y luchar contra el instinto. Va a ser extremadamente difícil, pero vale la pena.
La recompensa va a cambiar las reglas. Mientras más busquemos la voluntad de Dios y nos rehusemos a permitir que los contextos del mundo dicten lo que hacemos, más empezaremos a tener un impacto en vez de simplemente ser impactados.
Jesús les dijo a sus discípulos: “Vosotros sois la luz del mundo… Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:14, 16). Convertirnos en hombres y mujeres que valoran y buscan el carácter según Dios va a crear un contexto más positivo tanto para nosotros mismos como para aquellos con quienes interactuamos.
Los samaritanos modernos
En el estudio de Darley y Batson, sólo 10 por ciento de los estudiantes que tenían prisa se detuvieron para ayudar al hombre en problemas. Sólo 10 por ciento tuvo el carácter necesario para resistir la fuerza del contexto que les decía que ellos no tenían tiempo para detenerse y ayudar, o que alguien más lo ayudaría.
Aquí tenemos una decisión que tomar. Podemos usar nuestros dedos para señalar al 90 por ciento que siguió caminando o podemos reconocer que el contexto es una fuerza poderosa que requiere de esfuerzo para vencer. Si no somos vigilantes, nosotros también podemos convertirnos en víctimas del contexto, permitiendo que la situación en que estamos supere la moral por la que aspiramos vivir. A todos nos gusta creer que seríamos el buen samaritano, pero caminar dejando atrás al hombre herido es mucho más fácil de lo que pensamos.
Al final, o usted moldeará su contexto o su contexto lo moldeará a usted.
El carácter es lo que hace la diferencia.
Parte del desarrollo del carácter de Dios es aprender a tomar las decisiones correctas por las razones correctas. Nuestro artículo: “Decisiones: siete pasos para tomar decisiones exitosas y que le agraden a Dios”, le ayudará a empezar.