Dios quiere que tengamos fe y que la aumentemos. Pero, ¿cómo? No es algo que sólo podamos desear y lograrlo por nuestra propia cuenta. ¿Cómo podemos crecer en fe?
Al hablar de su segunda venida, Jesús preguntó: “… cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8, énfasis añadido).
¿Por qué Jesús estaba preocupado de que la gente tuviera fe?
Hebreos 11:6 nos dice por qué la fe es tan importante para Dios: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”.
¡Dios espera que tengamos fe! Y si creemos realmente en Dios y vivimos de acuerdo con esa fe, entonces Dios se sentirá agradado. ¡Y seremos bendecidos! Pero la falta de fe y el no vivir por fe, es algo que desagrada a Dios.
¿Por qué? ¡Porque el honor de Dios está en juego!
Primero, ¿qué es fe?
La fe es una creencia inconmovible en Dios y en sus promesas. La fe también involucra los mandamientos de Dios. ¡Se espera que confiemos tan absolutamente en todo lo que Dios nos dice que realmente lo hagamos!
Entonces, ¿cómo deshonramos a Dios por una falta de fe? Cuando no le creemos a Dios, en esencia le estamos diciendo a Él: “Yo no creo realmente que vaya a hacer lo que dice que va a hacer. Y no creo realmente que usted sea lo que dice ser”.
Y la respuesta de Dios ante eso es: “Yo soy un Dios que cumple lo que promete”.
Una falta de fe es un insulto a Dios. Dios no ha fallado nunca —Él siempre ha guardado las promesas que le ha hecho a los seres humanos. ¡Y siempre lo hará! (en el caso por supuesto, en que cumplamos las condiciones que Él haya fijado).
La fe es una de las cualidades fundamentales que Dios está buscando en nosotros, por lo tanto, es fundamental que nos aseguremos de tenerla.
Grados de fe
Cuando se trata de fe, ¿es sólo cuestión de tenerla o no tenerla? No, la Biblia aclara que hay grados de fe. Jesús describió a algunos de su época que tenían poca fe y a otros como que tenían gran fe.
Es bueno entonces preguntarnos: ¿cuánta fe tengo en realidad? Y ¿cuán dedicados estamos a aumentar nuestra fe? Nuestra fe necesita estar creciendo. Ninguno de nosotros tiene la suficiente fe.
Creencia en las promesas de Dios
Algunas veces las personas religiosas tratan de animarnos a que tengamos fe en áreas en donde no hay promesas de Dios. Algunos por ejemplo podrán decir: “nuestro picnic al campo es la próxima semana. Si lloviera esto arruinaría las cosas. Si tenemos la fe suficiente, ¡no lloverá! Tengamos fe entonces”.
¿Cuánta fe tenemos en verdad? ¿Cuán dedicados estamos a aumentar nuestra fe? Nuestra fe necesita estar creciendo. Ninguno de nosotros tiene la fe suficiente. Pero, ¿hay una promesa en la Biblia de que no llovería en los días en que hemos planeado un picnic especial? No existe tal promesa.
O alguien podría decir, “he aplicado a un trabajo que realmente quiero, y dos personas más están como candidatos además de mí. Voy a tener fe de que yo voy a conseguir este trabajo que tanto quiero. Si tengo fe, estoy seguro de que obtendré este trabajo”.
Pero no hay promesa en la Biblia de que la voluntad de Dios —cada vez— es darnos exactamente el trabajo que nos gustaría tener.
Cuando las personas tienen este enfoque, ¿qué concluyen si las cosas no funcionan como les gustaría? Podrían decir: “esto pasó así porque no tengo la suficiente fe”.
¿Un cheque en blanco?
¿Qué podemos decir acerca de Marcos 11: 22-24? Jesús dijo: “Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”.
¿Nos dan estos versículos una promesa sin requerimientos? ¿Podemos tener la confianza de que Dios siempre nos va a dar lo que nos pida?
Hablando francamente, ¿tenemos un cheque en blanco?
Primero, apliquémosle algo de lógica a estos versículos. Si no hay requisitos en lo que pedimos, esto significaría que nunca tendríamos que sufrir. A nadie le gusta sufrir, ¿verdad? Podríamos pedir que nunca nos enfermáramos, nunca sufriéramos un accidente, nunca tuviéramos un problema familiar, nunca tuviéramos un problema económico, etcétera. Estaríamos confiados en que nuestra vida sería libre de estrés y de problemas.
Nunca llovería en nuestro picnic especial. Tendríamos el trabajo de nuestros sueños.
¿Qué pasaría con esto? La Biblia nos dice que es “necesario que a través de muchas tribulaciones” o pruebas, “entremos en el reino de Dios” y que “Muchas son las aflicciones del justo” (Hechos 14:22; Salmos 34:19).
Y debemos considerar la vida de Jesús. Cuando Él oró en el huerto de Getsemaní poco antes de su crucifixión, ¿obtuvo lo que quería?
