La familia está siendo drásticamente redefinida. Pero ¿de dónde viene la familia humana? ¿Es eso realmente importante? ¿Por qué?

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Nací en 1952, en un pueblo pequeño en las afueras de Detroit, Michigan y fui el menor de tres hermanos. Mi madre, la ama de casa y cocinera, cuidaba de nosotros. Mi padre era un trabajador de clase media en una planta de acero y el “reparador” de la casa que nos llevaba de pesca durante el verano.
Como era típico en ese entonces, sabíamos quiénes eran nuestros padres. Sabíamos que éramos la familia Horchak. Entendíamos lo que era una familia. Era un ciclo vital familiar para muchos:
Un hombre y una mujer se enamoran y se comprometen en matrimonio. Luego traen un bebé al mundo, a quien cuidan juntos. Luego el niño crece, viendo el papel de papá y mamá y, con el tiempo, se convierte en un joven adulto, encuentra a una pareja a quien ama, se casa y el ciclo continúa.
Pero, 70 años después, las cosas han cambiado mucho.
La familia actual
El modelo y ciclo de la familia humana que antes eran tan comunes aún existe, pero está siendo destruido.
- El matrimonio y la familia tradicionales, donde un hombre y una mujer se casan y cuidan juntos a sus hijos, están desapareciendo.
- El aborto deliberado de una vida humana es practicado por muchos.
- Las personas están confundidas con respecto a su orientación sexual, género e identidad personal.
- ¡Y muchos dicen que esto es normal, bueno y natural! Dicen que el matrimonio ha evolucionado y que ahora es una institución obsoleta.
La definición misma de la familia está siendo modificada.
Con todos estos rápidos y dramáticos cambios a una antigua institución, ¿vale la pena preguntar cómo inició la familia humana?
El origen de la familia
Los antropólogos nos dicen que la estructura de la familia evolucionó durante millones de años desde la época prehomínida. Sin embargo, la Biblia cuenta una historia diferente, que implica creer en un Creador.
Lamentablemente, hoy en día muchas personas no creen en Dios. Pero creer que Dios fue quien creó al ser humano es esencial para entender el diseño original de las relaciones e interacciones entre un hombre y una mujer.
Dios reveló su diseño desde el principio. El libro de los comienzos, Génesis, nos dice mucho acerca del origen de la familia.
En Génesis 1:1 leemos que “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. El relato continúa con un resumen de los seis días de creación. Dios puso en su lugar los cielos, la hidrología terrestre, el ambiente del planeta y luego creó a los animales.
Pero, en el versículo 26, el relato da un giro dramático.
En los pasajes siguientes, la Divinidad se enfoca en el pináculo de su creación, ¡revelando el fundamento y el propósito de la vida humana!
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (v. 26).
La Palabra de Dios revela una verdad impresionante acerca del origen del hombre que apunta a la intención de nuestro Creador para la vida humana.
El capítulo 1 continúa: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (vv. 27-28).
En estos versículos vemos que Dios diseñó y puso a los seres humanos en la tierra con un propósito muy especial.
“Imagen” y “semejanza” implican similitud con Dios, sus habilidades y su potencial.
En el versículo 27, vemos que la imagen y semejanza de Dios se expresan en dos seres: varón y hembra. Dios creó a la humanidad a su imagen en términos de masculino y femenino. La ciencia confirma que el hombre tiene cromosomas X e Y, mientras que la mujer tiene dos cromosomas X. Ése fue el diseño de Dios.
Desde el principio, como leemos en Génesis, la intención de Dios era que nuestra vida humana fuera un prototipo de la vida glorificada que tendremos en su familia.
Hace algunos años, la antropóloga evolucionista Anna Machin reconoció la naturaleza única de los seres humanos, notando que los hombres y las mujeres están genéticamente predispuestos para cumplir funciones diferentes.
En su artículo para Aeon, “The Marvel of the Human Dad” [“La maravilla del padre humano”], la doctora Machin escribió: “Los padres son tan críticos para la supervivencia de nuestros hijos y nuestra especie, que la evolución no ha dejado su idoneidad para el rol al azar. Como las madres, los padres han evolucionado para estar biológica, sicológica y conductualmente preparados para la paternidad. Ya no podemos decir que la maternidad es instintiva y la paternidad aprendida” (enero, 2019).
“Reducciones irreversibles en los niveles de testosterona y cambios en los niveles de oxitocina preparan al hombre para ser un padre sensible y atento, sintonizado con las necesidades de sus hijos y listo para conectarse con ellos”, nota la doctora Machin. “La recompensa de la dopamina química aumenta… cuando interactúa con sus hijos”.
El artículo destaca las habilidades de supervivencia, toma de riesgos y resolución de problemas, así como la resiliencia mental únicas que los padres humanos les enseñan a sus hijos.
Aunque muchos en nuestra sociedad sugieren que nuestros papeles masculinos y femeninos son simples estereotipos impulsados por la cultura y los medios, la doctora Machin asegura que las diferencias se basan en nuestro ADN y son resultado de la evolución.
Sin embargo, la Biblia dice que los hombres fueron creados para ser padres. Dios nos revela que Él creó al hombre y a la mujer de una manera única, con un propósito profundamente importante.
La necesidad de la mujer
En Génesis 2 leemos que Dios plantó un jardín en Edén y puso en él al hombre. Luego le dio a Adán instrucciones acerca del jardín, específicamente acerca de un árbol del cual estaba prohibido comer: el árbol del conocimiento del bien y del mal.
