Sardis fue la quinta de siete iglesias en Asia Menor en recibir un mensaje de Jesucristo en Apocalipsis 2-3. ¿Qué podemos aprender de este mensaje hoy en día?
Cuando Jesucristo dio su mensaje a la iglesia de Sardis a finales del primer siglo, existían otras congregaciones en ciudades cercanas. Sin embargo, como se señaló en el artículo introductorio “Las siete Iglesias de Apocalipsis”, Sardis y otras seis congregaciones fueron elegidas por Cristo para recibir mensajes que eran relevantes para ellos en ese momento. Estas iglesias también parecen representar el desarrollo cronológico de la Iglesia a lo largo de los siglos, y los mensajes para el pueblo de Dios son instrucciones que han resistido la prueba del tiempo.
Este artículo se centrará en la historia de Sardis y luego proporcionará una explicación del mensaje de Cristo a esta congregación y su relevancia para nosotros.
La historia de Sardis
Sardis era “una de las ciudades más antiguas e importantes de Asia Menor, y hasta el año 549 a.C., la capital del reino de Lidia. Se encontraba en la ladera norte del monte Tmolos. Su acrópolis ocupaba uno de los espolones de la montaña. A los pies de la ciudad fluía el río Pactolo que servía de foso, haciendo que la ciudad fuera prácticamente inexpugnable. Sin embargo, por falta de vigilancia, la acrópolis había sido escalada exitosamente en 549 a.C. por un soldado mediano, y en 218 por un cretense (compare Apocalipsis 3: 2, Apocalipsis 3: 3)” (International Standard Bible Encyclopedia [Enciclopedia bíblica estándar internacional], “Sardis”).
Los terremotos eran frecuentes en esta parte del mundo, y en el año 17 d.C. la ciudad fue destruida por un sismo. El emperador romano Tiberio “remitió los impuestos del pueblo y reconstruyó la ciudad, y los ciudadanos de Sardis y ciudades vecinas erigieron un gran monumento en su honor, pero Sardis nunca recuperó su importancia de antaño (comparar Apocalipsis 3:12)” (ibídem).
Un pequeño pueblo turco llamado Sart se levanta ahora entre las antiguas ruinas de Sardis. Los principales restos de la antigua ciudad son las paredes triples que rodean la colina en la que se encontraba la acrópolis y dos columnas verticales del templo de Cibeles.
El mensaje a la iglesia en Sardis
“Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto.
Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 3:1-6).
Significado del mensaje
Al igual que los otros mensajes de Cristo a las congregaciones anteriores, éste también está dirigido “al ángel de la iglesia” (Apocalipsis 2:1, 8, 12, 18; 3:1). La palabra ángel es traducida de la palabra griega angelos, que significa “un mensajero, enviado, uno que es enviado, un ángel, un mensajero de Dios” (Thayer’s Greek Definitions [Definiciones griegas de Thayer]).
Al examinar el contexto, vemos que los mensajes a las iglesias no fueron enviados a estos mensajeros personalmente, sino más bien a cada uno de ellos “como dirigiendo o representando a las iglesias, por lo que el mensaje registrado concierne a estas congregaciones, y evidentemente fue escrito para que ellas lo supieran. El mensaje era para las iglesias, pero le fue dado al ángel como representante de la iglesia, y para ser comunicado a la iglesia bajo su cuidado” (ISBE, ibídem).
El mensaje comienza con la declaración ya conocida: “Yo conozco tus obras” (v. 1). Después de transmitir este importante punto, Cristo declara: “Tienes un nombre de que estás vivo, pero estás muerto” (v. 1). Estas pocas palabras son el punto principal de todo el mensaje a Sardis.
Para poder entender cómo tener un nombre significaba que estaban vivos, pero estaban muertos, es necesario examinar lo que Cristo había enseñado previamente acerca del significado del nombre de Dios. Cuando Cristo estaba orando a su Padre antes de su crucifixión, Jesús dijo: “Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros” (Juan 17:11, énfasis añadido). Aquí vemos que el pueblo de Dios tenía que ser guardado o identificado por el nombre de Dios.
Aunque Jesús también era Dios, siempre se sometía y mostraba respeto a su Padre. Así pues, era el nombre del Padre el que debía usarse para identificar al pueblo de Dios. A lo largo del Nuevo Testamento, las Escrituras identifican principalmente al pueblo de Dios como la Iglesia de Dios. Para ver las 12 escrituras que claramente explican este punto y para leer más acerca de este principio de identificación, vea “¿Qué nombre tiene la Iglesia verdadera?”.
