Apocalipsis 12 describe a tres de las principales fuerzas en el escenario mundial actual. ¿Qué nos revela esta interesante profecía?
El libro de Apocalipsis es una visión inspirada por Jesucristo (que le fue dada a Él por Dios el Padre) que describe los eventos que ocurrirán antes de su segunda venida y el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra. En general, el relato sigue una secuencia cronológica; pero ocasionalmente encontramos pausas donde se tratan temas específicos. Una de estas pausas es el capítulo 12, cuyo contenido abarca desde antes que el hombre existiese hasta el momento previo al regreso de Cristo como Rey de Reyes y Señor de Señores.
Apocalipsis 12 comienza diciendo: “Apareció en el cielo una gran señal” —refiriéndose a la visión de una mujer dando a luz (v. 1). La palabra “señal” proviene del griego semeion, que significa “señal, marca, símbolo... un evento inusual que trasciende lo natural” (Thayer’s Greek Definitions [Definiciones griegas de Thayer]). Más adelante, leemos que “apareció otra señal [semeion] en el cielo” (v. 3).
En otras palabras, los tres símbolos de Apocalipsis 12 —la mujer, su hijo y el dragón— representan eventos sobrenaturales. Más específicamente, simbolizan tres grandes fuerzas espirituales que han estado en escena desde hace miles de años.
Para comprender lo que este capítulo revela, primero debemos comprender estos símbolos. ¿Qué representan la mujer, su hijo y el dragón?
La mujer
La mujer —“vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (v. 1)— en parte representa al Israel del Antiguo Testamento. En Ezequiel 16, Dios mismo describe a su pueblo como una mujer a quien vistió con honra y esplendor, y la corona con doce estrellas parece representar a las doce tribus de Israel (Génesis 37:9-10).
Apocalipsis 12 nos dice que esta “mujer” es protegida por Dios en varias ocasiones, especialmente a medida que el establecimiento de “el reino de nuestro Dios” en la Tierra se acerca (vv. 6, 14-16, 10).
En el Nuevo Testamento, el símbolo de la mujer representa a la Iglesia, cuyos miembros se comparan con vírgenes (Mateo 25:1-13; Apocalipsis 14:4; 19:7). La Iglesia también recibe el nombre de “Israel de Dios” y “la Jerusalén de arriba”, que es “madre de todos nosotros”, y los miembros son “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (Gálatas 6:16; 4:26; Hebreos 12:22-23; 1 Pedro 2:9).
De hecho, cuando Cristo regrese, se casará con la Iglesia y esta pasará a ser “su esposa” (Apocalipsis 19:7). En otras palabras, la mujer de Apocalipsis 12 representa al pueblo de Dios. (Apocalipsis 17:1 también utiliza la imagen de una mujer mala —“la gran ramera”— para describir a una iglesia falsa que engaña a muchos.)
El hijo varón
En Apocalipsis 12:5, la mujer (Israel, pueblo escogido por Dios) “dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones” y que “fue arrebatado para Dios y para su trono”. Claramente, este niño representa a Jesucristo.
Cristo nació del pueblo de Israel, fue llevado al cielo en una nube después de su resurrección y, como indica la profecía, es quien herirá “a las naciones, y él las regirá con vara de hierro” (Hechos 1:9-11; Apocalipsis 19:5).
El dragón
El tercer símbolo de Apocalipsis 12 es “un gran dragón escarlata” cuya “cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo” y que “se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese” (vv. 3-4). El versículo 9 nos dice claramente que este dragón es “la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero”.
Al parecer, la “tercera parte de las estrellas del cielo” que el dragón arrastra representa a los ángeles que lo apoyaron en su rebelión contra Dios. Otras escrituras confirman que las estrellas representan ángeles (Apocalipsis 1:20).
Mucho tiempo atrás, Satanás lideró una rebelión contra Dios para levantar su propio trono “en lo alto, junto a las estrellas de Dios... y [ser] semejante al Altísimo” (Isaías 14:13-14). Al ser derrotado, comenzó su papel como “la serpiente antigua [aquella que tentó a Eva en el jardín de Edén], que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9; énfasis añadido). Si desea más detalles de la rebelión de Satanás, consulte “Dios vs. Satanás”.
Así como Dios tiene ministros de justicia, Satanás tiene “ministros” espirituales que parecen buenos pero nos incitan a pecar constantemente (2 Corintios 11:15). Estos ministros son los ángeles caídos o demonios “que no guardaron su dignidad” y que Dios ha “guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día” (Judas 1:6).
Apocalipsis 12:3-17 es un breve recuento de cómo Satanás ha intentado frustrar el plan de Dios para la humanidad, que consiste en llevar al hombre a la gloria y hacerlo parte de su familia eterna. En sus esfuerzos, reclutó a la tercera parte de los ángeles para luchar contra Dios y tratar de ser como Él, intentó matar a Cristo cuando era bebé (Mateo 2:13-18), ha engañado al mundo entero y persigue al pueblo de Dios. Analicemos punto por punto lo que Apocalipsis 12 revela al respecto.
El dragón y el niño
En Apocalipsis 12:4 vemos que “el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese”. Esto parece ser una referencia histórica al intento del rey Herodes de matar a Jesús ordenando la muerte de todo varón de dos años o menor que viviese en Belén o sus alrededores (Mateo 2:13-18). Afortunadamente, José huyó a Egipto para proteger a Cristo como le dijo un ángel (v. 13).
