Si Dios es amor, ¿Por qué está enojado con el hombre? ¿Qué dice el libro de Apocalipsis acerca de la ira de Dios?
El libro de Apocalipsis es una visión del futuro que le fue dada al apóstol Juan, quien lo escribió para nosotros en la Biblia. El libro comienza con el mensaje a las siete iglesias y apertura de los siete sellos por parte de Jesucristo.
Como se explicó en nuestro artículo “El libro de Apocalipsis”, que nos da una visión general de este libro, estos sellos “revelan detalles de los acontecimientos previos a la segunda venida de Jesucristo y aun después. En resumen, los primeros cinco incluyen cuatro caballos simbólicos (llamados también los cuatro jinetes del Apocalipsis) seguidos por la gran tribulación. A pesar de que el cumplimiento de los primeros cuatro sellos se está dando desde el tiempo de Jesús, éstos se irán intensificando antes de la venida de Cristo”.
Cuando analizamos los primeros cinco sellos que describe Apocalipsis 6, se hace obvio que Dios no es el autor de estos terribles acontecimientos que han atormentado y van atormentar a la humanidad hasta bien avanzado el final de los tiempos.
Por ejemplo, Dios no es la fuente del engaño religioso —el significado del primer sello representado por un caballo blanco (versículo 2). Tampoco Dios es el responsable de la muerte de los fieles mártires que van a perder su vida en la tribulación del quinto sello (vv. 9-12).
Para una explicación más detallada de los primeros cuatro sellos, lea “¿Qué son los cuatro jinetes del Apocalipsis?”.
En el momento en que el sexto sello se abre, Juan vio grandes alteraciones cósmicas, incluyendo un gran terremoto, una luna oscurecida y estrellas cayendo sobre la tierra (vv. 12-14). Después de esto, Juan vio hombres escondiéndose “en las cuevas y entre las peñas de los montes” (v. 15). La razón por la cual se escondían es la introducción al tema que vamos a estudiar a continuación.
La ira del cordero
Explicando por qué querían excavar en la Tierra estos hombres “y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Apocalipsis 6:16-17).
Esta escritura marca un momento crucial en los eventos de tiempo del fin. Satanás, “el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9) y al que Jesucristo describe como “mentiroso” y “homicida desde el principio” (Juan 8:44), ha sido el poder invisible detrás de los terribles acontecimientos que hacen parte de los cinco primeros sellos. Hasta este momento, la humanidad ha sufrido por la ira de Satanás.
El sexto sello, acompañado de señales sobrenaturales, anuncia la ira de Dios —el castigo que Dios va a traer sobre los habitantes de la tierra debido a la desobediencia de sus leyes y su camino.
El séptimo sello, que también se conoce como “El día del Señor”, es el tema principal del libro de Apocalipsis. Incluye la ira de Dios en contra de los humanos rebeldes al final de esta era e incluye la segunda venida de Jesucristo a la tierra para establecer el Reino de Dios aquí.
Desde la época del Antiguo Testamento, Dios ha advertido que eventualmente llegaría este tiempo de castigo. Al hablar de este día, del juicio final, al que Isaías llama “el día de venganza del Eterno” (Isaías 34:8), el profeta escribió, “Porque el Eterno está airado contra todas las naciones, e indignado contra todo el ejército de ellas; las destruirá y las entregará al matadero” (v. 2).
Más adelante Isaías escribió, “Porque he aquí que Jehová vendrá con fuego, y sus carros como torbellino, para descargar su ira con furor, y su reprensión con llama de fuego. Porque Jehová juzgará con fuego y con su espada a todo hombre; y los muertos de Jehová serán multiplicados. Los que se santifican y los que se purifican en los huertos, unos tras otros, los que comen carne de cerdo y abominación y ratón, juntamente serán talados, dice el Eterno” (Isaías 66:15-17).
A través del profeta Joel, Dios dijo: “El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová” (Joel 2:31). Este hombre de Dios escribió como el ejército de Dios va a eliminar a cualquiera que se enfrente con él. “Y el Eterno dará su orden delante de su ejército; porque muy grande es su campamento; fuerte es el que ejecuta su orden; porque grande es el día del eterno, y muy terrible; ¿quién podrá soportarlo?” (v. 11).
En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo advirtió a la gente acerca de este tiempo de juicio, “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” (Romanos 1:18).
Una de las muchas razones para la ira de Dios en contra de estas personas es: “quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (Romanos 1:32).
La antesala de la ira de Dios
Antes de derramar su ira contra los habitantes de la tierra porque pecan deliberadamente y se niegan a obedecer sus instrucciones, Juan vio como Dios mandaba un ángel para anunciar, diciendo: “No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios” (Apocalipsis 7:3).
A pesar de que algunos creyentes van a perder su vida como mártires durante la ira de Satanás, Dios aquí guarda 144.000 de “todas las tribus de los hijos de Israel” (v. 4) y “y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos;” (v. 9).