No, de hecho, su oración nos da un ejemplo perfecto para seguir. Su ejemplo es una demostración de las palabras que leemos en Marcos 11. En la oración de Jesús, él dijo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero sino como tú” (Mateo 26:39).
Jesús pidió esto, luego lo dejó en manos del Padre, para que él hiciera lo que considerara mejor. De la misma forma, los cristianos son libres de pedirle cualquier cosa a Dios. Al mismo tiempo, entendemos que para recibir lo que pedimos, esto debe formar parte de su voluntad amorosa, sabia y perfecta para nuestra vida.
Y si no está de acuerdo con la voluntad de Dios, no debemos pretender que se nos conceda nuestra petición a toda costa. Analicemos esta cita: “Dios no nos da lo que queremos. Él nos da todo lo que quisiéramos si supiéramos todo lo que Él sabe” (Stacy Padrick, “Living with Unfulfilled Longings” [Viviendo con deseos insatisfechos], Discipleship Journal).
La fe implica creer que Dios sabe más. Esto es esencial.
Lo que Dios promete
La fe debe estar basada en las promesas específicas de Dios que aparecen en la Biblia. Y debemos estar seguros de que entendemos las promesas correctamente.
Debemos asegurarnos de no asumir que Dios promete algo que Él no promete. Tenemos que entender sus promesas en el contexto que Él las da, que es el contexto de su plan y propósito para nosotros.
Hay muchísimas promesas en la Biblia, claras y fáciles de entender. Veamos algunos ejemplos de lo que Él ha prometido a su pueblo:
- Dios nos proveerá todas nuestras necesidades físicas y espirituales (Mateo 6:31-33; Salmo 23:1; Filipenses 4:19).
- El terminará la obra espiritual que comenzó en nosotros (Filipenses 1:6).
- Él nos dará la sabiduría que le pedimos a medida que vivimos (Santiago 1:5). Él nunca nos dejará ni abandonará (Hebreos 13:5).
- Él no permitirá que seamos probados más allá de lo que podamos soportar (1 Corintios 10:13).
- Él nos dará paz en la mente (Filipenses 4:7).
- Él perdonará todos y cada uno de los pecados, cuando nos hayamos arrepentido de ellos (1 Juan 1:9).
- Él hará posible que crezcamos y lleguemos a ser semejantes a Jesucristo (Efesios 4:15).
- Él hará que todo lo que pasa en nuestra vida eventualmente sea para bien (Romanos 8:28).
Estas son tan sólo unas cuantas de las promesas claras y específicas de Dios. (Si desea estudiar más, vea nuestro artículo “Las promesas de Dios: una esperanza cierta”.)
Tres formas de crecer en fe
Es consolador saber que si hacemos lo que Dios nos dice que hagamos, nuestra fe crecerá. No tenemos que descubrirlo por nosotros mismos; ¡sólo necesitamos hacer lo que Dios nos dice que hagamos!
Veamos tres formas básicas pero profundas, para crecer en fe:
1. Pedirle a Dios más fe
Necesitamos muchísimo que Dios nos de la misma fe de Jesucristo, a través del poder del Espíritu de Dios.
Deberíamos pedir con regularidad esa fe. No deberíamos asumir que Él automáticamente nos dará más fe sin que se la pidamos.
Dios nos observa para ver cuánto en realidad deseamos más fe. Él quiere ver cuán importante es para nosotros. Necesitamos pedirle fe.
2. Enfocarnos en obedecerle a Dios
Santiago 2:14 nos dice: “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?”
Es consolador saber que si hacemos lo que Dios nos dice que hagamos, nuestra fe crecerá. No tenemos que descubrirlo por nosotros mismos; ¡sólo necesitamos hacer lo que Dios nos dice que hagamos!
Es animador saber que si hacemos lo que Dios nos dice que hagamos, nuestra fe crecerá. No tenemos que descubrirlo por nosotros mismos; ¡sólo necesitamos hacer lo que Dios nos dice! Esto no quiere decir que podemos ganar nuestra salvación. La vida eterna es un don, no algo que podamos ganar por nosotros mismos. Pero Dios espera ver “obras” en nuestra vida. ¿Qué son las “obras”? Ellas involucran obedecer y vivir por cada palabra de Dios.
En los versículos 15-16, Santiago respalda esta declaración con un ejemplo práctico. “Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice; Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?”.
“Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (v. 17).
La fe sin obediencia es un engaño. A los ojos de Dios, es una burla de la fe verdadera, viva. Así que Dios nos dice que no es posible tener fe a menos que estemos guardando su ley y viviendo su camino de vida.
“Pero alguno dirá: tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” (v. 18).
En otras palabras, Santiago está diciendo: “usted no me puede mostrar ninguna fe verdadera sin obras, ¡porque esto no existe!”.
Cada día, nuestra fe es puesta a prueba de innumerables formas. Por ejemplo, la Biblia nos dice que quejarse es pecado. Ésta es un área en la que nuestra fe es probada. Y cuando obedecemos el mandamiento de no quejarnos, nuestra obediencia prueba nuestra fe. Prueba que realmente creemos que el camino de Dios sí funciona.