Pero Satanás no se dio por vencido. Poco antes de comenzar su ministerio, “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo”, quien le ofreció “todos los reinos del mundo” a cambio de que lo adorase en lugar de a Dios (Mateo 4:1, 8). Cristo, por supuesto, no accedió.
Más tarde, cuando el ministerio de Jesús se había cumplido y era hora de dar su vida por los pecados de la humanidad, Satanás apareció nuevamente para poner “en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase” (Juan 13:2). Si bien la muerte de Cristo es parte del plan de salvación de Dios para la humanidad, Satanás claramente tuvo mucho que ver.
Tal como Génesis 3:15 profetizó, habría una “enemistad” continua entre la serpiente (Satanás), la mujer (el pueblo de Dios) y su “simiente” (Cristo). Sin embargo, mientras que Satanás sólo podría “herir” el talón de Cristo al influenciar al traidor que lo entregó, Cristo “hirió” su cabeza resistiendo la tentación y ganando el derecho de quitarle el gobierno de este mundo.
¿Por qué tanto esfuerzo para destruir a Cristo entonces? Porque si lograba hacerlo caer, no hubiera habido un Salvador perfecto que pudiera pagar la pena por los pecados de la humanidad y el plan de Dios no se hubiera llevado a cabo. Sin un salvador, no habría perdón de pecados para la humanidad y nadie podría llegar a ser parte de la familia eterna de Dios.
El dragón y el pueblo de Dios
Además de intentar destruir a Jesucristo, Satanás ha atacado al pueblo de Dios continuamente a través de la historia —en especial a la Iglesia (representada por la mujer en la última parte de Apocalipsis 12). A pesar de la intensa persecución que la Iglesia del Nuevo Testamento sufrió desde sus comienzos, Dios protegió a la mujer haciéndola huir “al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días” (v. 6).
Estos “mil doscientos sesenta días” representan 1.260 años durante los cuales Dios protegió a la Iglesia de sus enemigos, incluyendo el Imperio romano y el cristianismo falso (Números 14:34 y Ezequiel 4:6 respaldan el paralelo bíblico entre días y años). Este período probablemente abarcó la época de la Edad Media.
Luego, Apocalipsis 12:7-9 nos habla de “una gran batalla en el cielo” entre Satanás y sus demonios y Miguel y sus ángeles, tras la cual no “se halló ya lugar para ellos [Satanás y sus demonios] en el cielo” y fueron arrojados a la tierra. Esta batalla es posterior a la rebelión inicial de Satanás, la cual ocurrió mucho antes del nacimiento de Cristo (v. 4).
El contexto y la importancia de este enfrentamiento son revelados en los versículos 7-9; más adelante, el versículo 10 nos dice que se trata de una señal de la venida de “el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo”. Antes de esta batalla, Satanás podía subir al trono de Dios para acusar a su pueblo, pero él y sus ángeles perdieron esta posibilidad y ahora están encerrados en la Tierra (Job 1:6-7; 2:1-2).
“Sabiendo que tiene poco tiempo” antes de que Cristo regrese a la tierra y establezca el Reino de Dios, Satanás siente “gran ira” y dirige sus ataques contra la mujer, el pueblo de Dios actual (v. 13).
Pero Dios no dejará que Satanás destruya a su Iglesia. Como Cristo dijo, “las puertas del Hades [la tumba] no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Eventualmente, Dios le dará “las dos alas de la gran águila [la llevará a salvo]” y la llevará “a su lugar”, donde será protegida de la serpiente durante “un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo [al parecer, tres años y medio]” (Apocalipsis 12:14).
Cuando esto suceda, Satanás arrojará “de su boca… agua como un río” —que probablemente representa ejércitos (consulte Isaías 59:19; Jeremías 46:7-8)— para destruir a la mujer, pero no tendrá éxito (vv. 15-16).
Entonces, Satanás hará “guerra contra el resto de la descendencia de ella [la mujer], los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17). Este pasaje parece indicar que, si bien algunos de los miembros de la Iglesia de Dios serán protegidos de la ira de Satanás antes del regreso de Cristo, no todos lo serán. Habrá quienes no vayan al lugar de protección y deban demostrar su lealtad a Dios el Padre y Jesucristo a pesar de ser intensamente perseguidos por Satanás.
El dragón y usted
El odio de Satanás no es sólo contra Cristo y la Iglesia; también lo odia a usted y hará todo lo posible por impedir que ame y obedezca a Dios. ¿Por qué? Porque, aparentemente, él sabe que Dios creó al ser humano con el potencial de llegar a ser mayor de lo que él alguna vez fue (Hebreos 2:6-8).
En su mente enferma y retorcida, Satanás se ha declarado enemigo de todo el que quiera amar y obedecer al Padre celestial. Es por esto que Pedro nos aconseja: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8).
Como Pablo lo revela, es el diablo — “el dios de este siglo”— quien ha “cubierto” (escondido) el evangelio de la verdad y ha cegado la mente de los incrédulos (2 Corintios 4:3-4). Pero afortunadamente, Cristo tiene el poder para abrir nuestro entendimiento a la Palabra de Dios (2 Corintios 3:14).
Si desea saber más acerca de su Salvador y lo que Él espera de usted, le invitamos a explorar la sección “Cambio” de nuestro sitio web.