Después Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (v. 18). Pero ésta no fue una simple reacción a la soledad de Adán, sino el último paso del Creador para completar el pináculo de su creación: ¡seres humanos hechos a su imagen!
En los versículos 21 al 23, Dios durmió a Adán y realizó una cirugía divina. Tomó una de sus costillas, y por lo tanto de su ADN, y creó a la mujer a partir de ella.
Luego, en el versículo 24 leemos que el Diseñador de la vida humana les instruye al hombre y a su esposa ser “una sola carne” (apuntando a la relación del matrimonio). Adán y Eva debían tener hijos y cuidar y ejercer dominio sobre toda la creación física. Ninguna otra forma de vida recibió una instrucción como ésta, ¡la cual prefiguraba un propósito y un plan más importante!
Dios instruyó a los primeros seres humanos, creados a su imagen, para que vivieran e interacuaran de una forma específica que se dirigiera a su propósito. La unión de un hombre con una mujer daría inicio a una nueva familia cuando ambos dejaran a sus padres para ser una sola carne. Esta relación fue diseñada con el propósito de expresar la imagen y semejanza del Dios creador.
El matrimonio bajo ataque
Sin embargo, poco después leemos cómo Satanás (representado por la serpiente) atacó a la primera familia incitando a Eva a ignorar las enseñanzas de su Padre (Dios) y comer del árbol del conocimiento del bien y del mal.
Tanto Adán como Eva se rebelaron contra el mandato de Dios y así se convirtieron en un ejemplo distorsionado de cómo funcionan el matrimonio y la familia, que en un principio debían ser modelos físicos del plan de Dios para la humanidad.
Las palabras finales de Génesis 3 demuestran que, desde entonces, Dios le cerró al hombre el acceso al árbol de la vida (v. 24). Adán, Eva y sus descendientes tendrían que arreglárselas solos y, a partir de ese momento, ellos determinarían su propio futuro.
A lo largo de la historia vemos un patrón que se repite; el hombre se separa de Dios y de su plan. Los seres humanos no sólo han determinado su propia definición de lo correcto y lo incorrecto, sino que también se han alejado del diseño de Dios para el fundamento de la sociedad: la familia humana.
La familia prefigura el plan de Dios
Si bien el Creador dio pistas de cuán especial era la creación del hombre desde el principio, más adelante su Palabra revela que la familia humana prefigura de forma física el destino que Dios tiene en mente para la humanidad: ¡convertirse en parte de su familia espiritual glorificada!
Entonces, empezamos a ver por qué la familia es tan importante: es la única relación diseñada por el Todopoderoso para tipificar su plan eterno.
A lo largo de la Biblia, encontramos escrituras que apuntan a ese diseño. En Juan 3:1-8, Jesús le explicó a Nicodemo que las personas deben “[nacer] de nuevo” para estar en la familia y el Reino de Dios. Y el autor de Hebreos nos dice que Dios desea “llevar muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10).
Romanos 8 describe en detalle el diseño de Dios para la humanidad. En los versículos 14 al 17, Pablo dice que el pueblo de Dios lo llama “Padre” y sus hijos son coherederos con Cristo ¡porque heredarán un futuro eterno en su familia espiritual!
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”.
El versículo 29 además describe a Jesucristo como “el primogénito entre muchos hermanos”. Él es nuestro hermano mayor.
De hecho, entender el evangelio de Jesucristo implica entender cómo el diseño de Dios para el matrimonio y la familia representa el plan de Dios para toda la humanidad. Si desea profundizar en este tema lo invitamos a leer “¿Por qué nació usted?”.
El misterio del plan de Dios
En Efesios 3:9, Pablo habla acerca del “misterio” de Dios. El apóstol reconoce que estas preciosas verdades disponibles para la Iglesia permanecen ocultas para el resto de la humanidad.
En Efesios 5 encontramos más detalles acerca del propósito del matrimonio y la familia humana y cómo representan la relación de Cristo con la Iglesia. Esto nos permite profundizar acerca de cómo el matrimonio (los roles de esposo y esposa diseñados por Dios) se relaciona con nuestro ingreso en la familia de Dios.
“...porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia” (Efesios 5:30-32).
La familia de Dios
La idea de que Dios es una familia es una blasfemia para algunos. De hecho, muchos cristianos modernos creen en la doctrina de la Trinidad, una enseñanza sin bases bíblicas. Esta creencia es contraria a lo que la Biblia dice acerca de nuestro destino y potencial como seres humanos; es decir, que eventualmente naceremos en la familia de Dios.
¡Dios siempre ha querido que su familia crezca!
Desde el principio, como leemos en Génesis, la intención de Dios era que nuestra vida humana fuera un prototipo de la vida glorificada que tendremos en su familia.
Los hombres y las mujeres serán transformados de mortales a inmortales (1 Corintios 15:50-53). ¡Será un momento increíble! El matrimonio y la familia prefiguran un propósito maravilloso.
Nuestra cultura moderna se ha alejado del diseño de Dios de muchas maneras. Lo que nuestra sociedad practica actualmente es muy diferente de lo que nuestro Creador desea para la relación de amor entre un hombre y una mujer: un lazo cercano entre esposo, esposa y sus hijos.
Sin embargo, hay esperanza para la humanidad y, lo que es más importante, ¡para el futuro de la familia espiritual de Dios!
Para entender más acerca del propósito de Dios para el matrimonio y la familia, lo invitamos a descargar nuestro folleto gratuito El matrimonio que Dios diseñó.