Hace algún tiempo, las palabras “sexo” y “género” eran sinónimos. Ahora las cosas han cambiado pero, ¿han cambiado para bien? ¿Qué dice el Creador acerca del género?
En la sociedad actual no faltan discusiones acerca del género y lo que significa ser hombre o mujer.
Antes, sexo y género eran sinónimos, pero hoy en día muchos piensan que no es así.
Los activistas y otras voces influyentes han separado estas dos palabras exitosamente. El cambio de significado se debe en parte a las teorías feministas de Simone de Beauvoir, Judith Butler y otros que han tenido un fuerte impacto en el pensamiento progresista actual.
“Sexo” ahora es un término que se refiere a la clasificación biológica de una persona (masculino o femenino), mientras que género se define como una identidad —una percepción personal e interna del ser, que se basa en roles, comportamientos y hábitos construidos socialmente. En otras palabras, el género ahora se basa en cómo cada uno se siente.
Esta definición del género basada en sentimientos ha abierto la puerta para que cada vez más personas (especialmente los jóvenes) se identifiquen como algo diferente a lo que dicta su sexo biológico.
Pero ¿qué dice la Palabra de Dios acerca del género?
¿Qué dice la Biblia acerca del género?
Como nuestro Creador, Dios es muy claro con respecto a sus intenciones con su creación —particularmente los seres humanos.
En Génesis 1:26 dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”.
Y en el versículo 27 continúa: “creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”.
Es importante notar que Dios creó al hombre a su imagen. Además, decidió que la parte más importante de su creación se manifestara en términos de varón y hembra. La Biblia dice claramente que el propósito de Dios era diseñar a la humanidad biológica y fisiológicamente como hombres y mujeres.
En el capítulo siguiente de Génesis, Dios describe cómo debe ser la relación entre hombres y mujeres —esposos y esposas:
“Y dijo el Eterno Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18).
La palabra idónea se traduce de un término hebreo que también significa adecuada, complementaria y homóloga. La distinción es importante porque demuestra que Dios quería darle al hombre una compañera del género opuesto para ayudarle. El matrimonio fue diseñado como una relación complementaria, alentadora e interdependiente entre dos personas de género diferente para cumplir el propósito que Dios tenía para los humanos.
“Entonces el Eterno Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras este dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que el Eterno Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; esta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:21-24).
Como diseñador de la vida humana, Dios esperaba que los hombres y las mujeres se comprometieran, se unieran en ese compromiso, tuvieran una relación complementaria (reconociendo las fortalezas y capacidades de cada uno), fueran una sola carne y formaran familias.
Su diseño era sencillo y claro.
Contrario al orden creado de Dios
Confundir los géneros es algo que Dios considera incorrecto y se opone a su orden creado. En Deuteronomio 22:5 leemos: “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es al Eterno tu Dios cualquiera que esto hace”.
Dios conoce los resultados negativos de ese camino y, aunque ama a las personas que se encuentran atrapadas en la red, odia las consecuencias de sus actos.
Esta ley fue diseñada justamente para mantener una distinción clara entre los dos géneros que Dios creó.
El travestismo y otros ejemplos actuales de fluidez de género son evidencia de una creciente confusión. Pero sobre todo, reflejan el rechazo de nuestra sociedad hacia Dios, sus instrucciones y su plan.
Dios conoce los resultados negativos de ese camino y, aunque ama a las personas que se encuentran atrapadas en la red, odia las consecuencias de sus actos. Distorsionar su creación pura y contaminar su propósito (como la humanidad lo ha hecho de tantas formas) es simplemente incorrecto a sus ojos. La palabra hebrea traducida como “abominación” es toebah —algo desagradable o incorrecto. No es lo que nuestro amoroso Diseñador tenía en mente.
Desde la perspectiva de Dios, cuando los hombres y las mujeres se identifican con géneros alternativos, es una vergüenza y una deshonra (1 Corintios 11:14-15). Si bien Dios ha permitido que la humanidad elija su propia moralidad desde el Jardín de Edén, su intención es que lo glorifiquemos a Él con nuestros cuerpos (1 Corintios 6:19-20), lo que implica respetar la forma en que creó a los seres humanos a su imagen: como hombres y mujeres.
La creciente confusión acerca de la identidad del ser humano (el único ser que fue creado a imagen de Dios) ha provocado la deconstrucción del propósito de Dios para la humanidad. Y las consecuencias a largo plazo para la sociedad y la familia humana son muy profundas.
Sin embargo, la verdadera tragedia es el impacto que este caos acerca de la definición del sexo, el género y la familia humana tiene sobre aquellos cuyas vidas son destruidas en el proceso.
Los seres humanos somos complejos; y sin la guía y dirección de nuestro Creador, seguiremos en un estado de agitación y confusión, alejados del propósito y el rol tradicional que hombres y mujeres fuimos creados para disfrutar.
Trascender a la confusión del género
En su libro God and the Transgender Debate [Dios y el debate acerca del transgénero], Andrew T. Walker expresa algunos puntos útiles:
En este mundo confundido que se ha alejado de Dios y sus instrucciones, cada ser humano experimenta las consecuencias del pecado. Debido a esto, a veces los cristianos deben “decir ‘no’ a sus pensamientos acerca de lo que quieren o cómo se sienten” (p.136). En cambio, su elección debe ser creer que Dios sabe de lo que está hablando.
Los comentarios del señor Walker dan en el clavo: quienes creemos en la Biblia nos damos cuenta de que no todos nuestros deseos y sentimientos son necesariamente buenos. Y, si tomamos como referencia la historia de la humanidad, generalmente no lo son.
Aunque debemos tener misericordia de quienes están confundidos y tienen una perspectiva distorsionada del género, los cristianos debemos confiar en el diseño inmutable de nuestro Creador cuando se trata de los asuntos básicos de la vida, en lugar de confiar en las visiones y definiciones cambiantes del mundo que nos rodea.
Para una lectura complementaria, vea “Preguntas acerca del sexo respondidas por la Biblia” y “El diseño divino de la familia”.