“Todo cambia” —Heráclito. “Cuando dejas de cambiar, estás acabado” —Benjamín Franklin. Pero ¿qué dice la Biblia acerca de cómo superar los cambios de la vida?
Tengo sentimientos encontrados con respecto a los cambios. Por un lado, soy una criatura de hábitos, pero por el otro, la vida se vuelve aburrida sin un poco de sazón. Sé que el cambio es inevitable, pero al mismo tiempo no todos los cambios son buenos.
Sobre todo, entiendo que Dios nos llama para que cambiemos, pero también sé que los cambios que requiere de nosotros son difíciles.
El cambio es un tema complejo, pero pienso que algunas historias de la Biblia pueden ayudarnos a descubrir la forma de superar los cambios y las transiciones de la vida.
El estrés del cambio
Algunos investigadores han intentado clasificar los niveles de estrés que se experimentan con diversos cambios en la vida. El índice Life Change [Cambio de vida], por ejemplo, le asigna el mayor puntaje de impacto (100) a la muerte de un cónyuge; 63 puntos a una sentencia de prisión; 50 puntos al matrimonio; y 20 puntos a un cambio de domicilio.
Otros investigadores definen el estrés de otras maneras. Pero, sin importar cómo evaluemos estos cambios de vida, no cabe duda de que pueden producir mucho estrés y desafíos.
Piense en personajes bíblicos como Abraham, José, Rut y Pablo, quienes experimentaron cambios muy difíciles en sus vidas. ¿Qué lecciones podemos aprender de los cambios y las transiciones que ellos vivieron, y de la forma en que respondieron?
Estabilidad en las cosas que nunca cambian
En medio de los cambios, debemos recordar que algunas cosas nunca cambian.
Abraham se aferró a este sólido fundamento cuando Dios le pidió que dejara su cómoda vida para convertirse en un peregrino en una tierra lejana.
Ya sea que los cambios en nuestra vida sean buenos o malos, podemos usarlos como catalizadores para desarrollar el carácter de Dios.
“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:8-10).
Incluso en un mundo tan alterado como el nuestro, podemos contar con el Dios que no cambia (Malaquías 3:6). Y, como Abraham, podemos aferrarnos a las promesas de Dios y las cosas espirituales “inconmovibles” (Hebreos 12:27).
Utilizar tanto los cambios malos como los buenos para crecer en carácter
Nada en la vida de José parecía ir de acuerdo con sus planes. Primero fue vendido como esclavo por sus envidiosos hermanos. Pero, aun así, aprovechó al máximo su situación y se convirtió en un sirviente ejemplar.
Luego, cuando se negó a las insinuaciones de la esposa de su amo, su buena decisión fue recompensada con una terrible injusticia: fue puesto en prisión. (¿Recuerda que una sentencia de prisión tiene un puntaje de impacto de 63?)
Pero José no se rindió ni se convirtió en un hombre amargado y egoísta debido a todos esos cambios negativos. A pesar de ellos, siguió desarrollando una actitud fiel, diligente y servicial. Sus capacidades y su carácter lo prepararon para todos los cambios positivos que vendrían, ¡como convertirse en el segundo hombre más poderoso de Egipto de la noche a la mañana!
Ya sea que los cambios en nuestra vida sean buenos o malos, podemos usarlos como catalizadores para desarrollar el carácter de Dios. Aunque generalmente no podemos evitar los cambios que experimentamos, sí podemos elegir nuestra respuesta y el fruto que producen en nosotros.
Vencer el temor al cambio por medio del compromiso
Rut tiene que haber experimentado un nivel de estrés extraordinario. Su esposo, su suegro y su cuñado murieron, dejando a tres viudas en graves aprietos financieros.
Cuando su suegra emprendió el regreso a su tierra natal, Rut tuvo que tomar una importante decisión: podía volver con su propia familia y a su propia cultura, o podía comprometerse a vivir un nuevo estilo de vida en una tierra extraña.
Cuando su suegra trató de convencerla de que no tomara una decisión aparentemente descabellada, Rut respondió:
“No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga el Eterno, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos” (Rut 1:16-17).
El compromiso de Rut impresionó a Booz:
“He sabido todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y que dejando a tu padre y a tu madre y la tierra donde naciste, has venido a un pueblo que no conociste antes. El Eterno recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte del Eterno Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte” (Rut 2:11-12).
Y sí, Dios recompensó el compromiso de Rut con su suegra y con Él. Le permitió casarse con Booz y tener un hijo que llegaría a ser un antepasado del rey David y Jesucristo.
Permanecer comprometidos y en contacto con nuestra familia, amigos y especialmente con Dios, puede ayudarnos a vencer el temor al cambio.
El cambio que deberíamos escoger
Muchos de los cambios de vida que hemos mencionado se escapan de nuestro control. Pero hay un cambio que debemos escoger.
Saulo estaba comprometido, pero con la causa equivocada: perseguir a los cristianos. Cuando Dios lo derribó de camino a Damasco, Saulo rápidamente reconoció su error y en pocos días el perseguidor se convirtió en un cristiano bautizado que predicaba con vehemencia la verdad acerca de Jesucristo.
Desde entonces se le conoció como el apóstol Pablo.
Pablo dio un giro de 180 grados. Ésta es la clase de cambio que Dios requiere de todos los seguidores de Cristo, un cambio que se llama arrepentimiento y conversión. Dios es quien nos guía al arrepentimiento, pero luego, nosotros debemos tomar la decisión de seguir las instrucciones de Pedro:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
Por medio del Espíritu Santo, Dios nos transforma desde el interior en personas nuevas. Él nos ayuda a hacer el compromiso que vence el temor al cambio. Nos ayuda a usar los cambios para crecer en su carácter. Y nos ayuda a enfocarnos en las cosas espirituales que nunca cambian.
Pablo experimentó muchos cambios estresantes en su vida, pero con la ayuda de Dios, pudo regocijarse, ser agradecido, ser optimista, estar conforme y disfrutar de “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (vea Filipenses 4:4-12).
Si seguimos estos ejemplos bíblicos, podremos decir como Pablo, “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (v. 13).