Lo mismo podemos decir de muchos otros mandamientos, tales como la necesidad de perdonar a otros, no permitir que el sol se ponga sobre nuestro enojo, o dar gracias en toda situación, ser amable en nuestro trato con los demás, etcétera.
Luego, Santiago pone la fe en la perspectiva correcta: “Tú crees que Dios es uno; Bien haces. También los demonios creen, y tiemblan” (v. 19).
Nadie diría que los demonios agradan a Dios porque ellos creen. Lo mismo es cierto de los seres humanos que afirman creer, pero no obedecen.
Santiago luego da el ejemplo de Abraham, mostrando que su obediencia “perfeccionó” la fe (vv. 22-23). Cuando obedecemos a Dios, nuestra fe crece y se hace más completa.
Es claro que Dios estaba agradado de que Abraham estuviera dispuesto a obedecerlo sin importar lo que requiriera.
¿Por qué las personas no obedecen a Dios? Porque no creen en Él. No creen que sí vale la pena. No creen que Dios vaya a hacer lo que Él dice. Y en el fondo, lo que quieren es hacer algo diferente.
Si no somos diligentes para aplicarnos a hacer las cosas que Dios nos dice que hagamos, no vamos a tener mucha fe.
¿Qué significa para nosotros? Necesitamos analizar nuestra vida. Necesitamos preguntarnos, “¿En dónde no estoy haciendo lo que Dios me dice que debo hacer en su Palabra?”. Necesitamos pensar en estas cosas y luego hacer los cambios requeridos en nuestra vida.
Cuando lo hacemos —¡Dios responde! Y nos damos cuenta que nuestra fe aumenta. Sin obedecer a Dios nuestra fe no puede aumentar.
3. Llene su mente de la Palabra de Dios
En Romanos 10:17 encontramos un versículo fundamental: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”.
Si no estamos llenando nuestra mente continuamente de la Biblia, no vamos a tener mucha fe. Así de sencillo.
Leemos acerca de Abraham en Hebreos 11. “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas…” (vv. 8-9).
¿Cuál es el punto? Abraham obedeció a Dios porque él creía que recibiría las promesas que Dios le había hecho. Por esto es por lo que obedecen las personas. Creen y actúan conforme a lo que Dios dice porque saben que, si hacen eso, recibirán lo que Dios ha prometido.
“Porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (v. 10). Abraham escuchó la verdad de Dios —la verdad acerca de esta ciudad futura— y le creyó a Dios. Esto hizo que él obedeciera.
Mientras más nos fijemos en las circunstancias físicas, menos tendremos fe. Mientras más nos enfoquemos en la Palabra de Dios, más fe tendremos.
Cuando hacemos esto, no dudaremos. Cuando estamos estudiando la Biblia y pensando profundamente en lo que leemos, entonces esto se convierte en un parte real de nuestra vida.
Y por estar llenos de la Palabra de Dios, tendremos fe. Estaremos dispuestos a hacer lo que Dios dice, lo cual a su vez aumentará nuestra fe (y esto aumentará nuestras bendiciones también).
Pero si nos apartamos de la Palabra de Dios —si no estudiamos diariamente la Biblia— entonces ésta va desapareciendo de nosotros. Ya es insignificante en nuestro pensamiento. Ahora Dios no es tan real para nosotros como debiera ser. Ahora sus promesas no son tan reales para nosotros como debieran ser. Así somos los seres humanos. Olvidamos.
Mientras más familiarizados estemos con la Palabra de Dios —y más familiarizados con lo que Él ha hecho y hará— más fe podremos tener. Porque sabremos exactamente lo que Él dice. Si no estamos familiarizados con lo que Él ha hecho, ¿cómo vamos a esperar que Dios cumpla sus promesas? ¿Cómo podremos creer que Dios las va a cumplir?
¿Mover montañas?
Volvamos nuevamente a Marcos 11:22-24. ¿Estaba Dios prometiendo específicamente que movería montañas, o estaba aclarando un punto aún más importante?
No hay registro de que el pueblo de Dios haya tenido la necesidad de mover montañas reales. Pero Cristo nos hizo saber que el Dios Todopoderoso lo haría fácilmente si fuera necesario.
Sin embargo, todos enfrentamos pruebas y desafíos que pueden ser abrumadores —montañas espirituales aparentemente imposibles de superar que Dios puede mover por nosotros si se lo pedimos en fe. Porque “… para Dios todo es posible” (Mateo 19:26).
La fe cree que Dios nos observa, nos cuida y escucha nuestras plegarias. No sabemos cómo Dios hará que las cosas funcionen para nosotros. Pero creemos en Efesios 3:20: “… a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos…”.
Dios puede responder nuestras plegarias de muchas maneras —¡aun en formas que ni podemos imaginar! No hay ningún límite para lo que Dios puede hacer por nosotros cuando confiamos en Él.
Si desea profundizar, vea nuestros artículos: “¿Qué es la fe?” y “La fe de Abraham”.