El mensaje de Cristo a la congregación de Filadelfia en Apocalipsis 3 era muy diferente de los mensajes dados a las otras iglesias. ¿Cuál es el significado de este mensaje?
Filadelfia era la sexta de siete congregaciones en recibir un mensaje de Jesucristo a finales del primer siglo. Para un resumen general de los mensajes a las siete congregaciones, vea “Las siete Iglesias de Apocalipsis”.
Los miembros de la Iglesia de Dios en Filadelfia sin duda tuvieron que enfrentarse con influencias y dificultades similares a las de otros cristianos en ese momento. Sin embargo, la naturaleza del mensaje de Cristo a esta iglesia no incluía una amonestación, sólo les ofrecía ánimo y promesas.
Antes de considerar el significado de este mensaje, este artículo les dará una breve historia de la ciudad. Luego explicará el significado del mensaje y su importancia en la actualidad.
La historia de Filadelfia
Situada actualmente en Turquía en el río Cogamis a unos 170 kilómetros al este de Esmirna y a 40 kilómetros al sureste de Sardis, Filadelfia fue establecida más tarde que muchas de las otras ciudades de Asia Menor. En algún momento después de 189 a.C. fue fundada en una de las rutas principales que daba acceso al interior de la región.
Filadelfia significa amor fraternal. “Recibió su nombre en honor a Atalo II, por su lealtad a su hermano mayor Eumenes II, rey de Lidia. Otro nombre dado a la ciudad fue Decápolis, porque era considerada una de las diez ciudades de la llanura. Un tercer nombre que llevó durante el primer siglo d.C. fue Neo-kaisaria, que aparece en las monedas acuñadas durante ese período. Luego, durante el reinado de Vespasiano, esta ciudad se llamaba Flavia.
“Su nombre moderno, Ala-shehir, es considerado por algunos como una adulteración de las palabras turcas Allah-shehir, que significa ‘la ciudad de Dios’, pero lo más probable es que sea un nombre dado por el color rojizo de su suelo. Además de todos estos nombres mencionados, a veces llevaba el título de la ‘Pequeña Atenas’ debido a la magnificencia de los templos y otros edificios públicos que la adornaban.
“Se convirtió rápidamente en un importante y rico centro comercial, ya que a medida que las ciudades costeras declinaban, Filadelfia crecía en poder y pudo conservar su importancia incluso hasta finales de los tiempos bizantinos” (International Standard Bible Encyclopedia [Enciclopedia bíblica estándar internacional], “Filadelfia”).
Al igual que las otras ciudades de Asia Menor, tuvo que ser reconstruida muchas veces debido a los frecuentes terremotos en esta región. Los emperadores romanos a menudo ayudaban a reconstruir estas ciudades; y a principios del siglo I, el famoso historiador de la zona, Estrabón, escribió específicamente acerca de las paredes agrietadas de las casas en Filadelfia como resultado de los terremotos (Strabo’s Life and Works [Vida y obras de Estrabón]).
Todavía son visibles en la actualidad algunas ruinas, que incluyen cornisas de edificios, una parte de una pared y los cimientos de iglesias que se remontan a través de los siglos.
El mensaje a la iglesia de Filadelfia
“Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 3:7-13, énfasis añadido).
La explicación
El mensaje a Filadelfia comienza con Cristo anunciando que Él tiene “la llave de David” y que lo que Él abre “ninguno cierra” y lo que Él cierra “ninguno abre” (Apocalipsis 3:7).
Esta declaración es similar a Isaías 22:20-22 donde se le da a Eliaquim la llave de la casa de David: “y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá”. Es decir, Eliaquim tenía la autoridad para controlar quién tenía acceso a la casa de David.
La declaración de Cristo de que Él tiene “la llave de David” revela dos puntos importantes:
- Primero, Cristo había recibido “el trono de David su padre” (Lucas 1:32), como había sido profetizado.
- Segundo, Cristo tenía la autoridad de abrir y cerrar puertas para el beneficio de la congregación en Filadelfia. Cuando Cristo abría o cerraba estas puertas, nadie podía revertir estas acciones.
En cuanto a cómo Cristo usó su autoridad para abrir o cerrar puertas, le dice posteriormente a la iglesia en Filadelfia que conoce sus obras y que ha puesto delante de ellos “una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre” (v. 8).
Una puerta abierta para predicar el evangelio
Varios pasajes del Nuevo Testamento muestran que “una puerta abierta” hace referencia a la oportunidad de predicar el evangelio del Reino. Un ejemplo de esto se encuentra en Hechos 14:27 donde Pablo informó a la iglesia en Antioquía que Dios “había abierto la puerta de la fe a los gentiles” (vea también 1 Corintios 16:9; 2 Corintios 2:12; Colosenses 4:3).
Además de decirle a la iglesia de Filadelfia que Él les había abierto la puerta para predicar el evangelio, Cristo también elogió a los miembros por su carácter espiritual al obedecer fielmente sus mandamientos, aunque también les dijo que “tenían poca fuerza”. No habían “negado” el nombre de Cristo con su desobediencia. Como cristianos, observaban fielmente todas las instrucciones de Cristo y seguían su ejemplo de adoración en lugar de aceptar cambios erróneos propuestos por personas que afirmaban ser cristianas (1 Pedro 2:21; 1 Juan 2:6).