Al decir “que tienes nombre de que vives” (Apocalipsis 3:1), Jesús estaba reconociendo que la Iglesia de Dios en Sardis tenía el nombre correcto y en ese sentido estaba espiritualmente viva. Sin embargo, al afirmar “y estás muerto” (v. 1), Jesús les estaba diciendo que se necesita mucho más que tener el nombre correcto para agradar a Dios. Lamentablemente, muchos en esta iglesia estaban espiritualmente muertos, sus obras no eran “perfectas delante de Dios” (v. 2). Sus acciones no agradaban a Dios, y no eran un buen ejemplo de la verdadera fe cristiana.
Con respecto al punto acerca del nombre de Dios, la historia muestra que, a partir de la última parte del primer siglo, empezaron a aparecer muchas variaciones y diferencias en cuanto a la enseñanza de Cristo y los apóstoles dentro del cristianismo. En otras palabras, muchos afirmaban que eran cristianos y seguidores de Dios, sin embargo, negaban a Dios con sus obras.
Al concluir su famoso Sermón del Monte, en el que se hace un resumen general de los principales temas de la predicación de Jesús, nuestro Salvador dijo claramente: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:21-23).
Una vez más, el hecho de llamarse cristiano o ser parte de la Iglesia de Dios no es suficiente. Dios espera obras que reflejen nuestra obediencia —las mismas obras que Jesús y los apóstoles practicaron— para pertenecer realmente a Dios.
Debido a que muchos de los miembros de Sardis estaban espiritualmente muertos, Cristo les advirtió: “Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están por morir”, que guardaran las cosas que habían recibido y que se arrepintieran (Apocalipsis 3: 2-3). Jesús también les advirtió que estuvieran atentos a su regreso, una indicación de que las personas que representan a Sardis en el desarrollo histórico de la Iglesia pudieran estar vivas durante su segunda venida.
El mensaje de Cristo a Sardis concluye con las alentadoras palabras de que algunos en esta iglesia permanecerían espiritualmente fieles: “tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras” (v. 4). Estas personas estarán vestidas con vestiduras blancas, símbolo de justicia (Apocalipsis 19:8) y estarán en el “libro de la vida” (Apocalipsis 3:5), un registro de aquellos que vivirán para siempre en la familia de Dios.
Una lección para nosotros
Al igual que los mensajes a las congregaciones anteriores, el mensaje de Sardis concluye con la sobria advertencia: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 3:6). Entonces, ¿qué quiere Cristo que aprendamos de su mensaje a esta iglesia?
Una lección clave es que Dios no acepta a los cristianos nominales, aquellos que dicen ser cristianos, pero niegan la enseñanza de Jesús y los apóstoles. Hoy en día, el mundo está lleno de incontables variedades de personas y organizaciones que afirman ser cristianas. Sin embargo, ¿cómo pueden estar todos ellos en lo correcto cuando sus doctrinas difieren en gran manera? Hacia el final del primer siglo, Judas les dio la siguiente amonestación a los miembros de la Iglesia de Dios: “exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 1:3, énfasis añadido).
Cristo estableció una sola forma de cristianismo, la misma que fue enseñada por los apóstoles. Dios quería que la fe originalmente establecida por su Hijo continuara siendo la única forma de cristianismo a través de los siglos. Él quería que los miembros de Sardis y las personas a lo largo del tiempo se esforzaran en seguir su forma de vida y fueran puros en conducta. Sin embargo, la historia de la iglesia y la revelación progresiva de los mensajes a las siete Iglesias de Apocalipsis muestran una presión sostenida que busca diluir, cambiar o negar las enseñanzas originales de Cristo.
¿Y usted? ¿Está tratando de aprender el verdadero cristianismo tal como fue enseñado y practicado por la Iglesia primitiva? Y a medida que lo aprende, ¿está viviendo su cristianismo de la manera correcta? Preste atención a las advertencias dadas por dos apóstoles del primer siglo para vivir como Dios nos manda.
- Pablo escribió: “porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados” (Romanos 2:13).
- Santiago dijo: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1:22).
No sea como los miembros de Sardis que parecían estar vivos pero estaban muertos espiritualmente. ¡Preste atención y escuche las advertencias de la Biblia para vivir su vida como Dios manda!
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