La innumerable multitud, “los que han salido de la gran tribulación” (v. 14), son personas que serán “selladas” con el fin de marcarlas o identificarlas para la bendición suprema de estar delante de Dios y servirle “día y noche en su templo” (v. 15). Al describir aparentemente su transformación a seres espirituales, la visión continua: “Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (Apocalipsis 7:16-17).
El punto evidente en esta antesala de la ira de Dios es mostrar que Él se preocupa por las personas y ofrece protección para aquellos que le obedecen. Porque el ama a la humanidad y no desea que ninguno perezca (2 Pedro 3:9), Dios siempre ha mandado a sus profetas para advertirles a las personas que se arrepientan de sus pecados antes de infligirles un castigo por su desobediencia.
Las advertencias de los últimos tiempos
Así como Dios envió a los profetas para que advirtieran a los habitantes de los antiguos reinos de Israel y Judá que se arrepintieran de sus pecados antes de que Él permitiera que sus naciones fueran derrocadas, Dios va a mandar mensajeros al final de esta era para advertirles a las personas que se arrepientan. A través del profeta, Dios advirtió y anunció la venida de un profeta en el futuro.
“Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel. He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Malaquías 4:4-6).
Jesús les explicó ésta profecía a sus discípulos: “Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista” (Mateo 17:11-13).
Antes del nacimiento de Juan, un ángel le había dicho a su padre, Zacarías, que después de que su hijo creciera: “E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” (Lucas 1:17).
Mientras es claro que Juan el Bautista era el cumplimiento de esta profecía, la redacción en Mateo 17:11-12 y Malaquías 4:4-6 da a entender que podría venir otro profeta o profetas en el mismo “espíritu y poder de Elías” al final de estos tiempos. La aparente referencia a la segunda venida de Jesucristo y la advertencia de que Él vendrá a herir la Tierra con una maldición —que significa destrucción total— nos indica eso. El escenario de estos acontecimientos es al final de éste tiempo —no el tiempo de Juan el Bautista.
Así como en el Antiguo Testamento Elías volvió el corazón de los antiguos israelitas de la adoración de Baal, un dios pagano, a la adoración del verdadero Dios, parece que un Elías de los últimos tiempos o una obra similar va a ayudar a que las personas se arrepientan de sus pecados y obedezcan las leyes que Dios dio a través de Moisés.
La Biblia también habla de dos testigos que van a venir con poderes y profecía similar a Elías durante el tiempo del fin, por un lapso de tres años y medio. Estos representantes de Dios también vienen para advertir a las personas para que se arrepientan. Es posible que los 144.000 y la gran multitud de la cual se habla en Apocalipsis 7 sean el resultado de la obra de estos dos representantes de Dios. Para estudiar este tema más a fondo, lea “Los dos testigos”.
Porqué vendrá la ira de Dios
Desafortunadamente, la Biblia también nos indica que la mayoría de las personas en el tiempo del fin no van a escuchar las advertencias para arrepentirse que Dios va a dar a través de sus profetas. Incluso cuando Dios esté derramando su ira sobre la tierra, el libro de Apocalipsis dice que la mayoría de los seres humanos va a continuar desafiando a Dios y sus leyes.
Después de que varias plagas que representan la ira de Dios son derramadas sobre la humanidad, encontramos esta palabras estremecedoras: “Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos” (Apocalipsis 9:20-21).
Después de que es enviado más castigo, nuevamente leemos: “Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria” (Apocalipsis 16:9). En lugar de aprender de las cosas por las cuales sufrieron, Juan añade, “y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras” (v. 11).
Lecciones para nosotros
Si bien el castigo nunca es placentero, hay lecciones importantes que podemos aprender de la venidera ira de Dios. Debemos entender que la ira de Dios es real y que Él tiene expectativas con nosotros. Aunque Él sea un Dios de amor, el pecado existe y trae consigo terribles castigos.
Debido a que Dios nos ama, Él nos implora que nos arrepintamos de nuestros pecados y empecemos a vivir como Él nos ordena. Como nuestro Creador y nuestro sabio Padre en los cielos, Dios sabe que es lo mejor para nosotros y nos guía para que escojamos el camino de vida que lleva a la felicidad en esta vida y la recompensa de una vida eterna llena de júbilo y alegría en el futuro.
Después de que la ira de Dios sea consumada, el Reino de Dios será establecido en la tierra. Satanás será confinado para que no pueda volver a engañar ni tampoco influenciar a la humanidad. Los seres humanos tendrán entonces la oportunidad de aprender el camino de Dios y disfrutar así de una prosperidad sin precedentes.
Pero, después de las malas noticias existen unas buenas. Si desea aprender más acerca de este maravilloso momento, lea las secciones “El milenio de 1.000 años” y “El Reino de Dios” en esta página en la red.