La sinagoga de Satanás
A continuación, Jesús afirma que va a hacer que aquellos que pertenecen a “la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son” se postren ante los pies de los miembros de Filadelfia y reconozcan que Cristo los ha amado (Apocalipsis 3: 9). Si bien, está claro que Jesús quiere que aquellos “de la sinagoga de Satanás” entiendan que Él ama y respeta a los miembros de la iglesia de Filadelfia, no está tan claro quiénes son estas personas que forman parte de la sinagoga de Satanás.
Esta referencia a aquellos que afirman falsamente ser judíos es similar a las palabras de Cristo a Esmirna: “Yo conozco… la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás” (Apocalipsis 2:9). Como se señaló en el artículo acerca de Esmirna, el significado de los que afirman falsamente ser judíos podría ser una referencia a las personas que afirman falsamente ser cristianas.
Como Pablo explica, todos los cristianos, independientemente de su origen étnico, son considerados judíos: “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Romanos 2:28-29, énfasis añadido).
El punto que Cristo quiere subrayar es poner en evidencia a los de la “sinagoga de Satanás” y a otros a quienes Él ama y respeta. Como ya se ha documentado en esta serie de artículos acerca de las siete iglesias de Apocalipsis, la Iglesia de Dios fundada por Jesús y los apóstoles ha tenido que enfrentar gran persecución a través de los siglos.
Esta persecución provenía del gobierno romano, de los judíos que practicaban el judaísmo y de aquellos que afirmaban ser cristianos pero que no se adherían diligentemente a las enseñanzas de Cristo y los apóstoles. (El artículo acerca de Esmirna documenta la lucha que los fieles cristianos tuvieron que enfrentar, durante el siglo II, con aquellas personas que también afirmaban ser cristianas pero que habían abandonado erróneamente la observancia de la Pascua por el llamado Domingo de resurrección.)
La hora del juicio
Debido a que los miembros de Filadelfia guardaban el mandato de Cristo de perseverar, Él les promete que serán guardados de “la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero” (Apocalipsis 3:10). Si bien algunos han buscado el cumplimiento histórico de este tiempo de prueba, (como por ejemplo, una persecución extremadamente severa por parte de un emperador romano en el pasado), el cumplimiento más importante de este pasaje son las difíciles condiciones que existirán al final de esta era justo antes del regreso de Cristo.
Al explicar a sus discípulos cuáles serían las circunstancias que su pueblo fiel tendría que afrontar en su segunda venida, Jesús dijo: “Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán” (Mateo 24:9-10).
Más adelante en el mismo capítulo Jesucristo agregó: “porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (vv. 21-22).
Cuando tenemos en cuenta que el desarrollo cronológico de la Iglesia es una de las formas en que se puede entender los mensajes a las siete iglesias, es evidente que “la hora de la prueba” representa la Gran Tribulación que ocurrirá justo antes de la segunda venida de Cristo. Para una explicación más detallada del desarrollo histórico de la Iglesia, vea nuestro artículo “Las siete Iglesias de Apocalipsis”.
A medida que el mundo se tambalea al borde de la autodestrucción y los cristianos fieles son odiados e incluso martirizados, Cristo promete protección para aquellos en Filadelfia durante este período especialmente sombrío de la historia humana “para probar a los que moran sobre la tierra” (Apocalipsis 3:10).
A medida que ocurran estos terribles eventos, Jesús amonesta a los habitantes de Filadelfia a aferrarse al camino de vida de Dios para que nadie tome su “corona” (v. 11), es decir, su oportunidad de recibir la vida eterna y reinar con Cristo sobre las naciones (Apocalipsis 1: 6; 2: 26; 5:10).
Promesas para los que vencieren
Cristo concluye el mensaje a esta congregación con importantes promesas, revelando la recompensa que dará a aquellos que vencieren. Estas promesas incluyen la oportunidad de ser “columna en el templo de mi Dios” y de recibir el “nombre” de Dios (Apocalipsis 3:12).
La referencia hecha acerca de aquel que venciere se convertirá en un pilar en el templo de Dios, y la promesa de que “nunca más saldrá de allí” (v. 12), era alentadora para los habitantes de Filadelfia que, debido a los frecuentes terremotos que experimentaron, es muy probable que hubieran presenciado el derrumbe de columnas en su ciudad y a las personas escapando de los edificios para salvar sus vidas. El nuevo nombre que identificará a los cristianos que pertenecen a Dios será probablemente más significativo que los numerosos cambios de nombre que la ciudad de Filadelfia experimentó durante su historia.
Lecciones para nosotros
Aunque Cristo no nace ninguna amonestación a la iglesia en Filadelfia, todavía hay consejos importantes en su mensaje que se aplican a nosotros hoy en día. Cristo elogió a los miembros de esta iglesia por perseverar y seguir las instrucciones de Dios aún en medio de las dificultades. En lugar de negar el nombre de Dios, se habían mantenido fieles y aparentemente predicaron el evangelio cuando Dios les abrió las puertas para que así lo hicieran.
Cristo les dio el siguiente consejo a estos fieles miembros: “retén los que tienes” (v. 11), es decir que debían persistir en este camino. También les recordó que Él va a recompensar a los que vencieren (v. 12, vea también Apocalipsis 2:7, 11, 17, 26; 3:5, 21). Una lección vital para nosotros en el presente es recordar que cuando comenzamos a obedecer a Dios y a vivir como Él manda, debemos mantener el rumbo y perseverar hasta el final.
Si desea obtener más información acerca de cómo agradar a Dios, los artículos en la sección “Cambio” de este sitio web brindan una excelente guía.