De la edición Marzo/Abril 2020 de la revista Discernir

Llevar todo pensamiento cautivo

Usted no siempre puede controlar los pensamientos que entran a su mente, pero sí puede hacer algo con ellos en ese punto. Veamos cómo llevar cada pensamiento cautivo.

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¿Ha tratado de sacarle el aire a una taza?

Probablemente no. Suena como una locura. Aun imposible. No puede sacar el aire. No puede voltear la taza y sacarlo. Es aire —va a quedar en la taza no importa cuánto agite la taza o la voltee.

Pero hay un truco —y cuando usted conoce el truco, deja de ser imposible y empieza a ser tan fácil que uno se ríe:

Agua.

Sólo añada agua.

El truco para sacar el aire de una taza es enfocarse en reemplazar el aire, no sólo removerlo. Al añadir agua —o polvo, o malteada de chocolate, o un cemento de secado rápido, lo que tenga a la mano— usted puede obligar al aire a que salga asegurándose de que no hay espacio ya para él.

Aquí está. Problema resuelto. Aire removido.

El secreto para bloquear los pensamientos indeseados

¿Ha tratado de mantener ciertos pensamientos fuera de su mente?

Es muy parecido a tratar de sacar el aire de la taza. Si solamente se enfoca en sacar estos pensamientos fuera, se dará cuenta de que ellos lo superarán y volverán otra vez. Y con toda probabilidad, volverán para vengarse.

Cuando nos decimos que debemos dejar de pensar en algo específico, muchos nos daremos cuenta de que es difícil hacer algo distinto a pensar en eso.

El truco vuelve a ser el mismo.

Añada algo.

En la arena de la mente, tal vez la batalla no sea tan divertida —pero es posible si tratamos de llevar cada pensamiento cautivo.

Veamos lo que Cristo advirtió acerca de los demonios: “Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no hallándolo, dice: volveré a mi casa de donde salí. Y cuando llega, la halla barrida y adornada. Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero” (Lucas 11:24-26).

Diferente tema; mismo principio. El demonio había sido expulsado, pero nada lo detenía para volver —y además, con compañía. La casa metafóricamente hablando a la cual él regresó (en este caso una persona) estaba limpia, barrida —y vacía.

Dejar nuestras tazas vacías significa dejar el trabajo inconcluso —y fácilmente se deshace.

¿Con qué debemos llenar nuestra mente entonces?

Cuando hablamos de pensamientos, importa la cantidad

Tenemos varias opciones —muchas opciones— pero no todas son buenas opciones. Si no somos cuidadosos, podemos llenar nuestra mente con cosas que sólo nos complican la vida. Podemos empezar a albergar pensamientos peores de los cuales es más difícil deshacerse.

Tenemos que ser cuidadosos con lo que añadimos a nuestra mente. Pero no debemos descubrirlo por medio del ensayo y error.

Pablo escribió: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).

Suena demasiado simple. “Sólo piense en las cosas buenas”. Pero tenemos que tener en cuenta algunas cosas.

La primera es que el cerebro humano sólo se puede enfocar en varias piezas de información a la vez. El número exacto todavía se está debatiendo —algunos dicen que tres o cuatro, algunos siete, algunos 12— pero el punto es que no es infinito.

Esto significa que es posible “sacar” pensamientos que no queremos barriéndolos con otros pensamientos. Verdaderos pensamientos. Pensamientos nobles. Sólo pensamientos. Pensamientos puros y tiernos. Pensamientos acerca de la virtud, cosas dignas de pensar, de buen nombre.

Si nos enfocamos activamente lo suficiente en estas cosas, nuestras mentes no tienen la capacidad de mantener los pensamientos de los cuales estamos tratando de deshacernos, a medida que nos esforzamos por llevar cautivo cada pensamiento.

Tome tiempo para pensar profundamente

Lo otro que debemos considerar es una palabra específica que Pablo utilizó:

Meditar.

“No pensar acerca de”. No un entretenimiento casual. Meditar. Pensar profundamente, enfocarse intencionalmente. No parar en pensamientos superficiales como “Dios es bueno”. Es demasiado amplio para sacar un pensamiento indeseado —así que es necesario ahondar.

¿Por qué Dios es bueno? ¿Qué significa bueno? ¿Cuál es el estándar para bueno? ¿Cómo encaja Dios en ese estándar?

¿En qué forma ha visto usted la bondad de Dios en su propia vida? ¿Cómo está tratando de compartir esa bondad con otros? ¿Qué pasaría si… [llene el espacio en blanco]?

Cualquiera que sea el tema, ahonde. Sea específico. Mientras más profundo sea, más facetas considere, menos espacio le quedará a su taza.

¿Por qué llevar cautivo cada pensamiento?

Pero, en primer lugar, ¿por qué debemos molestarnos en poner afuera los malos pensamientos? ¿Por qué tenemos que hacer todo este esfuerzo sólo para evitar pensar en ciertas cosas?

Porque su mente es el centro de comando. Lo que usted le permita entrar a su mente —los pensamientos que usted albergue— le darán forma a lo que usted es.

Y además Pablo escribió: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas; derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta” (2 Corintios 10:4-6).

Estamos en guerra contra Satanás, a quien nada le gustaría más que estorbar completamente el plan que Dios tiene para nosotros. Una de las formas en que él trata de hacerlo es ofreciéndonos cosas malsanas para pensar —obsesionarnos con ellas— esto levanta un muro entre nosotros y nuestro Creador.

Ésta es una guerra —olvidarlo podría ser fatal. No le deje ningún espacio al enemigo. Cuando usted se dé cuenta de que está pensando algo que no es saludable, encuentre las cosas buenas. Las cosas nobles. Las cosas verdaderas. Las cosas justas.

Llene su taza.

Para estudiar más acerca de proteger su mente, vea nuestro artículo: “La armadura de Dios: el yelmo de la salvación”.

Nota: ¡Gracias a los muchos ministros con años de experiencia en consejería que me dieron su contribución!

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